juventud, apoyado en el atril de la academia y la comunicación el periodista Francisco Aguado ha roto los esquemas tradicionales del análisis y del relato agregándole al periodismo la modernidad literaria junto a las herramientas de la investigación analítica. Su obra magna, Joselito, El Rey de los Toreros, abre caminos por sus muchos libros que han tenido que ver con el Joselito, el muchacho del Madrid de la juventud de Aguado, y con Morante de la Puebla, que lo canaliza en la ambición espiritual del toreo sevillano que, sin disimularlo, guarda pretensiones de entendimiento con el Gallito de Gelves. EL TORO DE MÉXICO O MÉXICO EN UN TORO Carlos Ruiz Villasuso (*)
E
l toro mexicano embiste de la forma en la que encontré a México cuando fui por vez primera: dormido. Siendo dormir la lentitud más lenta y siendo el toreo la búsqueda inalcanzable de lo despacioso, afirmo sin temor a al quebranto de acusaciones contrarias, que embestir dormido es la mejor de las embestidas para el mejor toreo posible. Más aún, sólo dormir invita a soñar y, siendo el toreo el sueño de la más lenta lentitud de un lance, un muletazo, concluyo que esa embestida mexicana es el sueño de las embestidas.
No hay nada más igual a México que su toro bravo. El eco de España está en él por su irrenunciable deseo de supervivencia de algo acosado en estos tiempos. Y tiene el eco de los indígenas en una indescifrable bravura que pasa de la frontera de la indolencia propia de lo manso a la entrega propia del bravo. Tiene el toro mexicano a todo México dentro por ser ese rebelde con el que sólo los buenos toreros son capaces de hallar con el triunfo y gloria entre los olés largos y matizados y exaltados en un país de matices y exaltaciones. Se torea como se es, pero, no cabe duda de que también se embiste como se es. Como es el ganadero y como es su país. A propósito de cómo somos, comencemos por el tamaño. En este traslado de imágenes que es la televisión, se envió a España una única visión del toro mexicano, el de la México. Del otro lado de este cante de ida y vuelta que es el toreo, desde España la televisión mandó a México el toro de Madrid y el de los Sanfermines. Me topé entonces, en plazas, tertulias y conversaciones entre tequila y su bis, una feroz autocrítica de mexicanos respecto a su toro. Por chico. Pequeño. Quienes así ejercían de inquisidores consumían el toro grande de la televisión que mandaba España. Un toro que en mi país tiene adeptos en cierto tipo de Javier Garfias 27