Economía política y doméstica del Tahuantinsuyo | 417
que una de ellas perdura hasta hoy en las tierras altas de la sierra central y sureña del Perú: la coca. 4. Las hachuelas de cobre Con todo, el descubrimiento más notable de las últimas décadas es el que relacionado con las hachuelas-monedas de cobre arsenical. Bien que es imprescindible aclarar previamente que no hubo moneda-signo, como las que manipulamos hoy. Los documentos del siglo XVI apenas hablan de trozos de metal que funcionaban en forma aislada y limitada. En lo que incumbe a la etnias ubicadas en la serranía del Perú actual y en la parte surcosteña, se puede asegurar que continuaron muy apegadas a sus trueques simples, equivalencias y monedas-mercancías. No les atraía los pedazos de cobre arsenical. Por el contrario, los habitantes del litoral central y norteño del espacio peruano eran quienes manipulaban los mencionados fragmentos de cobre que exhibían la forma de hachitas. Realidad que es comprensible si recordamos que las etnias de este ámbito actuaban en medio de un progreso artesanal con especialistas a tiempo completo hasta en 30 oficios, dando lugar a un gran movimiento de adquisiciones y enajenaciones. En la faja costanera, desde Chincha a Manta (noroeste de Guayaquil) y en la serranía ecuatoriana, la economía de tratos y contratos era bastante ejercitada. Los pueblos, a partir del valle de Chincha a la etnia Huancavilca, se desenvolvían en forma diferente a los ayllus de la sierra peruana y altiplánica. No olvidemos que en aquellas áreas ribereñas al mar y norte de Quito existían artesanos y mercaderes a tiempo completo, realidad que les obligó a inventar la moneda tipo hachuelas de cobre. Un objeto pequeño, ágil y funcional que les iba a servir de mediadora de las transacciones. Los artesanos especialistas y los mercaderes ya no podían seguir únicamente con trueques, equivalencias y monedas mercancías, pues trababan el tráfico cada vez que este prosperaba. El material para activar las transacciones fue suministrado por el cobre arsenical, fácil de manejar y transportar en forma de pedazos, empleándolo como medio de pago y reserva de valor. Fue, no hay por qué dudarlo, una revolución fecunda, ya que permitió un auge nunca antes conocido: un adelanto real. Seguramente, su introducción no acarreó consecuencias graves; porque los trueques simples, las equivalencias y las monedas-mercancías siguieron