SEMANA SANTA OSUNA 2020
Hermandad y familia
S
e pueden tratar muchos temas a la hora de hablar sobre hermandades: historia, cultos, música, formación, caridad, costaleros, priostía y muchos más; pero querría fijarme en uno que parece que no es de buen gusto cofrade sacarlo a relucir: la atención a la familia. Me lo comentaba no hace mucho la sufrida esposa de un miembro de la Junta de Gobierno de una Hermandad de renombre: “Se habla mucho de la importancia de las hermandades en la evangelización de su entorno; de las obras de caridad que realizan; del mantenimiento de las tradiciones y de no sé cuántas cosas más. Todo eso es cierto; pero hay un punto negativo del que nunca se habla: la desatención a la familia por parte de algunos miembros de juntas de gobierno y el desasosiego de muchas madres de familia que se pasan los días solas, atendiendo a los hijos, mientras sus maridos están en la Casa Hermandad arreglando no se sabe qué hasta las tantas. Eso sin contar los domingos que tiene que ir en representación a la Función Principal de otra Hermandad, o a otros actos”.
Llevaba toda la razón mi paciente amiga, conozco casos de crisis familiares -algunas salen a la luz, otras son llevadas en silencio- motivadas por una desordenada atención del padre a la hermandad, problema que ahora se amplía con la incorporación de mujeres a las Juntas de Gobierno, aunque éstas lo suelen plantear y resolver de forma mucho más equilibrada. Vaya algo por delante: la hermandad nunca puede ser la excusa para desatender a la familia. Las prioridades son claras y la familia y el trabajo están por delante. No hay hermandad que justifique la desatención a la familia, ni el abandono del trabajo. Antes de incorporarse a una Junta de Gobierno hay que sopesar todos los factores, sin coartadas sentimentales. Al argumento de que “la Hermandad me necesita”, siempre se podría oponer: “¡y tu familia más!”. Hermanos para ocupar un determinado puesto siempre hay más de uno. Padres, o madres, en tu familia sólo
Foto: Manuel Cruz Romero. Archivo Alvaro Reina
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hay uno. En la hermandad somos prescindibles, en casa no. Tampoco son de recibo las justificaciones de quienes proclaman que sacrifican su tiempo libre por amor a sus titulares. El concepto de “tiempo libre” es muy elástico, a lo mejor ese tiempo es el que debería ocuparse en ayudar a los hijos en los estudios, o en cualquier otra actividad doméstica. Otro cuestión a considerar es si todas las horas que se está en la Casa Hermandad (o en el bar de al lado, en el que se rematan los cabildos) son necesarias. A la Casa Hermandad se va a trabajar, no a echar un rato. Para los miembros de la Junta de Gobierno ha de ser un lugar de trabajo, no un club social. Los hay que dedican horas a actividades absolutamente prescindibles, más propias de casinos que de una Hermandad. A ver si resulta que se buscan compensaciones afectivas porque en casa no se está a gusto o porque en la hermandad