Pedro Romero de Ronda.
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ay matadores de toros que llevan ecos de historia, en este caso los Romero, en ellos hay una dinastía que viste a la tauromaquia del siglo XVIII e inicios del XIX; para ello, es necesario primero referirse a Francisco Romero Acevedo, creador de este ilustre linaje; su progenitor se llamó Juan de Dios Romero, padre de cuatro hijos, todos con inclinación hacia las hazañas taurómacas, Pedro, José, Gaspar y Antonio, pero entre ellos destacó el gran Pedro Romero, nació en Ronda un 19 de noviembre de 1754, desde niño siempre tuvo un desarrollo físico muy sano y fuerte, su padre le heredó el oficio de carpintero, pero traía en la vena la torería, y sobre todo una capacidad y percepción única para entender a los toros. Comenzó como todos por lidiar novillos, la primera vez fue en Jerez de la Frontera; poco a poco se enfrentó a corridas más fuertes; cada tarde que se presentaba sumaba la aprobación de los públicos, en todas las plazas, entre ellas La Real Maestranza de Sevilla, por los años de 1772, pisó la antigua plaza de Madrid en 1775, del mismo modo Granada, Alicante, Cádiz, Málaga y muchas más. Se le dio el crédito de ser maestro de la Escuela de Tauromaquia Sevillana, fundada en 1830, durante el reinado de Fernando VII de España, en ella dejó huella indeleble en estilos y formas de torear resaltando a los aprendices de la lidia, que el toreo es tener serenidad y saber tomar siempre la muleta y el estoque con mucha firmeza, misma que usaba en la suerte 60 Mary Carmen Chávez Rivadeneyra
suprema como nadie antes, la ejecutaba utilizando el arranque propio que llevan los cornúpetas para así, matar recibiendo, le puso poderío, era un gran estoqueador, además aportó variadas suertes con la pañosa; su propuesta siempre fue mejorar la lidia heredando nuevas técnicas a los toreros de esa época, entre sus discípulos están Francisco Arjona Cúchares y Francisco Montes Paquiro, pero quizá no imaginó que su destreza llegaría a ser tan importante incluso siglos después. Como rival de ruedos tuvo a Joaquín Rodríguez Costillares, y José Delgado, “Pepe-Hillo”, quién también escribió sus propias tauromaquias. Los apellidos marcan para siempre a las personas, la dinastía de los Romero, digamos que en natural similitud y complicidad con la planta mediterránea del mismo nombre “romero”, llevaron siempre un fino aroma, un pellizco de condimento hecho arte con efectos equivalentes y hasta antioxidantes puesto que siguen vigentes sus técnicas, estos toreros dejaron eso y más, un follaje de posibilidades que abrían el frasco de las esencias con sus paseíllos y faenas memorables, además de sus hermosos ajuares de época, Pedro Romero fue inspiración de algunos de los óleos sobre lienzo de Francisco de Goya y Lucientes, detallado con aquellos atuendo compuesto por camisolas blancas de amplias mangas, calzona y coleto de ante, correón ceñido, terciopelos finos, y redecillas de madroños, trajes majestuosos que siguen vivos en las coloridas corridas goyescas.