ACTUALIDAD Por Luis Beldi
LA VIEJITA DE LA LIBRETA QUE PUDO HABER SALVADO A ARGENTINA DE SU DECADENCIA La Argentina no es víctima del destino, ni la deuda es la causa de todos los males. Que Alberto Fernández repita la historia de Mauricio Macri, no se debe a la pandemia, sino al plan que tenían en mente antes de asumir, que no era otro que el de “vamos por todo parte II”.
L
a deuda, la inflación, el tipo de cambio, la caída del salario, el aumento de la pobreza, la fuga de capitales, la quiebra de empresas, el éxodo de compañías en busca de otros destinos, la desinversión, el desahorro, son consecuencia de un modelo que ni populistas ni anti populistas se animaron a tocar. En los ’80, en un programa conducido por Bernardo Neustadt hubo una discusión acalorada sobre las causas de la inflación en la Argentina, un mal que parecía invencible. Cada uno tenía su propia conclusión y todos hablaban con términos técnicos. Luego vino un bloque de Neustadt con un veterano folklorista salteño, Gustavo “Cuchi” Leguizamón, que le dio el diagnóstico exacto. Cuando le preguntaron como solucionaría los males de la Argentina, dijo: “Yo pondría de ministro de Economía a una viejita con una libreta negra de esas que se usan para anotar lo que se compra en el almacén. Allí, ella anotaría lo que ingresa y lo que gana, para no gastar más de lo que gana”. La Argentina, sigue gastando cada vez más. Lo más grave -y esto no se le puede achacar al destino- es que cuando tuvo la oportunidad de hacer las reformas para terminar con el karma del déficit fiscal, no lo hizo.
14 . BNK
En 2003, cuando asumió Néstor Kirchner el valor del petróleo y los granos comenzó a subir geométricamente. El barril de crudo en un momento tocó los USD 150 y el gas siguió esa línea ascendente. El país exportaba combustibles y gas. La soja de USD 130 comenzó a escalar hasta arañar los USD 600. El desembarco en el mundo del consumo de China y la India, le había aportado al planeta casi seiscientos millones de consumidores, casi dos Estados Unidos juntos. Fue tan intempestivo el crecimiento que todos los productos que exportaba el país volaron en precios y se olvidaron de los subsidios al agro de Europa. Para colmo de bienes, la tasa de interés de referencia de Estados Unidos seguía en baja. Había comenzado la globalización y era el momento de atraer capitales, dar seguridad jurídica y bajar impuestos para acometer la reforma del Estado, bajar el gasto público en el Gobierno, provincias e intendencias, modernizar los convenios salariales y mejorar el sistema de jubilación privada que tenía comisiones excesivamente altas. Se optó por congelar tarifas, aumentar el gasto, estatizar empresas que habían sido privatizadas, volver al sistema de reparto en jubilaciones y subir impuestos y