Las Esculturas de la Plaza México

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Prólogo. El arte de torear y los toros en el arte

F

ueron los hombres –hechiceros/magos– del Paleolítico Superior, los grandes creadores de toros prodigiosos, en las cuevas de Lascaux, Francia. Figuras de toros, que por medio de la eficacia de la magia y de la fina observación, casi científica, del comportamiento animal –movimientos, expresión, volumen, color, velocidad– adquirían poder sobre el objeto real, en la lucha por el sustento. Toros que en el Antiguo Egipto se convirtieron en Tótem, en el animal dador de vida, del que los hombres de alguna región creían descender. Imponiéndose en las Antiguas Babilonia y Mari, como fuerza masculina y alada, por tanto, celeste, capaz de remontar el firmamento; dejando sus astas como signo indeleble, en tierras cretenses; astas que al ser portadas por un humano, conferían la capacidad de hacerlo alcanzar el paroxismo, el frenesí. El color del toro realzaba su belleza, como aquel toro blanco que Poseidón obsequió al Rey Minos, capaz convertirse en el objeto de amor de una mujer, pero capaz también de inspirar a mujeres y hombres al juego, a la acrobacia, a las piruetas, como parte de la práctica de la taurocatapsia, como rasgo expresivo de las pinturas cretenses y que hoy se constituye como tradición portuguesa y catalana. Sin soslayar el valor sacrificial del toro, cuya condición –carne y espíritu– era ofrendada por medio del fuego durante los famosos holocaustos de la Grecia Antigua, mismos que en los mundos romano y helenístico, adquirió sobrada importancia por medio del dios Mitras –el Sol– quien en su viaje cosmológico –de la vida a la muerte– daba la estocada a un toro. Rito sacrificial que fue parangón de la crucifixión durante la persecución de los cristianos de la época. Durante la Edad Media, la tradición ganadera será parte intrínseca de las composiciones artísticas de las catedrales y aquel toro mítico del mundo antiguo formará parte del Tetramorfos medieval, en el que San Lucas, uno de los cuatro evangelistas, será representado por el toro. Las esculturas de la Plaza México 7


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