12 | CARLOS CONTRERAS
Los grupos sociales defenderán la apreciación o depreciación de la moneda según les corresponda tener que recibirla o que pagarla. Pugnarán porque ella exista solo en piezas de alto valor, o de pequeño, de acuerdo con sus necesidades y con el partido que puedan sacar del predominio de una u otra; preferirán que su tasa de cambio frente a las monedas extranjeras vaya para arriba o para abajo, conforme sean exportadores de bienes o consumidores de lo que viene de afuera. Ella no resulta, así, un instrumento neutral, sino que su abundancia o escasez, su mayor aprecio, o lo contrario, influyen en el ámbito de las rentas y ganancias de los distintos sectores de la economía. Por eso la política monetaria suele cargarse de tanta controversia y fácilmente termina en el centro de revoluciones y guerras civiles. La historiografía sobre la moneda en el Perú guarda una lista de insignes cultores, cuyo inicio podríamos marcar con el trabajo de Alejandro Garland, La moneda en el Perú (1908), en el que procedió a un recuento de los medios de intercambio en el país desde la época incaica hasta la republicana. Décadas más tarde siguieron los trabajos de Lizardo Alzamora sobre El billete bancario en el Perú (1932) y Manuel Moreyra Paz Soldán, “Síntesis histórica de la moneda republicana” (1933) y “Apuntes sobre la historia de la moneda colonial en el Perú” (1937), publicados en la Revista de la Universidad Católica. Los años treinta a sesenta del siglo XX estuvieron cargados de tensiones y problemas monetarios derivados del abandono del patrón oro tras el estallido de la gran depresión y el acuerdo de Bretton Woods en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. En el Perú se había creado el Banco Central de Reserva que, además de encargarse de salvaguardar la salud de nuestro signo monetario, propiciaba la reflexión sobre el manejo más adecuado del circulante nacional. La creación de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas en la Universidad Católica en 1932 y la llegada al Perú del profesor alemán Bruno Moll en 1936, quien se integró a la enseñanza de la economía monetaria en la Universidad de San Marcos, surtieron al país de soportes intelectuales más sólidos y especializados en el campo de la economía. Ello explica que en los años siguientes apareciera un conjunto de trabajos que probablemente representa el momento más fecundo de la historiografía sobre la moneda peruana. Al lado de nuevos y más profundos estudios de Manuel Moreyra sobre la historia de la moneda colonial, se publicaron los de Emilio Barreto y Bruno Moll sobre El sistema monetario del Perú, que incluía una generosa sección histórica preparada por el primero de ellos; el de Rómulo Ferrero Rebagliatti sobre “La historia monetaria del Perú en el presente siglo” (1953) y el de Carlos Camprubí acerca de la Historia de los bancos en el Perú (1860-1879) (1957) y El Banco de la Emancipación (1960). Estos trabajos descansaron en la compulsa de documentos originales y primarios o fueron preparados por personas que habían tenido un papel protagónico en la política monetaria nacional y podían dar un testimonio fidedigno de lo ocurrido. Poco después relumbraron otros trabajos del mismo Camprubí acerca de La Casa Nacional de Moneda de Lima: IV centenario (1965) y José Payán y de