la asaMblea acordÓ, a propuesTa de luna piZarro, Que ningÚn dipuTado de los Que en el dÍa coMponen el congreso consTiTuyenTe o en adelanTe, hayan de coMpleTar su nÚMero, pueda, duranTe el TieMpo de su dipuTaciÓn, soliciTar ni adMiTir por sÍ ni soliciTar para persona alguna eMpleo, pensiÓn, Merced o gracia del poder eJecuTivo (…)
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PERÍODO 1
[ CAPÍTULO 1 ]
En la carta a Santander antes citada, Bolívar dice del general Alvarado: “Este oficial tiene la mejor reputación. Todos le conceden cualidades eminentes, pero es un general flamante y además es un general muy nuevo, que a los ojos de sus compañeros debe parecer como un subalterno y no como jefe. El ejército que tiene Alvarado está muy mal compuesto; es aliado de cuatro naciones independientes; cada ejército tiene una opinión diferente y ninguno tiene interés nacional. Además, los jefes son en gran parte viciosos y facciosos, de modo que Alvarado va a tener muchas dificultades para vencer”. El plan de campaña incluía una expedición sobre Jauja; pero ella no pudo efectuarse por la resistencia del jefe colombiano Paz del Castillo que adujo la desnudez de sus tropas, pidió el reemplazo de sus bajas con soldados peruanos y rechazó el comando del general Arenales. Aquí, según Távara en su Historia de los partidos, hubo intrigas de los enemigos de la Junta Gubernativa.
HETEROGEnEidAd Y MinUCiA dE LA LABOR dEL COnGREsO.- La Junta Gubernativa se presentó a una sesión secreta del Congreso, el 6 de noviembre, para hacer su renuncia en atención a las críticas circunstancias y por pequeños resentimientos que tenía con aquel. Esta dimisión no fue aceptada. Hubo relación entre ella y el acuerdo legislativo de 4 de noviembre, según el cual las vacantes del ejército y la marina se debían llenar con oficiales peruanos y que, cuando esto no pudiera ser, se diese cuenta a la Asamblea; lo cual provocó la alarma de los oficiales de las tropas auxiliares, temerosos por sus ascensos y sus colocaciones futuras. Una transacción del momento consintió en cambiar la ley para resolver que las vacantes militares y navales que se produjeran se llenarían con oficiales peruanos, sin perjuicio de los ascensos de escala y premio a los extranjeros que servían a las banderas del Estado o fuesen después admitidos bajo ellas. Análoga resolución había adoptado el Congreso, para las vacantes en cargos civiles y eclesiásticos que debían ser provistos de toda preferencia en peruanos, debiéndole dar cuenta al Legislativo si ello no era posible (4 de noviembre). Mas la Asamblea acordó casi al mismo tiempo, acciones de gracias a Lord Cochrane, a Colombia, al ejército libertador, a la República de Chile y a su Supremo Director. También expresó su reconocimiento a los guerrilleros y hasta a los salvajes de la selva, cuyos servicios ofrecieron algunos funcionarios de Jauja. Otorgó, además, una amplia amnistía; los americanos desterrados y confinados quedaron autorizados para volver al seno de sus familias de inmediato, y llegó a ser permitido el regreso de los españoles al terminar la guerra. El único exceptuado fue el ex ministro de San Martín, Bernardo Monteagudo, en quien recayó una tremenda orden legislativa de proscripción declarándolo fuera de la protección de la ley en el momento en que pisara el territorio nacional y haciendo responsables en sus personas y sus bienes a las autoridades que le permitiesen entrar y permanecer libremente en sus distritos. El Congreso trató de múltiples asuntos más, entre los que no faltaron algunos de tan poca monta como el permiso para confesar y predicar otorgado a Fray Leandro Ponce, el traslado de frailes de un convento a otro, querellas de sacerdotes contra sus superiores, validez de los actos provinciales en los conventos de San Francisco y Santo Domingo, gastos de escritorio del auditor de guerra, dispensa de práctica a un bachiller en jurisprudencia, prohibición de que se ocuparan en obras públicas los esclavos de propiedad particular, tratamiento de “señoría” a los diputados, empleo por ellos de dos sirvientes exceptuados del servicio militar, quejas de los pueblos de Huarochirí y de San Damián contra su gobernador, y de los expósitos por abusos de su prelada. Al disponer que todo acto público en los tribunales, en el ejército y aun en los teatros comenzara con las palabras “Viva el Perú”, dichas en alta voz por el que presidiera, reafirmó en forma solemne su ingenuidad patriótica. Al mismo tiempo otorgó títulos y honores a algunas ciudades; demostró su interés por la educación pública al ordenar que todos los maestros de primeras letras concurrieran a la