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patria y no habiendo exigido indemnización alguna. Al terminar indicaba que por la situación del Callao no creía conveniente permanecer en esa plaza él y su madre que era de avanzada edad y pedía que fuera señalado el lugar a donde debía trasladarse. Si se hubiera retirado entonces, en acatamiento a la decisión del Congreso que le había investido con la Primera Magistratura de la República y que, a pesar de todas las anomalías en su funcionamiento, y de todos sus defectos, representaba la única expresión de la soberanía nacional, Riva-Agüero habría hecho un servicio a su buen nombre y al bien del Perú. Pero la ambición, la arrogancia, la porfía mezclados a conceptos de honor y dignidad, pudieron más que el buen sentido y la abnegación patriótica que, al ofrecerle entonces lo que hoy cabe llamar un campo de aterrizaje, le hubieran permitido más tarde hacer un nuevo “despegue” político evitando que se estrellara catastróficamente. Al saber la deposición de Riva-Agüero, Sucre declaró que la división colombiana no entraría en cuestiones políticas internas, con lo que trató de amenguar la acusación de que alentaba las maniobras en contra del primer presidente peruano. El 25 de junio suscribió una nota donde afirmó que “la continuación de estas disenciones a presencia del ejército y al frente de un enemigo poderoso, es un mal del que el Soberano Congreso y el Ejecutivo serán responsables ante la Patria”. El “enemigo poderoso” de que hablaba Sucre, es decir, el ejército español, había entrado en Lima el 18 de junio, procediendo como si hubiese llegado a territorio enemigo. En la sesión del 26 de junio, que fue la última celebrada en el Callao, se acordó que las cosas permanecieran como estaban, hasta otra oportunidad. La guarnición y la opinión pública de Lima, unidos, habían impuesto a Riva-Agüero en febrero de 1823, con motivo de la primera derrota en el Sur. Ahora, en el Callao, en medio de los apuros de la retirada ante el enemigo común, una facción del Congreso enemiga de Riva-Agüero (compuesta, en parte, por peruanos entre los cuales habían sido incorporados algunos como suplentes e integrada, además, en parte, por extranjeros) persuadida de la necesidad de la presencia de los colombianos y de Bolívar para salvar la independencia, aprovechaba el hecho de que las tropas nacionales se hallaban en la segunda campaña del sur, que Lima había sido abandonada y que las turbas de la capital no podían defender a su “niño Pepe” para maniatar al Presidente en su silla, para afrentarlo y para, finalmente, adoptar un acuerdo con el fin de arrojarlo de ella, vengándose así del motín de Balconcillo y pretendiendo utilizar la fuerza militar que Riva-Agüero empleara antes, si bien este acuerdo no tuvo cumplimiento inmediato por lo revuelto de las circunstancias.
Chorrillos. Este recorrido, realizado a nado, establecía la comunicación entre el destacamento atrincherado en el castillo Real Felipe y los patriotas libres. En las misivas se tocaban temas sobre el estado del destacamento, sus necesidades y sus próximas acciones. El 27 de junio de1823, el chorrillano llevaba una carta del general Antonio José de Sucre para el patriota Narciso de la Colina. El gobernador español en Lima, Ramón Rodil, mantenía una estricta
Julio 1823 [VENEZUELA]
en el lago de Maracaibo, se lleva a cabo la baTalla del MisMo noMbre. esTa vicToria de los paTrioTas veneZolanos, coMandadas por el alMiranTe coloMbiano JosÉ padilla, obligÓ a la capiTulaciÓn de las Tropas del capiTÁn espaÑol Ángel laborde y navarro.
vigilancia sobre el pescador y lo detuvo una vez confirmada su misión. Olaya pudo deshacerse de la correspondencia antes de ser capturado. Al negarse a confesar el nombre del destinatario de la carta, Olaya recibió una brutal golpiza. Al día siguiente, llevaron a su madre para conminarlo a confesar, pero sin éxito. Fue sentenciado a morir fusilado. La ejecución se cumplió el 29 de junio de 1823 a las once de la mañana, en el Callejón de Petateros en la Plaza de Armas de Lima.
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