mARÍA PARADO DE BELLIDO
La heroína ayacuchana se vio involucrada en la emancipación en 1820. Junto con su esposo mariano Bellido. En 1822, cuando el ejército español tomó Ayacucho, encontró una de las cartas que ella hacia escribir para mantener a su esposo al tanto de los movimientos realistas. El general español Carratalá la conminó a delatar a los patriotas. Ante su negativa, la hizo fusilar.
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PERÍODO 1
[ CAPÍTULO 12 ]
población, por encima de las barreras de las castas y de la geografía. La idea de patria, madurada y definida por el entusiasmo y el sacrificio de muchos héroes y próceres ilustres y de una muchedumbre humilde o anónima, aparece así en actitud revolucionaria frente al pasado inmediato, a la vez que dentro de una solidaridad esencial con las corrientes profundas de la historia. La continuidad histórica no está reñida, pues, ni con la aptitud para la transformación ni con la capacidad creadora de cada época y de cada pueblo. Y dentro de ellas hay un elemento circulatorio y condicionante: la teoría de la convivencia de las distintas razas, de las distintas clases y de las distintas regiones. A esta convivencia sustancial que puede hallarse acompañada por múltiples divergencias políticas, ideológicas, partidistas o faccionales, aluden las estrofas del himno que dicen: “¡Somos libres, seámoslo siempre!” como también el lema de la moneda entonces formulado: “Firme y feliz por la unión”, en actitud de solidaridad nacional similar a la que el escudo presenta con sus exponentes de los tres reinos de la naturaleza, que son símbolos de la mancomunidad de las distintas regiones del país. No es la unión de áreas geográficas para hacerlas perder sus notas propias o sus características diferenciales; ni es la unión de razas, clases o sectores, eliminándolos como tales. Es la concurrencia de las distintas zonas del territorio y de los múltiples grupos de peruanos dentro del quehacer nacional. La patria existe, en principio, con una finalidad, como un instrumento para una empresa común. Y de allí la afirmación cívica y la afirmación progresista que, en seguida, van a ser estudiadas. Una segmentación racista o clasista de la independencia será, pues, siempre incompleta. Los americanos como americanos (y no como miembros de talo cual raza o de talo cual clase social) quisieron colocarse en un plano de igualdad con los europeos y decidir acerca de su destino considerando que la emancipación era, no solo justa, sino conveniente. Claro es que en Francia y en Estados Unidos y en otras partes incluyendo Hispanoamérica, surgió entonces la Revolución Burguesa. Pero esa Revolución fue, a la vez, una Revolución Democrática. No enarboló reivindicaciones puramente clasistas, sino ideas de valor general, colectivo o permanente, aplicables a todos los hombres como tales (eliminación de diferencias ante la ley, libertad, soberanía popular, derechos naturales). Tal fue la vasta trascendencia humana de esta Revolución Democrática que, después de gravitar con variable eficacia sobre Europa y América, llegó a prender y sigue prendiendo en las antes dormidas y humilladas muchedumbre de Asia y África. El anhelo concreto de la independencia política americana se alimentó con las “probabilidades históricas” objetivas y subjetivas derivadas de las ideas esparcidas desde el siglo XVIII, la política de España, la propaganda que Inglaterra y Estados Unidos estimularon y otros factores acumulados en las dos primeras décadas del siglo XIX; y se impregnó de los principios de la Revolución Democrática. Y así atrajo a sus banderas, en el Perú, como en el resto de América, a gentes de las más variadas procedencias. Sirvió precisamente para que una sociedad hasta entonces caracterizada por sus clasificaciones horizontales (clases, gremios, estamentos, razas) uniera por primera vez dentro de vastos sentimientos de defensa común y dentro de una esperanza gigantesca de mejora colectiva e individual, a aristócratas, profesionales, estudiantes, comerciantes, artesanos, sacerdotes y masas del pueblo de las ciudades y del campo. Especialmente atractivo tuvieron esas perspectivas bellas y gloriosas entre los jóvenes; y así se vio que niños de 11, 12, 13 ó pocos más años se lanzaron a la guerra, entre ellos muchos de los que más tarde fueron próceres y caudillos. Por lo demás, socialmente eran personas muy disímiles: Riva-Agüero, Orbegoso, Salazar y Baquíjano, Unanue, Gamarra, Castilla, José Olaya, Parado de Bellido, Pumacahua, el cura Terreros, Sánchez Carrión, la cantante Rosa Merino, Ninavilca y tantos otros protagonistas de la revolución peruana, para no mencionar a los lIaneros de Páez, a los gauchos inmortalizados por la prosa maravillosa de Lugones, a los desarrapados secuaces de Morelos y de Hidalgo en México. De la Revolución Americana cabe decir, sobre todo después de 1815, lo mismo que dijo Donoso Cortés de la revolución española contra Napoleón: “Toda la nación era pueblo y todas las clases sociales habían ido a perderse como los arroyos en el mar”.