Los orígenes de la sociedad | 33
Según Thomas Patterson, en Oquendo habrían existido buriles, que son instrumentos punzo-cortantes; pero, el tipo no corresponde al artefacto que otros prehistoriadores llaman “buril”, aunque se le parece. Dado que los materiales proceden de un nivel propiamente superficial, no se ha podido obtener información sobre la fauna asociada y otros detalles importantes. Solo sabemos que son talleres ubicados en sitios abiertos, en riscos alejados del mar por unos pocos kilómetros de tierra desértica, y que fueron activamente usados después del Pleistoceno a lo largo de toda la costa. Existen evidencias de ello desde la punta de Santa Elena, en Ecuador, hasta Atacama, en Chile. Es difícil ensayar cualquier reflexión frente a tan débiles informaciones. Si los datos son ciertos, debemos asumir que ya había seres humanos en los Andes, por lo menos desde hace 12 a 14 mil años, con posibilidades de ampliar esa edad por algunos milenios. Recientemente, en especial en el nordeste de Brasil, se están obteniendo fechados sorprendentemente antiguos sobre los migrantes pleistocénicos. Habida cuenta de que la Amazonía tenía una fisonomía dominada por paisajes de sabana, más que por selvas tropicales, podría ocurrir que aquellos tempranos habitantes del continente no hubieran pasado por la cordillera de los Andes y se hubieran limitado a ocupar las tierras bajas hasta cerca del inicio del Holoceno. Pero una afirmación en ese sentido suena más a una adivinanza que a una inferencia. Los fechados que se conocen a lo largo de los Andes, desde Colombia hasta el sur de Chile y Argentina, solo se aproximan a los datos que ya se disponen en el Perú y nos señalan los últimos tiempos del Pleistoceno como el período de migración de los seres humanos a este territorio. De otro lado, la información sobre su forma de vida es también escasa. En Ayacucho y Junín, existen evidencias de la coexistencia de seres humanos con una fauna pleistocénica que estaba en trance de extinción. No es descartable la hipótesis de que esta asociación haya contribuido a la más rápida desaparición de dicha fauna, aunque los cambios climáticos tuvieron un papel indudablemente decisivo, por lo que la participación del ser humano no parece que pueda considerarse significativa. Todavía no sabemos bien cómo se cazaba a estos animales, aun cuando en otras partes de América hay evidencias de megafauna herida por instrumentos de cazadores. De cualquier modo, es claro para todos los prehistoriadores que la alimentación a base de fauna menor y vegetales era la dominante.