386 | Waldemar Espinoza Soriano
forma dulcificada y hasta compulsiva, les extraía plus-trabajo y excedentes productivos para conseguir las rentas que necesitaba para poder funcionar y reproducirse. Estas realidades, cabalmente, enrumban a otra conclusión: que el Estado nunca se preocupaba por la suerte de los ancianos, de los huérfanos, ni inválidos. Las tierras de estos eran trabajadas por los miembros hábiles de sus ayllus respectivos, como fruto de una costumbre antiquísima que los incas no pudieron ni quisieron destruir. En suma, sobre la responsabilidad de los atunrunas recaía íntegramente el peso de todo, hasta el de mantener a sus parientes y vecinos decrépitos y discapacitados. Cuando el mitayo tenía el auxilio de su mujer e hijos, el trabajo en lucro del Estado y de sus curacas le resultaba extraordinariamente leve, porque la ayuda de sus parientes le abreviaba el tiempo y la pesadez de la faena. Pero, cuando no acontecía eso, la cosa discurría de modo diferente, ya que, sin el refuerzo de una esposa y de prole, tenía que hacer por sí solo toda su mita; estos eran los huaccharuna: los pobres. Mientras que aquellos que procreaban dos o más retoños configuraban los felices y afortunados o “ricos”. La mita o cualquier otra forma de trabajo productivo, en cambio, no afectaba a los miembros de las panacas; o, mejor dicho, al sapainca ni a sus familiares ni a los sacerdotes ni a los militares de alta jerarquía ni a la aristocracia imperial y curacazgal, en general. El trabajo productivo únicamente se mantenía de manera coactiva para los atunrunas. Lo que vale decir que la actividad del trabajador estaba vista como un acto indigno de las elites, propia exclusivamente de las clases sociales bajas. Claro que el sapa-inca y sus gobernadores, que también pertenecían al linaje inca, daban inicio al año agrícola: el primero en la chacra de Sausero, tomando una taclla con reja de oro y abriendo surcos para que su mujer echara la semilla. Pero ello configuraba apenas una mera escenificación simbólica y ritual; pues allí comenzaba y concluía simultáneamente todo el laboreo físico del grupo dirigente y dominante. Sausero se ubicaba en lo que hoy es el aeropuerto internacional de la ciudad del Cusco. 4. El material cuantitativo del trabajo Sabemos que toda la población en aptitudes de laborar prestaba servicios, pero no podemos hablar de aspectos cuantitativos exactos del trabajo, por haberse extraviado las fuentes documentales respectivas. De manera que, por