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Pintura portada: Antonio Navarrete 2 Javier Garfias
ÍNDICE 5.- Garfias y Navarrete 7.- Agradecimientos 11.- Dedicatoria 13.- Introducción 15.- Paseíllo, Luis Pérez Oramas 20.- Don Javier “El Maestro”, Juan Antonio de Labra 21.- Puente al futuro, Carlos Castañeda Gómez del Campo 23.- En el Recuerdo, José Carlos Arévalo 25.- Al ritmo de los sueños, Paco Aguado 27.- El toro de México, Carlos Ruiz Villasuso 30.- Viva México y su toro, Javier Borrego 31.- La ganadería taller de producción artística, Fernanda Haro Cabrero 34.- Tauromaquia del Perú, Flavio Alberto Carrillo Naranjo 36.- Capítulo I, La tierra Potosina 38 Capítulo II, Las vacas del Marqués 39.- Capítulo III, Joselito en Lima 45.- Capítulo IV, La fiesta mestiza 50.- Capítulo V, Don Antonio Llaguno 54.- Capítulo VI, Los antecedentes 57.- Capítulo VII, La era Chicuelo 62.- Capítulo VIII, La guerra callada 69.- Capítulo IX, Explota el arte 72.- Capítulo X, Dividieron México 86.- Capítulo XI, Competir es vivir 90.- Capítulo XII, Presencia de Garfias 111.- Capítulo XIII, El tentadero 114.- Capítulo XIV, Armillita Chico, torero grande 123.- Capítulo XV, La sangre se riega
136.- Capítulo XVI, ¡Que bonitas hembras…! 140.- Capítulo XVII, El toro los puso en su sitio 144.- Capítulo XVIII, Costo llegar… Pero mantenerse 153.- Capítulo XIX, Lima la Virreinal, Acho LA Bicentenaria 160.- Capítulo XX, Antonio Ordoñez, Plaza Acho 166.- Capítulo XXI, Paco Camino, Santa María de Querétaro 170.- Capítulo XXII, El Niño de La Capea, “Corvas Dulces” 176.- Capítulo XXIII, Manzanares 178.- Capítulo XIV, Eloy Cavazos, La historia de la mano de Garfias 185.- Capítulo XXV, Manolo Martínez, o simplemente Belcebú 193.- Capítulo XXVI, Raúl García del mero mero Monterrey 199.- Capítulo XXVII, El Pana no dijo adiós 204.- Capítulo XXVIII, Jorge Gutiérrez 206.- Capítulo XIX, Volcanes de México, David y Arruza 210.- Capitulo XXX, José Antonio Garfias, El ganadero de De Santiago 217.- Capítulo XXXI, José Chafik Hamdan 222.- Capítulo XXXII, Reyes Huerta 228.- Capítulo XXXIII, Mimiahuapan 232.- Capítulo XXXIV, Ganadería de Santa Barbara 234.- Capítulo XXV, Laura Villasante, Carranco, Garfias y Marranillas 240.- Capítulo XXVI, La herencia de Don Javier 244.- Fuentes de información.
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Garfias y Navarrete
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on el retrato de Javier Garfias del óleo del maestro Antonio Navarrete, abrimos plaza para recorrer los caminos que ambos han transitado deddicados a los toros y a la fiesta de los toros en México. Antonio Navarrete fue alumno del célebre, reconocido y renombrado Carlos Ruano Llopis, pincel valenciano de la pintura taurina que hizo de sus cuadros el registro notariado de la ganadería, la música y los toreros bravos. Ya consagrado Ruano llegó a México luego de un breve paso por Buenos Aires y Caracas. Encuenta en México al volcán del toreo en plena ebullición y une sus lienzos al pentagrama de Agustín Lara, la maestría de Armillita, Garza y de Manolete y la cría del toro de Llaguno de Zacatecas que en competencia con los toros de los Piedras Negras de los González de Tlaxcala, los Madrazo de La Punta en Jalisco provocacían escenas que los óleos de Antonio Navarrete tatuarían en sus lienzos la generación de Manolo Martínez, Eloy Cavazos, Curro Rivera y Mariando Ramos que le dan pelea a los ases de España y Sudamérica con los toros de Javier Garfias. Ha sido Navarrete el pintor de los toreros, como en su día Goya lo fue “don Francisco el de los toros…” Javier Garfias 5
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Agradecimientos
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ntusiasmado con el tema fueron las estimulantes conversaciones con tres personajes las que me indujeron abordar el compromiso conmigo mismo. º Quiero decir atreverme a escribir sobre Javier Garfias, el hombre, el ganadero. El primero fue Javier Garfias, el nieto. Contacto que nació en plena pandemia cuando reunidos en tertulia telemática con el grupo de Ventaurinos que apoya y dirige el buen aficionado Eloy Anzola. Con Eloy protestamos de la injusta ignorancia -no sé sí hay ignorancia justa-, sobre todo lo que significa y representa el paso de Javier Garfias de los Santos por el mundo. Agradezco a Eloy Anzola animarme, lo mismo a mi amigo de toda la vida, Pepe Garfias cuando ni sospechábamos se iría del escenario mucho antes de imprimir y de manifestar en estas páginas nuestro agradecimiento y admiración por el hermano mayor que tuvo en su vida la jerarquía de un padre amoroso pero exigente. Carlos Castañeda Gómez del Campo, joven y sabio historiador
de la fiesta mexicana, fiel a su doctrina y un romántico como ganadero por quien que profeso admiración. En estas líneas expreso respetuosa amistad y agradecimiento por compartir su sabia afición. Carlos, a su vez reclutó a Javier Borrego, generoso y paciente, junto a quien formamos un equipo con Antonio Macías internándonos en la biografía no escrita de Javier Garfias. No hubo necesidad de crear un club de conscriptos y reunir la admirable esencia del periodismo taurino, todos nos animamos para formar un grupo representado por: Luis Pérez Oramas, un venezolano que con su entusiasmo, plenitud, compresión y expresión del arte son suficientes el peso histórico y su validez como acervo, los toros son dueños de un espacio inmenso en el territorio de los valores culturales e intangibles de la humanidad. José Carlos Arévalo de quien su siembra de medios, crónicas relatos que defienden y explican la tauromaquia es el legado que reparte entre comunicadores fuera del claustro universitario. Francisco Aguado, maestro del periodismo y autor de los clásicos fundamentales en la literatura Javier Garfias 7
taurina. Ha con ejemplos descubiertos al bajo la que se valores.
logrado arropar humanos por él barrer la hojarasca esconden sólidos
Juan Antonio de Labra, como nadie vive el relato de la historia de los toros en México discurso que ordena su mente y preclara cultura herramientas que le han convertido en el gran escritor de la Historia. Carlos Ruiz Villasuso, admirado profesional. He tendido la suerte de compartir con él desde que estudiaba, y tiene la capacidad de sorprenderme cada día: escritor, novelista, investigador, director de medios, muchos méritos profesionales, pero ninguno como el de su honesta y valiente defensa a los valores humanos, combatiendo la injusticia en abyectos y viles terrenos aún estando en desventaja.
quienes no solo han sido amigos sino maestros en su vida. Antonio Macías, amigo cercano del ganadero en el afecto y de igual manera defensor de las posiciones de Garfias mucho más allá del sentido de la amistad. Oskar Ruizesparza, un titán de la tauromaquia universal quien infatigable ha brillado como comunicador, promotor y muy especialmente como defensor de la fiesta de los toros en los momentos más difíciles y comprometidos de la tauromaquia universal. Sirva este libro como homenaje y reconocimiento a un cabal compañero en los áridos caminos de la fiesta de los toros.
Flavio Carrillo, matador de toros y principal animador y figura de la Fiesta Nacional en el Perú. Como pocos, agregando nacionalismo y humanismo a la lucha por la defensa de la tauromaquia en la gran nación peruana.
Y Fernanda Haro periodista mexicana, natural de Zacatecas la cuna de los Llaguno. Investigadora y doctora de la Ciencia de la Comunicación con un fresco mensaje taurino se ha convertido en el Ángel de la Guarda de este proyecto bibliográfico que emprendimos pletóricos de esperanza e ilusión por algún día, salir de esta maraña creada por la Pandemia.
Javier Borrego, ganadero de Santa Bárbara cercano en el afecto y conocimiento de Javier Garfias. Caballero en defensa del amigo con el arma de exaltar las virtudes de
Y con ellos el consejo oportuno, la opinión y el punto de vista revisionista del doctor Alberto Ramírez Avendaño, ganadero de Los Aránguez y nuestro guía desde
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los añorados y turbulentos días de nuestra juventud. Agradezco a México por haber sido tan amplio y generoso como nación. A mis amigos mexicanos como mi compadre Raúl Izquierdo, Antonio Velázquez, Abraham Ortega, Raúl Acha “Rovira” y muy especial agradecimiento a don Carlos Fernández Valdemoro, “José Alameda” por sus consejos y estímulo. Agradezco particularmente a José Antonio Garfias de los Santos, Pepe Garfias, amigo por muchos años como lo fueron don Manuel de Haro, Miguel Espinosa Meléndez “Armillita”, Curro Rivera, Raúl García, Eloy Cavazos y Manolo Martínez.
Y tres agradecimientos muy profundos, sin ellos no hubiera atacado el reto: Mi hermano Rafael Ernesto y mis hijas María Gabriela y Ana María. A mi hijo Ezequiel Korin Bares que me ha dado lo mejor que he tendido en mi vida el regalo de Emiliana. No solo con el agradecimiento de quien todo lo debe, sino con la encomienda que a mi nieta Emiliana le presenten el toro de lidia en su más hermosa realidad; porque el amor por el toro de lidia es lo único valioso que le dejaré en la vida. Muy agradecido a todos ellos por haber iluminado ahumándome el claustro mortecino de la reclusión. En tiempos de pandemia
Un agradecimiento profundo y sincero a mis amigos que por su afecto me enseñaron amar a México como tierra propia: Los matadores de toros Raúl García Rivera, Tomás Arellano, “Juan Diego de México”, Arturo Magaña, Alfredo Gómez “Brillante”, Jorge Anciola y Manuel del Prado “El Triste” amigos muy cercanos, sinceros que la vida en sus diversos caminos convirtió en parte de mi familia, y a mi paisano Rafael Báez quien me enseñó querer y respetar México.
Víctor José López “El Vito” Caracas 2021 Las Palmas Javier Garfias 9
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Dedicatoria Brindo por ti Leopoldo, perseguido, enconchado, extrañado… Brindo por ti Leopoldo López porque nunca has hecho nada. Todo lo que haces es: ¡Luchar por la Libertad¡
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INTRODUCCIÓN
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sta es la historia de un ganadero que soñó reunir y ordenar los secretos que guarda la intimidad del toro bravo con la intención de develarlos en beneficio de la estética del arte de la tauromaquia como valor cultural de México. Javier Garfias de los Santos comenzó desde niño la misión que le encomendara el destino. Lo expresaba, cuando lazaba el día con la noche. Fue cuando todo se unió, mientras pacían los toros y soñaba columpiándose entre la ilusión y la realidad, despertando envuelto en ilusiones que visten de arte al toreo. Cuando las culturas se revuelven uniendo expresión con sentimiento, fue cuando los toros de Javier Garfias se transformaron en protagonistas en la historia de México. Este libro pretende ser un pedazo de esta historia, interpretando la narración de sus protagonistas. Es el relato de los hechos con las palabras de Antonio Ordóñez referidas a su tarde en Lima, en confesión expresaba en Ronda reunido entre amigos reveló lo que ocurrió aquella tarde limeña durante su faena al toro Carnavalero de Javier Garfias en la plaza de Acho.
También Paco Camino, en un relato nutrido de palabras y de expresión evoca cuando acarició la perfección con su faena a Navideño en Querétaro. El de Camas habla de invención del toreo. Él lo hizo, lo inventó en sentido aristotélico, como una entelequia en su apólogo de fuerza. Ejemplo de la realidad. Conversaciones diversas, motivos distintos y situaciones diferentes las de Pedro Gutiérrez Moya, Niño de la Capea. Camino a la cima de la expresión, con toros de Javier Garfias. Cada toro un peldaño de la escalera. La obra maestra va desde Corvas Dulces hasta Piropo, y sube por Manchadito y por escenario la plaza Monumental Plaza México. Ramillete de esfuerzos coronación de expresión rematada por el Maestro Pedro Moya las tardes de su enfrentamiento con José María Manzanares. Como aquella tarde de feria en Venezuela, en la Plaza de Pueblo Nuevo para precisar y también con los toros de Garfias protagonistas en la competencia más caliente en 50 años de la plaza grande de Pueblo Nuevo. Desafío convertido en indeleble tatuaje para quien fue capaz de imprimir su proeza ante el toro Gocho de Garfias, imagen de toda una vida de los dos colosos del toreo contemporáneo: El Capea Javier Garfias 13
y Manzanares, discusión dirimida sobre la bravura y la nobleza de los toros de Javier Garfias. Y los vientos del recuerdo infatigables repiten el significado de los toros de Javier Garfias Carnavalero, Navideño, Manchadito, Gocho, Corvas Dulces, Gladiador, Tenorio… toros muy importantes en la vida de Antonio Ordóñez, Paco Camino, Capea, Manolo Martinez, Eloy Cavazos, Palomo Linares, Curro Rivera, Mariano Ramos, Jorge Gutiérrez s toros de Javier Garfias que van, reunidos en estas páginas, exaltados por cada de cada uno de estos toreros que por ser protagonistas y autores de éxitos trascendentes a la suma artística de sus carreras. Toros que provocaron alabanzas en las grandes faenas y transportaron los sueños de Javier Garfias a la transformación de la onírica la realidad que proyectó don Antonio Llaguno González. Alquimista de la genética taurina, el hombre que sembró y pintó de sangre Llaguno la identidad del toro mexicano. A las afirmaciones de maestros como Manuel Jiménez “Chicuelo” que en privada reconoció en declaración que le hizo a Filiberto Mira le citó al notario taurino sevillano el nombre de Llaguno: Desde luego – afirmó el torero de la Alameda de Hércules - “…como 14 Javier Garfias
los toros de San Mateo, yo no los he toreado mejores”. Javier Garfias de Los Santos falleció a los 76 años, partió en su finca de Los Cues, Querétaro. Ha sudo el más importante de los ganaderos en la historia del México moderno, desde que en 1948 con 25 vacas de Santo Domingo y un semental de Torrecilla fundó su divisa ganadera. Enderezó el sendero en 1953 y 1965 al comprarle a José Antonio Llaguno García, hijo del mítico don Antonio Llaguno González 48 vacas y varios sementales de San Mateo. Hoy la cruza de los toros de Garfias la joya genética del abanico que riega el universo con vacas reproductoras a muchos de los mejores ganaderos de bravo en México, 270 sementales a ganaderías mexicanas, venezolanas, colombianas y peruanas llevando a recónditos rincones del mundo con el toro de México un mensaje que don Antonio Llaguno se había propuesto no le llegara a nadie después de su muerte. Orden no acatada, a Dios gracias, en beneficio de la fiesta americana. Tampoco fue obedecida la fatal orden por sus herederos. Sin errar se puede decir que en la actual baraja de ganaderías mexicanas un 70% de ellas tienen sangre de lo que se denomina ahora el encaste Garfias, la prolongación de la Sangre Llaguno.
Las declaraciones de tres maestros del toreo, Antonio Ordóñez, Paco Camino y El Niño de la Capea con palabras expresadas ante testigos en momentos diferentes al autor de este libro nos obligan y entusiasman reproducirlas en homenaje a Javier Garfias de los Santos, que se atrevió romper las órdenes de don Antonio para alimentar las cotas de excelencia de la cría del toro bravo en América. La primera fue la de Antonio Ordóñez, en Ronda; vinieron luego Paco Camino y Pedro Gutiérrez Moya “Niño de la Capea” en la Tertulia con Ventaurinos en noviembre de 2020. Tres maestros del toreo que coincidieron en que sus faenas más completas, las faenas que a ellos les agradó absolutamente a través de los años y de miles de toros que han lidiado en sus extensas carreras. Tres toros, tres nombres y un apellido: Garfias. Toros de don Javier Garfias de los Santos: Carnavalero, Navideño y Manchadito lidiados en Lima, Querétaro y México por Ordóñez, Camino y El Capea respectivamente. Así que, con el permiso de la autoridad y si el lector no lo impide…
PASEILLO EL TORO DE GARFIAS Y EL OTRORA Luis Pérez Oramas (*) Historiador del arte y curador del Museo de Arte de Nueva York , poeta y aficionado, aragüeño con mucho orgullo de ser de Maracay. I. Garfias
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arece ser que Don Indalecio Prieto, republicano en su exilio mexicano, cuando diera la bienvenida a Manolete, se atrevió a afirmar que aquella llegada había sido, después de la de Hernán Cortés, la más significativa de un español en tierras novohispanas. Con Cortés llegaron a México los toros de lidia, acaso fugaces bravos de encaste navarro cuya sangre persiste, como un rastro fósil, en innumerables camadas de lidia mexicanas. Más significativamente, con el toro de lidia llega a México la posibilidad de sustituir los rituales de sacrificio humano que habían prevalecido en las culturas prehispánicas por la liturgia ceremonial del sacrificio animal que representan, primero, los juegos de toros y cañas antiguos que acompañaron cada fundación de ciudad novohispana, luego la corrida moderna, que tiene en México uno de sus polos capitales. Javier Garfias 15
No podrá negarse que sólo este fenómeno es un aporte en rigor civilizatorio de primer orden: uno de los grandes logros de la civilización americana. Se habla hoy, en México, y en el vasto mundo taurino de América y Europa de un encaste ‘Garfias’. Las dos grandes gestas creadoras del bravo mexicano, cuyo protagonismo ha sido épico en la historia del toreo moderno, fueron el encaste fundado por los hermanos Llaguno, a partir de toros del marqués de Saltillo y luego, desde esta fundación, el encaste que Don Javier Garfias logró cristalizar desde 1948 y cuya sangre corre hoy por la vasta mayoría de las venas del bovino bravo de México y América. Yo quisiera pensar en un paralelismo trasatlántico: así como Juan Pedro Domecq y Villavicencio logró, a través de su brillante descendencia ganadera, hasta hoy, hacer posible la utopía del toro ideal que imaginó en el alba de los tiempos modernos aquel Vicente José Vázquez; así mismo Don Javier Garfias desde el rastro de los toros de Cortés hasta Llaguno pudo lograr, a través de su brillante descendencia ganadera, convertirse, como Domecq en España, en el océano mayor de la sangre brava del toreo americano. No es poca cosa. En realidad, es 16 Javier Garfias
enorme y trascendente. Me explico: la tauromaquia, como todas las cosas verdaderamente significativas de la invención cultural, se alimenta de una temporalidad que no es simplemente cronológica. La corrida arrastra una anterioridad que nos precede, y haciéndola presente en la encarnación que representa el toro bravo, y en su muerte por espada humana, nos retorna a la potencia, a la posibilidad de ser desde el orígen soberanos de nuestra experiencia individual y colectiva. Es decir, la tauromaquia avanza para poder nosotros atisbar aquello que nos hizo ser lo que somos, sin que supiéramos, y que nos catapulta hacia el porvenir. Se trata de una temporalidad heterocrónica, más cercana a la de la física cuántica que al ingenuo cuento de hadas de la historia lineal y progresista. Es así que cuando Juan Pedro Domecq y Diez asume la conducción de la vacada adquirida por su padre, encaste principesco que viene desde Vázquez, pasa por Fernando VII, y llega al duque de Veragua, se encuentra con una ecuación de bravura en realidad irresuelta: Vicente José Vázquez había soñado la alquimia de bravura con encastes diversos, hacia 1780, uniendo a los toros del marqués de Casa Ulloa (que eran fuertes y ceñidos) con aquellos de encaste Cabrera (que eran de imponentes dimen-
siones), con la sangre de los toros de Bécquer (que eran animales con sentido) pero en medio de su sueño vino a toparse con una cifra faltante: intenta, entonces, y hace lo posible, por hacerse con toros del marqués de Vistahermosa (bravos encastados y más bien pequeños), sin lograrlo plenamente. Este toro incompleto fue el animal que dominó los ruedos decimonónicos hasta que Juan Pedro Domecq elimina todo lo de Veragua a inicios del siglo XX y trae sangre de Tamarón, Conde de la Corte, puro de Vistahermosa, logrando, en un salto atrás y creativo, digno de Juanito Apiñani en el grabado goyesco, 100 años más tarde, cerrar la elipse de la utopía vazqueña, el sueño del barbero de Utrera, Vicente José Vázquez. Y este ha sido el toro del siglo de la modernidad. Yo quiero pensar que Javier Garfias, como Domecq, debe ser considerado, en los anales principales de la tauromaquia, uno de los inventores del toro moderno, esta vez en América y que en sus morlacos viene a hacerse verdad un sueño apenas esbozado en los orígenes de la civilización mexicana con la llegada de aquellos toros de casta navarra, hoy desparecidos de la faz terrestre, cuya sombra de bravura es el bajo continuo de los legendarios animales de Llaguno y de la leyenda viva del encaste Garfias, un toro para el siglo XXI y para la tauromaquia contemporánea.
II. Otrora Voy a citar a un autor francés, ajeno a la corrida, el gran filósofo poético que es Pascal Quignard: “La historia humana no es lineal. El tiempo de las sociedades animales, luego de las sociedades animales domesticadas, es decir el tiempo neolítico que poco a poco se transformó en tiempo histórico, es estacional, circular, agrícola, festivo, anular, anual. La sociedad, en las sociedades más avanzadas, continúa siendo annus, circulus, circulus vitiosus. El regressus que la fascina y que la condena yace en ese punto. Círculo vicioso de la Historia. Las sociedades humanas insensiblemente derivadas de las sociedades animales están destinadas a un ciclo de predación e hibernación -de guerra y de reposo- cada vez más desacordado con la temporalidad lingüística, técnica, matemática, industrial, financiera, lineal en la cual la humanidad cree reconocerse, pero que despliega un ritmo en el cual esta no vive.” Yo afirmo que el otrora, lo Anterior absoluto, retorna a nosotros con el toro de lidia y quiero señalar con ello este prodigio cultural que consiste en los humanos tomar cuenta de esa temporalidad precedente en la que, por debajo de nuestra temporalidad lingüística y lineal, suceJavier Garfias 17
siva, por debajo de la predación y de la hibernación, de la guerra y el reposo, de las sístoles y las diástoles filogenéticas, en verdad existimos. Temporalidad que retorna con el toro: tiempo afásico, súbito y ante-temporal. Por ello se desmorona en el toro de lidia la tensión binaria a través de la cual solemos distinguir los animales salvajes de aquellos domésticos. El toro de lidia no es ni lo uno ni lo otro: es el animal humano por excelencia, el animal de salvación y conservación humana: creación humana sobre un fondo animal que nos precede, ante-temporal, ante-predatorio, ante-binario, ante-mundano, procedente de ese antes cuando predadores y presas no habían descubierto aún su polarización salvaje. El toro de lidia es lo que nos queda de ese otrora. No puede existir, en mi humilde entender, una creación cultural más sofisticada que la de un ganadero como Javier Garfias, pues significa criar (es decir, crear) sobre el fondo primal de lo que fuimos, el estado de entelequia que nos precede, la esperanza de verlo aparecer de nuevo entre nosotros, pura potencia en su regressus, trayendo consigo por un instante fragilísimo ese otrora: acontecimiento que sorprende y enmudece cada vez que retorna para verlo, un instante, antes de morir. 18 Javier Garfias
Quizás no hay momento más extrañamente superior en una forma expresiva que aquel en el que esta se manifiesta en el riesgo de su desaparición, a borde del aniquilamiento. Quizás el mundo -o aquel mundo siempre dominante y presto a izar sus banderas morales, el angelista mundo de los “bien pensantes”, el mundo siempre temible de la “buena conciencia”, el mundo de las “almas buenas” que no han cesado de hacer daño en su convencimiento de ser tan humanos, tan “más que humanos”- quiere que desaparezca de la faz de la tierra este animal maravilloso, y con él la figura heroica del matador de toros. Lo quiere -dicen- para que no sufra el toro, porque -supuestamente- les gusta mucho el toro, tan bonito, tan de estampa. En verdad quieren su desaparición para no ver su muerte, es decir: para que no nos importe su muerte, para que en la invisibilidad de los mataderos sigan muriendo ciegos a nuestros sensibles ojos los cientos de millones de animales domesticados que nos alimentan (y, a veces, mal nos alimentan desde su oscura y ciega muerte mansa, en masa). Quieren que desaparezca la figura del matador de toros para poder seguir matándolos en masa, en silencio, y sin imágenes. Quieren prohibir, como han hecho
siempre las “almas buenas”, desde que no cesan de hacer su “daño”, aquello que no soportan, aquello que no pueden ver, aquello que no les es limpio, ni transparente, ni puro, ni dulce. Quieren que desaparezca, por fuerza de ley, inquisitorial y moralista, el noble oficio rudo y bello del hombre que con una espada mata, ceremonialmente y en público, al toro de combate que trae en su lomo lo que fuimos cuando sólo éramos potencia de lo que llegaríamos a ser. No les importa que no haya razones para esa prohibición: porque los únicos argumentos que adelantan son sus “impresiones”, sin siquiera preguntarse cómo esa prohibición afectaría -o no- al interés general. Por ejemplo, sin importarles que esa prohibición condenaría irremediablemente una especie animal, sublime, distinta y única, a su extinción. Pues bien, a ellos, almas buenas y bien pensantes angelistas, que son en verdad los minotauros, habría que leerles estos versos de Borges: “No aguardes la embestida/ del toro que es un hombre y cuya extraña/forma plural da horror a la maraña/de interminable piedra entretejida./No existe. Nada esperes. Ni siquiera/en el negro crepúsculo la fiera.” A ellos habría que decirles, en fin, lo siguiente: el mundo será me-
nos mundo cuando no haya toros bravos. Será sólo el equivalente de un “programa”, porque si algo no estaba previsto en el proyecto de la humanidad moderna e industrial era la supervivencia memorial de nuestra relación primigenia con el animal primal, la posibilidad de atisbar lo que fuimos antes de empezar a ser lo que somos que la tauromaquia, como memoria significante y súbita, no cesa de volver a hacer presente. Entonces, si se perdiera el prodigio cultural que es el toro de lidia, como estos que ha sabido criar durante un siglo la familia Garfias, desaparecería el último lazo que nos vincula con la entelequia potencial de lo humano antes de que viniese a ser, y nos empobreceríamos inconmensurablemente más en el ahora, nos perderíamos en el puro desierto del ahora, en el presente sin memoria y sin futuro que tampoco cesa de proyectar la garra de sus terribles amenazas. Luis Pérez Oramas (*) Luis Pérez-Oramas (Caracas, 1960 reside en Nueva York) ha ocupado el cargo de Estrellita Brodsky Curator of Latin American Art del MoMA - Museum of Modern Art de Nueva York, desde 2006 a mayo de 2017. Doctor Historia del Arte, por la École des Hautes Études en Sciences SoJavier Garfias 19
ciales (Paris) ya había colaborado anteriormente con la Bienal de Sao Paulo, …
cano, tras la sólida base genética creada por aquel gran alquimista llamado Antonio Llaguno González.
Sin embargo, su orgullo de ser aficionado a los toros, el ser de Maracay y venezolano son créditos que avalan se poder ser y su crónica taurina…
La ganadería de don Javier tuvo varias fases bien diferenciadas, y su labor cubrió toda una época de más de medio siglo.
DON JAVIER EL MAESTRO
Por Juan Antonio de Labra, Periodista Taurino, Director de Al Toro México, periodista y Escritor
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avier Garfias es uno de los criadores de mayor importancia en el planeta de los toros, no sólo por su férrea dedicación a preservar la sangre de encaste San Mateo-Llaguno, de la que fue un fervoroso defensor, sino por su continua búsqueda de caminos genéticos que condujeron a derivaciones familiares de enorme significado para la consolidación de la cabaña brava. A lo largo de su intenso trabajo como ganadero, y gracias a la venta de un elevado número de sementales, tantos como unos 300, por unas dos mil vacas de vientre, Garfias regó su sangre en muchas otras ganaderías. Y al cabo de los años apuntaló los rasgos de aquellas reses del marqués de Saltillo que llegaron a los potreros de San Mateo hace más de cien años, e imprimieron su sello a al toro mexi20 Javier Garfias
Su racha triunfal comenzó en los albores de los setentas, cuando los empadres realizados con sementales obtenidos del fruto de su aprendizaje, ligaron de forma espectacular para colocarlo en la primera fila con toros como “Horchatito”, inmortalizado por Curro Rivera en la Plaza México; “Corvas Dulces”, al que Capea cortó su primer rabo en el mismo coso; “Navideño”, ejemplar que, según el maestro Paco Camino, le permitió cuajar en Querétaro la mejor faena de su vida, o “Quijote”, indultado por Manolo Martínez en el mismo escenario. Esos, y muchos otros. Vamos, una larga lista de nombres famosos vinculados a las grandes figuras, pero también a los modestos, como el “Boca Seca”, al que Marcos Ortega cuajó en la Plaza México, otro toro “de agua de nieve”. Uno de estos reproductores fue el famoso “Marranillas”, número 98 de la V, hijo de un toro padre trascendental en el campo bravo mexicano: el número 10 de la “J”, llama-
do “Venadito”, de San Mateo, que acabó padreando en la ganadería de Mario Moreno “Cantinflas”. Garfias concentró mucho en el “Marranillas” y empleó un intuitivo método de consanguinidad que transmitió a su descendencia un destacado vigor genético. La ruta que había trazado de don Antonio muchos años antes, con aquello de “abrir y cerrar” en un permanente zigzag, le permitió a don Javier encontrar unos matices tan personales en fenotipo y genotipo que, al cabo de cinco décadas de acuciosa selección, convirtieron su ganadería en un magnífico subencaste de la estirpe sanmateína, inagotable proveedora de simiente. Al estar reflexionando acerca de su trabajo, siempre vuelve a mi recuerdo una imagen cargada de nostalgia: Don Javier estudia reconcentrado cada una de las anotaciones hechas a mano en el libro de la ganadería, mientras el humo de su inseparable puro se eleva sigilosamente hasta lo más alto del techo del comedor de Los Cues, el cuartel general de uno de los ganaderos más representativos de la segunda mitad del siglo XX. El hielo se ha derretido en el fondo de su vaso de whisky. La última bocanada de humo se esparce en el ambiente cuando el viejo aparta el “ocote” de sus labios, a la par que su mano temblorosa da vuelta a
la página de un libro que se cierra para siempre. Desde la pesada tapa de cuero, el hierro de la “T” sobre la “G” tumbada custodia sus secretos celosamente. “Ya va siendo hora de marcharme”, se ha dicho para sus adentros, y apostilla quedamente: “Pero ahí les dejo buena parte de la tarea hecha”. Y así, con tanta naturalidad, sin mediar una palabra, el 1 de noviembre de 2005 llegó a su fin la vida de un hombre muy talentoso –de un auténtico maestro de las generaciones siguientes–, digno heredero del maravilloso legado de los grandes ganaderos zacatecanos de otro tiempo. PUENTE AL FUTURO Carlos Castañeda Gómez Campo Ganadero y Escritor
del
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n la ganadería la estafeta pasa en silencio. Quienes crearon el toro mexicano estaban criando su propio toro. El gentilicio lo acuñaron la afición y la crítica décadas después de la gestación de este toro único. Singularidad emanada de su propia crianza. De varias puntas de ganado ladino en distintas partes de la geografía nacional, tres familias de románticos, los Barbabosa, Javier Garfias 21
los González y los Llaguno, sin saberlo y sin buscarlo, sembraron la semilla, que al tiempo germinaría y daría vida al árbol de la vida del toro mexicano. Importaron ganado español de distintas procedencias, principalmente Saltillo y al paso de tiempo dieron forma y fondo a un toro distinto. Los ganaderos originales supieron evolucionar al paso del cambio en la fiesta. Lograron conformar un toro que se fue adaptando al continuo cambio que vive desde siempre la tauromaquia. San Mateo, la casa de los Llaguno, juega un papel estelar en esta obra. Capitulo a capitulo, los toros de Zacatecas aparecen con sus nombres en letras de oro en el libro del toreo en México. Sin duda es el toro zacatecano, el toro Llaguno, el que más influencia tiene en la ganadería nacional. Sobre todo, de 1970 en adelante. Para esos años, las ganaderías de los Barbabosa tenían ya poca influencia en las nuevas que estaban naciendo. El toro de los González fue para los González prácticamente siempre. Y el de los Llaguno también, hasta que se fueron los viejos. El cambio generacional de padres fundadores a hijos continuadores en todas las casas significó tam22 Javier Garfias
bién un cambio toral en la historia de México. Especialmente a la muerte de don Antonio Llaguno. En los años cincuenta nacen Reyes Huerta y Mimiahuapam. Las dos primeras grandes escisiones de San Mateo. Y a principio de los años 60, Javier Garfias de los Santos, adquiere ochenta vacas y dos sementales de su amigo Antonio Llaguno hijo. En una carta fechada el 2 de octubre de 1963, detalla Antonio los lotes y los precios de estas. Es en esas fechas donde se da un cambio de estafeta fundamental en la historia ganadera de nuestro país. Javier Garfias, don Javier siempre para mí, es quizá la bisagra central de la puerta que abren Antonio Llaguno y sus primos. Amigo desde joven de don Julián Llaguno ganadero de Torrecilla, “el patrón” le decía el, vivió y absorbió el concepto de crianza y cruza original. Por algunos años estuvo al frente de San Mateo. Y ahí entendió y obtuvo el conocimiento necesario para poder ser después el ganadero más influyente en la genética del toro Llaguno de 1970 en adelante. Es el primer no descendiente de las casas fundacionales, acompañadas por los Madrazo desde los
años 20´s, que se vuelve ganadero de ganaderos. Ganadero para ganaderos. Otras casas también tuvieron gran influencia, pero la particular sensibilidad y comprensión del toro zacatecano de este criador potosino, fue especial. Es el constructor del puente al futuro. Recibe en silencio la estafeta y al tiempo liderea la carrera. El futuro es hoy, cuando el ya no está, sin embargo, cinco décadas de intención y triunfo siguen vivas en los libros y en los hatos de las ganaderías que llevaron de sus potreros, sangre cuidada y buscada por don Javier. Y vivirán por muchos años más. Cincuenta años, que forman este puente, que dio vida a la sangre Llaguno hacia el futuro. Así lo vivió el, así lo diseñó día a día, pensando en Garfias. Los demás se acercaron y crearon a su alrededor. Llegará el día que se tenderá el siguiente puente, ese que será el paso de una tierra a otra, de una fiesta a otra, ahora cimentada sobre el toro de Garfias. Sobre el encaste Garfias. Que, en justicia, el tiempo, la afición y la crítica, reconocerán sin duda alguna como tal. Garfias, vida, puente y paso al futuro del toro mexicano.
Carlos Castañeda Gómez del Campo. 22 de abril 2021 EN EL RECUERDO Por José Carlos Arévalo (*)
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la mansedumbre de un toro de lidia se la llama mansurronería. Con acierto, porque el manso de raza brava también agrede. Y cuando esa mansedumbre, o mansurronería, es menos homogénea, más intermitente, el buen aficionado la moteja de bravuconería, también con acierto porque suele ser muy agresiva. Los infinitos matices de la bravura descubren el conocimiento del aficionado. Por ejemplo, muchos identifican agresividad y bravura. Confunden el genio, que es la agresividad defensiva del mansurrón, con la casta, que es la agresividad ofensiva del bravo. La bravura es el valor del toro, que por valiente suele ser pronto y fijo –por valiente, por entregado- ante el engaño que lo reta. Mientras que el mansurrón duda, tardea, piensa y cuando ataca, reprime su embestida, la sustituye por el derrote–por acobardado, por renuente-. Por supuesto, estos dos antagónicos comportamientos también se ven modulados por otros condicionantes, el diferente depósito de fuerza de cada toro, su estado Javier Garfias 23
físico después del viaje a la plaza y, muy decisivo, las manos del torero que lo lidia. Así, hay toros de pastueña bravura –por genética o por deficiente manejo- y toros de bravura encendida –por genética o por buen manejo-. A lo largo de los muchos inviernos que pasé en México, me llamaron la atención por su bravura encendida tres toros. Un berrendo salpicado de Torrecilla, que lidió El Conde en un jueves taurino, una corrida completa de Piedras Negras y, sobre todo, un negro zaíno de Javier Garfias, al que Eugenio de Mora le cuajó una gran faena. ¿Cómo fue aquel toro de Garfias? Por fuera cumplía los requisitos exigidos por el trapío: su presencia imponía. Su mirada era profunda y tenía cara de “hombre”. No era grande ni chico, estaba rematado, pero no acochinado. De cuello descolgado, fuerte culata, con suave morrillo, astifino y armónico de defensas, era fibroso y fino de cabos. Por dentro, lo que yo llamo trapío interior, fue más imponente. Nunca se movió con indolencia, siempre embistió. Lo hizo con la agresividad ofensiva del bravo. Con seriedad y fijeza –nobleza-, con la prontitud del valiente y la fiereza del fuerte. Mas para esta agresi24 Javier Garfias
va condición está hecho el toreo. Pues solo al toro que embiste se le puede templar. Y así lo hizo Eugenio de Mora, alozanado en el trazo, pues sus muletazos abarcaban de cabo a rabo toda la embestida del toro, toda su bravura. La competencia entre toreo y toro fue intensa. El aficionado no sabía si fijarse en la embestida o embelesarse con el toreo. Aquel bravísimo toro, cuyo nombre no recuerdo, embistió con el mismo brío, humillación y largo recorrido desde que salió al ruedo hasta que Eugenio lo estoqueó. Fue el toro más bravo que he visto en la Plaza México. No sé si ha pasado a la historia de la bravura de ese gran coso. Me temo que no. A los chilangos les priva más el toreo que la bravura. Para mi fue el perfecto equilibrio entre trapío y bravura, casta y nobleza, fiereza y nobleza. Fue el toro con el que los toreros no quieren encontrarse todas las tardes, pero sí en sus citas decisivas. Fue el toro que los ganaderos sueñan y que don Javier tuvo la satisfación de lidiar. José Carlos Arévalo (*) José Carlos Arévalo como aficionado ha sido muy importante por su opinión precisa y de fundamento de larga data, ha sido director y fundador de revista y escritor de libros, destacando “El secreto de Armillita”, una tauromaquia incomprendida, a
pesar de que el diestro de Saltillo sea una figura histórica del toreo. José Carlos figura en el cartel de este capítulo porque ha sido él mismo y es, una figura de los toros; “La Tauromaquia en tela de juicio”, expone los fundamentos para defender más de tres mil años de Tauromaquia, con muy claros argumentos y el propósito de informar a la UNESCO. AL RITMO DE LOS SUEÑOS Por Paco Aguado (*)
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l toreo, el bueno se entiende, antes que hacerse se sueña. Todos aquellos que se ponen delante con una muleta, lo mismo de la más endeble becerra que del más serio cinqueño, han soñado o imaginado antes lo que les gustaría conseguir ante aquel inquietante animal. Todos, decimos, porque el toreo lo sueña hasta el aficionado práctico, que ahora tanto se prodiga; lo, sueña el chaval que da sus primeros pasos; lo sueña el novillero con ansias de gloria; lo sueña el matador que aspira a ascender en la estima del aficionado; lo sueña el maestro consagrado en busca de la perfección. Y por soñar, lo sigue soñando hasta el torero retirado, añorante de lo que le quedó por hacer en este arte de expresión infinita y volátil.
Y en esos sueños de todos, en esa película mental que recrea los deseos y las fantasías taurinas, las imágenes se suceden despacio, como se ama, como se reza, como se ha de vivir. Sí, despacio, a un ritmo ralentizado, casi perezoso, como es el toreo más hondo, el que, frenando la furia de la sangre brava, consigue detener el tiempo por unos instantes de efímera gloria que, tanto al que torea como al que lo presencia, nos hacen cree, por un momento irreal, en la inmortalidad. Torear despacio, apaciguar las embestidas hasta casi detenerlas, es el sueño de todo torero. Pero para conseguirlo, para llevar al toro en el cebo de la tela al ritmo lento que impongan muñecas, brazos y cintura exige, sobre todo, de un corazón que no se agite, de unas pulsaciones templadas por el valor y la convicción en uno mismo de aquel que, a sabiendas, pone toda su vida en el empeño. Y se necesita, claro, un toro que acepte el juego, que, como dijo el poeta de los erales, haya soñado también con “verónicas de alhelí”, el que salga al ruedo con la convicción de esa embestida lenta asimilada desde el ADN. Hablamos, entonces, del toro mexicano, de ese saltillo importado de España hace ya más de un siglo que Llaguno y los “godos” de Tlaxcala moldearon Javier Garfias 25
a su propio ritmo, el de ranchos y nopaleras, el de los lazos vaqueros, el de los charros salmantinos emigrados al México bravo en tiempos bizarros. Se engañan así quienes desprecian el comportamiento del toro mexicano, tan peculiar, tan apaciguado, tan lento y demorado en su emoción como sus grandes toreros, como Gaona, como Silverio… Se equivocan, sí, porque aquí el problema no está en poder y en esquivar al enemigo brioso con rapidez de reflejos, sino en aguantar, en saber esperar, en no dudar hasta el ultimísimo momento del embroque ante esa embestida lenta, al paso, casi descreída, que pone a prueba tanto el valor como la paciencia. No es el torero el que ve venir, sino el toro el que le ve reaccionar, el combatiente que hasta el último segundo estudia la reacción del contrario para decidirse a atacar o a defenderse. Por eso, no todos los tenidos por valientes han tenido el suficiente valor como para soportarlo con naturalidad. De hecho, las grandes plazas mexicanas, como laboratorio de pruebas, han sido testigos de grandes fracasos de aquellos que creyeron llegar desde España a terreno conquistado, desdeñando a aquel toro, en principio, menos agresivo que el de las dehesas de Iberia. 26 Javier Garfias
Claro que, los verdaderos valientes, los de pulsos lentos, los de corazón fuerte, sí que supieron ver que, tras la amenaza de esos inciertos embroques, la naturaleza esconde las embestidas soñadas, el ritmo dormido pero constante de una singular entrega animal. Manolete, Ordóñez, Camino, Capea, José Tomás… no solo entendieron mejor nadie la sicología del toro mexicano, ese su pausado ritmo de combate, sino que, gracias a él, a lo que les descubrió, también mejoraron su arte y profundizaron su concepto frente al español. Porque, sin remontarnos más décadas en el tiempo, a todo lo que le reveló “Samurai” le debe el maestro salmantino su definitivo reconocimiento en Las Ventas a mediados de los ochenta. De sus primeros pasos de novillero en tierras aztecas el de Galapagar sacó la precisión suiza de sus muñecas para pulsar los vuelos de una muleta trascendental. Y de la recreada calidad de “Navideño”, el genio de Camas obtuvo el recuerdo eterno de su obra maestra casi como un testamento artístico. Si alguna vez todos llegaron a imaginarse toreando así, no lo lograron hasta encontrarse con ese toro que, a su ritmo, convierte en realidad los sueños del toreo… si se tiene valor para esperar. Paco Aguado (*) Temprano en su
juventud, apoyado en el atril de la academia y la comunicación el periodista Francisco Aguado ha roto los esquemas tradicionales del análisis y del relato agregándole al periodismo la modernidad literaria junto a las herramientas de la investigación analítica. Su obra magna, Joselito, El Rey de los Toreros, abre caminos por sus muchos libros que han tenido que ver con el Joselito, el muchacho del Madrid de la juventud de Aguado, y con Morante de la Puebla, que lo canaliza en la ambición espiritual del toreo sevillano que, sin disimularlo, guarda pretensiones de entendimiento con el Gallito de Gelves. EL TORO DE MÉXICO O MÉXICO EN UN TORO Carlos Ruiz Villasuso (*)
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l toro mexicano embiste de la forma en la que encontré a México cuando fui por vez primera: dormido. Siendo dormir la lentitud más lenta y siendo el toreo la búsqueda inalcanzable de lo despacioso, afirmo sin temor a al quebranto de acusaciones contrarias, que embestir dormido es la mejor de las embestidas para el mejor toreo posible. Más aún, sólo dormir invita a soñar y, siendo el toreo el sueño de la más lenta lentitud de un lance, un muletazo, concluyo que esa embestida mexicana es el sueño de las embestidas.
No hay nada más igual a México que su toro bravo. El eco de España está en él por su irrenunciable deseo de supervivencia de algo acosado en estos tiempos. Y tiene el eco de los indígenas en una indescifrable bravura que pasa de la frontera de la indolencia propia de lo manso a la entrega propia del bravo. Tiene el toro mexicano a todo México dentro por ser ese rebelde con el que sólo los buenos toreros son capaces de hallar con el triunfo y gloria entre los olés largos y matizados y exaltados en un país de matices y exaltaciones. Se torea como se es, pero, no cabe duda de que también se embiste como se es. Como es el ganadero y como es su país. A propósito de cómo somos, comencemos por el tamaño. En este traslado de imágenes que es la televisión, se envió a España una única visión del toro mexicano, el de la México. Del otro lado de este cante de ida y vuelta que es el toreo, desde España la televisión mandó a México el toro de Madrid y el de los Sanfermines. Me topé entonces, en plazas, tertulias y conversaciones entre tequila y su bis, una feroz autocrítica de mexicanos respecto a su toro. Por chico. Pequeño. Quienes así ejercían de inquisidores consumían el toro grande de la televisión que mandaba España. Un toro que en mi país tiene adeptos en cierto tipo de Javier Garfias 27
aficionados quizá preocupados por la potencia de las mulillas cuando lo arrastran. Era la época de Rafael Herrerías, al que no demonizo, pero si señalo como alguien que manejó La México entre afectos y desafectos con figuras del toreo españolas que, más que aliviarse en natural tendencia, se pasaron menospreciando a toros y a todos con sus corridas. Por mucho que insistía en España que ese toro no era el toro de México, sino el de La México, la visión degradada del toro mexicano se permeabilizó en el aficionado de mi país. Minusvalorado el toro, se devaluó el toreo que se hace en México. Pero, sinceramente, el tamaño del toro es de una importancia menor que sus hechuras por razón de origen de tal forma, que se impone el criterio del tamaño, encastes que no lo soportan, desaparecen. Eso ha pasado en mi tierra. Este desapego y descrédito del toro mexicano y, por ende, de su toreo, no solo me perece injusto sino absolutamente conquistador de nuevo. El toro mexicano nace un toro emigrante desde aquí, de líneas breves , mansedumbre probable y bravura grande. Una vez, en una cena con aficionados en Guadalajara, me atreví a 28 Javier Garfias
decir que ser torista en España es de idiotas, pero que serlo en México era de pendejos. Me salvó la vida la cortesía. Pero que conste que soy torista empedernido, pues serlo no implica desear un único toro de tamaño sino anhelar el toro en tipo, limpio, de buenas hechuras. Y, sobre todo, el toro mexicano desea explicar siempre el toreo mexicano. Creo que ha sido un error mandar a tanto adolescente por hacer a España con la doble creencia de que, si se quedan en México, no crecen y que sólo en España pueden hacerlo. Pierden lo que son. Su mexicanidad. Al tiempo, uno no sabe si son iglesia o catedral, mexicanos o de un lugar de la Mancha. Jodido asunto porque el toreo es señala de identidad, personalidad y naturalidad de genes. Lo otro es impostación o conquista. Regreso al toro. Como todo el desafecto o descrédito injusto respecto a “lo mexicano” en el toro, resulta que en España tenemos una frase que pretende calificar la excelsa profundidad de una inmejorable embestida: “emitió como un toro mexicano”. Coño. ¿Pues en que quedamos si resulta que el toro mexicano es nada y al final resulta que es paradigma de una embestida profunda y lenta?
El toro mexicano, por su origen, no sólo se retrata en tipos distintos al español, sino que conserva una embestida, en mi opinión y modo de entender el toreo, genial. Es un toro que niega la inercia muchas veces. Es decir, que el toro bravo y bueno no va y viene a la velocidad de cite en distancia y se va y regresa. No va y viene. Se le trae y se le lleva. Embiste de detenido, de parado, en la distancia que marque. Más que venir y pasar, hay que ir donde el dice y pide y traerlo. Y esa es, entre otras, su mexicanidad, que permite esas faenas largas que, en España, son un toro de movilidad exaltada y cuerpo lleno, es impensable. Y embiste sobre las manos y cuartos traseros, como gateando, en el paso lento del caracol. Lo que exige tener valor, pulso, firmeza de piernas, manos y brazos. Por eso quizá el ole de España es rondo, seco, duro y breve y mas largo y musical el olé mexicano. Además, el toro mexicano, el bueno, permite lo que he llamado alguna vez como “reducir las embestidas”, es decir, que, entrando en el embroque despacio, el torro puede hacer que ese paso sea aún mas lento, casi dormido. De tal forma que algo se detiene por hondo, profundo. El toro español se abre al final casi por inercia, el mexicano se va hasta donde le dice el vuelo de la mu-
leta. Y coloca la cara, que dicen ahora, cuando siempre se dijo que embestía con el pitón de dentro. Es decir, que, además de humillar, hace esa forma de pasar en modo avión, con la cabeza inclinada en un giro de entrega hacia los vuelos de le muleta. Lo que permite el toreo en una línea mas curva, menos recta. Mas profunda. Menos horizonte. Más tierra. Reducir. Que viene después de negar el movimiento de la pura inercia. Que exige un gran valor, un gran concepto y escaso errores en cites, toques, movimientos. Porque esa lenta embestida esconde un precio alto por el error, una fea cornada ya que, cornicortos respecto al español, es mas certero., Ahí está la historia para confirmarlo. El toro mexicano descubre al torero efectista, al de escaso temple en la sangre. Esa lentitud dormida tiene su cara y su cruz. Como México. O se le coge el paso y el compás con el alma rota, o te parten el alma en mil pedazos. Carlos Ruiz Villasuso (*) Carlos Ruiz Villasuso, gallego de nacimiento, castellano por crianza y madrileño de toda la vida. Su trayectoria como periodista le ha llevado a trabajar en medios de comunicación como TVE, Vía Digital, Javier Garfias 29
RNE o mundotoro.com, y es columnista de varias revistas y diarios en España y México. VIVA MÉXICO Y SU TORO DE LIDIA Javier Borrego Ganadero de Santa Bárbara
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ablar de Javier Garfias de lo Santos es honrar a uno de los pilares de la ganadería brava mexicana y de Latinoamérica, su importancia en su perfil ganadero representa una trascendental obra en la expansión y conservación del toro mexicano, hasta nuestros días Su legado ésta presente aún en muchos de nosotros ganaderos, que vivimos enamorados de este encaste tan mexicano que iniciaron los hermanos Llaguno hace más de 100 años. Él, Javier Garfias, junto con don Luis Barroso Barona, (Mimiahuápam) , Reyes Huerta Velasco (Reyes Huerta), José Chafik (San Martin) y don Jorge Martínez y Gómez del Campo (Los Martínez ) fueron las ganaderías dónde se extendió la obra genética de los hermanos Antonio y José Julián Llaguno González; estas ganaderías que mencionamos por exitosas, forman parte de la historia del toro bravo mexicano actual. Todas ellas como parte de un legado importante. La importancia de Javier Garfias en 30 Javier Garfias
este legado histórico es que, a través de los años, don Javier convirtió su obra personal en un legado particular para nosotros los ganaderos que formamos nuestros hierros junto a él y bajo su tutela. El legado es lo que se deja de generación en generación nuestros conocimientos, los que no son propios y que forman parte de algo compartido. Es lo que heredamos a través de sus conocimientos, su arte y con su ejemplo de vida. Don Javier desde joven tuvo afición, pasión, sensibilidad y bebió de la fuente la obra ganadera de los Llaguno y así formar su propia historia. Un legado que nos permite comprender que para trascender sin generosidad y sabiduría difícilmente lo haces y él formó con hechos su propia obra, la que muchos de nosotros queremos honrar y seguir para que la actividad ganadera no sea nada más formar una ganadería y tener éxito. Es algo más profundo, más del alma, un modo de existir en nuestro paso por la vida: eso nos dio don Javier y como consecuencia obligada los frutos de su sensibilidad siguen presentes. Inició muy joven su sueño recurriendo a su tío don Manuel Labastida y Peña que por su amistad con don Julián Llaguno lo llevó primero a Torrecilla donde se iniciaron sus
sueños ganaderos, con juventud, determinación, ilusión y pasión. Después a San Mateo, a convertir en realidad aquellos sueños desde1959 en adelante, que empezó a consolidarse lo que ha sido una de las ganaderías más importantes del siglo XX. Desde su presentación en Torreón Coahuila el 15 de febrero de 1953, su primera novillada en la Plaza México el 14 de septiembre de 1958 y su presentación con corrida de toros en la Plaza México el 3 de enero de 1965, sus éxitos continuaron por todas las plazas de México y Sudamérica hasta su muerte. Fue un ganadero generoso al compartir a muchos de nosotros su experiencia, conocimientos y tener la oportunidad de que nuestros campos sigan reproduciéndose sus: Cumplidas, Cominitas, Parditas, Guanteras, Vencedoras, Cocineras, Contadoras, Vengativas, Ventiladoras, Ventanitas y Culebrillas las vacas que en su genética entretejieron con sus toros fundadores la ganadería: Culebrillo 80, Vellotillo 64, Avión 98, Cuentista 42 y el celebré Marranillas 98 V del año 1959. Innumerables toros inmortalizado en todas las plazas de México y Sudamérica, a demás de innumerables sementales que regaron en nuestro campo bravura y nobleza.
Trascender es ir más allá de algo, es proyección, alcance, impacto. Eso es el apellido Garfias en la fiesta de los toros. Y a ti Víctor José López “Vito” mi agradecimiento, y el de todos los ganaderos que tenemos ese toro, el toro del encaste Garfias por la gran sensibilidad de dar a conocer en tu obra a un personaje tan singular, único y trascendente; por esos valores que atesoras de lo que es la amistad, la que tuviste con toda la familia Garfias; cariño, lealtad, incondicionalidad, sinceridad y compromiso. Viva Venezuela, Viva México y Viva el toro de lidia. LA GANADERÍA Taller de producción … Artística Por Fernanda Haro Cabrero.*
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l 14 de febrero de 2014 estuve en el Rancho El Palmar, propiedad de don Marco Garfias. Fue la primera vez que me invitaron a una tienta. Conocí a Don Marco unos meses antes, cuando la casualidad puso uno de mis escritos en sus manos, diré que estaba sorprendido cuando nos encontramos por primera vez porque él esperaba a un hombre y mayor, pero en cambio llegué yo. Una mujer, no tan mayor, ajena al mundo del toro y con conocimientos técnicos en maJavier Garfias 31
teria taurina, bastante limitados. Ese día, yo iba preparada para tomar notas. Lo primero que recuerdo es el revuelo que se armó cuando un novillo se salió del tentadero. Yo instintivamente me moví dónde se movió el ganadero, suponiendo que él sabría qué hacer dado que él conocía a los toros bastante mejor que yo. Regresaron al novillo al ruedo y quedamos todos en lugar distinto, yo quedé cerca de don Marco. Entonces nos sentamos y recomenzó la tienta. Como ya mencioné llevé un cuaderno que tiene un laberinto grabado al frente. Don Marco me miró anotar, pasó sus dedos por el grabado y me preguntó ¿Un laberinto?, asentí con la cabeza. Terminó de anotar en su libro y cuando salió el siguiente novillo, antes de la entrada del tercero me miró muy serio y me dijo: “El tentadero es también un laberinto, cuidado con las distracciones, la luz y el ruido. Aquí se ve lo que podría ser el toro en la plaza, pero hay mucho azar. Ver toros es difícil porque es ver el presente, el pasado y el futuro al mismo tiempo y en unos cuantos minutos. El pasado del toro son sus padres y abuelos, el presente sus condiciones y el futuro lo que puede ser, lo que puede desarrollar. Cuando ves toros en el tentadero eliges y elegir es renun32 Javier Garfias
ciar,” se asomó a ver mis anotaciones y soltó una carcajada. “Eso no es tan importante, eso déjalo para cuando escribas tus cosas, mira te vas a fijar en lo que yo te diga y vas a copiar lo que yo anote. Hoy vas a ver toros”. Yo lo obedecía, don Marco tenía además una letra preciosa, muy estilizada, de arquitecto y de esteta. Dibujaba mucho, le encantaba. Yo no dimensioné lo que estaba ocurriendo, pero puedo decir que las miradas, los silencios y las molestias de algunos caballeros ahí presentes, me alertaron de que lo que estaba ocurriendo ese día era una situación poco común…Para mí conocer a don Marco fue el primer gran regalo que me dieron los toros. Hoy aprecio y valoro su enorme gentileza. La penúltima vez que lo vi, platicamos de ese día, y me dijo: un día vas a contar que te dejé ver mi libro, pero no puedes decir lo que ahí viste. Ese día se despidió de mí y me pidió que si su condición empeoraba no lo volviera a visitar, tomó de entre sus libros dos y me los regaló: uno para mi presente y otro para mi futuro. Para el presente me regaló Historia del Toreo de Néstor Luján porque yo estaba por comenzar el Doctorado en Estudios Novohispanos y seguiría con el tema taurino. Para mi futuro, me regaló El discurso de la
Corrida de François Zumbiehl. Cinco años después conocí a François. Otro regalo enorme. No me cabe duda de que sabía ver esos tres tiempos. Una visión panorámica del quehacer del ganadero apunta más allá de medir el resultado en el ruedo, reconoce que el toro bravo es un producto de consumo cultural, que posee un valor determinado por la honestidad de su creador y productor, la que al manifestarse creará ecos en los otros. La ganadería de bravo se parece más a un taller de pintura, de escultura. Hay ganaderos, no ganaderías porque criar toros bravos es otra más de las expresiones del proceso creativo, y no todos tienen el don. El toro es la combinación de muchos elementos que además son sometidos a factores y circunstancias por las que atraviesa el ganadero: si está contento, preocupado, enfermo, enamorado, molesto, tenso, atinado, inspirado, disperso… Es él o ella quien se convierte en el ojo, el oído, el olfato, el gusto, el tacto del artista que tal vez no tiene la visión exacta del cuadro que está pintando pero que se deja llevar, que se pone al servicio, que se expresa, que a veces consigue unir y ligar y ocurre que se corta un rabo, un arrastre lento, una vuelta al ruedo, un indulto… Aunque cualquiera puede pintar,
no todos podemos ser pintores, ni mucho menos artistas y de las condiciones de genialidad ni hablar. Lo mismo ocurre con los ganaderos, se les concibe como un bloque, un ensamble o una sola entidad. Pero hay diferencia. Por eso a todos se les pide que produzcan magníficas obras estéticas y artísticas en serie, el toro es una obra en sí mismo. Es como ya dije la suma de cultura y naturaleza. Porque es un animal salvaje que solo se cría en cautiverio. Otras veces se les pide que sus toros sean todos iguales, que no haya sorpresas, que todos rindan, que todos sean bravos, que no queden a deber… Pero la crianza del toro de lidia, aunque tiene ahora mucha más ciencia, también procede de la intuición de los que ven los toros, de quienes los cuidan, los crían. Los toros son obras en movimiento. Ese toro ideal, perfecto y equilibrado es una búsqueda constante, un hallazgo. Un tesoro cuando se encuentra, la majestuosidad de lo inefable cuando además recibe una lidia a modo, cuando se entrega. Cuando eso ocurre nos sorprende, nos fascina, nos envuelve. Antes en la ganadería como en el mundo se perseguía una utopía. Una ilusión y no porque que el toro haya perdido cualidades, las ha mejorado, pero nos hemos vuelto demandanJavier Garfias 33
tes y caprichosos. Exigimos una perfección que es contra natura y sin embargo, en ocasiones se presenta. Reflexionando a partir del proceso creativo, como una forma de expresión estaríamos pasando por alto que la elección de criar toros bravos para que sean lidiados es una transgresión. Los usos y costumbres actuales, no lo estiman conveniente o correcto, lo encuentran innecesario. La familia Garfias, una familia de ganaderos de artistas y de estetas ha dotado a gran parte del campo mexicano y latinoamericano de los lienzos, oleos y pinceles procedentes de San Mateo y Torrecilla. Ha expandido la línea de Saltillo. Hasta aquí han cumplido su misión rebasando expectativas. Han criado y lidiado toros que han hecho soñar y vibrar a más de uno en épocas y contextos diferentes. Ahora es trabajo, pasión, compromiso, responsabilidad y talento de los productores actuales de ganado bravo que se han hecho con su simiente, ofrecer un nuevo producto. Un toro para y desde el antropoceno. Si establecemos un paralelismo entre los ganaderos y los pintores, seguramente que los habrá 34 Javier Garfias
costumbristas, paisajistas, de bodegón y vanidades, vanguardistas, naif…Insertos todos dentro del proceso de una estética relacional, de proveedores de material para la experiencia. Y entre todos ellos, seguramente habrá también algunos genios. Tal vez una apuesta es seguir y apoyar a quienes muestran compromiso, coherencia. Para que un artista lo sea, necesita de una renuncia, de un abandonarse a una causa mayor. Los ganaderos hoy producen obras vivas, en movimiento, tridimensionales y finitas que conocemos como toro bravo en un contexto dónde su labor no solo es incomprendida sino atacada. Pocas transgresiones existen actualmente que se comparen a la elección de criar ganado bravo. Fernanda Haro Cabrero. Doctora en Estudios Novohispanos por la Universidad Autónoma de Zacatecas. TAUROMAQUIA DEL PERÚ Flavio Alberto Carrillo Naranjo (*) La Tauromaquia en el Perú ha sido muy importante a nivel mundial. Lo ha sido por diferentes motivos como el tener la plaza más antigua de América y que sea una de las dos o tres plazas más antiguas del
orbe, es un valor taurino muy importante. Luego tenemos el caso que la afición de Lima vivió en primera fila las actuaciones de Rodolfo Gaona, Juan Belmonte y de Joselito El Gallo, durante la vigencia de una generación la que fue base y fundamento del desarrollo profesional de estos tres inobjetables miembros del cartel de la Edad de Oro. Así consta en los escritos, y los tres marcaron con sus actuaciones el sello de la plenitud de su madurez. Fue aquella época de la formación de la exigente y entendida afición limeña en la más brillante época de Gaona joven, la de Joselito adolorido por la muerte de “La Señá” Gabriela convertido en El Rey y Juan Belmonte, proyectándose en su intelectualidad con su mensaje transformador de la fiesta de los toros, dentro y fuera del redondel. Ha sido importante el Perú tener Lima, su capital, la Feria del Señor de los Milagros. Hablamos de la Feria con más solera en toda América con el soporte de la afición con más solera, donde por su buen gusto y sus silencios las figuras del toreo la respetan y la comparan Sevilla. La Sevilla de América tiene por
alma una afición impresionante. Además, está el muy importante valor de la provincia peruana que es rica en tauromaquia. En el Perú no existe ciudad, pueblo o pueblito por más lejano o escondido que esté, así se empine sobre las alturas de los empinados Andes que no tenga una placita de toros. Plazas de los pueblos del Perú donde se celebra la corrida de toros con sello, corazón y alma nacional. Es en todos estos pueblos, en sus ferias y fiestas patrias respetándose los cánones del toreo porque desde hace siglos albergan a los toreros de aquí en América y de allá en Europa. Viene t oreros importantes de todas las nacionalidades para participar en la fiesta más antigua y nacional el Perú americano. Es importante por la figura del “torero aficionado”, el que con recursos propios se organizan festivales y mantiene viva la afición de una nación. La afición peruana no estuvo exenta de gozar de las virtudes del toro mexicano, y es que lo del toro del hermano México lo que nos atañe en este libro. Se trata de un encaste propio apoyado en el nacionalismo que caracteriza a los ganaderos mexicanos por querer ser diferentes creando un toro distinto Javier Garfias 35
de unas características muy especiales. Han hecho los mexicanos que su toro hasta tenga una particular forma de embestir. Cuando se habla de toros se habla o del toro español o el toro mexicano, no se habla del toro de otra nacionalidad. El temple y lentitud con la que embiste un toro mexicano que hace que un torero pueda desgarrarse y abandonarse toreando es muy difícil de ver en otros encastes. Ahora cuando un toro mexicano te quita los pies del suelo no suele fallar, es muy certero… y lo digo por experiencia propia. Dentro de la cabaña brava mexicana el apellido Garfias tiene una importancia preponderante. En el Perú, donde se han lidiado muchos de sus ejemplares sobresalen muchos como el famoso toro “Carnavalero” de Javier Garfias, lidiado por el Maestro Antonio Ordoñez en la temporada del Bicentenario de la Plaza de Acho en Lima. Faena que según ha confesado el propio maestro ha sido el mejor toro que ha toreado en su vida, hay esta declaración no es poca cosa. Como te comenté mi estimado Vito, la Suerte Nacional ha sido el único aporte Peruano a la Tauromaquia y lo ejecutaban en siglos pasados. Era parar al toro con un capote para restarle fuerzas y no mataran tantos jamelgos en la suerte de picar ya que en esa época no exis36 Javier Garfias
tía el peto. Lo hacían en “caballos de paso” y habian capeadores muy famosos como Casimiro Cajapaico, Esteban Arredondo, Vicente Monteblanco, Juan Francisco Céspedes, Emiliano Galloso y Juan Gualberto Asin entre otros. Cuando me retiro de Matador en activo quise juntar mis dos pasiones, los toros y los caballos y rescate esa tradición haciendo varias temporadas. Yo la complemente un poco en mi condición de Matador de Toros ya que después de parar el toro con el capote a caballo, le ponía banderillas también a caballo para luego bajarme y torearlo con la muleta y estoquearlo. Por todas estas cosas, queridos amigos, el Perú es distinto, y por ello su tauromaquia es muy importante a nivel mundial. Flavio Carrillo es un peruano integral: Matador de toros, Capeador y Gallero reúne en su conducta los valores con los que el Perú defiende la nacionalidad. Capítulo Uno LA TIERRA POTOSINA
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ste libro hasta hace poco fue un sueño. Hoy tienes en tus manos el relato de un proceso. El desarrollo de un proyecto y la evolución en la cría del toro bravo. Ubiquémonos en tiempo y espacio. Visualicemos el panorama de Mé-
xico cuando Javier Garfias vino al mundo en San Luis Potosí; tierra ganadera, taurina, y cuna de buenos toreros, de hombres y mujeres emprendedores. Fue en el año de 1929 cuando la economía universal vivía momentos de tensión. Tan tensos e intensos que afectaron y estremecieron los cimientos de los Estados Unidos; trémula en sus fundamentos, la poderosa nación del norte trepidaba por causa de la Gran Depresión. Socavón de terribles consecuencias para México. Fecha marcada como un punto de inflexión para los migrantes mexicanos en el Unión Americana. Aquello fue la señal para el regreso: la repatriación de los mexicanos residentes en los Estados Unidos. El barranco económico provocó desempleo, hambre y xenofobia. Las deportaciones se desataron. Más de cuatro millones de mexicanos regresaron a México. San Luis Potosí, el hogar de don Antonio Garfias Peña y de su esposa Irene de los Santos fue la cuna de Javier. Tierra generosa San Luis que aportó la mano de obra migrante a Estados Unidos. Lo mismo ocurrió con Aguascalientes, Guanajuato, Jalisco, Michoacán y Zacatecas. Aquel año estuvo marcado con el
fuego de la incertidumbre y con el hierro de la crisis económica, 1929. Como ocurre ahora, en el siglo XXI, ocurrió en los años 20 del siglo XX. La historia del mundo marca su registro con el acero inoxidable de la pandemia del Coronavirus. Fue 1929 un año de derivaciones de lo cotidiano que desvistieron ramales sobre la vida política. En el escenario de la turbulenta política mexicana están entre otros los corolarios del asesinato del presidente Obregón que perdió el brazo en la batalla de Celaya año 1915, cuando y donde derrotó a Pancho Villa y sus famosos “Dorados”. Luego de la batalla el campo del conflicto quedó regado de cadáveres y entre los muertos se confundía el brazo derecho de Obregón. Extremidad recogida en medio de la carnicería de la batalla para convertirla en reliquia de la religión revolucionaria. -¿Cómo recuperó usted el brazo perdido en la batalla, mi general? -se le preguntó a Obregón. -Muy fácil” contestó el ingenioso y cínico revolucionario. - Eché una moneda de oro al aire y mi brazo perdido salió volando a cogerla. De hecho, hay una fotografía en que dos mancos, Obregón y el faJavier Garfias 37
moso dramaturgo poeta y novelista Ramón Valle Inclán aplauden juntos la faena de Rodolfo Gaona. Cada uno con la mano que le quedaba al otro... así mismo surgirían las consecuencias que más tarde marcarán por el gobierno de Plutarco Elías Calles. La vida continuó, el país creció y México se defendió con mucha actividad en una nación favorecida con transformaciones académicas. Germinó un grupo de intelectuales que logró destacarse e incrustarse entre los dirigentes políticos surgidos de los campos de batalla en la Revolución. Intelectuales y pensadores encumbrados entre los más destacados del continente. Hombres y mujeres que brillaron a escala nacional e internacional. Aquellos fueron días de acoso y de siembra, época de profunda discusión ideológica, atractiva para hombres como el guerrillero nicaragüense Augusto César Sandino que sintiéndose hostigado por la regencia del presidente de Nicaragua José María Moncada Tapia, se refugió en México. Fue Sandino el único general que se opuso a Moncada, por ello recurrió al exilio. Estaba acorralado. Su asilo se prolongó entre el primero de enero de 1929 hasta 1933. Su rival político, Moncada Tapia fue profesor universitario, periodista, 38 Javier Garfias
militar, aristócrata y político. Hombre lleno de talento, un caso perdido. Los comunistas mexicanos que apoyaban a Moncada inculparon a Sandino de un hecho de corrupción, hecho denunciado más no comprobado de haber sido favorecido con 60 mil dólares por el presidente de México Emilio Portes Gil que durante el interinato sustituyó al presidente electo Álvaro Obregón que sería asesinado por el cristero José de León Toral el 17 de julio en el restaurante “La Bombilla en la Ciudad de México. Así era como se mecía el turbulento México. Así era el mundo en San Luis Potosí cuando llegó Javier Garfias al hogar de don Antonio Garfias Peña y de Irene de los Santos en 1929. Familia ganadera ajustada a las normas sociales y al proyecto económico trazado por Teodomiro Garfias el padre de don Antonio Garfias, abuelo de Javier y de indudable influencia en la formación de quien sería el ganadero más importante de la América Taurina. Aquel año, aquel día, se inició un andar que convertiría un simple sendero en un camino exitoso y ejemplar. Capítulo dos LAS VACAS DEL MARQUÉS
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demás del honor del ganadero en estos toros de Zacatecas y
de Tlaxcala se reflejaba la tensa situación provocada por la rivalidad entre los hermanos Antonio y José Julián Llaguno, ganaderos de Fresnillo, Zacatecas y de José María, Lubín y Viliulfo González, de Apizaco Tlaxcala. Fue tan acerba la competencia entre los ganaderos mexicanos, tanta la rivalidad, que trasladaron la selección de sus reses a distintos métodos de cría, los que seleccionaron bajo su propio concepto sus encastes a pesar de que todos los vacunos que importaron de España procedían de Saltillo. Los toros mexicanos adquiridos por los hermanos Botto, para su temporada de Lima eran el producto de las cruzas del ganado criollo con vacas y toros de la ganadería de don Antonio Rueda y Quintanilla , Quinto Marqués de Saltillo, que en 1854 formó su hato a partir de las compras de reses al militar sevillano José Picavea de Lesaca. Vacada del encaste de la desaparecida ganadería del Conde de Vistahermosa, hato del que fue adquirida por Salvador Varea Moreno, que la vendió a Pedro José Picavea de Lesaca y de los Olivos. En 1828 Salvador Varea realizó unas ventas de toros a Manuel Suárez Cordero. Venta que dividió en dos partes, una para su hija Manuela Suárez Jiménez que pasó
a formar la ganadería que ya tenía en propiedad su esposo Anastasio Martín, y que en la actualidad es la ganadería de Hijos de Dolores Rufino; y la otra para su hijo Manuel Suárez Jiménez. A Manolo le duró poco la ganadería ya que la vendió a Dolores Monge Roldán para formar la ganadería de Murube. Picavea de Lesaca falleció en 1830 y fue sucedido por su esposa Isabel Montemayor Priego, quien al morir le sucede su hijo José Picavea de Lesaca Montemayor que venderá la ganadería a Antonio Rueda y Quintanilla, VII Marqués de Saltillo, dando lugar muy conocida y recurrida ganadería de Saltillo. Capítulo Tres JOSELITO EN LIMA
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iez años antes que naciera Javier Garfias Joselito el Gallo visitó América. Lo hizo invitado a Lima para la temporada de 1919, la que organizaron los Hermanos Botto en la Plaza de Toros de Acho. Lima está a 4 mil 650 kilómetros de San Luis Potosí y, por causa del luto que vivía por la muerte de su muy querida madre, no fue a México que tanto le atraía y del que tanto escuchó. Los mexicanos se habían enterado de la grandeza de Joselito El Gallo, sabían de Juan Javier Garfias 39
Belmonte y por supuesto estaban más que enterados de quien era Rodolfo Gaona . Del hijo de la “Seño” Gabriela eran las mejores referencias por el eco de sus triunfos en España. Joselito en su única visita a América se presentó en la plaza de Acho y lidió toros mexicanos de San Mateo, Zotoluca y de Piedras Negras. Contratado por una suma de dinero astronómica para la época actuó diez tardes en Acho La única plaza de toros donde Joselito toreó en América. La crítica y los entendidos aficionados del Perú tuvieron la oportunidad de presenciar y admirar a Rodolfo Gaona y a Juan Belmonte. Los dos toreros que, junto a Joselito, integraron el máximo cartel de la Edad de Oro en la historia de la Tauromaquia. Gaona y Belmonte lo hicieron conquistando a sus exigentes aficionados. Tanto Rodolfo como Juan dejaron sembradas apasionadas peñas, admiradores y amigos que no le hicieron fácil la estada a Gallito en el Perú. Repito que la temporada de Joselito en Lima fue contratada para diez corridas de toros y su visita se prolongaría por dos mesesArribó Gallito a El Callao luego de una travesía de cinco semanas desde La Habana cruzando el Ca40 Javier Garfias
ribe hasta llegar a Panamá, cruzar el Canal de Panamá para abordar un paquebote en el Pacífico en una nave que le llevaría al puerto de Lima, El Callao, para su presentación. Los hermanos Botto en los prolegómenos de la temporada limeña habían viajado a México para contratar toros de cuatro ganaderías. Todas de sangre Saltillo cruzados con criollo mexicano, que era lo que estaba de moda: seis toros de San Mateo, tres de Zotoluca y seis de Piedras Negras, seis de La Laguna… Todos de procedencia de la cruza de las vacas criollas con toros padres de Antonio Rueda y Quintanilla, VII Marqués de Saltillo. De los toros mexicanos que llegaron a Lima, los de San Mateo fueron protestados incluso antes que los viera la afición o las autoridades. Simplemente por la discordia sembrada por una prensa enemiga de Joselito, por el solo hecho de su idolatría por Belmonte o por Gaona. Protestas capitaneadas por líderes de los grupos de reventadores, sembrados por Gaona y Belomonte. No fueron grupos capitaneados por los toreros, sino adulantes que creían ganar puntos en el afecto de los famosos espadas. Protestas, antes de ver los toros, por la escasa presencia y breve encornadura de los toros de San Mateo hacién-
dose eco de campañas de prensa sembradas en el propio México por sectores enemigos de los Llaguno. Rechazo que se manifestó con broncas en los tendidos al momento de hacer el paseíllo Joselito. Acontecimientos violentos en contra de Gallito y la empresa. Hubo una notable y gran diferencia entre el toro peruano, criollo y basto, con edad, que sostenía la exigente temporada en Acho con los toros de la primera cruza con vacas criollas de los saltillos mexicanos. Aunque no ocurrió así con los toros de Piedras Negras, tampoco con los de La Laguna y menos con los de Zotoluca que más bien fueron ovacionados desde que llegaron a los corrales de la plaza de Acho, hasta el momento que fueron lidiados. El detalle histórico de lo ocurrido en Lima con la visita de Joselito es muy importante. Antes que llegaran Gallito y Juan Belmonte a Lima, lo hizo el mexicano Rodolfo Gaona, en 1916. Juan Belmonte lo hizo en 1917. El de Triana desde que llegó al Perú mantuvo una relación de reciproca admiración departiendo con la afición limeña y hasta novia tenía. En tiempo del arribo del menor de los hermanos Gómez Ortega escribió Leónidas Rivera, Don Máximo: - Joselito se estrenó en Lima en las condiciones más desfavorables
pues tuvo en contra un factor poderoso: La sombra de Juan Belmonte, que había dejado un recuerdo imborrable. Los partidarios Joselito, protagonista de la “Época de Oro del Toreo” junto a Rodolfo Gaona y Joselito El Gallo, consideraban irreverente que alguien se atreviera intentar opacar la estela de su ídolo. Continua don Máximo y escribe que: - …de hecho, este período esplendoroso de la fiesta, se inicia con la alternativa de Juan Belmonte el 16 de octubre de 1913 y concluye con la trágica desaparición de José Gómez Ortega Gallito el 16 de mayo de 1920. Apasionamientos propios de la fiesta de los toros, tal como sucedía en la cuna del toreo, Lima no era menos y el día del debut de Joselito se hizo ostensible en los tendidos. Como cierto es que fueron algunos españoles seguidores del Pasmo de Triana encargados en crear el ambiente adverso al torero de Gelves entre los aficionados limeños, por medio de misivas con todo tipo de denuestos en su contra. Continúa la nota de don Máximo : - … Los detractores locales se organizaron tras una porra Javier Garfias 41
de energúmenos que procuró hostilizar al diestro debutante, desde el mismo inicio del paseíllo. Sin duda, nada justificaba dicho accionar de ese sector de aficionados limeños, que no sea atribuible a un fanatismo exacerbado. - Gallito, el prodigio del toreo en ciernes, inmutable cruzó el ruedo y ni la bulla de pitos, matracas y cencerros le pudieron hacer cambiar de semblante. - No faltó un impertinente que le gritara en plena faena de una de la decena de actuaciones que cumplió en suelo limeño: -“¡ Usa la izquierda…!” Entonces el diestro cambió de mano y templó con la muleta a un toro cinqueño y albahío de Asín, para instrumentarle cinco pases naturales portentoso, como si les dijera ahí les va, uno por año. - Tras ello, todos los instrumentos del que se valían esos patanes cayeron a los pies del torero y las injurias dieron lugar a la aclamación unánime y delirante. El benjamín de los Gallo, fiel a su personalidad y torero que abarcaba los tres tercios, lo dominaba todo, al toro, a la plaza y a los públicos. Que Lima estaba viendo al que la historia iba a llamar por 42 Javier Garfias
siempre por el título que le diera el periodista Paco Aguado, su gran biógrafo: - ¡Rey de los toreros ! En especial, por motivos y razones provocadas por los toros de San Mateo, aquel día surgieron posiciones adelantadas referidas a lo que, en el tiempo, se convertiría en una rivalidad profunda y sostenida entre los ganaderos de Zacatecas y los de Tlaxcala, rivalidad en la que años más adelante participará Javier Garfias que involucrado por razones de filiación llamaremos la venganza de La Sangre de Llaguno. La poca presencia de los toros de San Mateo, o la conspiración de los hinchas de Belmonte, barras bravas o reventadores, usted dirá amable lector, fue lo que provocó la suspensión de la primera corrida de la temporada de Joselito El Gallo en Lima. Cuando comenzaba a desarrollarse el espectáculo, los espectadores presionaron a la autoridad taurina del Rimac. Presión que pudo haber respondido a posiciones externas o razonamiento bien fundamentado, que evitaría la alteración del orden público. Las protestas por parte del público a la plaza de Acho, la tarde del debut del fenómeno Gallito, fueron airadas y obligaron la intervención y suspensión de la corrida. La autoridad con el propósito de evitar desórdenes por parte de la
alterada concurrencia que reclamaba haber sido estafada, agregó al cartel cuatro toros criollos y completó la corrida con dos toros de San Mateo. Dos toros que sobraron de la aciaga tarde. No se vendieron entradas y la corrida se realizó a puerta cerrada para el público general y solo en presencia de invitados muy especiales. Asistió la prensa, factor importante en los reclamos y un grupo de los mejores aficionados del Perú, taurinos distinguidos por sus conocimientos y culta expresión entre aficionados prácticos, ganaderos, periodistas y escritores. Joselito, como director de lidia y en funciones de maestro lidió un toro de San Mateo, que fue un toro bravísimo que indultó la autoridad para destinarlo como semental para la formación de una ganadería peruana.
quez (padre de la saga de los famosos Vásquez) ante toros de La Rinconada de Mala.
Con este gran toro de Llaguno, un Joselito, lleno de paciencia y de vergüenza profesional, tuvo el detalle de explicar sus conceptos de la lidia a viva voz.
4.- 1° de enero, novillada en la que Joselito participa acompañando a su cuadrilla para las que se daba el festejo en beneficio, nada menos que como banderillero. Los novillos eran de Vilcahuaura, propiedad de don Augusto Leguía.
El otro toro de San Mateo, lidiado y estoqueado por el Cuco Ortega fue de bandera. Gallito en Acho - Carteles y fechas de 1919 1.- 14 de diciembre, con Isidoro Martí Flores Ferrando Flores y Francisco Martín Curro Vás-
2.- 21 de diciembre, junto a Curro Vásquez y Ángel Fernández Pedraza Angelete, en corrida de La Rinconada de Mala. Esta fue una actuación notable de Joselito conforme relata el crítico Tío Cencerro: “Joselito hizo dos grandes faenas, en las que cortó orejas y un rabo; actuación llena de detalles artísticos de la que salieron los más exigentes de la plaza con una satisfacción y alegría que pocas veces han experimentado”. 3.- 28 de diciembre, repite con Flores y Angelete, con toros de Asín. - Carteles y fechas de 1920 -
5.- 4 de enero, agotados los billetes del viejo coso limeño de Acho, corrida de El Olivar propiedad de don Celso Vásquez, conformada por los hijos de El Sereno un semental de Veragua. Alternó con Isidoro Flores y Curro Vásquez.
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Sobre esta corrida, el crítico taurino del diario decano “El Comercio”, Carlos Solari Don Quijote (padre de Zeñó Manué, destacado crítico y periodista limeño), escribió: -La afición limeña tiene ya para rato. La de ayer fue una corrida de ovaciones delirantes y la labor primorosa que desarrollara Gallito, el egregio sevillano bien merece, no digo, ser el ritornello obligado de diálogos y soliloquios, sino que es acreedora a la obra de arte imposible, que la perpetuase para mayor gloria de Gelves, enseñanza que las futuras generaciones y confusión de taurófobos indocumentados y sin sindéresis… ¡Joselito, Ave César, Imperator ! ¡De todos los tiempos y de todos los magnates de coleta y taleguilla, Ave, Ave ! ¡Tres verónicas monumentales y un quite que fue el acabose! ¡Qué finura, qué temple, qué suavidad¡ !Dominio y arte supremo incomparable! 6.- 11 de enero, mano a mano con Manuel Rodríguez Manolete, padre del Monstruo de Linares, toros de El Olivar. 7.- 9 de enero, corrida suspendida a mitad debido a la descomunal bronca que se produjo en rechazo a los Saltillos mexicanos que ado44 Javier Garfias
lecieron poco trapío e invalidez. Hicieron el paseíllo, Curro Vásquez y Joselito y como sobresaliente apareció Joaquín Capa Cápita. 8.- 25 de enero, mano a mano con Isidoro Flores, ganado de El Olivar. 9.- 1° de febrero, otro mano a mano, esta vez con Curro Martín Vásquez ante una corrida de La Rinconada. 10.- 8 de febrero, corrida de El Olivar donde Joselito, que mató seis toros cortando cinco orejas y un rabo, doctoró al nacional Alberto Fernández Cachucha. Fue la última presentación de Joselito en una Lima , afición que quedó maravillada y fanatizada con el diestro a decir del mismo cronista del diario La Prensa, El Tío Cencerro, que reseñaba: - Joselito toreó nueve corridas y participó en una novillada en Lima. No todas con buenos resultados, por los fallos del ganado en su mayoría y por los factores inesperados que suelen aparecer en el toro desde siempre condicionando a que no fueran aquellas tardes de rotundidad y de triunfo clamoroso. - Pero de las buenas y memorables sin duda que bastaron estas para dejar en las reti-
nas de los privilegiados que las presenciaron y que ya no están, como indeleblemente en los registros y textos que hacen perdurar la epopeya y el recuerdo de alguien que como él representa la cumbre misma del toreo universal de todos los tiempos.
- - Algo más de tres meses posteriores a su última actuación en estos pagos al borde del río hablador, moría, hace una centuria, el gran y mítico Joselito, vestido con el traje grana y oro que le confeccionaron aquí, tras ser prendido por un toro de la Viuda de Ortega en Talavera de la Reina, dando origen con ello a su otro y definitivo encumbramiento, aquel que Lima, esa vieja y señera Ciudad de los Reyes, le contemplara como el rey de todos los toreros. Capítulo Cuatro LA FIESTA MESTIZA
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istoria pregonada por grandes espadas, maestros del toreo convertidos en heraldos de la más hermosa tauromaquia mexicana. Es necesario, por saludable en la interpretación conocer los antecedentes de la historia de México, antecedentes que precedieron a Garfias.
Cuando Javier Garfias de los Santos vino al mundo el empresario taurino más connotado de México era un español. Un gaditano, Eduardo Margeli, quien en el tiempo se convirtió en intendente de El Toreo de La Condesa. Su nombre encabezó al final de su vida los titulares de los diarios de México, como promotor y víctima de un conflicto violento en el que perdería la vida. Margeli viajó desde Cádiz a México, como lo hizo la mayoría de los gaditanos de aquella época. Buscaban una mejor vida, y lo hicieron como toreros. Margeli vino a América estimulado por los relatos de aventuras y éxitos de sus paisanos, toreros de Cádiz, en tierras americanas. Varios toreros de Cádiz le antecedieron desde el día que nació la tauromaquia mexicana. Fueron dos los hechos relevantes protagonizados en 1535 por don Antonio de Mendoza, primer virrey de México y Luis de Velasco y Alarcón, el segundo virrey de la Nueva España que entre sus muchos logros hubo dos de suma importancia: En 1553 abrió la Universidad de México y la promoción del ejercicio militar de Toros y Cañas. Con Velazco y Alarcón llegó el día de notariar la partida de nacimiento del toreo registrada con la construcción de las plazas del Marqués Javier Garfias 45
en el siglo XVI seguida por las plazas de El Volador, San Diego, San Pablo y las Vizcaínas culminando con la de Chapultepec en 1713 e iniciando en 1769 la primera temporada taurina formal y periódica no exenta de accidentes. Tomás Venegas, “El Gachupín Toreador”, y Pedro Montero encabezaron la cuadrilla de a pie; Felipe Hernández “El Cuate”, la de a caballo; Montero y su garrochero “El Capuchino” resultaron heridos. Fueron las heridas de “El Capuchino” mortales, y su viuda recibió 24 pesos, siendo el precio del toro que lo mató de diez pesos. Hablamos del siglo XVIII pre inflacionario. Después de la Independencia en el siglo XIX hay una estira y encoge de amigos y enemigos de la tauromaquia. Conflicto disipado por la aparición de dos grandes diestros: Bernardo Gaviño, maestro de la tauromaquia moderna mexicana y Ponciano Díaz, el primer matador de toros mexicano. Ponciano fue protegido de Gaviño, y llenó todo México con el grito de ¡Ora Ponciano! Grito de alegría, ánimo, expectación y victoria que lo llevó a recibir la alternativa madrileña de manos de Frascuelo, en julio de 1888 y un año más tarde la alternativa de la muerte la que, 46 Javier Garfias
como lo escribió Carlos Fuentes: también le dijo al oído, “Ora Ponciano...” Hablando de Carlos Fuentes, en su pregón de Sevilla, 2003, cuenta que Ponciano Díaz dejó detrás un redondel alfombrado de rosas y sombreros y, azuzado por el gentío en la plaza de Orizaba, en vez de recibir avanzó a matar. Se perfiló en corto y hundió la espada hasta el puño, en el hoyo de las agujas: es el primer volapié conocido en la historia de México, ejecutado por un diestro, cosa rara, con gran bigote pre-zapatista. Es la expresión mestiza del arte de matar a los toros, es México taurino. Aquí no se detiene la historia, y México evoluciona en rápida y fabulosa sucesión a pesar de los paréntesis revolucionarios entre 1910 y 1920. Primero el reino de Rodolfo Gaona, el Califa de León, el Petronio del Toreo y continuará “in crecendo” a medida que se construye el toro de lidia mexicano, el toro de Llaguno, el toro de Piedras Negras, los toros de La Punta, y el toro de México representado por los toros de Javier Garfias como Gladiador y Tenorio, lidiados por un gran torero de México, Manolo Martínez, y una figura del toreo ejemplo de raza y temperamento como Palomo Linares, fueron los toros Gladiador
y Tenorio lidiados en 1972. Regresando a Eduardo Margeli que como torero se inició en España, en el Puerto de Santa María, sus inicios fueron como banderillero. Margeli llegó a México buscando colocación como un subalterno desorientado, que subió a la categoría de matador de toros cuando apenas despuntaba la fiesta en México. Hasta que un toro de Santín se le atravesó en el camino. Fue el 14 de octubre de 1900. El de Santín le infirió una cornada muy seria abriéndole una tronera en el pecho y poniéndolo a la sombra por meses de recuperación. Salvó la vida, pero quedó impedido para el ejercicio del toreo. Su insoportable inactividad provocó aflorara su condición de líder carismático. Los toreros españoles que estaban en México, desamparados y preocupados por la situación provocada al apartarse Margeli de la posición de líder, organizaron un festejo a beneficio de Margeli . Aquello fue el 24 de marzo de 1901, festejo exitoso y, Margeli, se llevó las palmas, pero también los pesos del festejo que fue sido organizado por sus paisanos El Pipa y Llaverito. Al final de la tarde le sacaron a Margeli al ruedo, a que sa-
ludara al público a los aficionados que se reunieron en la plaza. Con los aplausos surgieron los mensajes de afecto. El festejado sintió el aguijonazo de la avispa, avivándole su condición de jefe para seguir en cualquier forma participado en la fiesta de los toros. Se ahorraron en el festejo del beneficio de Margeli 261 pesos, adinero arrojado desde los tendidos por los incondicionales. Como empresario Margeli se abrió paso por los caminos del negocio taurino y creó la Cuadrilla Juvenil Mexicana, al estilo de las que estaban de moda en España. La moda era fomentar las cuadrillas de Niños Toreros en Sevilla, o en Córdoba, escuelas donde en los inicios del siglo XIX crecieron predestinados como lo hicieron Joselito y Limeño. Moda que también estuvo presente en México. En León Guanajuato para ser más exactos, Rodolfo Gaona asimiló sabiduría taurina gracias a las enseñanzas del su maestro, Ojitos, que fue banderillero en la cuadrilla del gran Salvador Sánchez Frascuelo granadino de Churriana de La Vega. El aula y el laboratorio para Saturnino Frutos “Ojitos” fueron las becerradas y las novilladas en León. Valga como referencia lo que ocurría en el Perú. Javier Garfias 47
Los taurinos peruanos se refieren a la maestría de Diego Prieto Cuatrodedos, torero de Coria del Rio, Sevilla, que destacó en la cuadrilla de Antonio Carmona y Luque, El Gordito. Tanto destacó Cuatrodedos que gracias a su valor y destreza en banderillas El Gordito, famoso por la manera de colocar los rehiletes, que le concedió la alternativa en la Maestranza de Sevilla con el toro Charpito de la ganadería de Laffite. En el año de 1883 Cuatrodedos hizo una gran campaña por diversas plazas españolas, pero cuando debió confirmar su alternativa en Madrid, con El Gordito como padrino en el cartel, se negó alternar con Cuatrodedos por considerarlo “inmaduro para confirmar su alternativa en Madrid”. Episodio extraño que le impidió alcanzar puestos importantes en el escalafón de toreros de la época. Decenas de años de inactividad obligaron a Diego Prieto reunir un grupo de toreros gaditanos y viajar a América. Para los años veinte Margeli era el gerente de la plaza de El Toreo de La Condesa. En el Perú, Colombia y en Venezuela donde las aulas fueron las arenas de las plazas de Acho en Lima y la del Circo Metropolitano primero y, más tarde el Nuevo Circo los estudiantes de la Universidad de Caracas participaban y competían 48 Javier Garfias
con las cuadrillas de Anan Salas, el hermano del laureado pintor Tito Salas. En esta cuadrilla juvenil figuró el torero caraqueño, Eleazar Sananes “Rubito” primera figura del toreo nacional en Venezuela. Rubito junto a Anan Salas organizó una incursión por plazas de Colombia y más adelante ampliaría su cartel por plazas de América triunfando en Bogotá, Quito y con mucha Fuerza en la plaza de Acho de Lima gracias a cuyo cartel fue a Madrid donde se convertiría en el primer venezolano en alcanzar el grado de Matador de Toros. Lo hizo en Corrida Regia, Cumpleaños de Alfonso XIII, a la semana de la muerte, en esa arena, de Manolo Granero. En Caracas se presentaba Rafael El Gallo, en Lima se daba el lujo de haber presentado en el año 16 a Gaona, en el 17 la exclusiva histórica de Juan Belmonte y en el 1919 a Joselito El Gallo. Aún Margeli no era el líder carismático que construiría el bureau gerencial de El Toreo de La Condesa donde se codearía con taurinos trascendentales como Domingo González Mateo Dominguín y Manuel Mejías Rapela Bienvenida. Fue Margeli un gerente que para algunos llegó a ser un tropiezo, tanto para toreros como a ganaderos.
A los tropiezos de Margeli más adelante le cobrarían sus consecuencias. Gustó de humillar toreros, agredirlos con la palabra y sobretodo humillarlos con la mentira de sus ofertas. Un día Antonio Popoca le puso punto final a la vida del gaditano, como lo refiere el acreditado cronista taurino Xavier González Fisher, en su visitado sitio taurino en la Internet: “La Aldea de Tauro”, que don Eduardo Margeli Curcó “el Gaditano”, empresario taurino, en conjunto con Manuel Martínez Feria, presentaron a la “Cuadrilla Juvenil Mexicana” en plazas europeas en la temporada de 1909. Tuvo durante varios años a su cargo la plaza El Toreo y junto con Antonio Casillas “el Berrendo”, fue propietario de la ganadería de Malpaso. El 21 de septiembre de 1936 fue herido a tiros por el novillero Antonio Popoca, quien le reclamaba un puesto en una novillada. A causa de las lesiones sufridas, falleció 5 días después. Popoca estuvo en la cárcel, pagó su pena y se fue a vivir a Venezuela. Un día que organizó un festival para los empleados del Ministerio de Obras Públicas en el Nuevo Circo de Caracas, y se cortó la coleta como novillero. Como torero profesional. Antonio Popoca fue novillero en la época de
Lorenzo y de Silverio. Un novillero que había recibido promesas de la empresa de la plaza de la capital azteca sin que llegaran a concretarse. Un día, cansado de tantas ofertas incumplidas irrumpió en las oficinas de Margeli, el empresario español de El Toreo, y le dijo: –Si no cumple usted su promesa de ponerme en el cartel, cumpliré la mía de matarlo. Se anunció la novillada y en el cartel no se anunciaba a Popoca. Al día siguiente, fue a las oficinas de la empresa y le descargó a Margeli un revolver, matándole en el acto. Antonio Popoca pasó varios años en la cárcel y al tiempo, gracias a un indulto, salió en libertad. Se fue a vivir a Venezuela, donde hizo muy buenas amistades. Trabajó en el Ministerio de Obras Públicas y dejó una pulcra hoja de servicios. Se le veía siempre en las plazas de toros, pues jamás decayó su afición y su apoyo a los toreros de México. Tuve el honor de que me invitara a su casa, un piso en Bello Monte, donde se entretenía en repasar álbumes de recortes y de fotos amarillentas que reunían momentos de gran sentimentalismo en su vida truncada por la desesperación y la locura por ser torero. A los pocos años murió Antonio Javier Garfias 49
Popoca, quien se había despedido como torero aquella tarde del festival en el Nuevo Circo. Unas tijeras cortaron unas pequeñas trenzas que simularon la coleta, la coleta de torero que siempre trenzo a su corazón. Capítulo Cinco DON ANTONIO LLAGUNO
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on Antonio Llaguno era hijo de un inmigrante vasco. Nativo de Arcentales y heredero de las haciendas de San Mateo y El Sauz. Un hombre que nació con una vocación infatigable y mesiánica al convertir con sus toros en religión la tauromaquia mexicana. Con apenas 21 años Antonio Llaguno González se dio a la tarea de buscar en los agostaderos de los espacios infinitos en el inmenso territorio del latifundio, que comprendían las propiedades de su padre, las haciendas de San Mateo y El Sauz todo ganado que diera signos de acometividad, algo parecido a lo que ocurrió en Venezuela en el hato de La Trinidad del general Salvador Barreto donde “todo lo que embista” era considerado toro para la lidia. Aquello de los Barreto se quedó en anécdota mientras que lo de Antonio Llaguno llegó a seguir la ruta científica del doctor Gregor Mendel luego de estudiar las leyes de Mendel (en conjunto conocidas como gené50 Javier Garfias
tica mendeliana) el conjunto de reglas básicas sobre la transmisión por herencia genética de las características de los organismos padres a sus hijos. Constituyen el fundamento de la genética. Las leyes se derivan del trabajo sobre cruces entre plantas realizado por Gregor Mendel, un monje agustino austriaco, publicado en 1865 y en 1866, aunque fue ignorado durante mucho tiempo hasta su redescubrimiento en 1900. Apenas unos años antes que los hermanos Llaguno, Antonio y Julián fueran a Europa con intenciones de comprar ganado para explotar en sus tierras de Zacatecas. Los Llaguno fueron exitosos en el ganado lechero, caprino y el ganado de lidia donde la selección del toro criollo fue muy dura por lo adverso del clima, el terreno, las extensiones y los recursos entre los vacunos. Eran miles las cabezas que pastoreaban en las haciendas fundadas por el coronel Fernando de la Campa y Cos. En San Mateo en un vasto territorio de Zacatecas donde en el 1722 había medio millón de cabezas tan solo de ganado bovino. El ganado que se apartó fue el que mostrara signos de acometividad; se hizo una selección entre los 30 mil vacunos. La exigente selección de Llaguno redujo a 30 vacas la selección, y un toro que el joven Antonio destinaría sus productos proveer toros para los espectácu-
los taurino en Zacatecas. La idea del muchacho Llaguno González calcaba la formación española de los troncos originarios. Aquella que seleccionó de una población bovina heterogénea, procedente de las diversas razas autóctonas en la península ibérica a finales de la Edad Media, décadas antes del 1899, cuando surgieron los troncos originarios del toro bravo en España. La primera corrida formal con estos toros escogidos por Antonio Llaguno fue siete años después de aquella operación selectiva. El día de la Navidad de 1906 en Aguascalientes, con un mano a mano entre Ricardo Torres “Bombita” y Fermín Muñoz “Corchaito”. El primer toro que lidiaron con hierro y divisa de San Mateo, se distinguió con el nombre de Húngaro; y el cronista que hizo la reseña para “Ratas y Mamarrachos” describe así su lidia: - Bravo, voluntarioso y con empuje, se acercó cinco veces a la caballería y les propinó tres volteretas por lo que Bombita y Corchaito acudieron solícitos y remataron con adorno… en el último tercio ejecutó Bombita una magistral faena de muleta, ciñéndose hasta lo incontenible, solo enteramente y derrochando valor y habilidad a mares. El toro que acabó bravísimo, coadyuvó notablemente a la brillantez de la faena” (sic)
Esta corrida tuvo consecuencias muy importantes. Una de ellas fue que el sevillano Ricardo Torres “Bombita” que había iniciado una grata amistad con el muchacho Antonio Llaguno le regaló a Llaguno un toro portugués de la ganadería de Palha, sobrero en una de las corridas de México. La idea era que Llaguno comenzara a rociar con sangre brava al ganado criollo original. Fue aquel inicio el origen de don Antonio Llaguno como ganadero de bravo. Criador de las más diversas razas de diversos ganados en esta oportunidad recurría por pura afición, sacrificando una vida a convertirse en ganadero de lidia. Antonio Llaguno se convirtió en un gran ganadero, tal vez el más importante de los ganaderos en la fiesta de los toros de México y América taurina. Aquella experiencia abrió el camino de una cátedra genética, de la que Javier Garfias de los Santos desarrolló conocimientos que le convirtieron a partir de los años 50 del Siglo XX en el ganadero más importante del Continente. José Antonio Villanueva Lagar en su libro San Mateo, Encaste con Historia, dice: -Después de escuchar los consejos de Bombita y de presenciar el juego de tres toros españoles del Marqués de Saltillo lidiados el 13 de enero de 1907 en la plaza México, la misma tarde en Javier Garfias 51
que Matajacas de Tepeyahualco hirió mortalmente a Antonio Montes, su mente se dirigió entonces hacia esa vacada andaluza, una de las más antiguas que se habían desgajado directamente del tronco de Vistahermosa. Su bravura, duración y nobleza para la lidia, eran características muy apreciadas por los toreros, tanto que Saltillo era, hacia finales del siglo XIX, una de las mejores ganaderías peninsulares y con ella tuvo sus mayores éxitos Rafael Guerra Guerrita, primera figura del toro de España de aquellos tiempos. Ricardo Torres “Bombita” era para la época una figura muy importante, competidor de Rafael González “Machaquito” y de Rafael Gómez “EL Gallo”. “Bombita” le recomendó a Antonio Llaguno se reuniera en España con el propietario de la ganadería de Saltillo Rafael Rueda Osborne, séptimo marqués de Saltillo. En 1908, con 30 años de edad Antonio Llaguno adquirió la primera remesa de ganado español para la ganadería de San Mateo. Un paquete que consistió en seis hembras y dos toros, los toros Conejo, 10 negro zaino y Trianero, 59, cárdeno oscuro.
52 Javier Garfias
Seis vacas, que fueron: Zapita,6 ; Lebrijana,7 ; Platillera,39 ; Recobera, 40; Gandinguera,42; y Vidriera,11. Con esta última venía con un becerro en vientre, el que al nacer en tierras mexicanas fue bautizado como Vidriero, convirtiéndose en uno de los sementales fundadores de la ganadería de San Mateo junto con Conejo y Trianero. Antonio Llaguno en 1911, 5 años más tarde, regresó a España con el propósito de mejorar el hato de San Mateo. Ese viaje lo detalla una carta escrita por el propio don Antonio Llaguno, que reposa en los archivos de la familia Llaguno. Relataba don Antonio: - Fuimos invitados Ricardo (“Bombita”) y yo a la tienta del Marqués, para allí escoger las vacas que iba a comprar para San Mateo. La tienta resultó regular nada más; Ricardo me hizo una seña especial, y más tarde me explicó que lo que se había tentado era simplemente lo bueno. Días después asistimos a la segunda tienta. Ya me iba a decidir por algunas vacas y “Bombita” nuevamente me hizo señas para que no cerrara ningún trato. Después de esos nos fuimos a París Ricardo y yo y, allá, recibimos un cable de Emilio “Bomba”, en el que nos comunicaba que regresáramos enseguida porque el marqués iba
a hacer una tienta con vacas superiores y pretendía llevar a cabo la faena sin que nadie se enterara.
- - La sorpresa del ganadero fue grande cuando nos vio llegar a su dehesa. Se procedió a la tienta y ,efectivamente, las vacas salieron superiores. - - Entonces yo pedí precio al Marqués, este me pidió elevada suma que yo estaba dispuesto a dar. Pero intervino “Bombita” y la transacción se efectuó sobre bases relativamente económicas. - - Así pues, mi agradecimiento es muy grande para Ricardo, quien contribuyó para que yo adquiriera los mejores animales de Saltillo, a precio no muy elevado. (Cándido, José “En defensa del toro”. Toros y Deportes, México número 323, 2 de enero de 1928, p. 32.)
Son diez las vacas de este segundo lote, todas nacidas en 1908, que cruzaron el Atlántico en el barco alemán Bavaria, y fueron trasladadas al puerto de Tampico por ferrocarril: Sus nombres, que más tarde distinguirían las familias que formaron lo puro de Llaguno fueron: -Cominita 66; Guantera,93; Campanera, 141; Andaluza 148; Pardita, 150; Remolona, 154; Zo-
rrilla, 159; Cumplida, 161; Vencedora, 168; y Coquinera, 172. Otra carta que reposa en el archivo de Javier Garfias de los Santos registra que: - Zorrilla 159, de nota muy mala, va en sustitución de Gazpachera, que se la ha quedado Saltillo a pesar de ser de las señaladas, pues dice con razón que van las que ha querido puesto que el trato era Pardita y la Coquinera seguras, y cuatro que él eligiera de las señaladas por nosotros como buenas y tres de las regulares con que, en medio de todo, en ese último trato se ha portado bien. (Archivo de Javier Garfias de los Santos) El ganadero de Santa Bárbara, Javier Borrego, muy cercano a Garfias y colaborador en esta investigación, nos informa que quedaron siete familias que se preservan en la ganadería mexicana. Todas formadas por aquellas divisas que, al abrirse San Mateo, se nutrieron de la simiente importada de España. Es decir, Saltillo, pues su descendencia solo se apareó entre sí para formar un núcleo que se distingue como “raza pura” y que ha aumentado con el paso del tiempo. Su prole siempre fue cubierta con toros sementales de la línea pura bajo un sistema de cruzamiento por absorción. Mejoramiento genético Javier Garfias 53
que consiste en utilizar machos de una raza pura con hembras de otra raza, generación tras generación.
Castañeda de Gómez del Campo/ Piedras Negras, sitio, vida y memoria)
El esquema que utilizó Antonio Llaguno para formar la ganadería fue técnicamente insuperable. La simiente, importada de España, y su descendencia, solo se apareó entre sí para formar un núcleo de raza pura que fue aumentado paulatinamente.
Capítulo Seis LOS ANTEDEDENTES
En México, en las ganaderías de Piedras Negras, La Laguna y Zotoluca los señores González diseñaron un sistema de apareamiento, es decir sistema de crianza y selección distinto al proyecto que se trazaron los hermanos Antonio y José Julián Llaguno, de San Mateo. El de los hermanos Llaguno fue un diseño cimentado en el ganado criollo mexicano. Sistema con el que los Llaguno separaron entre 3 mil vacas cuneras (criollas), 30 vacas que cruzaron con el pie de simiente de Saltillo, importado de España. Fueron desde un principio lo de Zacatecas y lo de Tlaxcala, dos conceptos distintos, dos encastes independientes. Toros únicos emanados de dos ramas obtenidas del mismo origen que hoy caminan por rutas disparejas con enfrentados conceptos por sendas separadas. (Carlos 54 Javier Garfias
por Gustavo Robledo
H
ablar de la Familia Garfias en San Luis Potosí, nos obliga a remontarnos años –muchos años atrás- en la unión y su origen que tiene con otra familia ganadera de nuestra fiesta potosina: la Familia Labastida y su origen taurino en la Hacienda de Santo Domingo de la Familia Peña. La Hacienda de Santo Domingo fue desde su fundación hasta entrado el siglo XX una estancia de paso que servía como muleros y abrevaderos para quienes transportaban producto de las zonas mineras, agrícolas y ganaderas de la región para el paso de las caravanas, a la capital del País. Era un mesón donde se detenían las caravanas, y que posteriormente fueron asentando sus reales varios grupos de inmigrantes en la zona, desarrollando diversos polos productivos agrícolas y ganaderos de los cuales Sto. Domingo formó parte. A principios del siglo XIX el dueño de estas tierras fue rico francés
llamado Don Jesús Ivanhué, quien vivía en lo que actualmente se llama Santo Domingo el viejo; este personaje posteriormente le vendió todas estas tierras a la familia Peña. La ciudad de Polotitlán, Edo. de México, es una localidad situada en la parte norte de esta entidad federativa, en los límites con los estados de Querétaro e Hidalgo sobre la actual Carretera Federal 57. En la época prehispánica y durante los primeros años de la conquista esta zona fue conocida como Acahualzingo y San Nicolás de los Cerritos estableciéndose las primeras encomiendas y por ende los primeros asentamientos ya formales con personajes novohispanos que asentaban sus reales en busca de negocios agrícolas, ganaderos y de comercio, sobre todo. De entre estos personajes tiene su arribo en 1734 un español oriundo de Oviedo, don Juan Ruiz Polo, quien por su prospero desempeño logro asentar a sus descendientes como una familia ilustre y de gran fama en la localidad, lo que permitió que desde mediados del siglo XVIII y hasta pasada la mitad del siglo XIX que se elevó a categoría de Municipio, ésta pequeña villa tuviera el nombre de Polotitlán, cuyo significado toponímico aunado con la preposición náhuatl de “Titlán” que significa “Lugar de” o “donde
se encuentra” mas el apellido Polo, tuvo como sencillo resultado que el “Lugar de la Familia Polo” sea hoy la ciudad de Polotitlán. De esta ciudad, también destaca un distinguido “Polotitlense”, don José María Garfias Saldívar. Comerciante y agricultor nacido el primero de julio de 1797. con grandes dotes de ingeniero y de arquitecto, José María Garfias edificó el primer portal de Polotitlán, los mesones y la posta donde paraban los transeúntes, las diligencias y las bestias de carga que descansaban en el pueblo cuando llegaban del interior de la República. Pero, además cooperó en la construcción de la iglesia y de la escuela en la división de las calles, alineándolas y dirigiendo la mayor parte de las fincas y emprendió la grandiosa obra de surtir a este pueblo de agua. Pues bien, vamos entonces “cerrando la pinza” de nuestra noche. Resulta que un día, del poblado de Polotitlán, a orillas del viejo camino a Querétaro y por ende a San Luis Potosí, sale para realizar sus actividades económicas un joven comerciante llamado Teodomiro Garfias Polo, nacido en 1856, quien, por juegos del destino, en lugar de tomar una ruta hacia el sur, es decir en vez de seguir hacia la Ciudad de México, tomó rumbo hacia el norte en la búsqueda expanJavier Garfias 55
dir sus actividades en la ciudad de San Luis Potosí. Llegando –y hasta ahí llego- a hacer una parada de descanso en la Hacienda de Santo Domingo, donde recibe la bienvenida de su propietario don Miguel Peña.
la afrenta visual y moral que Teodomiro había causado con una de sus hijas, le “obligó” de manera cordial cerrar un compromiso de bodas para que cuando la pequeña Senorina “estuviera en edad de merecer” contrajeran matrimonio.
Don Miguel tenía dos hijas: Carlota Peña y López, quien casó con don Manuel Labastida Pesquera. De este matrimonio en 1887 nacería don Manuel Labastida y Peña, patriarca ganadero y fundador de la dehesa de bravo Santo Domingo. La otra hija de don Miguel Peña fue doña María Senorina Alejandra Peña y López.
Y así fue como se cerró el capítulo escrito por el destino –o más bien por don Miguel Peña- para que Teodomiro Garfias sentara sus reales en San Luis Potosí.
El destino, las reglas morales y la voz de mando de don Miguel Peña –el Señor de la casa- jugaron sus piezas para concretar lo que pudo o no pudo haber pasado. Don Marco Garfias se refería a esta anécdota con risas y mucho pudor, en atención a la época: resulta que un día Teodomiro, muy joven estando tomándose unos pulques en los bodegones de la Hacienda de Santo Domingo, donde no existían sanitarios ni urinarios, salió “de hacer las aguas” de un lugar cercano la pequeña Senorina, y Teodomiro fue testigo de cierta desnudez y la vio en posición nada apta ante un desconocido (eso dijo don Miguel) y como no hubo poder humano que le hiciera cambiar de opinión por 56 Javier Garfias
Una vez casados don Teodomiro y Senorina, y formada la familia Garfias Peña, el comerciante polotitlense sentó sus reales en la zona, y no solamente por la zona de Santa María del Rio. “Sentar sus reales” es cuando se llega a un sitio con el propósito de establecerse y de adquirir poder y dominio de las cosas. Se llamaba “real” al campamento minero, especialmente se refería al lugar donde estaba la tienda del ice del campamento. De ahí procede este dicho. Hombre de campo y sabedor de los negocios comenzó a ampliar su espectro de trabajo y así logro adquirir un buen número de haciendas. Entre las haciendas destacaron La Ventilla en Villa de Reyes y De Santiago en Villa de Arriaga, que en su época de apogeo llego a tener más de 15,000 hectáreas.
De este matrimonio nació en 1890 en la Hacienda de Santo Domingo, Antonio Garfias Peña, quien en 1918 a sus 28 años contrajo matrimonio con Irene de los Santos, jovencita de 16 años, originaria de Sabinas Hidalgo, N. L. que visitaba en San Luis a su hermana mayor, que ya radicaba en esta capital, “Chonita”. Este joven, Antonio Garfias Peña, dedicado también a la agricultura y ganadería, hereda junto con sus hermanos la vasta cantidad de tierras que de don Teodomiro, que muere en 1916, que integraban las haciendas Santiago y de La Ventilla administradas por él junto con su hermano Pancho Garfias a quien le vende su parte de La Ventilla y ser él su propietario, mientras Antonio se quedó como único dueño de Santiago. Don Pancho Garfias vende a la familia Beascoa La Ventilla y estos la venden a don Edgardo Meade Elordouy. Esta familia, los Beascoa serán de gran influencia en la formación y educación de don Javier Garfias de los Santos. Los primeros hijos de este matrimonio son: Irene nacida en 1920, casada con don Edgardo Meade Diez Gutiérrez; Antonio en 1922, quien falleció en un accidente de avión en pleno Centro Histórico de San Luis; Alicia en 1924; Francis-
co en 1929 y Javier en 1929. En 1935, nace Marco Antonio y a los 6 años en 1941 también 13 de junio, José Antonio Garfias el hermano menor de Javier y ganadero de De Santiago. Gustavo Robledo, Corresponsal de Al Toro México Capítulo Siete LA ERA CHICUELO
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etomando un camino que interrumpió la muerte, así fue como Javier Garfias se incorporó a la cría del toro de lidia en México. Marcó Javier la continuidad en el proyecto de los hermanos Antonio y Julián. Los Llaguno González que iban encarrilados por la senda que marcaron las cotas de excelencia logradas con el calificativo de sobresaliente en referencia a la denominación de origen del toro de lidia mexicano. El primero de febrero de 1925 comenzó el romance entre San Mateo y Manuel Jiménez Chicuelo. Es decir que para 1929, el año de cuando nació Javier Garfias ya San Mateo era ganadería de cartel. Los Llaguno sustituyeron los barcos de cabotaje existentes -vacas criollas mexicanas-, en el proyecto ganadero mexicano, cambiándolo con naves de gran calado que resultaban de la cruza con el toro y las vacas españolas de sangre Saltillo … Javier Garfias 57
Pero, ¡Cuidado! Javier Garfias en conversaciones con amigos se refería constantemente a este punto de la reunión genética entre el toro criollo, o cunero como lo distinguen pueblos de Sudamérica. -“Fíjate que fueron 14 las vacas de Saltillo y tres los toros… y hoy, San Mateo, Garfias, Mimiahuapan, Chafik, Reyes Huerta y otro puñado de ganaderías cubren la geografía mexicana.” Fue la del primero de febrero del 25 la tarde que despejaría el camino y se iluminaría la historia que tuvo a Manuel Jiménez Chicuelo como faro orientador. Aquella tarde del mano a mano Rodolfo Gaona y Manuel Jiménez Chicuelo, con los toros de San Mateó, se inició con el leonés con un puntazo hondo ocasionado por el primer toro de la tarde. La situación ocurrió después de despachar a su primer enemigo; Chicuelo, por el percance de Gaona, se quedó él solo con los cinco toros restantes, Manuel Jiménez inició con muy buena letra su galanteo con San Mateo y, muy despacito, escribió, con muy buena letra la carta de su primera aventura con toros de Llaguno. Ocurrió antes que llegara al mundo don Javier Garfias. A Garfias en el camino de su vida le esperaban las fórmulas genéticas que le abrirían las puertas al encaste Llaguno. La tarde del romance de Chicuelo con San Mateo, el sevillano le cua58 Javier Garfias
jó a Lapicero una faena alegre y pinturera. Faena en la que sobresalió una serie de cinco naturales ligados perfectamente y rematada con el clásico forzado de pecho. Haber recurrido al descabello dejó todo en clamorosa ovación para el torero mientras el público obligó a los mulilleros pasear al toro triunfalmente en el arrastre. En esa misma corrida, aquella misma tarde Chicuelo cortó su primer rabo en suelo de México. Toreó primorosamente a Consejero. Un cárdeno cornicorto con el que sí estuvo acertado con el acero. Transcurrieron nueve meses, y el 25 de octubre de 1925 el sevillano la volvió a armar, pero con Dentista. Un toro de escaso trapío, protestado al salir de chiqueros. No obstante, a medida que pasaban los minutos el toro creció con la emotividad de la belleza del trasteo de Chicuelo. El toro fue muy aplaudido en la vuelta al ruedo que se le otorgó por su bravura y habiendo cuajado el coleta andaluz un faenón de escándalo, llevándose dos orejas y rabo a pesar de tres pinchazos. Además, dio dos vueltas al ruedo y saludó cuatro veces desde los medios. El famoso cronista taurino Rafael Solana Verduguillo apuntó: - Imposible resulta seguir paso a paso
la faena, porque el cronista se olvida de la obligación que tiene de anotar en su carnet los detalles y, arrojando papel y lápiz, se dedica a gozar del espectáculo en toda su grandiosidad… Lo que hubo fueron veinticinco pases naturales, todos ellos clásicamente engendrados y rematados, provocando con la pierna contraria… Apreciado y respetado lector, le cuento que con Verduguillo en ese momento, ante aquella joya taurina nació la crónica en el toreo moderno. Fue un relato que se encarpetaría para ser guardada en los archivos la vieja revista y con ella fueron archivados los revisteros. La narrativa del toreo en América dio pasos más adelantados que en la misma España. El motivo era Chicuelo convertido en epígono de una tendencia que todo lo explicaría en iluminada lección en la Plaza de Toros de Madrid ante el toro Corchaito de Graciliano Pérez Tabernero. La faena de Chicuelo en El Toreo de La Condesa la realizó el sevillano tres años antes de la faena sublime de Madrid. Trasteo considerado por los maestros como discipular. Es decir, con sentido explicativo. Trasteo que marcó nuevos derroteros para el toreo en España y abrió senderos en América. Caminos abiertos no solo para los toreros, también para los ganaderos
como bien avizoraría Javier Garfias en su inteligencia. También para los cronistas taurinos que revisarían, de ese día en adelante. el planteamiento de la narrativa en el relato de la crónica... Aquella apoteosis de Madrid animó a que Chicuelo se encerrara en México, en la plaza de El Torero de La Condesa, con seis toros de San Mateo, el 7 de marzo de 1926. Fue la tarde que sobresalieron las faenas a Comisario y Peregrino, dos toros a los que les cortó las orejas y los rabos. La renovación de la faena de Chicuelo comenzó cuando se superan las tendencias predominantes en momentos sucesivos cuya supervivencia disminuida a lo largo del tiempo, o desaparecida para siempre… En los libros de la memoria de la temporada de 1926 se inscribieron los anales de la historia del toro bravo mexicano varios toros importantes. Fue la historia grande de don Antonio Llaguno González pues, además de Duende, Molinero y Barbudo, toros lidiados por Victoriano Roger, con los toros Sapito y Don Quijote. Pepe Ortiz y Roger Valencia II, triunfaron el 4 de diciembre de 1927 en El Toreo en jornada de leyenda, por la memorable la faena a Sapito que le cortaron las orejas y el rabo y, además, dar la Javier Garfias 59
vuelta al ruedo en compañía de los hermanos Antonio y Julián Llaguno González. A Don Quijote le cortó las orejas y el rabo el valenciano Enrique Torres. El orfebre tapatío, Pepe Ortiz, y el levantino Victoriano Roger, salieron de la plaza a hombros de los aficionados. La reseña de aquella tarde en La Condesa la resumió el cronista Monosabio con el titular: ¡Y así, aquí, no ha toreado nadie! Al final los años veinte los hermanos Llaguno siguieron cosechando éxitos con San Mateo. Triunfos como el de la Corrida de la Oreja de Oro, 12 de febrero de 1928 que fue la tarde en la que sobresalió Hechicero por la faena que elevó al estrellato a Fermín Espinosa “Armillita Chico”. Fue su primer año como matador de toros. Era entonces el de Saltillo un becerrista, por lo menos en apariencia de su aniñada figura, pero un maestro por su quehacer. Armillita Chico le cortó el rabo a Hechicero y obtuvo el trofeo que había donado Rodolfo Gaona. Fermín Espinosa dio la vuelta al ruedo con don Antonio Llaguno. Más tarde el ganadero y el torero serían enconados enemigos hasta la muerte. Lo que explica Luis Niño 60 Javier Garfias
de Rivera en su libro Sangre Llaguno: - …El ganadero estaba convencido de la enemistad del torero hacia su persona, enemistad que expresaba a través de la lidia que le daba a los toros de San Mateo. Reconocía don Antonio en Fermín una enorme capacidad como torero, capacidad que servía de fundamento para creer que, con tanto talento, la única explicación era que no quería darles a sus toros la lidia adecuada para hacerlos lucir. Era mucho talento desperdiciado comentaba don Antonio cuando escuchaba que comentaban cosas buenas de Armillita Chico, pues al ganadero únicamente le cabía en la cabeza que Fermín Espinosa tuviera propósitos ulteriores con los toros de San Mateo y, por consiguiente, con él, al torearlos a contra estilo, doblándose con ellos, cuando lo que requerían era darles recorrido para que fueran a más... La culminación de esta confrontación se dio la tarde del 20 de febrero de 1944 cuando ambos accedieron a una encerrona del diestro coahuilense con seis bureles del zacatecano, es decir seis toros de San Mateo. Un verdadero duelo de titanes que no estaba planeado como tal originalmente. El programa inicial incluía a Silverio Pérez el “Faraón de Texcoco”, en lo que sería también un cartel
controvertido, un mano a mano entre Fermín y Silverio y toros de San Mateo. El destino puso las cosas de tal manera que había que tomar decisiones de gran altura, si querían comportarse como grandes del toreo. El antes mencionado autor José Antonio Villanueva Lagar en su libro San Mateo encaste con historia, cuenta que los lectores de Eco Taurino participaron en una elección por votación de los toreros y los toros que integraron dicho cartel. El cómputo final fue un total de 4 mil 339 votos a favor del encierro de San Mateo. La Punta logró 964 votos. Una semana más tarde Armillita lidió discretamente a Faraón. Toro premiado en el concurso de ganaderías, compitiendo frente a reses de Atenco, San Diego de los Padres, Piedras Negras, Zotoluca y La Laguna. La Oreja de Oro, disputada el 3 de febrero de 1929, Francisco Vega de los Reyes Gitanillo de Triana estuvo a punto de regresar marchito a España. Había tenido una actuación irrelevante hasta que bordó el toreo con el encastado Como Tú, para cortarle el rabo y apoderarse en buena ley del trofeo como triunfador de la tarde. Las seis verónicas del gitano pasaron a la inmortalidad y hoy, las fotos de aquella
tarde, especialmente la foto de la verónica por el pitón derecho de Como Tú, es ejemplo y modelo de lo que debe ser este lance fundamental. Como Tú dejó un imborrable recuerdo de Curro Puya y, cuentan, que su hermano Rafael Vega de los Reyes, Gitanillo de Triana -suegro del matador de toros caraqueño Héctor Álvarez -, a los 15 años de la faena a Como Tú por su hermano Francisco, cuando se presentó en la Plaza México aquella temporada de Manolete en 1944, pidió que para la corrida de su confirmación de su alternativa fuera con toros de San Mateo. Todo lo que hemos relatado y que se basa en el testimonio de toreros, cronistas y ganaderos, son antecedente de San Mateo. Todo ocurrió cuando nació Javier Garfias el año y la temporada de toros de 1929 en México. Una ganadería que, para 1948, cuando Javier Garfias de los Santos le compró el ganado a don Manuel Labastida, San Mateo era una ganadería ya reconocida por su categoría y de cuya existencia se habían enterado en España por boca de sus toreros y por sus éxitos, por voz de quienes participaron en sus triunfos. Javier Garfias marcaría en su vida la virtud de estar siempre donde pasaban las cosas. El cartel de San Javier Garfias 61
Mateo era óptimo, y lo era cuando Javier Garfias adquirió el ganado de Santo Domingo para formar su propia ganadería. Capítulo Ocho LA GUERRA CALLADA
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os grandes vertientes coinciden en el enfrentamiento, o en la contienda: la rivalidad y la competencia. El 10 de agosto de 1924 se recordarán en la historia callada de la ganadería mexicana un par de detalles que germinaron envueltos en situaciones no conocidas con exactitud, pero que generaron conflictos muy serios y enfrentaron a los hermanos Madrazo, los ganaderos de La Punta con don Antonio Llaguno González, el ganadero de San Mateo. El conflicto tuvo consecuencias lamentables y un final irreparable, tan considerable que ni la misma muerte logró solventar. Relata en su libro El Color de la divisa don Francisco Madrazo Solórzano, aficionado muy interesante entre todos los que he conocido. Le conocí a los pocos días de haber llegado a México en octubre de 1969. La tarde que él, como ganadero, estrenaba la divisa de Pastejé. Eran los toros de la corrida para la 62 Javier Garfias
presentación de Manuel Benítez El Cordobés en la plaza de toros Monumental Lorenzo Garza de Monterrey. Toreaba El Cordobés con Manuel Capetillo y Eloy Cavazos. De Pastejé también fueron los toros de la corrida de Torreón, Coahuila. Corrida anunciada para el día siguiente en un mano a mano entre Curro Rivera y Eloy Cavazos. Comentaban los taurinos extrañados la adquisición de la ganadería de Pastejé, aquella fue vivió días de gloria con los toros Clarinero, Tanguito y Andaluz, la tarde de la alternativa de Antonio Velásquez con Armillita Chico de padrino y Silverio testigo de la gran tarde. Aquel fin de semana reunió grandes aficionados en Monterrey, toreros de diversas épocas y periodistas curiosos de los más distintos medios. Es que toreaba El Cordobés. Tuve la oportunidad de conversar con don Francisco Madrazo. Como es de imaginar, por el apellido, Madrazo, estuvo muy ligado a la ganadería de La Punta por ser sus propietarios su familia cercana. Aprovecho la ocasión y recurro a Carlos Castañeda Gómez del Campo, romántico ganadero, taurino muy entendido y estupen-
do escritor de la historia del toro mexicano.
México, asume control y responsabilidad sobre Pasteje”.
Carlos Castañeda publicó en la revista “Campo Bravo” Nº 1, año 3, junio de 1997 (pp. 22-25) el interesante trabajo: “Pasteje, un siglo de pasión e ilusiones”. Sería muy atrevido de mi parte apuntar cosas que alterarían tan seria apreciación. Solo interesa agregar que en 1936 Antonio Pliego y Villalba vendió, a Lorenzo Elízaga la entonces hacienda de Pasteje. Antonio y Javier Algara Sánchez se asocian con Elízaga y en ese momento la hacienda se convierte en fuerte promesa que consolidó, a partir de 1937 Eduardo N. Iturbide, cuyo tío tatarabuelo fue el sufrido primer emperador de México, don Agustín de Iturbide.
Ocho años después, Paco Madrazo adquirió fierro y ganado de tan célebre hacienda que pasó a los potreros de la otrora famosa ganadería de La Punta. La corrida de Eloy, Capetillo y El Cordobés fue en 1969, es decir al año de Madrazo como propietario de Pasteje.
Como es sabido, en 1938 Pasteje se nutrió de casta de Murube, con lo que dicha ganadería conquistará grandes triunfos a partir de 1943. Luego, en 1950 Luis Javier Barroso Barona es el nuevo propietario de Pastejé que también acumuló otro buen conjunto de notas extraordinarias. Como dice Carlos Castañeda Gómez del Campo, “es en abril de 1960 cuando Alejo Peralta, industrial y principal impulsor del desarrollo de esta zona del estado de
Hoy en día, ¿qué puede escribirse en el nuevo capítulo de Pasteje? Todo lo que tenga que ver con la compra y administración que ha recaído en el Ing. Carlos Peralta, que materialmente ha hecho emerger de las sombras del pasado una floreciente ganadería que lentamente acumula calidad, misma que será reconocida de nueva cuenta cuando los toros de Pasteje vuelvan a salir a los ruedos de las mejores plazas de México. Escribe don Francisco Madrazo en El color de la divisa: -El mismo día que falleció don Ignacio Madrazo y Carral, coincidencialmente, ese mismo día nacía en Saltillo Coahuila “Armillita Chico”. Aquella mañana del 3 de mayo de 1911 es el día que está sellado el documento de la herencia de la ganadería de La Punta a doña Carlota García Granados, un documento en el que se nombra al padre de Paco Madrazo Javier Garfias 63
Solórzano, administrador general de los bienes de doña Carlota entre los que estaba la ganadería de La Punta. Ha sido la ganadería de La Punta un referente histórico en años dorados de la tauromaquia mexicana. Ganadería formada con vacas de San Nicolás Peralta, vacas cuneras o criollas, como se conocía la denominación de ese ganado en Sudamérica que cruzarían con los toros españoles Pincha Sapos 23 de Parladé y Finezas 18 de Saltillo. Dos sementales de casta española vendidos a Ignacio Madrazo y Carral por el cuñado de Joselito el Gallo, Ignacio Sánchez Mejías. Las cruzas de las vacas criollas con Parladé y Saltillo, no funcionaron. La fórmula de los Madrazo era diferente a la de los LLaguno y los toros de La Punta, procedentes de aquellos empadres, fueron rechazados por empresarios y toreros. En 1919 el padre de don Francisco Madrazo fue nombrado por la heredera de los bienes de la familia encargado de la administración de La Punta. Ante la decepción de la cruza con los toros españoles Madrazo y Carral le compró a los hermanos Llaguno vacas de San Mateo y dos toros sementales para sustituir a los sementales de Parladé 64 Javier Garfias
que desilusionaron en su intención de mejorar el hato bravo de las vacas cuneras. Fueron los toros 3 y 6, de la ganadería de los Llaguno, entonces ubicada en el Municipio Valparaíso, Estado de Zacatecas. Toros de San Mateo encargados de corregir los entuertos en La Punta. Cinco años más tarde fue el debut, o presentación oficial de La Punta, con seis novillos producto de la cría de las vacas de los hermanos Llaguno González de San Mateo, lidiados el 10 de agosto de 1924 por Juan Espinosa “Armillita”. Hermano mayor de “Armillita Chico”; Porfirio Magaña y el novillero español Manuel Navarro completaron el cartel. El novillero sevillano hijo del conocedor de la ganadería de Benjumea, famosa porque la había comprado Joselito a finales de 1918. Fue Benjumea una de las más renombradas vacadas de la casta vazqueña en sus mejores momentos, pero para cuando Gallito la compra estaba en franca decadencia, hasta el punto de que la afición en un primer momento no creyó que el diestro hubiera pagado las 800 mil pesetas de las que hablaba la prensa. Noticias que se conocieron el 28 de diciembre de 1918, Día de los Santos Inocentes, por lo que inicialmente pasó por una traviesa inocentada, al extremo que el propio Joselito tuvo que enviar un te-
legrama a los medios los primeros días del nuevo año dando fe de la compra de la ganadería.
los hermanos Madrazo le ofrecieron a su padre, su amigo Antonio Garfias Peña.
No era para menos.
Se refiere don Francisco Madrazo en El Color de la divisa que: - … al poco tiempo, por cosas de la ganadería brava que tiene tantas pasiones y enciende pronto el carácter de los hombres metidos en este medio, al toro Campanero, número 3, indultado por Porfirio Magaña el 10 de agosto de 1924 : -Lo mandó a castrar mi padre, don Francisco Madrazo, para dárselo al mediero Luis Pérez.
El otrora famoso hierro se había convertido en un criadero de marrajos ilidiables, de hecho, el redactor de El Día -el primero de enero de 1919- le pide a Joselito que no vuelva a lidiar en Madrid, pues las tres corridas lidiadas durante la temporada capitalina habían sido un completo fracaso. Continúa su relato Madrazo: -Navarro, como era de esperar, estuvo mal con los novillos Cachetero, número uno y Picorete, número dos. Sobresalieron los novillos Limonero, castaño bociblanco y el cárdeno Campanero, número 6 de San Mateo hijo de la vaca Campanera, 124. El novillo dió muy buen juego y fue indultado tras emotiva faena de Magaña. Lidiado el sexto lugar fue la parte muy importante de un inesperado y aún no dilucidado conflicto entre los ganaderos más importantes en el México de aquella época. Nuestra especulación, amable lector es que aquello fue lo que influyó años más tarde (1948) cuando Javier Garfias rechazó las vacas y los toros de La Punta, que
Se refiere Madrazo a la persona que alquilaba las tierras de la finca para sembrar. Se conoce como mediero a la persona que explota a medias con otra un negocio, en especial una explotación agrícola o ganadera como era La Punta. Luis Pérez, así se llamaba el mediero, castró y amansó a Campanero, unciéndolo a su yunta de bueyes. Luis Pérez convirtió en buey a un toro indultado por bravo y por noble. Gravísima ofensa a su criador y a la especie del toro bravo. Humillado Campanero hasta el día que llegaron los cristeros estuvo arando la tierra de La Punta el toro de San Mateo. Cristeros se llamaban aquellos que Javier Garfias 65
participaron en los alzamientos armados entre 1926 y 1929 en México, al grito de “¡Viva Cristo Rey!” Los Cristeros se levantaron en armas en los estados mexicanos de Jalisco, Colima y Michoacán, en contra de la prohibición gubernamental, basada en la Constitución. Quemaron la casa de La Punta y mataron a Campanero. amás hubo reconciliación con don Antonio Llaguno. Juan Antonio de Labra, sobrino de los señores Madrazo propietarios de La Punta, destacado periodista y conocedor de la historia verdadera del toreo mexicano, hace objetiva referencia al hecho en esta situación en una nota publicada en Al Toro México cuando se conmemoraron 90 años de los acontecimientos a los que su tío Francisco Madrazo Solórzano hace referencia en su libro El Color de la Divisa y el destacado periodista Juan Antonio de Labra, en Al Toro México, relata: - Hoy se cumplen 90 años del debut de la ganadería de La Punta en la plaza El Toreo de la Condesa, debut que se saldó con un triunfo que quizá no imaginaban los hermanos Francisco y José C. Madrazo García-Granados, ya que en ese entonces, en la finca jalisciense apenas comenzaban a dar sus primeros pasos como ganaderos. 66 Javier Garfias
El trabajo genético de manera profesional comenzó en el año de 1919, cuando compraron un lote de 50 vacas y dos sementales a la ganadería de San Mateo, propiedad de don Antonio Llaguno González. Antes habían tenido ganado criollo, con la intención de lidiarlo de manera casual, para su goce y entretenimiento. De esta guisa, en aquella tarde del 10 de agosto de 1924, la empresa de El Toreo que gestionaba José del Rivero, adquirió un encierro de La Punta que procedía completamente de reses descendientes del hierro de San Mateo. Se trataba de una corrida mixta. En el cartel figuraban los nombres del matador sevillano Manuel Navarro, un torero de poco fuste, y de los prometedores novilleros Juan Espinosa “Armillita” y Porfirio Magaña, que hicieron el paseíllo en medio de un llenazo. -Los diarios se hicieron eco de la presencia en la plaza de la “bella señorita” Eva Platt, candidata del gremio de ferrocarrileros para “embajadora de la simpatía por el Distrito Federal”, pues el festejo fue en su honor. -Los nombres de los ejemplares de La Punta que se lidiaron en este festejo se llamaban así: “Limonero”, “Cachetero”, “Relamido”, “Picorete”, “Tapatío” y “Campanero”, y se saldó con un balance de sendas vueltas al ruedo y un indulto. En las páginas de El Universal Taurino, el excelente se-
manario que marcó toda una época de las letras de toros del periodismo mexicano, el reconocido cronista Rafael Solana “Verduguillo” escribió: -El triunfo ha sido completo para los señores Madrazo, que deben estar orgullosos de que, de los seis ejemplares enviados por ellos a la plaza, cuatro hayan sido calurosamente ovacionados, y uno, el sexto, de nombre ‘Campanero’, cárdeno claro, bien puesto, marcado con el número 2, haya sido indultado. Triunfo más rotundo que el de esta tarde hace tiempo que no lo obtiene ningún ganadero mexicano. Mi enhorabuena, y que siga la casa por ese camino. -El poco sitio que tenía Manuel Navarro se evidenció en la lidia del segundo toro de su lote, al que tardó en dar muerte. Y más notoria fue su falta de recursos para haber aprovechado mejor la condición de dicho ejemplar, que recibió el premio de la vuelta al ruedo. -Uno de los pasajes interesantes corrió a cargo de Porfirio Magaña delante del tercer novillo, al que dio varios naturales ligados con el clásico pase de pecho, en una clara evocación belmotina. Y tuvo que enfrentar al toro que lesionó a Juan Espinosa “Armillita” cuando éste intentaba gallearlo en banderillas, percance que le impidió continuar la lidia, lo que obligó al michoacano a torear un total de cuatro novillos: los dos de Armillita y los dos de su lote.
El indulto del bravo “Campanero” El novillo “Campanero” era hijo de la vaca “Campanera”, número 124, cárdena bragada, marcada con el hierro de San Mateo, y le tocó en suerte a Porfirio Magaña, pero dejemos a Verduguillo continuar con su relato, en el que se puede advertir la singular terminología de la época: - “Cerró plaza un bonito ejemplar, cárdeno salpicado y con buen armamento en la sesera. El desorden que reinaba en el ruedo era terrible. Los peones de Magaña, disputándose el toro con los peones de Armillita, que eran los que tenían la obligación de lidiar este animal, ya que le correspondía a su matador. - “En medio de indescriptible baraunta, Porfirio se abre de capa y es aplaudido. Diablito también suelta unos lances. Los peones capotean a diestra y siniestra. Pero ‘Campanero’, que así se llama el bravo toro, tiene para todos. - “Al fin se restablece el orden para que veamos cómo ‘Campanero’ toma un puyazo sin recargar. Luego entra en funciones Felipe Mota y coloca la vara de la temporada; el toro empuja fuerte y el picador aprieta el palo. ¡Bello espectáculo es el de un buen puyazo! ¡Lástima que sólo podamos saborearlo de tarde en tarde! - “El público se entusiasmó con la bravura del burel y, después de banderilleado, éste, pide el indulto Javier Garfias 67
que concede el Presidente, ordenando que ‘Campanero’ vuelva a los corrales. Ovación grande para los señores ganaderos”. - Bien vale la pena hacer un apunte, se detiene en su relato Juan Antonio de Labra: - Mi abuelo Paco y mi tío Pepe Madrazo no salieron a saludar la ovación al tercio, ni tampoco los invitó Magaña a dar una vuelta al ruedo. De hecho, nunca fueron muy dados a este tipo de reconocimiento. Además, y como señala Guillermo E. Padilla en su obra cumbre “Historia de la Plaza El Toreo”: - “Aquella tarde los señores Madrazo, por encontrarse de incógnito entre el público y no instalados en el palco de ganaderos, no salieron al ruedo a recibir las ovaciones con que los aficionados deseaban premiar la bravura de sus pupilos”. - Solamente conozco dos fotografías de mi abuelo, apunta Juan Antonio dando la vuelta al ruedo: La foto que quedó para la historia, al lado del maestro Fermín, su cuñado, Jesús Solórzano Dávalos, y Manolete. Tras la célebre corrida del 16 de enero de 1946 en El Toreo, y otra con Antonio Velázquez, luego de una memorable corrida de La Punta durante un intenso mano a mano entre el aguerrido torero leonés 68 Javier Garfias
y Silverio Pérez que tuvo lugar en la clásica fecha del 1 de enero – tristemente desaparecida– en “El Progreso” de Guadalajara. - De las cuadrillas que actuaron en la tarde del 10 de agosto de 1924, merece destacar la actuación de los picadores Felipe Mota, que esa tarde se sobrepuso a un aparatoso tumbo en un toro anterior al del gran puyazo que nos refirió Verduguillo. Con el paso de los años, Felipe Mota se convirtió en el tentador oficial de La Punta. También actuaron otros varilargueros de acreditada fama, como El Güero Guadalupe y Juan Aguirre “Conejo Chico”; y de los de plata se las vio con los punteños el popular Francisco Gómez “El Zángano”, al que todavía me tocó ver hace ya muchos años en el comedor de la ganadería de Peñuelas, amputado de una pierna, postrado en su silla de ruedas, pero con toda su picaresca a cuestas. - Supongo que el distanciamiento se debió a algún comentario desafortunado de parte Antonio Llaguno que, según cuentan quienes lo conocieron, era un hombre proclive a la crítica; un ser egocéntrico al que no le gustaba que nadie le hiciera competencia. En esos años, La Punta desechó todo el ganado procedente de San Mateo. Es muy posible que este enfado de
mi abuelo coincidiera con el ofrecimiento que le había hecho Juan Belmonte para comprar el ganado español cuya venta obligó al Pasmo, tiempo después, y entre otros conflictos, a escindirse de la Unión de Criadores de Toros de Lidia de España. Una importación sin precedentes - El primer lote de Parladé (vía Gamero Cívico) llegó a La Punta a mediados de 1925, y se componía de 16 vacas (menos una, la «Coquinera», que murió en la travesía), los erales «Comparito”, número 29, y “Candilejo”, número 83, así como los utreros “Sardinero”, número 29, y “Conco”, número 20. - El segundo lote de ganado adquirido por los Madrazo en 1927 fue más numeroso, ya que venían 40 vacas, cuatro sementales, nueve erales y dos añojos; es decir, un total de 55 individuos con el hierro de la ganadería andaluza de Campos Varela. También arribó una parada de cabestros, lo que se traduce en un fiel reflejo del grado de profesionalidad que los ganaderos jaliscienses pretendían infundir a su torada. - Y fue precisamente con los productos de este ganado con los que La Punta adquirió su verdadera dimensión al cabo del tiempo, siendo la primera ganadería mexicana, que en su tiempo, realizó la importación más grande de vacas de vientre y sementales españoles, mismos que ya no fueron cruzados con ganado criollo, como sí lo hizo San Mateo en su día
con los dos lotes de reses adquiridas al Marqués de Saltillo en 1908 y 1911, respectivamente. - En esos años del insalvable distanciamiento con Antonio Llaguno, fue cuando estalló la “guerra” entre los bandos conformados por ganaderos de Tlaxcala y Zacatecas. La Punta, sumada al ejército de los criadores tlaxcaltecas, estableció una estrategia para la lucha sustentada en dos grandes generales del toreo – el maestro Armillita y Jesús Solórzano– y obligó a Llaguno y sus aliados echaran mano de la fuerza de otros dos colosos del toreo, como fueron Lorenzo Garza y El Soldado. La lucha de poderes desembocó en el famoso «Pacto de Texmelucan» firmado en 1941. - Así estaban las cosas en aquellos años de la Época de Oro del Toreo en México, ahí cuando todavía el amor propio, y las mechas de la rivalidad y el encono, se encendían con el ligero chasquido de una chispa. La fulgurante chispa del orgullo Capítulo Nueve EXPLOTA EL ARTE
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n la temporada mexicana del año 29 explotaron varias minas de carga profunda. El detonante de cada carga lleva un nombre, un torero que se convertiría en el tiempo en el titulo de una leyenda: Joaquín Rodríguez Cagancho, uno de los sorprendentes triunfadores, gracias a la colaboración de Javier Garfias 69
las maravillosas condiciones de Vidriero de San Mateo. El valenciano Vicente Barrera fundamentó su proyección en los toros Formador y Ruiseñor, ambos productos de la vacada del señor Llaguno. Aquel año 1929 en insistente túnel del tiempo, don Alfonso de Icaza organizó un evento que marcó el camino exitoso que buscaba don Antonio para San Mateo: la Corrida de la Oreja de Oro: Ocho de San Mateo Ocho. Para el tapatío Pepe Ortiz, los sevillanos Joaquín Rodríguez Cagancho y Francisco Vega de los Reyes Gitanillo de Triana y el valenciano Vicente Barrera. Tarde inolvidable para el hierro de don Antonio, en aquella corrida destacó el toro Como Tu inmortalizado por el lente del gran Luis Reynoso con la fotografía de un lance insuperable que aún hoy es alabado en el tatuaje de la ejecución de Francisco Vega de los Reyes, Gitanillo de Triana o Curro Puya. Se la considera una exigente lección de ejemplo de cómo torear a la verónica. Vale la pena que nos detengamos ante esta foto, gozar el inenarrable documento del lance a la verónica como comenta el periodista Rafael Solana hijo, o José Cándido, en la firma de sus crónicas, que destacaba que Luis Reynoso fue un integrante más de la célebre “Unión de Fotógrafos Taurinos de México”, 70 Javier Garfias
gremio creado en 1928 por los fotógrafos Samuel Tinoco, Eduardo Melhado y Enrique Díaz. En 1940 aquella sociedad celebró una exposición, en la que convocados los diferentes artistas de la fotografía fue posible concentrar un trabajo colectivo con lo mejor de lo mejor. En ese sentido, Rafael Solana apuntaba: “No ha sido suficientemente estimada la labor del fotógrafo dentro de la fiesta taurina. El fotógrafo completa, contiene y afianza al poeta y al pintor, que respaldados por el artista de la cámara puede pulir y abrillantar las escenas que se suceden en el ruedo sin el peligro de que, devorado por la fugacidad de un instante, todo vuele hacia la fantasía y se convierta en mera creación imaginativa. El fotógrafo en los grandes fastos de la tauromaquia en las hazañas heroicas en las tardes en que desborda la maravilla de arte que es el toreo, es el notario que da fe, con su respetabilidad, con su crédito público de hombre que sólo trata con realidades, de que aquello que incendió nuestros ojos en una llamarada increíble no fue solamente un ensueño, sino fue una verdad. Si el fotógrafo no rescatara pruebas palpables, evidentes, incontenibles, todos los extraordi-
narios momentos del arte se mezclarían en nuestra memoria hasta convertirse en una sola masa de irrealidad, de fantasía, de sueño”. Hasta aquí con esa elogiosa nota que sigue con otros apuntes convertidos en la justa calificación de tan notable tarea que, por fortuna, ha quedado registrada en infinidad de publicaciones donde la célebre firma “Reynoso” confirma todos estos dichos, que nos refieren a un auténtico artista del lente. El mérito de aquellos diletantes de la imagen, de auténticos profesionales en la fotografía, permite recuperar un pasado que nos parece todavía más representativo en la medida en que esos registros adquieren una dimensión especial, y que recreamos porque muchas de ellas alcanzaron el centro mismo de una suerte, de la “fugacidad de un instante” –Rafael Solana dixit-. Loor a Luis Reynoso. Ocurrieron dos acontecimientos trascendentes para la tauromaquia mexicana, determinantes para Javier Garfias en su camino y formación como ganadero de reses bravas: como señalamos en su momento, el conocido Pacto de San Martín Texmelucan 1940 y, el otro acontecimiento, y tal vez mucho más determinante, el fallecimiento de don Antonio Llaguno González 1953.
Muerte que más adelante abrirá las puertas para acceder a lo que Luis Niño de Rivera ha llamado con acierto Sangre de Llaguno. Quedaban atrás los nombres de los integrantes de una legión de toreros muy importantes que sostuvieron con recia personalidad y variadas expresiones el desarrollo definitivo de la tauromaquia mexicana. Fueron ellos: Lorenzo Garza, Luis Castro El Soldado y Fermín Espinosa “Armillita Chico”, Alberto Balderas, Chucho Solórzano y Pepe Ortiz… El domingo 21 de diciembre Manuel Jiménez Chicuelo, mató la corrida de la divisa bolchevique - apelativo que le dio Verduguillo a los colores de Piedras Negras. Cartel, Chicuelo mano a mano con Gaona. Último gran triunfo de Gaona con toros de Piedras Negras. “Estaba por comenzar la revolución taurina en México”. Comentario del destacado historiador taurino mexicano don Carlos Castañeda Gómez del Campo, escritor y ganadero. -Y, al igual que la anterior revolución sin un general mexicano Juan Silveti, padre de Juanito y abuelo de David y de Alejandro y bisabuelo de Diego, daba la cara y el cuerpo todas las tardes, como ha sido la consigna de la dinastía.
Javier Garfias 71
- El Torero de la Regadera podía y pudo con todos. Jamás rehuyó a una pelea, dentro de ruedo ni fuera de él. Era un torero macho que basaba su dominio sobre los toros en su valor indomable, en un toreo sin florituras y siempre tenía en sus manos la onza de cambio. Faltaba por llegar el más grande de los toreros de México: Fermín Espinosa Saucedo, Armillita Chico. Era en el tiempo de la retirada de Gaona, que Fermín empezaba su carrera como becerrista. A los pocos años sería la revelación en la tauromaquia mexicana y llegaría al toreo y a su cima bajo los cánones recién establecidos por Chicuelo. Entre 1927 y 1930 tomarían la alternativa los matadores de toros que iniciaron la época dorada, la generación de la independencia taurina de México: Armillita, 1927; Heriberto García, 1928; Carmelo Pérez y Jesús Solórzano,1929: Alberto Balderas, 1930; Carnicerito de México, 1931; Silverio Pérez, 1938; David Liceaga y el Calesero 1939; Carlos Arruza, 1940. Época de oro del toreo mexicano que se iniciaba con una lucha a cuartel entre dos bandos. La Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia fundada en 1930 como la Unión de Criadores de Toros de Lidia, en la que no participaban los hermanos Llaguno González y no pertenecerían nunca se enfrentaría, contraviniendo 72 Javier Garfias
la razón y el motivo de su fundación que había sido reunirse para defender problemas agrarios y aumentar la presencia del toro mexicano en la fiesta de México. Los fundadores de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia en 1930, fueron: Manuel Barbabosa de Atenco; Juan de Dios Barbabosa, San Diego de los Padres: Francisco y José Madrazo, La Punta y Matancillas; Viliulfo González, Piedras Negras y La Laguna; Aurelio Carvajal por Zotoluca y Edmundo y Jorge Guerrero por Xajay. Jorge y Eduardo Jiménez del Moral, Quiriceo; Antonio Gómez Gordoa, Malpaso; Carlos Hernández de Rancho Seco y Felipe González de Coaxamalucan. Para 1931 la Unión tenía 15 socios. Corría el año de 1938 cuando la rivalidad entre “Armillita” y Garza culminó con el planteamiento de una situación difícil para el empresario de El Toreo de La Condesa, Jesús Torres Caballero, que se preguntaba con quien podía contar para la celebración de la temporada 1939 – 1940. Capítulo Diez DIVIDIERON MÉXICO
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l mundo taurino mexicano se dividió en dos bandos, en cada bando una cabeza: “Fermín Espinosa “Armillita Chico” y Lorenzo Garza.
El origen de este cisma fue la división provocada por los ganaderos. División que más adelante encontró en su camino a Javier Garfias. El conflicto entre los ganaderos, promovido por la posición antagónica entre los hermanos Llaguno González y los criadores de Tlaxcala, los González de La Laguna y de Piedras Negras, dio paso a la creación de la Unión de Criadores de Toros de Lidia de quienes se oponían a los Llaguno, dejando fuera a la ganadería de San Mateo. Es decir que los hermanos Antonio y Julián Llaguno no fueron agremiados. En la temporada 1933/1934 solo participaron cuatro toreros: Armillita, Balderas, Jesús Solórzano y Domingo Ortega. La ganadería de San Mateo fue excluida por viejas rencillas con Eduardo Margelli, personaje al que nos referimos al echar a andar la fiesta de los toros en México. Comenzaba a calentarse en caldo donde se cocinaría la ruptura de las relaciones entre toreros de España y los de México, al calor de la sociedad de Margelli socio de Domingo González Dominguín que le subarrendaron la plaza de El Toreo al empresario Benjamín Padilla. Margelli no contrató al consentido de la afición capitalina, Alberto Balderas, y dejó fuera de los carteles a la divisa de San Mateo.
La afición reclamó la presencia de Balderas y en una fecha que le quedo libre a Padilla contrató una corrida de San Mateo. Aquello ocurrió el 3 de febrero de 1935. El público, expectante, cuenta José Antonio Villanueva, esperaba la reaparición de Balderas y de San Mateo. El cartel fue un mano a mano entre Balderas y Lorenzo Garza A la empresa de Torres Caballero se le presentó un problema en el camino, el de organizar la temporada de 1939 y de 1940. Para esa época Javier Garfias tenía apenas 10 años de edad, pero desde niño Javier estaba siempre donde ocurrían las cosas y se reunían los taurinos en San Luis con sus tíos ganaderos y aquellos toreros potosinos que llenaban con aroma de leyenda el ambiente donde sus cultores más devotos fueron creándole un criterio de lo que sucedía y, poco a poco, desde niño tomó partido con la causa Llaguno, la que unía a San Mateo con Lorenzo Garza. Sus dos pasiones. La situación confusa era que Torres Caballero debió decidirse por si organizar la temporada de 1939 en El Toreo de La Condesa con las ganaderías de la Unión, o si daba las corridas sin ellos. Como una salida para la situación don Antonio Llaguno le ofreció al Javier Garfias 73
empresario toros para toda la temporada. Toros de San Mateo, Torrecilla, Carlos Cuevas, Heriberto Rodríguez, Torreón de Cañas y hasta toros de Lorenzo Garza que en realidad eran toros de San Mateo, pues el Magnífico formó su ganadería con vacas y sementales de Llaguno, un privilegio que en vida de don Antonio no tuvo otro criador.
Con don Antonio y don Julián estaban Lorenzo Garza y Luis Castro El Soldado como figuras, Pepe Ortiz, Carnicerito de México, Luciano Contreras, las ganaderías de San Mateo, Torrecilla, Carlos Cuevas, Heriberto Rodríguez, Torreón de Cañas y la del propio Lorenzo Garza que inauguró la temporada con la presentación de su ganadería, vacada hija legítima de San Mateo.
La Unión estaba integrada por Piedras Negras y La Laguna la ganadería de los González de Tlaxcala, La Punta, de los hermanos Madrazo, Coaxamalucan, Zotoluca, Zacatepec, Rancho Seco, Xajay, Atenco, San Diego de los Padres y el resto de las ganaderías de cartel que celebraron un pacto con cuatro de los principales toreros que se comprometieron a que solo lidiarían toros de la Unión, a manera de presión para que la empresa contratara toros de esta asociación.
La temporada se inauguró con un pliego de condiciones impuesto por ambos bandos: ni toros ni toreros españoles y de los toros y toreros mexicanos solo podría contar con los integrantes a los dos grupos en que voluntariamente se habían dividido.
Este pacto de los ganaderos unidos se llamó el pacto de San Martín Texmelucan en honor al pueblo donde se reunieron “Armillita Chico”, Silverio, Chucho Solórzano y Alberto Balderas a quien bautizaron como “El torero de México”. Fermín Espinosa “Armillita Chico” ocupaba el primer lugar en el escalafón taurino de México y Fermín quedó en el bando contrario a los hermanos Llaguno. 74 Javier Garfias
“Armillita Chico” y sus socios se dedicaron a torear por los estados. Cuenta el relato escrito por Francisco Rubiales, conocido en el mundo de la televisión y la crónica taurina como Paco Malgesto que el motivo del distanciamiento entre don Antonio Llaguno y el maestro Fermín Espinosa “Armillita Chico” nunca se supo cuál fue. Algunos especularon que don Antonio se sintió ofendido porque “Armillita Chico” le pegó con una zapatilla a un toro de San Mateo “en la jeta” . Otros decían que el motivo del enfriamiento fue porque una tarde de triunfo Fermín Espinosa “Armillita”, cuando daba la vuelta al ruedo, sacó a don Antonio a que le acompañara y se
le olvidó de pasarle la mitad de los sombreros que caían a las plantas de ambos para que el señor Llaguno los devolviese. Alberto Balderas, El torero de México, y Jesús Solórzano, El rey del temple, aseguraban que don Antonio se encabronó cuando Chucho Solórzano no indultó al toro Tortolito, toro al que él, Jesús Solórzano, había toreado soberbiamente de capa. Según El Rey del temple, Antonio Llaguno sostenía lo que decía alegando que había influido el hecho que el moreliano fuese familia de los hermanos Francisco y José Madrazo. La verdad es que Fermín y don Antonio Llaguno quedaron en bandos opuestos y jamás hicieron nada por reconciliarse. Alberto Balderas y Chucho Solórzano se unieron antes; lo hicieron en el pacto de Tacámbaro, Michoacán. Fue la ocasión que ambos decidieron agregarse al séquito del presidente Lázaro Cárdenas. El Presidente de México estaba casado con doña Amalia Solórzano de Cárdenas, dama emparentada con los Jesús y Eduardo Solórzano. Los grupos no solo dividieron divisas ganaderas y espadas toreras, también dividieron a la prensa taurina mexicana.
El Redondel, un semanario que tenía el máximo poder en la información taurina, sumó su fuerza al grupo donde figuraban “Armillita Chico”, Silverio Pérez, Chucho Solórzano y Alberto Balderas se convirtió en un gerente de la promoción pues aglutinó revistas y hojas informativas que ayudaba financieramente. La campaña del semanario El Redondel organizada por dos estupendos periodistas, Alejandro Bitar y Alfonso de Icaza, calificaba despectivamente a los toros de San Mateo, refiriéndose a estos como los “toritos de plomo”. Alegando que daban el peso en la romana, sin aparentarlo en el ruedo. “El Redondel” se editaba los domingos, y se imprimía a medida que iban transcurriendo las corridas de manera que al finalizar la corrida a la salida de la corrida estaba en la calle el periódico con la reseña de la corrida. Primero fue en El Toreo de La Condesa, más tarde en la Plaza de Toros Monumental México. Eran días que no había televisión, sólo radio. Tampoco existía el internet y por lo tanto la exclusividad en la información de El Redondel se fortalecía con la máxima del periodismo: “el poder está en la información”. Javier Garfias 75
El periódico de los domingos, publicado ininterrumpidamente desde el 4 de noviembre de 1928 y hasta el 22 de marzo de 1987, alcanzó las tres mil ediciones, lo que no es poca cosa, bajo la dirección de dos periodistas señores: Abraham Bitar y Alfonso de Icaza. Dignos sucesores en esa aventura editorial, fueron Alberto A. Bitar y Alberto de Icaza. La campaña contra los toros de los hermanos Llaguno surtió efecto y comenzaron a escucharse voces en los tendidos contra los ganaderos de parte de las peñas taurinas conocidas en México como “las porras”. Sin embardo la situación para Garza se puso difícil, porque debía sostener sobre sus hombros el peso de la temporada. Se prodigaba Lorenzo en cada tarde, se excedía, daba alternativas y hasta fue cogido varias veces en su afán de sacar adelante la situación que habían provocado. La gota que derramó el vaso de la muy delicada situación entre Garza, la afición y la prensa fue una tarde que el general Juan Andrew Almazán, importante político, militar y empresario mexicano, encarnizado rival electoral de Manuel Ávila Camacho, candidato a la Presidencia de la República recibió el brindis de Lorenzo Garza un enemigo declarado de Maximinio, hermano mayor de Manuel Ávila 76 Javier Garfias
Camacho que, a la postre, fue el ganador en la contienda electoral presidencial. Es decir, fue elegido Presidente de México. Ese conflicto, entre Garza y Maximinio fue muy perjudicial para el torero y, en especial, para la fiesta. Almazán se enfrentó a Manuel Ávila Camacho del Partido Liberal, su mayor oponente y hermano menor de Maximinio Ávila Camacho, su rival en cosas de faldas. Maximinio fue un general de la revolución, el mayor de los hermanos Ávila Camacho, de los cuales también destacaría Rafael. Maximinio y Rafael combatieron la Guerra Cristera, evento histórico al que nos referimos en el relato cuando en la ganadería de La Punta los hermanos Madrazo y Antonio Llaguno sembraron la semilla de su eterna enemistad. Volviendo a Lorenzo Garza tenemos que, mientras Manuel negociaba su carrera presidencial en las filas de su partido y de la revolución en palacio y los despachos políticos, su hermano Maximino con su carácter demoníaco quemaba pueblos y fusilaba a los prisioneros. Fue famoso Maximinio por su mano dura y su arrogancia, su gusto por el juego y las mujeres y un taurino muy singular, pues se le metió el la cabeza ser gerente de una plaza
de toros de Puebla y ganadero de reses bravas. Una tarde, en El Toreo de La Condesa, el poderoso militar y político mexicano Juan Andrew Almazán, se presentó como acostumbraba rodeado de pistoleros a presenciar una corrida en la que actuaba Lorenzo Garza. El candidato ocupó una de las localidades altas del tendido de sombra, no en una barrera como las que ocupaban los partidarios del gobierno de turno. El Califa de Monterrey tuvo la ocurrencia de brindarle la muerte de un toro a Almanzán que era candidato de la oposición a la presidencia y sus palabras por la distancia que había entre el agasajado y el matador lo escuchó la mitad de la plaza. A medida que fueron pasando los días el brindis de Lorenzo Garza a Almanzán fue creciendo entre los partidarios del general Manuel Ávila Camacho. Militar muy aficionado ,hermano de Maximino Ávila Camacho también militar revolucionario aficionado a la fiesta de los toros, empresario y ganadero de reses bravas que pretendía manejar a su antojo la fiesta de los toros en México con sentido autocrático, gracias al poder que le daba el ser hermano del Presidente de la República. Julio Téllez, destacado periodista
y recopilador de un tesoro fílmico para la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, escribe que: “… el 19 de enero fue tan grande el escándalo que armó Lorenzo Garza que fue multado y, al final de la corrida, encarcelado por su brindis a Maximino Ávila Camacho, a quien también odiaba. El hermano del presidente de México estando sentado en su barrera de primera fila de sombra, acompañado de una atractiva mujer vio llegar, tablas de por en medio, a Lorenzo Garza quien le brindó la faena de uno de sus toros, en los términos siguientes: -“General, va por usted y por la mujer que lo acompaña. Mujer que antes de ser suya, fue primeramente mía. Que los 10 mil pesos que injustamente me impuso de multa le sirva para comprarle un regalo a ella por que el mío es un dinero honrado, ganado con los sustos y la sangre de mi profesión.” Fue tal el escándalo armado por Garza que fue multado y, al final de la corrida, encarcelado. Manolete que alternaba con Garza, materialmente expuso su vida para calmar al público enardecido, cortó las orejas y el rabo a Boticario, de San Mateo un peligroso animal que movía la cabeza como devanadera y que lo cogió peligrosamente salvándose de una grave cogida.
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Se pregunta Julio Téllez si Maximino era un hombre violento. ¿Por qué le perdonó la vida a Lorenzo después de tamaña y publica insolencia? Nos cuenta Enrique Serna en su libro ,El Vendedor de silencio que: Maximino trinaba de rabia porque detestaba a Garza. Lorenzo era el figurón del toreo que le hubiera gustado ser y criticaba con severidad todas sus faenas, acusándolo de ser “el favorito de los villamelones” . Otro relato es del aficionado Gabriel Abaroa Martínez , quien nos cuenta que : - Dado el carácter irascible de Lorenzo y afectado por los celos y sin tomar en cuenta la peligrosidad que significaba retar a semejante espécimen…con el estoque en la mano le brindó la muerte de su toro diciéndole: -“Va por usted gran hijo de su chingada madre que es el asesino más repugnante y cobarde del mundo…” -Maximino, sintiendo que sólo la gente cercana se había percatado de las referidas palabrejas, agradeció el brindis y se volvió a sentar. Nos sigue contando Gabriel Abaroa que… -Al día siguiente se presentó Garza en la oficina donde despachaba Maximino, franqueando las 78 Javier Garfias
barreras de seguridad hasta llegar al despacho privado, abrió la puerta y con paso firme se enfrentó a Maximino que estaba en su escritorio y simplemente le volvió a mentar la madre, dio media vuelta y tranquilamente salió por donde entró. Maximino pasmado por lo que nunca se imaginó que pudiera sucederle, no ordenó que detuvieran a Lorenzo, ni trató de vengarse después de lo ocurrido, simplemente lo aceptó y probablemente olvidó el enojoso asunto. Enojoso asunto que varios periodistas y algún director de cine le atribuyen este locuaz enfrentamiento a Juan Orol, quien por las mismas ofensas provocadas por el general pretendiendo a una de sus atractivas rumberas, dicen que Juan Orol, empistolado y armado de valor, se enfrentó al general en su propio despacho, y ..no pasó nada, igual que Lorenzo, salió tan tranquilo por donde entró y salió. La historia con mayor veracidad nos la cuenta Rodrigo Fernández Chedraui en su voluminoso y bien documentado libro biográfico que escribiera mano a mano con Arturo Olmedo Díaz en el que narran la historia de tres personajes que además de hermanos, fueron forjadores de la historia mexicana: Maximino, Manuel y Rafael Ávila Camacho, que en un mismo momento histórico conjuntaron en
sus manos los destinos de la nación, del estado de Puebla y de su capital: Manuel como presidente de la República, Maximino como gobernador y Rafael como alcalde de Puebla. Maximino, impetuoso, activo, decidido; Manuel, equilibrado, reflexivo, sereno; y Rafael, templado, ordenado y firme, equidistante entre Maximino y Manuel.
sario de El Toreo en la temporada 41-42 hasta la fecha de su muerte el 7 de febrero de 1945, auxiliado siempre como subgerente por Antonio Algara, hombre de gran afición que toreó muchos festivales benéficos y alternaba con las figuras de México cada año en el festejo organizado por su cumpleaños en Teziutlán.
El libro comienza su narración comentando la amistad que había entre ambos personajes, prueba de ello fue aquel toro de nombre Churrito que Maximinio Ávila regaló para que Lorenzo se sacara el clavo una tarde de diciembre en 1941, tras fracasar Garza en sus tres toros una tarde de mano a mano con su enconado rival Luis Castro El Soldado. Lorenzo le cortó una oreja a Churrito, lo toreó estupendamente con capote y muleta y recuperó un sitio que se estaba yendo, o más bien dicho, que se había ido al decir de el cronista Don Verdades.
Como empresario Maximinio apoyó a muchos novilleros que, con el tiempo, algunos llegaron a figuras del toreo, también como empresario le pidió a don Antonio Algara que hiciera las gestiones necesarias para que los toreros españoles regresaran a México, acto que culminó con la firma del Convenio Taurino Hispano-Mexicano de 1944. Convenio con el que finalizó el distanciamiento que por casi 10 años había prevalecido entre la torería de ambos países. Maximino fue un gran impulsor del rejoneo en México y siempre comentaba con los amigos y los medios que “Modestia aparte, creo que de haber tenido una buena oportunidad , a estas alturas sería un matador famoso “.
…No obstante, un desencuentro se produciría entre Maximino y el matador, que le costaría al segundo quedarse fuera de los carteles de El Toreo … La vida de los dos personajes siguió su marcha, alimentando la imaginación popular, convirtiéndose en verdaderas leyendas urbanas. Maximino se convirtió en empre-
¿No estará en esta apreciación la respuesta a la pregunta que se hacen los biógrafos de don Antonio Llaguno de porqué el encono en contra de Fermín Espinosa “Armillita Chico?
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Lo evidente del rechazo a Llaguno por parte de Fermín y la aceptación de Lorenzo Garza por parte de un ser tan complejo como don Antonio Llaguno puso de cabeza a muchos que se consideraban allegados a estas dos figuras relevantes en la fiesta de los toros mexicana. En la amistad entre don Antonio Llaguno y Lorenzo Garza tuvo mucho que ver el sentido del toreo del maestro de Monterrey. Esa forma de torear de Garza, llevando los toros metidos en la muleta, levándolos muy largo y muy templados era la fórmula que Llaguno exigía para la lidia de sus toros. Don Antonio rechazaba al torero dominador y consideraba pernicioso el doblarse con los toros, cortarle el viaje para dominarlos. Lo explicaba y repetía que a los toros había que someterlos con cadencia llevándolos muy bien toreados con el capote y la muleta. Todo con suavidad. Todo esto se ha convertido en una especie de dogma que se repite y repite en las explicaciones entre profesionales, y también entre aficionados, de cómo debe torearse el toro mexicano. Toreando así Lorenzo Garza produjo innumerables triunfos para San Mateo. Y eso lo agradecía don Antonio Llaguno con la misma intensidad que aborreció el toreo dominador de Armillita… dicen que pensaba él. El 25 de abril de 1936 los herma80 Javier Garfias
nos Antonio y Julián Llaguno González convirtieron en ganadero de reses bravas a Lorenzo Garza, que se compró un rancho en Durango, para llevar 57 vacas y un toro de Torrecilla y dos sementales de San Mateo. Todas las reses seleccionadas por don Antonio Llaguno. Todas las hembras de origen San Mateo, es decir cruzadas con sangre cunera mexicana y Saltillo. Llaguno no cedía ni una hembra pura de Saltillo, vacas que “constituían la esencia de la casa ganadera, la fuente inagotable de bravura y calidad, las joyas de la corona. Había advertido Antonio Llaguno a su hijo José Antonio, Toño Llaguno, único varón de seis hijos, que sí quería tener una ganadería de toros bravos lo hiciera con su propio nombre: - “Si yo muero … conmigo muere San Mateo”. En el inicio de la ganadería de los hermanos Llaguno trajeron seis vacas de España y dos toros “para mezclar con el ganado criollo” que tenían para sí iniciar su aventura ganadera más importante y efectiva en la historia taurina de América y de España. Lorenzo Garza y Antonio Llaguno eran llaves en la vida. Triunfadores en todas las plazas de México, eran
inseparables. Estaban fuertemente unidos por razones de amistad, de dinero y de empatía. Lorenzo en el cénit de su torerísimo desempeño, toreando nueve corridas en la temporada 1946 -1947, cortando cuatro orejas y dos rabos a Amapolo y Buen Mozo a toros de Pastejé, alternando con Manolete que cortó una oreja de Murciano y las orejas y el rabo de Manzanita de la misma ganadería ; corrida celebrada el 11 de diciembre de 1946. No podían faltar los grandes escándalos de Garza; el 5 de enero de 1947 por una desastrosa actuación, indignados muchos espectadores querían bajarse al ruedo para golpear al cínico torero. El 19 de enero fue tal el escándalo armado por Garza que fue multado y al final de la corrida encarcelado; Manolete que alternaba con Garza, materialmente expuso su vida para calmar al público enardecido, cortó las orejas y el rabo a Boticario, de San Mateo, un peligroso animal que movía la cabeza como ventilador y que lo cogió peligrosamente, salvándose de una grave cogida. Mientras don Antonio Llaguno apoyaba a Lorenzo Garza, mientras cerraba la sangre de Saltillo en San Mateo, impidiendo salieran de San Mateo vacas originarias de Saltillo
a otras ganaderías, lo más increíble – expresión de Luis Niño Rivera – fue que don Julián Llaguno, hermano de don Antonio Llaguno, haya vendido en 1944 toda la camada de hembras nacidas en 1941 al maestro Fermín Espinosa “Armillita Chico”, enemigo acérrimo de su hermano Antonio. Hubo otros compradores a los que Torrecilla vendió vacas y sementales para la crianza, entre ellos Javier Garfias de los Santos. En el tercer año de ganadero Lorenzo Garza compró tres vacas origen San Mateo, llegando a 100 vacas en la ganadería del torero, y una más de Saltillo. Además, tenía tres sementales de San Mateo y uno de Torrecilla. Así, poco a poco creció Lorenzo bajo la tutela y vigilancia de don Antonio, hasta que llegó un día en que se estremeció la economía de la fiesta: Manolete murió en Linares. Una muerte que le quitó la fuerza de la rivalidad al torero de Monterrey y a la fiesta en general en México. En la temporada 1946 – 1947 Lorenzo encabezó el escalafón en México con 9 corridas en El Toreo y en la México Lorenzo Garza. En el 48 bajó al octavo puesto con apenas 5 tardes en El Toreo y ninguna en la México. En 1949 apenas 3 fechas entre las Javier Garfias 81
dos, retirándose dos de sus alternantes y rivales; David Liceaga y Carlos Arruza; y en 1949 el maestro Fermín Espinosa “Armillita” les dijo adiós a los ruedos por primera vez. Lorenzo Garza estaba consciente de lo que todo esto significaba, y sabía que él no tenía condiciones como administrador de negocios para seguir con la ganadería. Entonces, decidió salir de la ganadería y eso fue un golpe muy fuerte para Antonio Llaguno que había hecho con Garza lo que no hizo con su hijo Antonio: abrir la ganadería y prometerle que jamás vendería una vaca pura. Lorenzo Garza vendió la ganadería en 1947, hierro, divisa y ganado en 350 mil pesos a Jesús Cabrera Llamas, un aficionado práctico exitoso en sus negocios. La venta fue de seis potreros de alambre, la casa, tres norias, bebederas de cemento y 560 reses y caballos, muebles de la casa, planta eléctrica, refrigeradoras y cosas de cocina. Jesús Cabrera a los meses de tomar posesión del cortijo le compró a don Julián 61 vacas y 5 sementales. Todo lo que Antonio Llaguno quiso fuera Lorenzo Garza se convirtió en realidad con don Jesús Cabrera. 82 Javier Garfias
De los ocho amigos a los que Llaguno venció ganado de San Mateo están Daniel Muñoz de Zacatepec; José María Franco de Cerro Viejo; Manuel Labastida de Santo Domingo; Luis Obregón de Santacilia; Lorenzo Garza Arrambide; Carlos Cuevas; Guillermo Rodríguez de Cerro Gordo; y Juan Aguirre Conejo Chico; al único de ellos a quien vendió vacas de Saltillo fue a Lorenzo Garza. Javier Garfias fue muy cercano Lorenzo Garza. Tan amigos fueron que se atrevían hacer pulso juegos muy pesados. El día de la boda de Ángela María, la hija de Javier Garfias y de Ángeles Sitges de Garfias, Lorenzo fue invitado a la boda. Transcurrido tiempo prudencial para que los invitados comenzaron a abandonar el ágape el Ave de las Tempestades se despidió de sus anfitriones. Todo bien, hasta cuando Lorenzo Garza llegó donde estaba su auto. El coche tenía las cuatro llantas vacías. Se vio obligado a quedarse hasta el amanecer, cuando lo dejaron en libertad sus amigos de siempre. Entre ellos Javier Garfias. Todo principio tiene un final y don Lorenzo lo decidió para esta fecha, en su tierra, ante sus paisanos que siempre lo apoyaron. Cuenta Alejandro Arredondo, autor de Lorenzo Garza, El Ave de las
Tempestades, que: - “El Magnífico” regresó a los ruedos por última ocasión a los 58 años con un jugoso contrato por tres corridas con la empresa de Leodegario Hernández Campos, una para otorgarle la alternativa a Manolo Martínez en León y finalmente la despedida de nuevo en Monterrey, para no volver nunca más a vestir de luces… Lorenzo Garza, de acuerdo con los recuentos estadísticos de don Luis Ruiz Quiroz toreó esa temporada de 1966, las corridas de León el 19 de enero con Joselito Huerta, José Fuentes y Manolo Martínez y toros de Mimiahuápam en la que se alzó como el triunfador al cortar la oreja del quinto de la tarde y la de su despedida en Monterrey. El 22 de enero de ese 1966, días después de su triunfo en León, la agencia Informex, en nota publicada en el diario El Siglo de Torreón, anunciaba ya la despedida del Califa, en estos términos: México, 21 de enero. – (Informex). – Lorenzo Garza, el veterano espada mexicano anunció que su despedida definitiva de los ruedos tendrá lugar el día 6 de febrero en la plaza de Monterrey, que es su ciudad natal. En tal fecha alternará con Joselito Huerta y Raúl Contreras “Finito”. La supervivencia del genial mule-
tero regiomontano en el arte que le dio fama ha sido increíble. Muy cerca de los 60 años de edad, es capaz todavía de lograr hazañas como las de ayer en la plaza de León, donde fue el máximo triunfador, alternando con tres toreros jóvenes que están en su mejor momento. Lorenzo Garza era uno de los últimos bastiones de la Edad de Oro del toreo mexicano que estaba en activo, pues tras de la tarde que hoy me ocupa, de ella quedarían activos solamente Alfonso Ramírez Calesero, quien en campaña de despedida torearía hasta 1968 y Luis Procuna que tendría su última tarde hasta 1974. Lorenzo Garza había hecho pausas en su carrera en varias ocasiones antes de esta última tarde. Así, toreó por última vez el 30 de junio de 1943 en Barcelona, con Carlos Arruza y Jaime Marco El Choni con toros de Marcelino Rodríguez, para reaparecer hasta el 20 de noviembre de 1946 en Irapuato, alternando con Manolete y Luciano Contreras, consciente de su responsabilidad de figura que tenía que salir a dar la pelea al Monstruo de Córdoba. Volvió a dejar de torear el 16 de octubre de 1949, en Palmira, Colombia, con alternando con Morenito de Valencia y Félix Briones en Javier Garfias 83
la lidia de toros de José Estela. Reapareció el 20 de abril de 1958 en Ciudad Juárez con Juan Silveti y Jaime Bolaños y toros de Jesús Cabrera, toreando 6 corridas ese año, otras 5 en 1959, 6 en 1960 y 3 en 1961. No toreó en 1962 y 63 y toreó 2 corridas cada uno de los años 1964, 65 y 66. En total en su carrera, sumó nada más 331 festejos toreados. La tarde de la despedida al final de cuentas y a pesar de las noticias previas, don Leodegario Hernández confeccionó un interesante cartel para arropar la despedida de la gran figura. Le acompañaría una de las figuras emergentes del momento, Raúl Contreras Finito y cerraría la tercia un torero español, de Salamanca, que también era de alternativa reciente Paco Pallarés que se malograría después a causa del toro negro de la carretera. Los toros serían de José Julián Llaguno, ganadería que gozaba de un excelente momento. Lorenzo Garza se fue en olor de triunfo, con las orejas y el rabo del último toro que mató en las manos. La crónica de Antonio Córdova, en el diario El Porvenir, de Monterrey, del día siguiente del festejo, entre otras cosas, nos cuenta: - “Joyero” se llamó el cuarto de la tarde. Un joyero de mucha categoría, pues trajo consigo toda la 84 Javier Garfias
gama de la orfebrería taurina presentada en ese estuche de lujo que se llama Lorenzo Garza. La exhibición dio principio con una tanda de verónicas de oro que, el señor de Monterrey remató con media verónica rodilla en tierra y, no conforme con ello, volver a prender al de José Julián para llevarlo de los tercios a los medios con 3 lances colosales y media verónica de ensueño. Pero lo más rico de la exposición vino en cuanto Lorenzo tomó la muleta en sus manos, para ir bordando como gemas valiosísimas un trasteo con naturales garcistas que no volveremos a ver, derechazos de maravilla, y sus medios pases con la derecha que fueron el aderezo a su obra maestra. El toque final fue esa media estocada en el hoyo de las agujas, con la cual tuvo “Joyero” para entregarse al cachetero, y al grito de ¡Torero! ¡Torero!, se le entregaran las orejas y el rabo del toro de José Julián a Don. Lorenzo que, aclamado por la multitud dio tres vueltas al ruedo con la arena tapizada de sombreros y prendas de vestir. Un triunfo grandioso para quien ha sabido honrar durante toda su trayectoria taurina el terno de luces… Una tarde triunfal, pues Paco Pallarés cortó tres orejas a los toros
de su lote y Finito con la parte dura del encierro le cortó una al tercero, con petición de la segunda, no concedida, lo que generó una gran bronca a quien presidía el festejo. En suma, Lorenzo Garza se fue de los ruedos ejemplificando la grandeza de la fiesta, la que siempre fue su bandera. En el diario El Norte, también de Monterrey, en una publicación que atribuye a don Ángel Giacomán – esa era su tribuna – se le pedía a Lorenzo Garza lo siguiente: ... ‘No te vayas Lorenzo’, diría don Alfonso Junco recordando el tiempo ido, que fundió en su cerebro prodigio aquellos versos, que al fin pudieron describir la grandeza del torero, que sembró pasiones y ahora cosecha cariño y admiración. ‘No te vayas Lorenzo’, y sabemos que no te irás, porque quedará para siempre en la mente, tu personalidad incomparable, el sello de tu pase natural inigualable, y al igual que entonces, aún siembras pasiones de matices tan diferentes que te han hecho inmortal... Ya quedaba solamente paso para la nostalgia, para el recuerdo, para la memoria. Lorenzo Garza seguiría en los ruedos, pues torearía algunos festivales selectos a beneficio de causas nobles, pero la competencia que implica ir vestido de
seda y alamares había llegado a su punto final. Una época había terminado. Y terminó con grandeza, con la grandeza que corresponde tanto a la fiesta de los toros, como al personaje que en este caso la representa. Lorenzo Garza repito fue amigo muy cercano de Javier Garfias, quien al fallecer don Antonio Llaguno se encargó de la administración de la ganadería que dirigía el hijo de don Antonio, José Antonio Llaguno García. Garfias se encargó de supervisar los empadres y tentaderos y mantuvo una relación muy cercana con José Antonio. Quiere decir que Javier Garfias estudió libros, líneas genéticas, empadres y todo lo concerniente a la ganadería de San Mateo. Desde 1980 las familias García Aceves y García Villaseñor están al frente de lo que había de San Mateo en 1980, la ganadería, el hierro y la divisa porque la sangre Llaguno, tal fue el acertado nombre de Niño de Rivera está en Garfias, Mimiahuápam, Torrecilla, Reyes Huerta, San Martín, Los Martínez… y más del 70 por ciento del ganado de lidia mexicano.
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Capítulo Once COMPETIR ES VIVIR
S
olo en la competencia se siente la vida, y es por eso, por no competir, que la temporada de Torres Caballero murió temprano. El 24 de marzo de 1939 se inauguró en El Toreo de La Condesa otra temporada, esta organizada por los hermanos Wiliulfo y Felipe González los ganaderos de Piedras Negras y de La Laguna y los hermanos Madrazo de La Punta. Se inauguró con un llenazo en los tendidos. La convocatoria del primer cartel anunciaba mano a mano “Armillita Chico” y Chucho Solórzano, con toros de Piedras Negras. Toros que después de las temporadas de los “toritos de plomo” de San Mateo lucían como elefantes en la arena. El mundo taurino mexicano se dividió en dos bandos, cada uno con un líder. El origen de este cisma fue una división entre los ganaderos, una división que más adelante encontraría en su camino a Javier Garfias. Fueron “Armillita Chico” y Lorenzo Garza los que dividieron el palenque, división que culminó con el planteamiento de una situación difícil para el empresario Jesús Torres Caballero. El conflicto entre los ganaderos, promovido por la posición antagónica entre los hermanos Llaguno 86 Javier Garfias
González y los criadores de Tlaxcala, los González de La Laguna y de Piedras Negras dio paso a la creación de la Unión de Criadores de Toros de Lidia por parte de quienes se oponían a los Llaguno dejando fuera a la ganadería de San Mateo. Quería decir que los hermanos Antonio y Julián Llaguno no estaban agremiados. ¿Cómo organizar la temporada 1939 – 1940? Entonces Javier Garfias tenía apenas 10 años de edad, a esa edad en San Luis el niño Javier escuchaba con atención discusiones y posiciones de aficionados, ganaderos y toreros potosinos que de tarde se reunían en la plaza de la ciudad. Aquello fue orientándole y formando en el un criterio de lo que sucedía. La situación que se le presentaba a Torres Caballero, el empresario de la temporada en El Toreo de La Condesa, era el comentario diario en las reuniones en San Luis y los asistentes a las mismas opinaban si contrataba ganaderías de la Unión, porqué era más conveniente o si se organizaban las corridas sin tomar en cuenta aquellos ganaderos obedientes del mandato de los hermanos Llaguno. Como una salida para la situación don Antonio Llaguno le prometió al empresario toros para toda la temporada.
La Unión integrada por ganaderías de Tlaxcala, siendo en su mayoría las subordinadas a los González de Piedras Negras y La Laguna pertenecían con Coaxamalucan, Zotoluca, Zacatepec, Rancho Seco y en Jalisco como también las ganaderías de los hermanos Madrazo con La Punta a la cabeza. Eran pues Xajay en Querétaro. En México Atenco, San Diego de los Padres y el resto de las ganaderías de cartel celebraron un pacto con cuatro de los principales toreros que se comprometieron a no torear más toros que los suyos, los de la Unión, “Armillita”, Silverio, Chucho Solórzano y Alberto Balderas a manera de presión para que la empresa contratara toros del pacto San Martín Texmelucan. Fermín Espinosa “Armillita Chico” ocupaba el primer lugar en el escalafón taurino de México, quedó en el bando contrario a los hermanos Llaguno. Es decir, fue Armillita el líder de la Unión en contra del bando de Zacatecas que lideraba don Antonio Llaguno González donde estaban: Lorenzo Garza y Luis Castro El Soldado como comandantes. Además de Pepe Ortiz, Carnicerito de México, Luciano Contreras y las ganaderías de San Mateo, Torrecilla, Carlos Cuevas, Heriberto Rodríguez, Torreón de Cañas y la del propio Lorenzo Garza que inauguró la temporada con la presentación de su ganadería, vacada hija legí-
tima de San Mateo. La temporada se inauguró con un pliego de condiciones impuesto por ambos bandos: Ni toros ni toreros españoles, y de los toros y toreros mexicanos, solo podría contar con los integrantes a los dos grupos en que voluntariamente se habían dividido. “Armillita Chico” y sus socios se dedicaron a torear por los estados según el relato de su biógrafo don Francisco Rubiales, el célebre Paco Malgesto. La campaña por plazas de provincia motivó el distanciamiento entre don Antonio Llaguno y el maestro Fermín Espinosa “Armillita Chico”, distanciamiento del que el detalle nunca se supo cuál fue. Algunos especularon que don Antonio se sintió ofendido porque “Armillita” le pegó con una zapatilla en la cara a un toro de San Mateo, y otros que el motivo del enfriamiento fue porque una tarde Fermín sacó a don Antonio a dar la vuelta al ruedo y no compartió con él la mitad de los sombreros que caían a las plantas de ambos para que el señor Llaguno los devolviese. Balderas y Solórzano tenían otra historia, pues le atribuían el disgusto de don Antonio cuando él, Chucho Solórzano, no indultó al toro Tortolito que Solórzano toreó soberbiamente de capa y que influyó el hecho que el moreliano fuese familia de los hermanos Francisco Javier Garfias 87
y José Madrazo Fermín y Llaguno quedaron en bandos distintos. Balderas y Solórzano, que se habían unido antes en el pacto de Tacámbaro decidieron más bien unirse al séquito del presidente Lázaro Cárdenas casado con doña Amalia Solórzano de Cárdenas que estaba emparentada con Chucho. Los grupos no solo dividieron divisas ganaderas y espadas toreras, también dividieron a la prensa taurina mexicana. El tabloide El Redondel sumó su fuerza al grupo donde figuraban “Armillita Chico”, Silverio, Chucho Solórzano y Alberto Balderas. El torero de México, Alberto Banderas, se encargó de organizar un bloque informativo de revistas , notas para la radio y hojas informativas que costeaba con su propio peculio. La campaña de el semanario El Redondel fue organizada por los periodistas Alejandro Bitar y Alfonso de Icaza, y se acentuaba con descalificar a los toros de San Mateo como los “toritos de plomo” refiriéndose a la discordia que había entre el anuncio del peso del ejemplar y cómo lidia en la arena. “El Redondel” publicado ininterrumpidamente desde el 4 de noviembre de 1928 y hasta el 22 de marzo de 1987. Alcanzó las tres mil ediciones, lo que no es poca 88 Javier Garfias
cosa, bajo la dirección de dos periodistas los señores Abraham Bitar y Alfonso de Icaza. Dignos sucesores fueron sus hijos en esa aventura editorial, fueron Alberto A. Bitar y Alberto de Icaza. La campaña contra los toros de los hermanos Llaguno surtió efecto, influyó al extremo de que comenzaron a escucharse protestas en los tendidos contra los ganaderos. También para Lorenzo Garza las cosas se pusieron difíciles, porque además debía sostener sobre sus hombros el peso de la temporada. Garza se prodigaba en exceso dando alternativas y hasta que fue cogido varias veces en su afán de sacar adelante la situación que habían provocado. La temporada del 39 con Torres Caballero como empresario se inició el 10 de diciembre. Fue la temporada que apoyaron los hermanos Llaguno con su oferta de 73 toros entre San Mateo y Torrecilla, más 15 de Lorenzo Garza y los de Carlos Cuevas. Esta temporada apoyada por los Llaguno murió temprano, pero a partir del 24 de marzo de 1940 se inauguró la temporada que involucró a los hermanos Wiliulfo y don Felipe González de Piedras Negras y La Laguna, los hermanos Madrazo de La Punta. La inauguración registró en El Toreo de La Condesa un llenazo en respuesta a la convocatoria del pri-
mer cartel que anunciaba a “Armillita Chico” y Chucho Solórzano con toros de Piedras Negras que luego de las temporadas de los toritos de plomo de San Mateo, lucían como elefantes en la arena. La experiencia confirma lo que sostenemos siempre, que el toro, siendo rey y eje del espectáculo de la Fiesta Brava debe ser dignamente presentado, y además, debe ser emotivo en su lidia. Se dieron seis corridas de toros con los socios del Pacto de San Miguel Texmelucan, con Jorge Jiménez del Moral al frente. La primera tarde fue exitosa para Chucho Solórzano y el ganadero Viliulfo González de Piedras Negras. La corrida se dio el Domingo de Resurrección, “como en Madrid”. Se ha inaugurado en una fecha que se consideraba muy mala, sin embargo, la plaza se ha visto a reventar como pocas tardes. Viliulfo, ganadero conocedor, consciente de su responsabilidad, envió una corrida, fuerte, gorda, fina, bien armada y sobre todo con muy buen estilo en lo general·…” Es la reseña de El Universal, extracto que rescatamos del libro Piedras Negras, sitio, vida y memoria, obra magnífica de Carlos Castañeda Gómez del Campo, aficionado entendido y ocupado en desvelar los hechos y acontecimientos históricos en la fiesta de los toros de México.
Castañeda nos descubre aquella temporada, al cierre de la segunda parte del pacto Texmelucan que “… la guerra continuaba y apareció en escena Alfonso Gaona, el famoso doctor Gaona quien llevaría los destinos de la fiesta en la Ciudad de México durante más de cincuenta años”. Castañeda resalta que con la presencia del doctor Gaona se abre un camino que nos conducirá a la plenitud que como ganadero, y también como empresario taurino, alcanzará en el futuro Javier Garfias de los Santos. Alfonso Gaona arrancó con la temporada de 1941 en la Plaza de Toros El Toreo de La Condesa, lo hizo en sociedad don Anarcarsis Peralta, Cacho Peralta , un industrial muy aficionado a los toros. La primera corrida de aquella temporada de Gaona – Peralta fue la de la alternativa de Carlos Arruza con el toro Ostioncito de Piedras Negras, al que Arruza la tarde de su doctorado le cortó una oreja y recibió de él una cornada entrando a matar. Marcada la personalidad, la del doctor Gaona, que apareció en escena como un hombre de gran capacidad en las líneas de los diversos frentes de la guerra taurina, que luego de los pactos de Tacámbaro y Texmelucan y con gran astucia y capacidad de negociar, experto en Javier Garfias 89
limar asperezas le impuso un estilo a la gerencia en el negocio de los toros en México. Don Valentín Rivero, ganadero de Valparaiso y esposo de Ana María Llaguno, se refirió a las virtudes del doctor Alfonso Gaona con frecuencia y las resumía en una anécdota que tenía que ver con un dinero que Gaona le debía al ganadero Jesús Cabrera. Estaban en el bar del Hotel Ritz, don Valentín y varios ganaderos entre los que se encontraba Chucho Cabrera. El Ritz está frente a la esquina de Madero, donde Alfonso Gaona tenía las oficinas de su óptica. Al rato, animado por un par de tragos Cabrera cruzó la calle para exigir el pago de sus toros. Pasado un buen rato regresó al Ritz. Valentín amigablemente le preguntó: ¿Cobraste, Jesús? , a lo que don Valentín respondió apesadumbrado: No, le presté un dinero. Capítulo Doce PRESENCIA DE GARFIAS
L
os hijos del matrimonio de Antonio Garfias Peña y de Irene de los Santos fueron Irene nacida en 1920, casada con don Edgardo Meade Diez Gutiérrez; Antonio de 1922, falleció en un accidente de avión en pleno Centro Histórico de San Luis; Alicia de 1924; Francisco de 1929 y Javier de1929.
90 Javier Garfias
En 1935, el día de San Antonio de Padua 13 de junio y siguiendo la tradición santoral, nació Marco Antonio ; y a los 6 años en 1941 el mismo día 13 de junio José Antonio., que el mundo taurino identificaría como Pepe Garfias. San Luis Potosí es la ciudad donde nació Javier Garfias, donde creció y luchó muy duro dadas la circunstancia de la Gran Depresión (19291934), años de quiebre económico, segmento que le imprimió a la formación familiar de los Garfias una disciplina espartana. La migración mexicana a Estados Unidos y la tendencia de la población a emigrar se mantuvo casi constante desde que comenzó el siglo XX. Tragedia que fue trastocada, revertida hasta convertirse en el retorno masivo y apresurado de miles de personas que regresaron a México sin haber logrado las soluciones que fueron a buscar al Norte. El regreso, la repatriación como se le conoció en los medios populares, se debió al desempleo, el hambre, la xenofobia y las deportaciones que se desataron en Estados Unidos. En ese lapso volvieron al país cerca de medio millón de mexicanos porque el movimiento de norte a sur, ha sido el más grande en la historia de ambos países. México, entre 1929 y 1932, vio y padeció cómo se incrementaron las
políticas nacionalistas y xenófobas desde la cúpula del gobierno federal. Oficialmente, en México se implementó la Campaña Nacionalista Comercial y en 1932 se decretó el artículo 9º de la Ley Federal del Trabajo y se reformó la Ley de Migración que dio lugar a la creación del Registro Nacional de Extranjeros en 1932. Javier inició su formación escolar en el Instituto Potosino de San Luis. Estudió hasta la secundaria. Sus hermanos Antonio y Francisco eran sus amigos, ejemplos a seguir. De niños jugaban con los becerros y vivían de la influencia que pudo generar sobre ellos la vecindad de varias ganaderías de toros de lidia. Las dos más importantes por su cercanía fueron las haciendas de Pedro Almodoya y la de la Laguna de Guadalupe. Desde muy chico Javier convivió con caporales y vaqueros, además de sus hermanos mayores con los que participaba desde muy niño en faenas camperas como la de recoger el ganado, lazar los novillos, llevar los toros a los corrales y participar en los herraderos. Su contacto fue aprendizaje, y era cosa de todos los días. Y de todos los días fue aquella cátedra de la historia personal de la
gente del campo en México, herederos de la fratricida contienda de la Revolución. Los caporales echaban sus cuentos, contaban cómo la División del Norte había arrasado desde Colombus al Bajío mexicano. Relato mezcla de leyenda con la historia que contaban sus mayores con las consabidas exageraciones. Todas lejos de la verdad y también de la mentira. La historia que se metió muy dentro del seno familiar fuel la de su tío Javier Garfias Peña , hermano de su padre, Antonio Garfias Peña, víctima de los invasores de las tierras y de las propiedades de los hacendados. Asesinado, defendiendo el rancho de Santo Domingo. El mismo rancho donde don Manuel Labastida se convertiría en guía, proveedor y procurador de vacas y de toros con sangre Llaguno para los inicios ganaderos de Javier Garfias, luego que desechara la muy atractiva oferta de los hermanos don Francisco y don José Madrazo. El doctor Labastida formó una ganadería de mucha categoría, ejemplo y contacto para el desarrollo y formación de Javier Garfias como ganadero. La historia verdadera muy cercana al doctor Labastida compartió con los historiadores de las heroicidades familiares. Javier Garfias 91
Nos cuenta Javier Garfias: - Mi tío Manuel Labastida, primo de mi papá fue propietario de Santo Domingo. Rancho al que asistía con regularidad, a su herraderos y tentaderos. -En San Luis vivían los Beascoa, comerciantes españoles que tenían sus oficinas muy amplias. En ellas se reunía la gente que en San Luis, para nosotros los niños era muy importante. -Y muy importantes eran aquellos dos toreros, que estábamos convencidos eran los mejores del mundo. -Uno era Diego Rodríguez “Silverio Chico”, un torero que tomó dos alternativas. Una en la plaza de Bucareli de manos de Ponciano Díaz y la otra en el año de 1900 de manos de Antonio Fuentes, en la antigua Plaza México. - El otro torero era Morones. Torero potosino, hermano del doctor Morones Prieto. - Morones toreó de novillero en la plaza de El Toreo de La Condesa con Juan Espinosa “Armillita”; y este tomó la alternativa en San Luis Potosí de manos de Manuel Jiménez Chicuelo. - Demás está decir que con toros de Santo Domingo. Gracias a 92 Javier Garfias
ellos, que no fallaban un día, había mucho ambiente taurino en aquella oficina donde se hablaba de toros, de los toreros y de las ganaderías. - Aquellas reuniones, para mi muy importantes me fueron formando como aficionado. Escuchaba y aprendía, repetía en mi lenguaje conceptos y me sentía muy importante. -Con sus cuentos, los cuentos de la gente importante de San Luis, creí conocer la historia y lo bueno y lo malo de la fiesta y enterarme de lo que pasaba en el mundo de los toros. - Fue como una universidad para mi. -A mi padre no le interesaba esto porque él no era afecto al ganado bravo. - La Banca de la Sabiduría fue el nombre de una especie de peña que se reunía en la Plaza de Armas de San Luis Potosí. Cada tarde, después de las labores en el rancho y al ocaso del día, se reunían políticos locales y taurinos, figuras del toreo y tratantes de ganado … y siempre se habló de San Mateo. - No dudo que aquellas charlas, la importancia de los personajes reunidos influyeran en mi personalidad taurina y siempre fui de San Mateo. Un día, tendría 13 o 14
años le pedí a papá me comprara una ganadería de bravo. Me dijo olvidara esa afición por los toros, que eso era oficio de mal vivientes y gente sin oficio. Javier de muchacho fue travieso, un poquito más que los muchachos de su edad. De muy joven solía participar en charreadas y en competencias campiranas con los grupos de San Felipe o de Ojuelos. Fue buen jinete, y se estaba muy orgulloso por ser tomado en cuenta para colear un toro, lazar una vaca o herrar un becerro. Con amigos de la familia, parientes cercanos como los Labastida, Meade, Lebrija, dueños de ranchos y socios de los clubes en San Luis, constituyeron la parte importante en la sociedad potosina en grupos de muchachos tuvieron maneras de festejar o de expresarse. Lo hizo desde un principio, con dotes de liderazgo. Un día Javier, con varios amigos y algunos familiares se agarraron a golpes, pedradas y hasta balazos con otras camarillas de muchachos adversarios. Era esta conducta una respuesta a la herencia de una dinastía de jóvenes mexicanos de la revolución y hasta de cómo soterró la crisis económica la homogeneidad social potosina. Aquel evento violen-
to armó un escándalo, y colmó la paciencia del padre de Javier, don Antonio Garfias, porque un pleito entre bandas de muchachos revivía la muerte de su tío Javier que murió asesinado defendiendo el rancho Santo Domingo. Pasado el calor generado por el incidente el caporal de don Antonio, persona muy influyente entre los cabezas de familia y que tuvo el encargo de ser protector de Javier, le recomendó a don Antonio prohibirle ser charro. Don Gil, que era el caporal, que de mote le decían El Escribano, le recomienda a don Antonio dedicara a Javier a las labores del rancho. Labores principales del rancho como eran la siembra y cosecha de los chiles y la fría y pastoreo de los borregos. Cuenta Javier Garfias que don Antonio “ … decide enviarme a un internado militar , una Academia en Chicago, para que me disciplinara, aprendiera el Inglés y me apartara de los grupos de amigos con los que me reunía en San Luis. En Chicago Javier estudió parte del bachillerato en una Academia Militar, pero cuando comenzaba a animarse y continuar estudios debe regresar a San Luis obligado por la dolorosa muerte de su hermano mayor, Antonio, ocurrida en un accidente de aviación. Antonio era aficionado a pilotar Javier Garfias 93
aviones, participar en competencias de piruetas. - Recibimos un golpe durísimo, cuenta Javier. - Para papá fue terrible y me encargó llenar el vacío que en el mayorazgo dejaba con su partida Antonio. A su regreso a México Javier, adaptado a las labores del rancho acompañaba al caporal Escribano a la Banca de la Sabiduría, en el centro de San Luis Potosí. Ahí donde se hablaba de ganado bravo, de toreros, de política, de negocios temas que la que estaban como como tizón ardiente. Fue cuando Escribano, el muy influyente caporal le recomendó a don Antonio que compraran algo de ganado bravo, “…para que Javier se mantuviera más tiempo en el rancho. Porque de todas maneras se le va a ir, don Antonio. A su regreso a San Luis, procedente de Chicago el joven Javier Garfias con apenas veinte años cumplidos se encargó del rancho y de sus obligaciones sociales de la familia. Se destaca Javier como líder entre los Garfias de los Santos, aún estando soltero cuando don Antonio y doña Irene de los Santos le piden que los acompañe a una visita a La Punta donde los hermanos Francisco y José Madrazo les habían in94 Javier Garfias
vitado a un tentadero de machos. Visita nada extraña. Entre los Madrazo y los Garfias existía una relación muy familiar. Antonio e Irene llevaron a la reunión una carta bajo a manga que Javier ignoraba pondrían sobre la mesa. Se trataba de la respuesta a don Francisco Madrazo a una pregunta que le hizo Antonio Garfias a sus fraternales amigos como ganaderos de la más importante ganadería de México. Los Madrazo entonces no le vendía ganado a todo el mundo, pero por tratarse de Antonio y de Irene como un regalo para su hijo, le dijeron que le venderían 100 vacas y tres sementales. Los tres sementales serían escogidos entre seis toros en un tentadero de machos. Luego de visitar a los Madrazo, y estando la mesa casi servida, Javier le dijo a don Antonio que a él, lo de La Punta, no le interesaba. Que lo que él quería era el ganado de los Llaguno, “…los toros de Zacatecas” que entonces era imposible comprar porque don Antonio evitaba la venta de vacas a cualquier precio basado en los conceptos de su proyecto genético ganadero. Volviendo al tema de Javier Garfias y su manifiesto deseo de adquirir una ganadería de bra-
vo, volvemos a casa de la familia Madrazo donde como familia muy cercana don Antonio Garfias y su esposa doña Irene de los Santos Morales, todos los fines de año se reunían con los Madrazo. Así que el 31 de diciembre de 1948, coincidiendo que La Punta estaba anunciada con una corrida de toros aprovecharía para hacer el planteamiento de la compra de un pie de cría por parte de su hijo Javier. Los señores Madrazo, tanto don Francisco como don José accedieron con mucho gusto ofreciéndole a don Tolín, como en confianza distinguían al padre de Javier, que su hijo tuviera el privilegio de escoger las vacas que quisiera en un lote de 100 hembras, de escoger tres toros de los seis que serían tentados y que los señores Madrazo de La Punta considerarían que serían aptos para la crianza. La oferta, generosa y atractiva para cualquiera que quisiera iniciarse en este oficio, fue rechazada por el muy joven Javier Garfias. Él estaba muy claro. Lo que Javier quería. Lo que quería referente a la procedencia del ganado que quería y La Punta de los señores Madrazo no era la ganadería que quería para formar la que él soñaba. La respuesta de Javier sorprendió a don Antonio, porque La Punta disfruta-
ba por esos años del mejor cartel entre todos los ganaderos de México. Eran los días que La Punta sobresalía entre las ganaderías de la competencia. La Punta era el hierro favorito de Manolete, de Carlos Arruza, de El Soldado, de Alberto Balderas y de Fermín Espinosa Armillita y de los hermanos Jesús y Eduardo Solórzano, días de contienda con Piedras Negras y La Laguna, aquellos toros de Tlaxcala que disputaban en calidad que por su cartel eran solicitados por las figuras del toreo. Le dije a mi papá que de eso, refiriéndome a La Punta, no lo quiero. Aquel desplante de Javier le causó un enojo muy grande a don Antonio. Ese mismo día, cuenta Javier Garfias, fui a ver a don Manuel Labastida que siempre fue mi refugio. Fui a verle para pedirle que calmara a mi papá y ver ¿qué remedio encontrábamos para apaciguarlo? En esa época querer comprar una vaca a San Mateo era pretender un imposible. Don Antonio Llaguno González no le vendía una vaca ni a su hijo. - Mi tío, Manuel Labastida, sí era muy amigo de don Julián el hermano de Antonio, cuenta Javier, y me dice: - No te apures. Javier Garfias 95
-Paciencia ha sido una de mis virtudes y me llevé 25 vacas de Santo Domingo. - Le hablé don Julián y le pedí un toro que tenía don Manuel Labastida padreando en Santo Domingo, y que era propiedad de don Julian Llaguno González.
En pleno Centro Histórico de la ciudad.
-Me lo vendió don Julián. -Ese es el principio exacto de mi ganadería.
En La Lonja se realizaban los eventos importantes de la sociedad potosina. Entre ellos el baile de la Cruz Roja, en uno de estos bailes fue donde Javier conoce a Ángela Sietges hija de don Lorenzo Mauricio Sietges, catalán originario de Mahón, Cataluña. En España los Sietges tenían negocios importantes. Entre ellos una sociedad con don Raúl Bailleres Chávez, el padre de don Alberto Bailleres, el banquero y exitoso ganadero de las divisas de Begoña, Mimiahuápam, Santa Teresa y de San Martín en México.
-Ese mismo año traje de Torrecillas 82 vacas y cuatro sementales y contraté a Chute Meléndez, banderillero fundador de la histórica dinastía de los Meléndez, varios de ellos varilargueros con destacados triunfos en México, España y en Venezuela con las actuaciones de su hijo Pascual Meléndez y sus nietos Gabriel Meléndez “La Coca” y Nacho Meléndez que sería mi Caporal. Por aquellos días Javier era un joven soltero y un partido muy atractivo para las familias casaderas, quien como la mayoría de los jóvenes de su edad asistía con frecuencia al club social La Sociedad Potosina S.C. “La Lonja”. Club privado, en la tradición inglesa Gentlemen’s club, abierto sólo a sus miembros, inicialmente de clase alta, situado en la ciudad de San Luis Potosí en Ignacio Aldama, número 310. 96 Javier Garfias
A pesar de que había sido fundado en 1851, de manera oficial fue registrado en 1868 constituyéndose en uno de los clubes más antiguos de México.
La primera vez que Javier Garfias viaja a España fue como invitado de su padrino Beascoa quien le propuso se fuera por un año para que se relaciones con la sociedad en Barcelona. En ese primer viaje a España Javier Garfias conoció a Kiko Arcentales. La nieta preferida del conde de Romanones. Será Kiko Arcentales la persona que introduzca Javier Garfias, el muchacho potosino a la alta sociedad española, la de casta oligárquica muy cercana al
poder de la Iglesia Católica y del régimen franquista. Más tarde Kiko se convertirá en la ganadera de Peñajara y, antes, fue prometida de Cristóbal Martínez-Bordiú que cambiaría de planes matrimoniales por haber sido señalado como el escogido como el futuro marido de la hija del generalísimo Francisco Franco, Jefe del Estado Español. Aquella fue una boda de tronío, bendecida por el Cardenal-Arzobispo de Toledo, Enrique Plá y Deniel en la que hubo derroche en el banquete de la boda. La pareja se transformó en bastión político de mucha influencia en la sociedad española … con sus límites, por supuesto. Las barreras que imponía el franquismo. Por lo tanto Javier, una vez más volvía a estar donde sucedían las cosas y sin proponérselo o hacer esfuerzos, logró tener acceso a los altos escaños del régimen franquista y de la Iglesia Católica española a la vez lo que para un joven de San Luis Potosí recién llegado a la tierra del toro bravo era un privilegio inconmensurable. Ya de regreso y al frente de las obligaciones de la familia Javier contrató al Chute. Lo hizo sin necesitad de recomendaciones, por-
que lo conocía desde niño, cuando vivía la intensidad de los tentaderos y del trabajo junto a los caporales de las ganaderías vecinas a Santiago. Javier Garfias, toda la vida estuvo muy atento a cómo vivían y qué hacían los toreros subalternos. Estaba convencido que los buenos toreros de plata a la hora de colocar un toro al caballo, en el momento de un par de banderillas o al sacar los toros de sus querencias, la mayoría de las veces su lidia tiene más sentido y efectividad que la de los propios matadores de toros. Javier Garfias fomentó amistad con distintas dinastías de picadores, como fue su íntima amistad con “El Güero” Guadalupe, personaje al que conocí en casa de Javier en México en la Calle de Lerma en el D.F una tarde de reunión familiar. Nos introdujo Javier con el anuncio: -Te voy a presentar la historia grande del toreo mexicano… Te presentó a Guadalupe Rodríguez, “El Güero” Guadalupe, un gran picador de toros bravos que se estrenó como profesional picando toros de Veragua, en una corrida en la que estaban en el cartel Rodolfo Gaona, Juan Silveti “El Meco”, Ignacio Sánchez Mejías el cuñado de Joselito y Juan Luis de la Rosa, el rival de Gallito. Me contaba Javier de las hazañas Javier Garfias 97
profesionales del histórico picador con voz alta y muy orgulloso que “El Güero” compartiera con él en un ágape en su casa entre familiares y amigos muy cercanos. Me contaba, con respetuosa sorna, si cabe lo de respetuosa, que “El Güero” había picado la corrida de San Diego de los Padres en la que se despidió de los ruedos Rodolfo Gaona. Acentuaba el emotivo relato señalando que fue él, Guadalupe, el que picó a Azucarero. El ultimo toro lidiado por Rodolfo Gaona Las crónicas de la época cuentan que después de un tumbo, Guadalupe se montó de nuevo y pegó un puyazo monumental. -Una anécdota interesante, tercia Javier Garfias en la conversación. ¿Sabes que en su carrera recibió una sola cornada? Dile que te cuente… Y me cuenta El Güero: - Fue en Pastejé cuando Carlos Arruza, que era el propietario de la ganadería, y yo me daba una vuelta por los potreros para conocer de cerca los toros de Pastejé ,cuando apareció un venado, asustado, y saltó de una maleza y me pegó la cornada. El Güero Guadalupe estuvo en las 98 Javier Garfias
cuadrillas de Alfonso Ramírez Calesero … a las ordenes de Ignacio Sánchez Mejías, allá en El Toreo viejo, el de La Condesa. Afortunadamente tuvo grandes satisfacciones y reconocimientos por parte de grandes maestros como Marcial Lalanda, Armillita Chico, Lorenzo Garza, Chucho Solórzano, Carlos Arruza, Manuel Jiménez Chicuelo, Luis Castro “El Soldado”, Silverio Pérez, “El Calesero”, Manolo Martínez, David Silveti y Eloy Cavazos y, ¡Pare de contar! Aquella tarde del ágape en Lerma, recordaba ovaciones y vueltas al ruedo en especial la del toro de Mimiahuápam en la plaza México, otra en Toledo, España. donde también me hicieron dar vueltas al ruedo y en Sevilla y Madrid cuando picaba varias veces gritaron ¡Viva México! La cultura taurina de Javier Garfias se cimentó con solidez en sus vivencias en el campo potosino y aproximación a ganaderos importantes a los que tuvo acceso. Criadores del toro como Manuel Labastida y José Julián Llaguno, primero y, más tarde, con José Antonio Llaguno García hijo de don Antonio, Toño Llaguno con el que tuvo una relación muy importante. Fue su época, la de su formación como ganadero de bravo.
El tiempo que juntos llevaron la ganadería de San Mateo fue la etapa de la maestría. Los tiempos de su transformación en catedrático en el tema de los encastes del ganado de lidia, especialmente el Saltillo mexicano, sus cruzas con las reses originarias. Muy importante el haber descubierto el significado de aquellas vacas criollas seleccionadas entre las 3 mil de las que se hicieron todas las pruebas posibles. Un proceso que, lamentablemente, no se hizo en Sudamérica y tampoco en otras ganaderías fundacionales de México. Con la excepción de los criadores González de Piedras Negras. Caminos que solo entiendo se transitaron por los senderos trazados por los montes de la Sierra del Guadarrama según descubro en las lecturas del relato que hace Fernández Salcedo en su historia de Diano y las experiencias colmenareñas de los ganaderos de Castilla. El varias veces referido Luis Niño de Rivera, que además de un buen torero relata, con bien fundamentados datos, cómo Javier Garfias se inició en el enjambre ganadero de la ganadería mexicana y cómo se convertirá en el líder de una familia de ganaderos convirtiéndose en el arquitecto de un encaste que llevará una bandera de excelencia
y de calidad a manera de distintivo del toro de lidia mexicano por las plazas de Sudamérica y de México: el encaste Garfias. En su opinión, Luis Niño considera que Javier Garfias ha sido el ganadero “que más cerca vivió de José Antonio Llaguno García”, el hijo de don Antonio Llaguno González. Fue Garfias el que más detalles aprendió de la ganadería de San Mateo en la crianza del toro bravo. Lecciones fundamentales fueron en su formación profesional las aprendidas de su padre, don Antonio Garfias Peña, a quien no le atrajo nunca la cría del toro bravo. Más bien lo rechazaba, aun siendo el propietario de las haciendas de Santiago y Laguna de Guadalupe en el estado de San Luis Potosí. Haciendas con una extensión de 20 mil hectáreas en conjunto, dedicadas a la producción de pulque. Un negocio más productivo que el de toda la ganadería de lidia junta. El pulque es una bebida alcohólica de alta graduación, espesa y de color blanco, que está en permanente descomposición y de la que se obtiene de su fermentación el jugo del maguey. El pulque es el antecesor del mezcal y del tequila y, aunque los tres provienen de la misma familia de plantas (el agave), el pulque se elabora a través de fermentación Javier Garfias 99
sin recurrir a la destilación. ... El agave o maguey puede tomar de ocho a 12 años para alcanzar la madurez y producir savia o, como se le conoce, “aguamiel”. Estas haciendas, De Santiago y La Laguna además del pulque producían leche, beneficiaban el vacuno y explotaban el caprino dedicándose al cultivo de las tierras y a la explotación de cal, en grandes extensiones de la propiedad. Consolidada la ganadería de Garfias en México, famosa en América y exitosa en su expansión, fue contactado don Javier por un grupo de amigos entre los que se encontraban los Torreslanda, interesados junto a los hermanos Álvarez, Luis, Ramón y Juan, en importar ganado español. Querían formar en México una ganadería con ganado de lidia español. En la búsqueda de un nuevo toro mexicano El Pollo Torreslanda recurrió a Javier, como también lo hicieron los Álvarez Bilbao, los ganaderos de Barralva. En principio reconocían la sapiencia de Garfias como criador y reconocían su éxito ganadero. No solo fueron en busca de su opinión, valiosa sin dudas, sino querían integrarlo como socio de un proyecto muy ambicioso. A pesar de haber sido el más exitoso de los ganaderos mexicanos que con brillo de 100 Javier Garfias
triunfos manejó lo que conocemos como Sangre de Llaguno, Garfias propuso llevar a México ganado cuyos orígenes no existieran en el continente. Rea su clave, la propuesta la de adquirir ganado de Atanasio Fernández bajo el razonamiento de su experiencia adquirida durante sus viajes a la península y en conversaciones con los ganaderos amigos y las observaciones de sus pares. También de los matadores de toros. El encaste Atanasio, miembro de la casta Vistahermosa en línea directa del Conde de la Corte, garantizaría la presencia del toro en México, donde se criticaba mucho la poca arboladura de las reses mexicanas y la escasa romana en las mismas. Eran tiempos cuando “el toro de Madrid” se exhibía a través de las transmisiones de la Televisión Española. Propuso Javier Garfias importar, por ganadería, un mínimo de 50 vientres Todos aprobados, 50 becerros de tienta. Tres sementales, también aprobados y 20 toros para lidiarse en México. Estos, los toros destinados a las plazas mexicanas, se lidiaron todos a puerta cerrada. Además, en esto fue enfático Javier Garfias, debían llevarse por separado las líneas españolas y la mexicana. Ya la sangre de Garfias se exportaba a naciones taurinas sudamericanas, En el Perú hay toros se-
mentales en ganaderías peruanas. Lo mismo en Colombia, donde hay vacas y toros. De Venezuela Hugo Domingo Molina importó un semental para su ganadería de Rancho Grande y Orlando Echenagucia Hernández de la extinta ganadería de La Cruz de Hierro, agregó pajuelas a su banco de semen, pajuelas que compró en 1998. El presidente Carlos Andrés Pérez en funciones de Jefe de Estado invitó a Javier a formar una ganadería en Venezuela en sociedad con los que más tarde fueron propietarios de la ganadería de Somosaguas en Mirimire, estado Falcón: Martín Gutiérrez y Jota Vallenilla Calcaño quien antes y en sociedad con Elías Acosta Hermoso la ganadería de Bella Vista propiedad entonces del banquero J.J. González Gorrondona. Relacionado con este tema reposa en los archivos de las oficinas de Garfias en Los Cues, Querétaro, una carta que Javier Garfias dirige a José Julián Llaguno en su condición de Presidente del Consejo Directivo de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia, el 16 de mayo de 1988. Dice así: Por medio de la presente nos permitimos solicitar su intervención
para el efecto de gestionar la tramitación de un permiso de exportación de sesenta(60) vacas de vientre y tres sementales de la ganadería “Garfias”, propiedad del suscrito. La exportación antes mencionada será para llevar a cabo una operación de compraventa realizada a los señores J.J. Vallenilla y Martín Gutiérrez, ambos residentes de la ciudad de Caracas, Venezuela país donde permanecerán las reses materia de la presente operación. Mucho le agradeceremos se sirva tramitar el permiso citado a la brevedad posible por lo que quedo a sus respetables órdenes para cualquier información complementaria que se requiera. Firma Javier Garfias de los Santos México, D.F. Mayo 16 1988 Como muchas cosas de aquella Venezuela el serrucho se trancó a la hora de colocar los dineros en los bancos solicitados. Sin embargo, vale la pena saber que más tarde, Martín Gutiérrez, retomó la intención del proyecto; y en vez de ganado procedente de México, como fueron los planes con Javier Garfias, acordó para Somosaguas importar de vacas de Juan Pedro Domecq en España. Martín Gutiérrez, socio del Banco Latino y hombre muy ligado a orJavier Garfias 101
ganizaciones de seguridad, con experiencia en Chile durante el mandato del general Augusto Pinochet Ugarte creó un complejo ganadero muy ambicioso en Mirimire, estado Falcón. El proyecto reunía una ganadería productora de leche con ganado pardo suizo, en vaqueras controladas por una red digital que registraba minuto a minuto la producción de cada vaca. Aunque no lo vi, se proyectaba un centro para el desposte de reses productoras de carne. Tenía en una parte del complejo unas caballerizas y había adquirido un padrillo en el que, según él mismo Gutiérrez comentaba, se invitó una suma muy grande de dólares. La intención era la de fundar un harás para purasangres de carreras . Se construyó una lujosa plaza de tientas y respecto al alojamiento para invitados se siguieron instrucciones de los hoteles Hollyday Inn en la construcción de una lujosa casa ganadera y unos cómodos chalets para invitados con las mismas características arquitectónicas impuestas por la cadena de hoteles norteamericana. En principio la ganadería de lidia sería con vacas importadas de México a Javier Garfias de los Santos. Como era de esperarse, el proyecto como se planificó no arrancó. Se trajeron vacas de Juan Pedro Domecq de España y hasta hubo 102 Javier Garfias
un primer tentadero al que asistió como invitado el periodista José Carlos Arévalo, presente en la tienta de seis estupendas vacas de Juan Pedro por el novillero Carlos Herrera, porque los matadores de toros invitados a la tienta no se presentaron. Eran los días de la siembra en el mundo de los toros del semanario 6Toros6, la mejor revista de toros que se introdujo en América a través de representaciones en Colombia, Ecuador, el Perú, México y Venezuela. José Carlos Arévalo estaba en esa grata e importante misión como es la de presentar 6 Toros 6. La siembra del toreo en Venezuela. Nos encargamos de la corresponsalía, en México lo hicieron Marysol Fragoso y El Chacho Vázquez. Él un ganadero mexicano muy apreciado como amigo y admirado como aficionado en quien cayó la responsabilidad de la revista. Representante de Carlos Peralta, exitoso empresario y ganadero de Pastejé y que junto a Jorge Martínez Lambarri Gómez del Campo que en México tuvo el embargo de Campo Bravo, además de representar la ganadería de Los Martínez que fue una gran ganadería de muy breve existencia. Con un tentadero, como dijimos, se inauguró la plaza de tientas en
Somosaguas. La estrenó Michal Wigram, banquero inglés, adorador de Antonio Ordóñez como director de lidia. Invitados estuvimos junto a los ganaderos Alberto Ramírez Avendaño y Sebastián González Regalado de Los Aranguez y de Tierra Blanca. Eran días de incertidumbre, cuando la política en Venezuela comenzaba a abrir el camino de la revolución bolivariana. Las vacas fueron repartidas entre ganaderos venezolanos que las compraron. Entre ellos Aurelio Zambrano, que se estrenaba como propietario de Bella Vista, ganadería que fue propiedad del banquero J.J. González Gorrondona luego que el Banco Nacional de Descuento embargara a su anterior propietario, Carmelo Polanco. Polanco participó en la primera importación de ganado español, organizado por la Asociación de Criadores de Toros de Lidia. Para Bella Vista se importaron vacas de Mario Vinhas, origen Buendía Santa Coloma. No pudo honrar la deuda. Como no pudieron enfrentar la obligación quienes compraron bienes y ganado de la ganadería, la que le vendieron a Aurelio Zambrano que junto a Hugo Domingo Molina compró a Martín Gutiérrez un buen lote de las vacas de Juan Pedro Domecq, todas de estupendo juego.
Mientras toda esta zarzuela ocurría en Venezuela, en México crecía la siembra de la sangre Llaguno iniciada con la adquisición de vacas a San Mateo, ya bajo la dirección de José Antonio Llaguno García y de Luis Barroso Barona para la ganadería de San Miguel de Mimiahuápam. Fue Mimiahuápam la ganadería que abrió camino con dos toros muy importantes: Caminito 56, un toro colorado, y Pardito 44. Aquellos tiempos en la fiesta de los toros de México era la de los últimos años de la época de Manuel Capetillo, quien tendría que abrirle el paso a un espigado joven que despuntaba en las novilladas de La florecita y de la Plaza México, habiendo sido alabado por don José Alameda como el torero por el que México había esperado. Manolo Martínez, se convertiría en mandón de la fiesta en México, consentido de su afición liderando la época que nacía con Mimiahuápam como bandera. Se había cerrado el ciclo que impuso don Antonio Llaguno de no vender vacas. Se abría con Toño Llaguno, hijo desobediente el camino a la ganadería mexicana, la que sembraron los hermanos Llaguno. Igual que surgieron toros en México lo mismo surgieron toreros y de toros y toreros es la fórmula para Javier Garfias 103
una afición enterada, plena de pasión y capaz de sembrar el toreo. Fueron grandes aficionados a la cría del toro de lidia seres excepcionales como don Luis Barroso Barona, un hombre que entendió que su familia como célula importante de la sociedad estaba dispuesta a sembrar la fiesta de los toros con el sostén de sus toros. Han sido los Barroso ganaderos de estirpe, ejemplo en el esfuerzo que dieron la cara aceptando retos como el de cumplir el sueño de ir a España con sus toros. Antes de hacerlo don Luis Barroso, en el éter de la existencia se difuminó el binomio Manolo Martínez Mimiahuápam. Cada uno de había beneficiado del otro, y nunca comprendimos cómo no se comprendió por parte del torero la existencia de una meta por superar: conquistar y convencer en España. El proyecto con ambición histórica se reduce a que una ganadería de México regresara a competir en España; pero no una ganadería construida o configurada con los ganados de las diversas castas españolas, sino una ganadería históricamente pura. Un toro producto del proyecto de Llaguno, o de Piedras Negras de los González que es el que con una inmensa base criolla logró, a través de cruzas, eliminar por absorción todo lo de 104 Javier Garfias
Saltillo y lo cunero para que, en base a una selección de carácter, léase nobleza, bravura y muy en especial algo que nunca se expresa, Y si se expresa se hace camuflado en la palabrería del lugar común taurino. No se habla, no se dice, no se expresa en la tabla de virtudes en el tentadero que el toro mexicano lleva un agregado en su selección y es el sentido del toreo mexicano con una breve base como es la de crear el toro de México, ese toro que, con reconocido acierto, Luis Niño de Rivera y José Antonio Villanueva Lagar han bautizado como de Sangre Llaguno y que con permiso de ellos consideramos debe extenderse a Sangre de Piedras Negras. Lo hizo la en Madrid. Festejo correspondiente en el abono de la Feria de San Isidro, 22 de mayo del 1971 cuando pisó la arena de Las Ventas. Magnífico encierro en el que tres toros fueron ovacionados en el arrastre y un cuarto mereció la vuelta al ruedo a sus despojos mortales. Gran corrida en San Isidro, lidiada por Victoriano Valencia, Antonio Lomelín y José Luis Parada. Triunfo grande para los colores de Mimiahuápam, tarde grande para el encaste Llaguno y para el ganadero Luis Barroso Barona. Sus toros recibieron manifestaciones de admiración por parte del público que asistió aquella tarde a la Monumental.
No estuvo presente Manolo Martínez, lo que es imperdonable. Hoy la historia lo reclama. El destacado periodista de Horacio Reiba de Al Toro México, hizo en el diario La Jornada una reseña que, por valiosa. merece repetirse con sus puntos, sus acentos y sus comas. A través del tiempo han cruzado el Atlántico tres hatos de toros mexicanos para ser lidiados en plazas españolas: cuatro de Piedras Negras fueron a San Sebastián (1929), seis de San Miguel de Mimiahuápam a Madrid (1971) y más de una veintena, procedentes de San Mateo y San Marcos –divisas hermanas–, los adquirió el ganadero-empresario José Luis Pereda en 1986. Los seis primeros toros de San Mateo se corrieron en Huelva el sábado 11 de octubre de dicho año, corrida de la hispanidad cuyo cartel encabezaba José Ortega Cano (rosa y oro: vuelta y silencio), con el mexicano David Silveti como segundo espada (azul y oro: ovación tras aviso y una oreja) y cerrando terna el andaluz de Gerena Tomás Campuzano (grana y oro: oreja y dos orejas). Campuzano le brindó a David Silveti su segundo toro, el mejor del encierro. La prensa fue unánime
al reconocer la buena casta del ganado mexicano y la del tercer miembro en línea de sucesión de la dinastía Silveti, que impresionó por su finura de estilo, pero sobre todo, por su denuedo y valentía para sobreponerse al estilo picoso de sus toros, al grado de hacerse acreedor a dos de los tres trofeos en disputa: el reservado a la mejor faena de la tarde (Carabela “La Pinta”) y el correspondiente a la mejor estocada (Carabela “La Niña”). El de triunfador de la tarde (Carabela “La Santa María”) se lo llevó Tomás Campuzano, favorecido por el mejor lote de una corrida que llamó la atención por su enrazada y correosa condición. Conviene sopesar con cuidado lo que escribieron dos de los cronistas hispanos más connotados de la época para tener una idea aproximada del impacto causado tanto por los toros de San Mateo como por David Silveti, seis años después de su última incursión por cosos hispanos. Crónica de Rafael Moreno (ABC) “Cuando el último toro mexicano lidiado ayer en la plaza de Huelva cayó a los pies de su matador Tomás Campuzano todos respiramos tranquilos... Nadie, absolutamente nadie, se había aburrido en la plaza: los toros mexicanos nos habían mantenido a todos con la tensión a Javier Garfias 105
flor de piel. Ni siquiera era posible hablar con el vecino. Lo que ocurría en el ruedo exigió toda nuestra atención. Aquellos toros, mejores toritos, si los juzgamos por su tamaño, había obrado el milagro de mantenernos con el alma en vilo durante todo el festejo. La fiesta recuperó de pronto todo su sentido emotivo. El miedo llegaba a los tendidos. El peligro se veía desde lejos, y también el mérito de los toreros que fueron capaces de hacerle frente… aquellos toritos, que difícilmente habrían dado por buenos la mayoría de los veterinarios españoles, demostraron que el volumen es lo de menos, lo que necesita el toro es fiereza. Los toros mexicanos no fueron bravos en el sentido que hoy dan al calificativo los taurinos españoles. O, por lo menos, no fueron nobles. Pero sí tuvieron casta, genio y movilidad. ¿Y saben ustedes qué pasó? Pues que a todos les dieron en varas más que a una estera, a todos les llegó la sangre hasta la pezuña como para haberse muerto cuatro veces y, a pesar de ello, ninguno llegó a doblar las manos ni una sola vez. ¡Ni una! Y el caballo era el mismo de siempre, y el peto también. Todo era igual menos una cosa: el toro… Mucho más chico de constitución, 106 Javier Garfias
pero eso sí –atención al detalle– mucho más alto de agujas. Hasta zancudo, si ustedes quieren. Sus patas y sus manos eran más que suficientes para mantener el resto de su anatomía. No eran esos toros bonitos que aquí hemos llegado a criar, con las manos justitas para mantenerse en pie, pero a todas luces insuficientes para sostener las moles que llevan encima… Otra cosa fue su comportamiento. A ninguno de esos toros se les pudo hacer ese toreo de cristal que parece que se quiere imponer aquí… en primer lugar porque eran toros que embestían con genio y sin entregarse... sin parar un momento. Cuando decían ahí voy hacía falta un torero con los pulmones cargados de aire para no desfallecer. Y no iban detrás de la muleta como perritos ¡qué va!, la seguían intentando descubrir siempre al que la manejaba. Por eso todos andábamos con tensión en los tendidos, temiendo y saboreando el peligro, entendiendo el riesgo de los toreros, valorando sus gestos y hasta perdonando sus dudas… imagínense ustedes la que pasarían los toreros… Casta… genio… emoción… riesgo… Todo menos aburrimiento. David Silveti estuvo hecho un león. Así de claro. Sin dejarse arrugar, con los dientes bien apretados y dispuesto a jugarse la vida para triunfar. Nos sorprendió el mexica-
no, aunque bien mirado no tendría por qué haber sido así: un hombre que ha sido capaz de superar todas las adversidades que él ha superado para vestirse de torero no podía tirarlo todo por la borda, ahora que por fin se veía en España con dos toros de su tierra. Dos toros que no le dieron ninguna facilidad. Su primero tuvo genio para dar y regalar. David le pudo porque le llevó siempre la muleta muy baja. El toro de pronto, se dio cuenta de que no asustaba al torero y se fue buscando las tablas. El puntillero lo levantó varias veces… Con su segundo, David se jugó la vida. El de San Mateo se lo quería comer, pero él fue capaz de ganarle la partida… Creo que lo de león le viene de familia. Y también hecho un tío estuvo Tomás Campuzano. Su primero le dio algunas facilidades, y con su segundo, puso la plaza del revés. El genio del toro lo utilizó Tomás para triunfar. Ni siquiera lo arrugó una tremenda voltereta… Ortega Cano pudo con su primero, que tenía genio por el lado derecho y ni un muletazo por el izquierdo. Debió darle más importancia a lo que hizo. Su segundo fue un regalito imposible y no hubo manera de echarle mano… Hizo Ortega un esfuerzo grande para no darse por vencido… ¡Arriba San Mateo!
Ayer en Huelva vivimos una dimensión de la tauromaquia casi olvidada. Los saltillos que volvieron a su tierra de origen para morir nos trasladaron a otra época, no sabemos si definitivamente superada, pero desde luego altamente emotiva… Tras una larga epopeya, estos toros descendientes de aquellas doce vacas y dos sementales que el legendario Antonio Llaguno, en combinación con su amigo Ricardo Torres “Bombita”, le compró al marqués de Saltillo, y que en tiempos de la revolución mexicana tuvo que esconder en el sótano de su casa… nos han hecho ver la necesidad que tenemos de la fiereza y de la fuerza para que el animal tenga movilidad y no se caiga, que es la peor imagen que puede dar un toro de lidia”. (ABC, Domingo 1210-86). Crónica de Filiberto Mira (Aplausos) “Sr. D. Juan Silveti (exmatador de toros); Guanajuato, México/ Querido Juan: Antes que nada, quiero decirte que México ha obtenido hoy un gran triunfo en la plaza onubense de La Merced. Un éxito también para José Luis Pereda, que si bien como empresario no ha visto lleno ni mucho menos el coso, tendrá la alegría de haber aportado algo a la hermosa tarea del hermanamiento hispano mexicano…
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Aquí, al lado de donde partieron las tres carabelas en 1492… Extraordinario el triunfo de tu hijo David. Triunfo también para las glorias ganaderas de San Mateo, por obra y gracia del interesantísimo juego de los toros sanmateínos de Ignacio García Villaseñor. Ha sido esta de las corridas que dejan huella y recuerdo... Inició David su éxito con un excelente capotear al codicioso toro segundo, un burel con furia al que picó muy bien Curro Reyes, colocándole Luis Mariscal un muy ceñido par de banderillas. Este toro tuvo la particularidad de embestir con genio en la primera fase de la faena, pero se rajó pronto, aunque sin perder la elevada dosis de su ardiente casta. Valerosa y con clase fue la faena de David. Causó impresión como muletero y todos lamentamos que tras una metisaca tuviera que descabellar media docena de veces. Clamores levantó David al torear de capa al veleto y salpicado quinto, un toro que fue a más en el primer tercio y llegó al último pidiendo guerra. Toro violento, de ésos que a los que sólo son capaces de conquistar la oreja los toreros de raza y temperamento. Te diré que con la muleta, tu hijo estuvo tan valiente como me han contado que era su abuelo, “El Tigre de Guanajuato”.
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En una serie de derechazos muy emocionantes al hilo de las tablas me recordó tu hijo aquellos muletazos de tanta clase que lograste en la Maestranza sevillana en el Corpus del año de 1954, cuando saliste en hombros por la Puerta del Príncipe. Ha sido la de David una faena de doble vertiente, pues por valiente recordó a su abuelo, y por pases tan llenos de clase fue digno hijo tuyo. Gallardía y emoción, en un trasteo culminado de estocada certera que le valió merecida oreja. Espero que los empresarios españoles se enteren de que David Silveti es un torero con categoría para que su nombre figure en carteles de lujo. Encantaron los toros de San Mateo. A todos los que los vieron (una lástima que no hubiera más aficionados en la bonita plaza de La Merced) les han encantado los toros mexicanos de San Mateo. Te puedo decir que les gustaron mucho a Eduardo Miura, a Juan Guardiola, a José Luis Buendía y a Litri, por no citarte más ganaderos españoles que felicitaron a tu compatriota Ignacio Villaseñor. El más contento de todos era Alonso Moreno, por ser el que tiene en España los mejores Saltillos. Los de San Mateo, más que por bravos (tampoco fueron man-
sos) han gustado por su fortaleza (ni uno dobló las manos), por su movilidad y por su temperamento de muy encastados… Vista con los ojos del alma, allá en el palco de la eternidad estaría gozoso don Antonio Llaguno, creador de los asaltillados toros de San Mateo, por el muy interesante y variado juego que dieron los seis que por primera vez se lidiaron en una plaza española. También jubiloso tu padre en el cielo, por tener un nieto tan buen torero, que tan valiente como él era, triunfó rotundamente en un coso andaluz, junto con su enorme compañero de terna Tomás Campuzano, un torero poderoso de los de cuerda larga. Al sexto, un toro que comunicó mucho, lo ha toreado Tomás con ese estilo hondo y profundo que a ti tanto te entusiasma…”. (Aplausos, semanario taurino. 15 de octubre de 1986). Las palabras de Rafael Moreno y Filiberto Mira no dejan lugar a dudas y sólo hubo que lamentar que la corrida se haya celebrado muy al final de temporada, cuando ni la atención de medios y aficionados es ya la misma que en abril o mayo, ni los triunfos habidos reditúan contratos para diestros ni ganaderías. No obstante, aún pudo participar David en una corrida celebrada en Ávila el día 15 y desorejar a un saltillo de Victorino Martín.
Al año siguiente, confirmaría alternativa en Madrid (24-05-87), en cartel flojo y corrida sin historia en la que se corrieron cuatro astados mexicanos (San Mateo y San Marcos, dos y dos), y dos portugueses (de Samuel Lupi). Fue su padrino Nimeño II y alternó con ellos Tomás Campuzano. En cuanto al resto de los toros de Ignacio García Villaseñor, se fueron lidiando a duras penas y solamente en plazas controladas por José Luis Pereda. Precedidos por esa fama de duros que les dio la corrida de Huelva y, naturalmente, con flagrante ausencia de figuras en los carteles, que fueron los siguientes: Huelva, 26-03-88: cinco de San Mateo y uno de San Marcos: Ruiz Miguel (oreja y silencio), Tomás Campuzano (silencio en su lote) y Víctor Mendes (silencio en su lote). Zalamea la Real, 10-04-88: cinco de San Marcos y uno de José Luis Pereda para José Luis Galloso (oreja y silencio), Manuel Ruiz «Manili” (oreja y dos orejas) y Tomás Campuzano (dos orejas y oreja). Es decir, que entre 1986 y 1988 se lidiaron en España 21 toros con la sangre Llaguno (13 de San Mateo y 8 de San Marcos), y se les cortaron en total doce orejas. Habrá que preguntarse dónde habrá quedado todo ese caudal de raza y fortaleza Javier Garfias 109
que admiraron los españoles en los toros de García Villaseñor… Aún arropada su divisa con el aroma de importantes éxitos que le convirtieron en la gran ganadería mexicana Mimiahuápam pasó a manos del licenciado Alberto Bailleres, personaje importante en la historia grande de la fiesta de los toros mexicana. Bailleres sacó de la farándula del espectáculo taurino a Mimiahuápam, resguardándola como hizo con Begoña y Santa Teresa. Como más adelante hizo con San Martín, la ganadería que adquirió al morir Pepe Chafik. San Martín, a espaldas de Llaguno convertida en una vacada de Santa Coloma. No olvidemos aquello que Javier Garfias repetía y repetía: Santa Coloma es Ibarra con Saltillo. Nada que ver con el toro Llaguno. Nada que ver con Ibarra. Bailleres cerró en Mimiahuápam, con el poder de su exitosa e introvertida personalidad seguir por el sendero expansivo propuesto de Javier Garfias. Su personalidad sostenida un recio fundamente de triunfos le provoca por diversas circunstancias la evasión de la masa. No se trasnocha con opiniones, solo hace caso a conclusiones propias. Abierto para la historia, Alberto Bailleres intentó detener 110 Javier Garfias
el desarrollo de la teoría de Javier Garfias referida a la extensión de la cría del toro de Llaguno. Hemos visto como la presencia del hijo de don Antonio, Toño Llaguno García abrió con Luis Barroso Barona el espectro de la sangre del toro mexicano de Llaguno. Debo aclarar, porque fuimos testigos que no hubo rencilla entre el licenciado Bailleres y don Javier Garfias mientras Garfias estuvo al frente en la gerencia de la Plaza México. Lo vivimos muy cerca , fue durante aquella muy esperada despedida de Paco Camino con toros de Mimiahuápam en la Plaza México. Con una hermosa y muy escogida corrida se cumplió lo que Alameda repetía: -“Los toros no tienen palabra de honor”. La separación entre dos colosos del toreo mexicano había formado una cárcava profunda abierta con su raíz en un chascarrillo en un tentadero cuando Bailleres le pregunta a Javier, luego de ver una vaca extraordinaria, de gran volumen y encornadura cómo hizo para que no se cayera y, por el contrario, se fueron arriba. Javier le conteste: -“Te lo digo cuando me cuentes cómo ganar dinero jugando a la bolsa (de valores)”… Hasta ese día duró la relación afectiva entre los colosos. Una relación
de afecto y mutua admiración que nació en aquellos días de la juventud del licenciado Bailleres y de Javier Garfias. Capítulo Trece EL TENTADERO
E
l joven Javier Garfias caminaba sin saltos ni sobresaltos por el camino de su destino como ganadero hasta que tropezó con don Antonio, su padre. Colisión provocada por el rechazo del joven Javier al ganado de La Punta en una muy atractiva y tentadora oferta. Su respuesta, casi ofensiva consideraría don Antonio, fue porque -“… lo que quiero es el ganado de Zacatecas”. Don Antonio, que sin ser amigo de los toros sí deseaba lo que entendía era lo mejor para su hijo, reses de sus amigos los Madrazo, vacas de La Punta, que para él era lo mejor que había. Tuvo Javier que acurrucarse a la vera de su tío Labastida para pegar el salto a la independencia, lo que quería y que no era otra cosa que “el ganado de Zacatecas” – así identificaba lo que conocía de San Mateo. Por supuesto que el joven Garfias no sabía que iniciaba la escalada hacia el trono tauromáquico, como
canta el Redames de Verdi en Aida, a un sitio cercano al sol, espléndida la posición de mando en la que desentrañaría el significado del toreo. Lo primero que hizo Javier Garfias con el ganado procedente de lo de Julián Llaguno fue hacer lo que entonces creía que sabía, tentar las vacas y los becerros. Al paso del tiempo, tiempo bien aprovechado, no descubriría lo que tenía, sino lo que no sabía. Descubrió que el Tentadero es la herramienta más importante para cruzar los caminos que le conducirán al logro del toro de lidia con el que soñaba. Aquel toro, que don Antonio Llaguno construyó de la nada y que pretendió hacer desaparecer cual Merlin disgustado por haber inspirado la creación del toro de lidia ideal no solo para México, sino para el mundo.
Garfias impidió su desaparición y abrió el abanico esparciendo la Sangre Llaguno por el mundo taurino. Garfias se apoyó en la fórmula que aprendió de Antonio Llaguno García, Toño, el hijo de don Antonio quien con su actitud desobediente impidió la extinción de San Mateo. Javier Garfias 111
Predicada Toño los tres pasos para lograr un toro para padrear en la ganadería, y son: a.-) Tipo; b.-) Origen; c.-) Tienta. El tipo se expresa en la morfología, es decir sus formas, las que identifican en el encaste Llaguno, formas que pueden ser diversas diferenciándose unas de otras por el origen de su familia. Lo que empata la selección con su origen y que tiene que ver con la actitud en la plaza y a través del tiempo de ejemplares procedentes de esa familia; y, finalmente su comportamiento frente caballo y acometividad ante a los acosadores que es un juicio absolutamente personal del ganadero. El tentadero fuera del ejercicio de la tienta, es decir cuando se reúnen el ganadero con los toreros y aficionados surge la tertulia. Se inicia un momento muy importante en la ganadería. Lamentablemente cada día más escaso. Los dos eventos tradicionales en el campo bravo son el herradero y el tentadero, entre varios. El Herradero es sinónimo de bullicio, jolgorio donde se reúne un gentío en algarabía, un bonche social sinónimo de algazara, de ruido. Raros los toreros que asisten a los herraderos. 112 Javier Garfias
No así a la tienta, donde cada cual tiene su sitio propio y hasta sus propios comentarios. Su comportamiento, del que asiste como picador o torero, aficionado o conocedor de la ganadería es sumamente exigente. Antes, tradición que se ha perdido y que sí vi cumplirse en tentaderos de Javier Garfias es que a cada vaca se le distingue al salir por el nombre de la novilla ¡Y el se su madre! Hablar en voz alta. Conversar en vez de guardar silencio u opinar van siendo vicios que crecen entre ganaderos que asocian el tentadero con el mercadeo. Considero el tentadero en casa de Javier Garfias como uno de los eventos más interesantes que he vivido como aficionado. A diferencia de otros tentaderos en España, tanto en Salamanca como Andalucía, en México los tentaderos de Javier Garfias en El Realito, De Santiago, La Laguna de Guadalupe y en Los Cués en la Hacienda Los Cabales eran eventos de suma importancia que se prolongaban por una y hasta por tres semanas, dos o tres veces al año. Eso sí, con muy poca gente. Casi nunca invitados ajenos al toro siempre pensando en que en la prueba de tienta está el futuro de la ganadería.
Todos estos tentaderos en el camino del trajinar histórico de Javier Garfias en La Villa de Arriaga. Javier Garfias fue muy exigente en el tentadero, vivimos y disfrutamos de grandes tertulias con “toreros de la casa” como eran los recordados Luis Castro “El Soldado” y Luis Procuna. El maestro Juan Silveti y su hijo David. Grandes de México como Joselito Huerta, Jaime Rangel. Dos consentidos de Javier Garfias fueron los ases del toreo azteca, Manolo Martínez, Eloy Cavazos, los dos toreros que lidiaron el mayor número de toros de Garfias en la historia de la ganadería. Con frecuencia iba don Alfonso Ramírez “El Calesero” que tenía mucha empatía con Javier, y también sus hijos: Alfonso Ramírez y José Antonio “El Capitán”; Curro Calesero y su nieto El Calesa. Con El Capitán y Manolito Capetillo vivió el ganadero una muy importante comunión. Retuvieron cerca de tres años, El Capi y Capetillo encargados de los diversos tentaderos. Dos históricos del toreo, Fermín y su hijo Curro Rivera; Manolo Arruza y los hermanos Guillermo y Manuel Capetillo. Manolo, Fermín y Miguel Espinosa de la dinastía “Armillita”. Uno de los grandes toreros de la
Ciudad de México, Manolo Mejía, fue además torero muy apreciado por la afición capitalina un tentador consentido de Javier Garfias. Manolo indultó a Costurero y se alzó con triunfo de apoteosis con Consentido. Faenas que le acreditaron como ídolo de multitudes, en la Ciudad de los Palacios. Además de los mencionados, sería injusto dejar fuera del tintero a muy buenos toreros como Jorge Gutiérrez que tomó la alternativa con toros de la divisa de Garfias y que prolongó su historia de torero bueno a las arenas españolas, entre ellas Madrid, donde triunfo ante toros de Cuadri y junto a Manolo Vázquez y Antonio Chenel “Antoñete”. Jorge fue el anfitrión en un tentadero que Javier Garfias preparó para el matador de toros venezolano Carlos Martínez, de visita en México para la despedida de Paco Camino. Carlos toreó con Camino en el Nuevo Circo, junto a Manolo Martínez la noche que el toro número 13 le pegó la cornada a Carlos. Aquella corrida fue importante para Martínez pues le abrió las puertas de las plazas de Manolo Chopera en Venezuela, San Cristóbal y Maracay. Agreguen a la lista al maestro Zotoluco y a Federico Pizarro un torero muy apreciado por Javier GarJavier Garfias 113
fias, lo mismo que Humberto Flores y el caraqueño Leonardo Benítez que además era un invitado muy frecuente a los tentaderos y quien recientemente visita en Los Cues los tentaderos invitados por el nieto de don Javier, Javier Garfias hijo de Javier David. Benítez está dispuesto a reaparecer en la profesión, recientemente triunfó en Zacatecas en una tarde telemática. La cultura del tentadero en México tiene raíces centenarias, lo que hace del tentadero una reunión de matadores de toros, picadores como Venustiano Pacheco, Pascual Meléndez, Nacho Meléndez, El Coca Cola, el hijo de El Chute aficionados que se prolonga a veces por más de una o dos semanas. Las ganaderías, por lo menos las de los Garfias en la Villa de Arriaga, De Santiago o El Palmar, construyen amplios comedores, habitaciones para que pernocten los profesionales invitados y sala de reuniones sonde se celebran tertulias que se convierten en semilla. La tertulia del tentadero, desmenuza muchos temas: la política nacional, la política taurina. El arte, la música y la situación en el escalafón taurino. Todo esto sin que hayamos tomado en cuenta lo más importante: la historia vivida por los contertulios, que es decir la historia autentica de la fiesta de los toros. 114 Javier Garfias
En la tertulia taurina que surge en la ganadería se respira torería, torería sana y simpática no prostituida por el abyecto flamenquismo andaluz. Son tertulias que se convierten en vida, porque se vive la competencia sin desmayo, sin compadreo y sin respiro, porque en el Campo Bravo se evocan los gestos de las gestas que configuraban a los toreros con halo de seres diferentes. Capítulo Catorce ARMILLITA CHICO TORERO GRANDE
L
a aparición en el escenario universal de la fiesta de Fermín Espinosa “Armillita Chico”, fue la confirmación del slogan que hizo famoso José Alameda: - El toreo no es graciosa huida sino apasionada entrega. Desde becerrista “Armillita” destacó por su entrega y vocación apasionada, fue un privilegiado. Obediente y bien educado hermano menor, hizo pareja con su hermano Juan Espinosa, buen torero que terminaría junto a Zenaido su otro hermano como banderillero del gran “Armillita Chico”. Juan frente al coloso del toreo tuvo que cambiar el oro por plata de su jerarquía de matador de toros para encauzar su carrera de peón de
confianza de Fermín, a la sombra del genio elevado a las insospechadas alturas y reconocido por los grandes en España. Fue el año de la alternativa de Heriberto García y la consagración de Pepe Ortiz, El orfebre tapatío… Y surge “Armillita”, y conociendo al maestro Fermín, vale la pena comprenderlo a estas alturas de tan apasionante relato ganadero y taurino, que nos devela el gran periodista mexicano Aurelio Pérez que firmó sus crónicas y reseñas como Villamelón. Cuenta Villamelón el origen del alias “Armilla” o “Armillita”. Dice que para encontrarlo en sus orígenes es necesario buscarlo allá en España, en el siglo antepasado. Existe en Andalucía un pueblo llamado “Armilla en la provincia de Jaén, y desde el punto de vista taurino el siglo XIX vio a varios Armillas y Armillistas. Esteban Argüelles, gran banderillero destacó entre los mejores de la historia de la fiesta, que al lado del legendario Pablo Herráiz formó la cuadrilla de Frascuelo. ¡Nada menos! Hubo otros dos Armillitas que no tuvieron mayor relieve: José Picazo andaluz, y José López también originario de Andalucía que fue a México, y a principios del siglo XX
actuó en plazas modestas sin alcanzar ninguna nombradía. Se refiere Carlos Fuentes a “Armillita Chico” en su famoso pregón de la feria de Sevilla de 2001 con estas palabras: - Fermín Espinosa, “Armillita”, famoso por su faena en la Maestranza una tarde de 1945, cuando en vez de matar cuanto antes a un toro manso, le brindó la muerte a Belmonte y procedió a la que es considerada una de las más perfectas y osadas faenas de dominio, ganándose las dos orejas, el rabo y la salida en hombros. Natural de Saltillo en el norte de México, Armillita mató su primer becerro a los dieciséis años de edad, se retiró a los cuarenta y cuatro y llegó a filmar las faenas atribuidas a Tyrone Power en la segunda versión fílmica de Sangre y arena de Blasco Ibáñez. Tyrone Power supo seducir, como Juan Gallardo a Doña Sol. Rita Hayworth en aquella ocasión y espléndida belleza de crepúsculo con cuerpo de Venus Pandemus, origen de todas las sensualidades. La Venus bailaora, como la evocó García Lorca, paralizada por la luna. Si esto, envidiablemente, le tocaba a Tyrone Power, Armillita Chico tenía, en cambio que mirar en los ojos del toro su propia muerte, y Javier Garfias 115
lo hacía con el desnudo estoicismo coahuilense de los desiertos mexicanos, pues esto era el redondel para Fermín Espinosa: un llano de arena y sangre encajonado entre sierras perdidas. Hay muchos Armillitas, los hubo en Sebastián Almancha, un novillero modesto que descendió a banderillero y siguió siendo modesto y desde luego el famoso Matías Aznar banderillero muy destacado, el cual figuró en cuadrillas tan importantes como las de Cocherito de Bilbao, Vicente Pastor y en sus últimos años en la de Marcial Lalanda. ¿Alguno de estos influyó en el apodo del banderillero mexicano Fermín Espinosa, padre de Fermín, Juan y Zenaido? El hecho real es el de la fundación en 1888 de la dinastía taurina mexicana de los Armillita que ha dado importantísimos toreros a la historia, siendo el mejor de todos, desde luego, Fermín Espinosa Saucedo. Sigue el relato de Carlos Fuentes recomendando que · …no se puede olvidar a Juan Armilla, uno de los grandes banderilleros de todos los tiempos, tampoco a Zenaido uno de los mayores lidiadores con el capote, peón de brega notabilísimo. 116 Javier Garfias
En otro nivel Manolo Espinosa, matador de toros e hijo de Fermín en su primer matrimonio, triunfador muchas veces en la plaza México y quien inexplicablemente no consolidó su posición. Lo mismo podríamos decir de Fermín hijo, de quien los expertos dijeron cuando lo vieron en la plaza México que “Con este novillero no se puede equivocar nadie”… Luego Miguel, indiscutible figura del toreo en México y un profesional reconocido en España. Fermín Espinosa Saucedo, Armillita Chico, considerado como la figura cumbre del toreo universal abrió el camino en su cuadrilla a profesionales, importantísimos subalternos, como fueron don Felipe Mota, los Conejos Aguirre y el Güero Guadalupe . Lo hicieron como picadores. Hombres de plata, banderilleros y peones de brega los Armillita, Juan y Zenaido, y también el Chato Guzmán. Escritores cronistas, taurinos de excepción además de Francisco Rubiales “Paco Malgesto”, y de Aurelio Pérez “Villamelón”, se han sumergido en el tema de “Armillita”. Lo han tratado eminencias del periodismo taurino, tal es el caso de José Carlos Arévalo, si de explicar la explicación de una tesis de grado se trate. Antonio Casanueva Fernández y José Carlos Arévalo,
un comunicador que brilla por sus logros periodísticos nos conducen a la explicación y coincidencia distintos historiadores, entre quienes está con el vigor de sus conclusiones José Alameda, ayer, y Paco Aguado, hoy. No podía ser de otra manera. Concluyen ellos, Malgesto, Villamelón, Alameda, Domingo Delgado de la Cámara y Paco Aguado , que el toreo moderno se gestó en el continuo Gallito-Chicuelo-Manolete (p. ej. Alameda, 1961; Aguado, 1999; Delgado, 2014; Morente, 2018). Pero en esta historiografía del hilo del toreo ligado en redondo poco se ha escrito de la importancia de quien fue el eslabón entre Chicuelo y Manolete: Fermín Espinosa Saucedo “Armillita Chico”. “Armillita Chico” fue el pilar de una importante dinastía de toreros. Hijo de Fermín Espinosa Orozco, originario de Guadalupe, Zacatecas, decidió establecer su residencia temporal en Saltillo, donde nacieron sus hijos los toreros Zenaido, Juan y Fermín y José “El Chato”. Este último por un defecto en la vista no pudo vestirse de luces y se convirtió en mozo de espadas (Rodríguez, 1984). Don Fermín originalmente usaba el apelativo de “Campanero”. Lo de “Armillita’’ fue una ocurrencia del torero cubano José Marrero “Che-
ché” por la similitud que al banderillear tenía con el madrileño Esteban Argüelles “Armilla” (Rodríguez, 1984). El apodo hace alusión a la espiral que es parte de la base de una columna. Armillita fue un niño prodigio. Arévalo (2011) afirma que tenía un don, una intuición especial hacia los animales que le permitía armonizar el entorno e, incluso, sentir que se comunicaba con los toros, que ellos le hablaban y que él les respondía con el capote y la muleta. Su padre había meditado el toreo frente a bovinos criollos y recorrido las plazas del México de finales del Siglo XIX. Conoció a Saturnino Frutos “Ojitos”, el gran formador de toreros en México, lo que le ayudó a rumiar los secretos del arte de Cúchares (Arévalo, 2011). Fermín padre descubrió el don de su hijo e hizo que desarrollara la técnica matando animales en el rastro (matadero), y viendo cómo Zenaido y él mismo bregaban y banderilleaban (Mariano Rodríguez, 1984). Ese don natural, descubierto por su padre, fue la base de su técnica, aplomo y dominio para resolver los problemas de la lidia. Sin darse Javier Garfias 117
cuenta, sabía más de lo que le hubieran podido enseñar. Resulta ilustrativa la inocencia con la que narra sus inicios en el esbozo de memorias que le entregó a su amigo Mariano A. Rodríguez: Un buen día, jugando a las canicas en mi casa, mandaron por mí pues en Tacuba tenían organizada una encerrona, y habían destinado para mí, para yo torearlo, un becerro. Era castaño, no se me olvida. Llegué a la placita de Tacuba justo en el momento en que ya echaban el becerro al ruedo (...) Lo toreé como si hubiera estado toreando a un muchacho. No se me dificultaron ninguna de las suertes que intenté. Todo me salió superior y los comentarios que allí se hacían eran muy halagadores. (Mariano Rodríguez, 1984, p.261) Con esa misma sencillez que denota una intuición natural, pero también algo de ingenuidad, narra su debut en el Toreo de la Condesa el 3 de agosto de 1924: Recuerdo que era un novillo grandullón pero flaco y con unos pitones bastante desarrollados (…) El becerro no fue malo y yo lo toreé como quise con el capote. Lo banderilleé y con la muleta creo que le hice una buena faena, el caso es que me dieron la oreja y el rabo y di varias vueltas al ruedo entre una lluvia de dinero que me arro118 Javier Garfias
jaba el público (Rodríguez, 1984, p.264). A los 15 años se convirtió en el líder del escalafón novilleril. Entre 1926 y 1927 recorrió México triunfando en todos lados. El 17 de octubre de 1927 se despidió de novillero encerrándose con seis novillos en el Toreo de la Condesa. Al domingo siguiente recibió la alternativa de matador de toros, llevando como padrino a Antonio Posadas y a Pepe Ortiz de testigo, con toros de San Diego de los Padres. Tenía tan solo 16 años. Para Armillita torear era como jugar. Pero su padre sabía que estaba desarrollando el oficio que necesitaría para convertirse en la gran figura. José Carlos Arévalo (2011, pp. 3738) asegura que “fueron los años de empezar a ser. Un estímulo inconscientemente vivido, aunque muy gratificante en el caso de Armillita. Porque tenía el don. El don del toreo, que para profesionalizarse se convierte en oficio, es como el don de la voz o del baile. Se tiene o no se tiene. Y en el toreo hay que tener el valor suficiente para que la presencia del animal no impida pensar, y hay que sentir la música de la embestida”. Pepe Alameda explica que fue formado “bajo la influencia de aquella
orientación que Chicuelo había llevado a la tierra mexicana, línea que a su vez procedía de Joselito. Fermín entronca con éste y con la tradición sevillana, que ofrece como ninguna la dualidad de toreros largos y de toreros artistas. Supo ser lo uno y lo otro. Lo recordaré siempre en sus grandes tardes de Bilbao, donde lo vi enfrentarse a toros como locomotoras y a la roca inconmovible de Domingo Ortega; pero también lo recordaré cuando le corrió veinte veces la mano a Pituso, de la Punta en México, en una tarde colosal con Manolete; y en otra, con Clarinero, de Pastejé, al que le hizo la mejor faena que yo le he visto y una de las mejores que vi en mi vida” (Alameda, 1989, p. 228). Es decir, Fermín Espinosa Saucedo, en forma inconsciente, bebió de las fuentes fundamentales del hilo del toreo. De Guerrita y Lagartijo por las conversaciones de su padre con Ojitos, y de Chicuelo que se convirtió en un ídolo desde su llegada a México en 1924, cuando Armillita debutaba como becerrista. Su intuición natural le hizo asimilar la tauromaquia y volverse una pieza clave en la edad de plata en España y el pilar de la época de oro del toreo mexicano, el eslabón entre Chicuelo y Manolete. Su llegada a España fue mucho más sencilla que la de Gaona y la
de otros toreros mexicanos. Juan, su hermano, quien ya estaba colocado como un buen torero, le abrió paso. Incluso le dio la alternativa (en aquel entonces los españoles no le daban validez a las alternativas concedidas en México) en Barcelona el 25 de marzo de 1928, teniendo como testigo a Vicente Barrera y toros de Antonio Pérez Tabernero. Fermín cautivó España desde el inicio. La crítica en Barcelona dijo después de su alternativa: “Armillita chico no es una esperanza, es una realidad. No es niño precoz, es un torero hecho que le queda nada por aprender y en cambio muchas de nuestras figuras podrían aprender de él mucho de lo que sabe y puede (…) Artista indiscutible, valiente sin desplantes, cerca siempre de los pitones, sin trucos teatrales, tranquilo, consciente, torero de la cabeza a los pies (…) ¿Se puede pedir más a un matador con dieciséis años de edad?” (Rodríguez, 1984, p.58). Confirmó en Madrid el 3 de mayo de 1928 teniendo a Chicuelo como padrino y a Gitanillo de Triana de testigo con toros de Carmen de Federico. El empresario Eduardo Pagés dio su opinión después de la corrida: “me maravilló este muchacho. Yo mismo siento cierto recelo Javier Garfias 119
al externar mi juicio, tiempo hay para juzgarlo con más detenimiento, pero tengo conciencia de lo que vi y me parece tan extraordinario. Yo no he visto, desde que se fue Joselito, nada más completo, ni mejor” (Rodríguez, 1984, p.61). En 1928, su primera temporada en España, toreó 47 festejos. Los siguientes años en la península Ibérica fueron complejos para Fermín. En la primera fila estaban toreros cuajados como Chicuelo, Antonio Márquez, Marcial Lalanda, Nicanor Villalta, El Niño de la Palma, Cagancho, Gitanillo de Triana, Vicente Rodríguez, así como dos jóvenes de alto impacto por su personalidad y estilo, Domingo Ortega y Manolo Bienvenida. A Armillita lo calificaban de frío. Fermín, con su talento, absorbía lo hecho por otros toreros, lo asimilaba para, después, poderlos superar. En 1931 inició la temporada con triunfos importantes en Valencia (dos orejas y rabo) y Granada (cuatro orejas a toros del Conde de la Corte). Pero el parteaguas llegó el 24 de mayo en Madrid una corrida de Terrones alternando con Fortuna y Nicanor Villalta. Armillita se enfrentó a un toro que se defendía, reculaba y que había manseado en el segundo tercio. El periodista 120 Javier Garfias
Don Quijote describió la actuación de Armillita de la siguiente forma: -El diestro, inmóvil, elegantísimo, con leve juego de muñeca y pequeño quiebro de cintura, atornillados los talones en la arena, se pasó todo el toro por debajo de la muleta en un pase lento y hermosísimo, reflejo exacto del estilo de Gaona, que comenzaba así muchas faenas. Pero lo mejor fue que a ese primer pase primoroso ligó, sin enmendar un ápice el terreno, el alto por la derecha, de cabeza a rabo, y a éste otra vez el de pecho, y al de pecho otra vez el alto, sin que entre ninguno de los cuatro soberbios y ligadísimos pases hubiera la menor enmienda, ni el más ligero movimiento de pies; terminó esta primera serie con un molinete, y una ovación cerrada, corolario de los cinco ¡oles! Estentóreos con que se corearon los cinco pases. Tras esa brillantísima primera fase de la faena, la muleta quedó en la mano zurda, y el torero y el toro en el mismo terreno que diera comienzo el trasteo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco naturales en redondo, ceñidos, mandones, perfectos, rematados con el broche clásico del toreo en redondo: el pase de pecho. Entonces retumbó la ovación con verdadero fragor. A partir de aquí, la faena derivó hacia el adorno,
abriéndose el mismo diestro al toro, con pases de tirón hacia el tercio, y la coronó con un volapié ejecutado con claridad y perfección” (citado en Arévalo, 2011, pp. 106-107). José Carlos Arévalo (2011) analiza la crónica de Don Quijote para explicar que con esa faena se consolida el toreo ligado en redondo como eje de la faena moderna. Es importante hacer hincapié en que Armillita lidió este toro de Terrones tres años después de la faena de Chicuelo al famoso toro Corchaíto, es decir, estaba naciendo el toreo moderno. La tauromaquia de Armillita no era de parón, sino de quietud seguida por la ligazón de las suertes. Arévalo dice que “los pases del saltillense se rematan hacia atrás y se ligan. O sea, son largos. Y además lo son porque el toro, algo tardo en el primer cite, exige del diestro que le presente la muleta adelantada, no ya a media distancia, como precisaba el toreo ligado en redondo de Chicuelo (…). No, en el caso de Armillita esta faena inaugural, sucedió —¿por primera vez?— la ligazón de muletazos completos, largos y rematados, a muletazos completos, largos y rematados” (Arévalo, 2011, p.108). De la crónica de Don Quijote y del análisis de Arévalo, se infiere que Armillita no sólo era un maes-
tro poderoso, sino un creador que tenía la elegancia de Gaona y la maestría de Gallito. A partir de esa tarde Manuel Mejías Bienvenida “el Papa Negro”, intentó impedir que el mexicano toreara en las plazas importantes de España y así cuidar a su hijo, Manolo Bienvenida (Arévalo, 2011). En ese mismo 1931 Armillita se colocó como figura de la torería mexicana, después de un mano a mano con Vicente Barrera, en el que bordó al toro “Pinturero” de la Punta en el Toreo de la Condesa. El 5 de junio de 1932 realizó, en Madrid, la faena al toro “Centello” de la ganadería de Aleas. A lo largo de la historia hay muy pocas faenas que han transformado el arte de torear. Para Arévalo (2011), la de “Centello” fue una de ellas gracias a dos series de cinco naturales. Hasta entonces, el toreo con la izquierda, por naturales había sido, como norma y en el mejor de los casos, un pase de “parón”, o sea, con los pies clavados en la arena en el momento del embroque. A veces, muy pocas, con la embestida toreada hasta el remate, porque casi siempre, el torero debía abandonar el sitio, dado que el toro no continuaba su embestida (…). A partir de Chicuelo, estos naturales, cortos pero completos, sí se ligaJavier Garfias 121
ron en redondo, con el compás casi cerrado, el torero vertical y perfilado. Pero no se habían dado nunca como Armillita lo hizo en Madrid aquel 5 de junio de 1932. Dejándose ver el diestro en el cite, con la muleta retrasada, hasta situarse entre los dos pitones en posición de medio pecho y compás abierto, avanzando después la muleta lentamente y, muy adelantada ésta, meciendo los flecos, cuyo levísimo toque prendía la embestida del toro, que muy ceñido, rozando el vestido del diestro, entra en el embroque, se deslizaba hacia adentro y muy largo, para ser rematado su viaje por detrás de la cadera del torero en el momento en que un giro de muñeca dejaba al toro en la misma posición y la muleta presentada de igual forma que en el primer cite, para así embarcar de nuevo la embestida en cuatro naturales más, rematados con el forzado de pecho (José Carlos Arévalo, 2011, pp. 115-116). A partir de entonces Armillita no sólo se convirtió en la primera figura del toreo mundial, sino en el evolucionador del toreo a base de series de pases naturales. Morente (2017) sintetiza la dialéctica del toreo moderno: “Y cuando el toreo en redondo se ha perdido desde Pastor a Belmonte y desde Machaquito al Gallo, llega Joselito y lo redescubre, lo recrea, lo restablece y se lo pasa a Chicuelo y a 122 Javier Garfias
Armillita... y a Manolete que todos en esa fuente bebieron”. Domingo Delgado de la Cámara (2012) coincide al afirmar que había dos líneas de interpretación del toreo: “Joselito y Belmonte fueron los toreros modelo y referencia de la generación de la Edad de Plata. Los seguidores de Joselito eran toreros poderosos y de largo repertorio. Los seguidores de Belmonte eran toreros fundamentalmente artistas. Toreros estilistas, como entonces se decía”. El historiador explica que erróneamente en España se ha dicho que el sucesor de Gallito fue Manolo Granero y, aclara, que Armillita fue más poderoso y largo (Delgado, 2012). Armillita era un torero completo. Dominador cabal de los tres tercios y un creativo que hizo aportaciones a suertes de capa como la saltillera, y de muleta como el molinete de rodillas. Lo caracterizó una increíble sencillez, pero al mismo tiempo una combatividad que hacía que, en el ruedo, no se dejara nunca ganar la partida. Al igual que su increíble tauromaquia e insólita precocidad, su saber ser, saber estar y saber colocarse, dentro y fuera del ruedo, resultaron categóricos frente a las verbalizaciones apuradas, la politiquería del medio y los juicios simplistas que intentaban calificarlo de poderoso pero frío.
En sus primeros años de carrera, antes de cumplir los 22 años, Fermín Espinosa “Armillita chico” ya se había convertido en un torero clave en la historia de la tauromaquia. Con sus aportaciones, consolidó la faena ligada en redondo, clave en el toreo moderno. Armillita tendría muchos más triunfos clamorosos en Barcelona, Madrid, Valencia y otras ciudades de España, los envidiosos harían politiquería para impedir que toreara en las plazas españolas, así que se quedó en México donde protagonizó la edad de oro del toro mexicano. Capítulo Quince Y LA SANGRE SE RIEGA
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orge Luis Borges señaló que un autor, un libro, un ideal generan sus propios precursores: Kafka generó a Hawthorne y Llaguno a Javier Garfias. Al morir don Antonio Llaguno González la ganadería de San Mateo llega a las manos de su hijo José Antonio Llaguno García, en el cambio de timonel surge la oportunidad para que la nave se abra y la ganadería de San Mateo riegue al mundo de los toros con el producto que la genialidad de don Antonio Llaguno González creó. Llegó “la hora de los galeones”, con
la muerte de don Antonio. Ahora se podían comprar las vacas de San Mateo, la creación genética al sembrarle Saltillo a las reses criollas, seleccionadas entre 30 mil y se creó la Sangre Llaguno. Antonio Llaguno González le advirtió a su hijo José Antonio, único varón de sus seis hijos que si quería tener una ganadería de lo hiciera con su propio nombre: -Si yo me muero… conmigo se muere San Mateo … lo había dicho con sentencia definitiva, de un juicio egoísta, lapidario y devastador. Sin embargo – apunta Niño de Rivera – el tiempo había pasado desde esa advertencia y la condición física y anímica del viejo ganadero acusaba un franco deterioro hacia los inicios de la década de los cincuenta. Postrado en la cama por completo de 1951 en adelante, no tuvo ánimo ni capacidad para involucrarse en la crianza de sus toritos, mucho menos tomar decisiones en ganadería. Llevaba siete años y cuatro meses paralizado de la cintura para abajo, consecuencia de una lesión en la espina dorsal clínicamente mal manejada en una operación que le practicaron en el Hospital Militar de la Ciudad de México en 1945. El accidente ocurrió cuando don Antonio auxiliaba en las labores de encajonamiento una corrida de toJavier Garfias 123
ros en Pozo Hondo. Un toro destrozó el cajón de madera y escapó hacia la manga que el ganadero creyó le resguardaría. No fue así, pues al pegarse de la manga un tornillo saliente le produjo la contusión de la columna vertebral. No pasó mucho tiempo cuando don Antonio comenzó a sufrir dolores intensos que le obligaron someterse a una operación en el Hospital Militar de las Lomas de Chapultepec 7 de febrero de 1945. El ganadero estuvo hospitalizado por varias semanas, pero nunca se restableció de los fuertes dolores impidiéndole presenciar sus corridas desde el callejón. Durante los últimos días de abril de 1952 comenzó el declive final de su precario estado de salud. Recibía muy pocas personas que no fueran de su familia, por la debilidad que lo aquejaba, dejó de hacer la hidroterapia con la enfermera que no se despegaba de su lado,. Siempre luchando contra el sufrimiento que día a día incrementaba. Frente a la circunstancia refiere Luis Niño de Rivera en la página 466 del libro Sangre de Llaguno, “su hijo José Antonio se tuvo que hacer cargo de todos los menesteres de San Mateo. Tomó el control de los libros de la ganadería, decidió sobre los empadres, condujo los herraderos y los tentaderos, 124 Javier Garfias
hizo selección de toros para las corridas y llevó a cabo el embarque de los animales para las plazas, durante la fase final de la vida de su padre. El deterioro físico de don Antonio le fue impidiendo hacer efectiva la ejecución de su devastadora sentencia. Quizás en el fondo, en los rincones más apartados de su conciencia, el artífice de la obra genética más extraordinaria en materia de toros bravos que había en México supo que el mandar el ganado de San Mateo al matadero no sería una acción contra de su hijo, o a favor de su ego, sino un pecado de lesa patria”. El 15 de enero de 1953 falleció don Antonio Llaguno González, genio de la cría del toro de lidia… Habían pasado 20 días del cumpleaños 26 de su hijo José Antonio. José Antonio Llaguno, hijo de don Antonio Llaguno González con Dolores García se hizo cargo de la ganadería desde el momento que don Antonio entró en penosa agonía heredando la titularidad de San Mateo. -Mi padre me instruyó en todo lo relacionado con la ganadería, Estoy seguro que no le faltó detalle. Dijo el heredero después de las exequias en el Panteón Español, que había puesto a un lado la sentencia de su padre que dijo y pre-
dicó que “Si yo me muero… conmigo se muere San Mateo”. Nos relata Javier Garfias: Comenzamos a comprar ganado de San Mateo con los ganaderos Manolo Bergongoitia y Luis Barroso de Mimiahuápam, don Reyes Huerta Velasco, y con Mario Moreno “Cantinflas” de la ganadería que llevaba junto a su hermano a nombre de Moreno Reyes Hermanos, y José Chafik Hamdam de San Martín. Se integró lo que llamaron “un grupo élite” con las hembras puras compradas a San Mateo, de donde se generarían los sementales para estos cuatro hierros que cubrirían las vacas impuras adquiridas en forma paralela. En el caso de Mimiahuápam se compró la totalidad de las vacas pertenecientes a Torreón de Cañas de origen Torrecilla. Reyes Huerta, por su parte compró vacas impuras a San Mateo, mientras de Javier Garfias adquirió vientres de Torrecilla y del propio San Mateo. San Martín, finalmente, completó con vacas de Torrecilla, José Julián Llaguno y Valparaíso. El Tío Carlos, el gran cronista Carlos Septién resumió con gran tino que don Antonio Llaguno González “podía disponer con certeza el envío de seis virtudes para disfrute y regocijo los toreros de la casa, o el
regalito de seis vicios para sudor y lágrimas de los ases no gratos a la divisa”. Javier Garfias estuvo cuatro años de administrador de la ganadería de San Mateo, desde 1963 al año 67. Cuatro años que José Antonio Llaguno García se fue a vivir a España. Esta situación le presentó a Garfias la oportunidad de meterse en los libros de la ganadería y beber de la fuente de la sabiduría de don Antonio, conocer yerros y aciertos en sus experiencias y saber ver cuáles fueron los caminos que anduvieron para lograr el éxito. Javier Garfias creció mucho internándose en aquella joya. Descubrió lo que era cada uno de los sementales y entendió las ecuaciones de los empadres despejando interrogantes genéticos entre las vacas originales y las de Saltillo. -Toño no era fácil, cuenta Javier Garfias, y agrega que - Me cobraba como al que más, pero me permitía escoger. -Sí, me permitió escoger lo que yo en ese momento creí era lo mejor. -La fórmula es: primero, tienes que ver el libro; luego el tipo del toro, es decir que sea afín a su origen, porque dentro de esta ganaJavier Garfias 125
dería encontrarás muy diferentes tipos y siendo la misma ganadería diferentes. Los tipos tienen que ser afines a sus orígenes, pertenecer a la rama de donde vienen. Por último, la tienta. - Conjugar las tres cosas, tanto mejor, pero en ese orden. Y pensar que fue en un tentador, en La Blanquita donde surgió el disgusto más increíble entre Javier Garfias y Alberto Bailleres, un personaje tan importante que con Javier tenía muchas aristas que lo unían. Ocurrió que estaban tentado unas vacas y salió a la arena una de descomunal tamaño. Una vaca de Javier Garfias, que resultó nava y muy noble siendo aprobada con expresiones de aprobación por los exigentes aficionados reunidos en el tentadero. Alberto Bailleres, en son de broma le pregunta a Javier Garfias: - Oye Javier, ¿como haces para que no ese te caigan los toros? ¿Me podrías pasar la fórmula? A lo que don Javier para ser bien escuchado se saca el tabaco de la boca. Sonríe y le responde: Es fácil Alberto, cuando me des el dato de cuándo suben o bajan las acciones en la Bolsa de Valores. Jamás volvieron a hablarse, reunirse o expresar el afecto que hasta por razones familiares tuvieron toda la vida. Fue en 1967, cuando Javier Garfias 126 Javier Garfias
visita por primera vez Venezuela. Coincide el año del fin de su relación laboral con Antonio Llaguno. Su primera visita fue a San Cristóbal, plaza de toros Monumental que un par de días antes se había inaugurado convirtiéndose el escenario en la plaza de toros con mayor capacidad, 18 mil espectadores, en Sudamérica. Esto antes que se construyera la Monumental de Valencia que superó los 20 mil asientos en sus graderíos. La presentación de Garfias en Venezuela fue el 20 de enero de 1967 con una corrida de toros para Antonio Ordóñez, Efraín Girón y José Manuel Inchausti “Tinín”. La empresa era Manolo Chopera y Sebastián González Regalado y como representante de un grupo de inversores tachirenses Hugo Domingo Molina. Este andino se convirtió con los años en el ganadero y empresario taurino más importante e influyente en Venezuela y en el continente. Chopera y sus socios eran los empresarios en Caracas, donde lidió su segunda corrida en plazas venezolanas en el Nuevo Circo con el cartel de Antonio Chenel “Antoñete”, Curro Girón y Paco Camino. Ya Garfias se había presentado como ganadero de cartel en México, en una corrida de toros en Torreón, con Carlos Vera “Cañitas”, Rafael Llorente y Fermín Rivera
en Torreón en 1959, es decir ocho años ante. Su primera novillada en la México fue en 1965 corrida de toros formal. Cuando se refiere a estas presentaciones don Javier cuenta que: No lidié en la plaza México desde 1948 a 1965 porque, aunque tenía ganas no me sentía apto. Lo importante de la ganadería, repetía el ganadero cuando descubría urgencias entre los nuevos ganaderos, es la permanencia. -Es cuando la ganadería tiene realmente importancia. Una ganadería puede que durante tres años sea la mejor del momento, pero que después nadie la puede torear eso no vale. -Lo que vale es aguantarse los cinco primeros y luego funcionar 30 o 40 años y para aguantar 30 o 40 años debe tener una sangre extraordinaria y eso es lo que debemos conservar. Cuando Manuel Labastida y Peña, primo hermano de don Antonio Garfias Peña, el padre de Javier, se enteró que su sobrino Javier estaba interesado en adquirir un lote de vacas y toros de sangre Llaguno de procedencia San Mateo Torrecilla, e iniciar su propia ganadería fue en 1948; y, por casualidad, don Manuel tenía en su finca un peque-
ño lote de diez vacas de Torrecilla. La finca de don Manuel era una fracción de la ex hacienda de Santo Domingo, en Santa María del Río en el mismo estado de San Luis Potosí. Don Manuel habló de inmediato con su amigo Julián Llaguno para ver si no tendría inconveniente en que Javier se quedara con esas diez vacas de su propiedad. Don Julián estuvo de acuerdo y fijó el precio en mil pesos por vaca. Labastida acordó entonces con su sobrino venderle 25 vacas de Santo Domingo, a 500 pesos cada una, más las diez de Torrecilla. Así nació la ganadería de Garfias; pero, para Javier eso no era suficiente como punto de partida. Javier Garfias no tenía conocimiento de procedimientos para la formación de empadres, selección de hembras y de machos, y otros secretos propios del oficio. Su tío Manuel Labastida le ofreció llevarlo a todos los tentaderos de Torrecilla, dada la amistad tan cercana con don Julián. Javier gustoso aceptó. Sabedor de que no habría mejor escuela que la enseñanza directa de don Julián. La relación directa con este sabio ganadero y el joven potosino fue creciendo con el tiempo y el desarrollo de conocimiento Javier Garfias 127
por parte de este último. Poco a poco fue compartiendo con don Julián sus inquietudes y necesidades en materia de sangre brava. Don Julián le correspondía ofreciéndole diversos sementales de Torrecilla. El 12 de octubre de 1948, Javier Garfas empezó a formar su casa ganadera, al comprar su tío, don Manuel Labastida y Peña, 25 vacas con hierro de Santo Domingo, a las que les echó un toro de Torrecilla marcado con el número 10. Al poco tiempo Garfias inició la compra de un toro de vacas de don Julián Llaguno González. También compró dos becerros, que después padrea con las vacas. Al amparo de esta amistad, Javier se fue haciendo ganadero de bravo, porque de ganado manso y de agricultura sabe un rato largo ya que su finca de Santiago – a medio andar de la carretera Ojuelos – San Luis Potosí – era una buena escuela para aprender esas dos cosas, sobre todo si se considera que el maestro de este aprendizaje fue su mismo padre. Desde la primavera de 1946 en los potreros de Santo Domingo padrearon un considerable número de reses procedentes de Torrecilla, lo que le indicaría al joven Javier que por ahí era el camino que debía seguir para lograr el ideal de su ganadería. Todo se logró gracias a la partici128 Javier Garfias
pación de la esposa de don Javier: Ángela Sietges de Garfias, quien era propietaria de unas joyas que por años pertenecieron a su familia y que valían un potosí . Sí señor, sin pensarlo mucho y viendo el camino que llevaba su esposo lo animó invertir seriamente en la ganadería respaldándolo con esta suma importante de dinero. Fue testigo Garfias de cómo funcionaron los reproductores Manojo 35, Rayito 41, Saucero 9. Lo mismo que los Violeteros y Cominitos. Tan bien procedentes de nobilísimo linaje de Saltillo estos dos toros berrendos en negro, pinta clásica de la antigua casta vazqueña. Fracisco Madrazo atestigua, “sin temor a equivocarme” que las ganaderías de Manuel Labastida y Santo Domingo tienen en sus piaras el noventa por ciento de sangre de Torrecillas debido a la serie de cruzamientos. No podemos olvidar las famosas corridas de “los berrendos” de Santo Domingo en El Toreo de Cuatro Caminos, en el Nuevo Circo de Caracas, la Monumental de Valencia en Venezuela y en la Maestranza de Maracay que pasaron a la historia por los éxitos logrados por Manuel Capetillo, Paco Camino, Curro Vázquez, Manolo Martínez, Raúl Contreras “Finito” y Efraín Girón. Este último la tarde de “los berrendos” en Caracas se alzó con un triunfo de apo-
teosis de 5 orejas y un rabo. Lidió dos toros por percance de Manolo Martínez que sufrió fractura del escafoides. Un relato vivido por don Manuel Labastida confirma con hechos su testimonio. Durante una partida de póker, señala Madrazo, jugaban don Julián, don Manuel, Luis Castro El Soldado y Alfonso Ramírez El Calesero en la finca de el Sauz cuando surgió una discusión entre los ganaderos, acerca de cuáles serían las mejores campechanas – mezcla de mariscos que se sirve como entrada -, si la de los ganaderos de Sain Alto o las que se vendían en Santa María del Río. Como no se ponían de acuerdo convinieron en apostar una vaca brava y nombraron jurado a los matadores que se encontraban con ellos. Don Manuel envió de inmediato a su chofer hasta Santa María del Río -empresa nada fácil aquellos días – y pacientemente esperaron su regreso. “El Soldado” y “El Calesero”, después de hartarse de campechanas, levantaron la mano de don Manuel en señal de su triunfo. Las campechanas potosinas eran las mejores, y don Julián pagó a su amigo con la vaca Consentida 48, de pelo negro.
Pero don Julián no olvidó esta derrota y esperó la oportunidad para volver a retar a don Manuel… y, llegó la oportunidad. Una mañana de noviembre en casa del ganadero potosino, donde después de muchos dimes y diretes se concertó una carrera Julián Llaguno y Manuel Labastida, teniendo como escenario el frontón de don Manuel. El juez de la salida fue Fermín Rivera, el de la llegada el gran picador don Pascual Meléndez. El amo de Santo Domingo, Manuel Labastida, volvió a resultar triunfador, esta vez por “barriga y media”, recibiendo como premio la vaca Zacatecana 56, negra zaina que don Julián tuvo que enviar como pago de su segunda apuesta perdida. Al poco tiempo el mismo don Julián le obsequió a Emma Labastida de Meade la Copetona 49, entrepelada bragada, que fue la que mejor ligó. Copetona sería la abuela del toro Sol 65, berrendo en negro, aparejado con cara y cornialto al que Jorge El Ranchero Aguilar, después de una estupenda faena y de matarlo en la suerte de recibir, le cortó el rabo el 21 de marzo de 1961. La ganadería de Santo Domingo obtuvo su cartel al lidiar su primera corrida formal en la Plaza Monumental México. Javier Garfias 129
Como señalamos, fue el 12 de octubre de 1948, Javier Garfas empezó a formar su casa ganadera al comprarle a su tío, don Manuel Labastida y Peña, 25 vacas con hierro de Santo Domingo a las que les echó un toro de Torrecilla marcado con el número 10. Fueron sus primeros pasos como ganadero de bravo en el camino que le llevaría al éxito y reconocimiento de los más exigentes aficionados al toro de lidia. Al poco tiempo Garfias inició la compra de un toro de vacas de don Julián Llaguno González. También compró dos becerros, que después padrearon con las vacas. Don Francisco Madrazo continua su relato y cuenta que amparo de esta amistad, Javier se fue haciendo ganadero de bravo, porque “… de ganado manso y de agricultura sabe un rato largo ya que su finca de Santiago – a medio andar de la carretera Ojuelos – San Luis Potosí – era una buena escuela para aprender esas dos cosas, sobre todo si se considera que el maestro de este aprendizaje fue su mismo padre”. Javier, nos cuenta Paco Madrazo, antes que todo ha sido un hombre muy de campo y esto, a mi entender le valió enormemente para llegar a ser un magnífico criador de toros bravos. 130 Javier Garfias
Poco después Javier bebe las liturgias de la ganadería en otro abrevadero de altos vuelos: el de Antonio Llaguno García, hijo del mítico Antonio Llaguno González, de quien es gran amigo y con el que manejó San Mateo durante los años que Toño se radicó en Sevilla. Garfias se fortaleció y aumentó un considerable pie de vacas de una de las ganaderías madres de México, su piara por entonces ya casi todo procedente del ganado de los señores Llaguno. Con verdadero esmero, con verdadero cuidado, estudiando los libros de la ganadería fue haciendo una torada de gran calado, pues basta ver la forma en que mantiene sus vacas y sus toros para saber perfectamente el cariño y la afición que este hombre siente por la fiesta. De esto fuimos testigos en diversas oportunidades con Javier Garfias como anfitrión en Los Cues, en diferentes momentos de años distintos años recorrimos todos los potreros de sus dos fincas y hay muy pocos “peros” que se pueden poner en cuanto a las formas en que cuida sus reses bravas. En muy pocas casas ganaderas de México he visto una vacada tan bien seleccionada. Sobre todo, sus vacas de vientre.
¡Qué bonitas hembras he visto en Garfias! ¡Qué atajos tan bien seleccionados! En ellos abundan hembras con mucha caja, muy bien cortadas, muy bien puestas de cabeza y rigurosamente seleccionadas en su tipo zootécnico, además, como ya se comprenderá, con magníficas notas de tienta. Porque también me ha tocado estar en esta casa durante los tentaderos de vacas, y puedo decir que Javier es un hombre que sabe calibrar perfectamente la bravura y el buen estilo de sus reses; manteniendo la primera en alto tono, y el segundo con largueza. Don Francisco Madrazo, insisto en su sensibilidad como aficionado y honestidad como persona escribe en su informe de veedor de las corridas de toros contratadas para la Temporada Grande en la Plaza México que la de Garfias es la ganadería predilecta de todas las figuras del toreo contemporáneo, se pelean por verse anunciados en un cartel con sus toros. Esta casa comenzó a funcionar fuertemente en la época que el discutido diestro de Córdoba, Manuel Benítez vino a México. Aún recuerdo una tarde en la plaza de León, Guanajuato -cuando aún era de los primeros dueños, los hermanos Obregón Untaza, verdaderos tau-
rinos y aficionados leoneses, que por desgracia un día tuvieron que venderla- una bravísima corrida de Garfias que toreó El Cordobés y en la que, si no me falla la memoria, un toro cárdeno de Javier le pegó una cornada a Juan Silveti. A Manuel Benítez, torero de suma importancia en los últimos tiempos, lo conocí una mañana en el Hotel Morales de Guadalajara, cuando desayunando me lo presentó mi primo Jesús Solórzano. Agradable de verse y de trato, El Cordobés fue un diestro discutido, pero que sin duda dejó una huella muy honda en nuestra fiesta. Continúa su relato Madrazo con que la ganadería de Garfias tomó impulso cuando El Cordobés vino a México, sin embargo, considero que esta casa dio su paso más firme durante la década de los setenta cuando Garfias afinó el tipo, la bravura y el estilo de sus toros. Por suerte me tocó vivir esta época bastante cerca del ganadero, ya que como muchas veces he dicho, fueron los años que colaboré con DEMSA. En ese tiempo embarqué varias corridas para diferentes plazas de la República, abriendo y cerrando funciones con dos corridas para México, La primera 23 de enero de 1972, y la última, el 15 de diciembre de 1974. Aclara Francisco Javier Garfias 131
Madrazo que las fechas aquí mencionadas fueron las de los días de embarque. Luego del debut en corrida de toros en la Plaza México, enero de 1965, la divisa de Javier Garfias se presentó en varias plazas venezolanas: 11 de febrero de 1968. Valencia (Carabobo) Antonio Ordóñez (2 orejas), Alfredo leal (1 oreja), Curro Girón (2 orejas) y Francisco Rivera “Paquirri” en una corrida de ocho toros completada con dos toros de Reyes Huerta, que era la ganadería mexicana de más cartel aquellos días. El 15 de diciembre de 1968 en Caracas para el debut de Eloy Cavazos en Venezuela con Dámaso Gómez (1 oreja), Curro Girón (2 orejas) A Maracaibo fue en octubre de 1969. Maracaibo (Zulia) dos corridas de la Feria de La Chinita para la reaparición de César Girón (1 oreja) y Palomo Linares (2 orejas). Mano a mano y César Girón, Manuel Benítez “El Cordobés” y Palomo Linares (1 oreja). 1o de noviembre de 1969 dos corridas de toros organizadas por la empresa de los hermanos Lozano, José Luis, Eduardo y Pablo Lozano que sabían de la calidad del ganado de don Javier. Cavazos debutó en Caracas con to132 Javier Garfias
ros de Javier Garfias, Manolo Martínez lo hizo en Valencia el 9 de noviembre de 1969 con una gran faena merecedora de las dos orejas con Curro Vázquez y Efraín Girón. Hasta que se registrara su antigüedad en la Plaza México, Garfias hizo de Venezuela el escenario para sus triunfos. Regresando a México leemos en el libro de anotaciones de don Francisco Madrazo, que dice: - De la corrida de 1972 guardo el recuerdo de un cárdeno llamado Guerrillero, a un toro de los que mejor vi torear a Manolo Martínez en su triunfal carrera – dije: torear, no solo darle pases-. No olvido que el toro estaba marcado con el número 68, y que abrió plaza. Además, era de una preciosa estampa y fue en su lidia claro, serio, encastado y muy fijo, dejando estar a Manolo a su aire y a su gusto. El Guerrillero no hizo una sola cosa fea en su lidia y Manolo Martínez le compuso una clásica faena, formada de una treintena de pases, perfectamente dados sobresaliendo un hermoso muletazo de trinchera con la zurda, que fue todo jun poema por la belleza, la lentitud y el sabor que le imprimió. Con mi viejo amigo, Javier Garfias, platico un día de pasados recuerdos y vuelve al tapete de la conversación el día de su presentación en la plaza México con la corrida que le dio “el cartel”:- Tres de enero de 1965, Jose-
lito Huerta, Jaime Rangel y Victoriano Valencia. Al trabajo y a la inteligencia de Javier hay que agregar el buen tino de haber sabido conservar junto a él y durante muchos años a uno de los mejores caporales que he conocido en las ganaderías mexicanas: Amado Losoya “La Zorra”, quien como caporal ha estado con su patrón desde que empezó la formación de la ganadería. Con “La Zorra”, con Gustavo Castro “El Santanero” de San Mateo y Filemón Guevara de La Laguna y con Pedro Chávez de nosotros (La Punta) se formó el póker de ases de la baraja vaqueril de nuestro campo bravo. En 1953 Javier Garfias se acercó a su tocayo Javier Rojo Lugo, propietario de la ganadería Huichapan, con la idea de comprarle un buen número de vacas de procedencia de San Mateo. El licenciado Rojo Luna fue prominente político hidalguense, con una gran afición por la fiesta brava. Esa afición lo llevó a fundar su propia ganadería. Tuvo Rojo Lugo una amistad cercana con don Antonio Llaguno que le pidió ayuda para conseguir permisos para uso de suelo residencial en el predio que tenía en Soteldo. Rojo Lugo complació a Antonio Lla-
guno con dicho trámite, por lo que, en agradecimiento, el 5 de octubre de 1944, don Antonio le regaló 15 vacas de origen sanmateino. Hembras hijas de vacas de muy elevada calidad. Garfias conocía la procedencia de los vientres que tenía Lugo, así que llegó a un acuerdo para quedarse con 25 hembras, las madres, objeto del regalo de Llaguno y algunas de sus descendientes. La formación, por una parte, inteligencia y vocación ganadera, así como un gran sentido taurino, desarrollaron un sistema de ordenamiento genético que impuso Javier Garfias en la construcción de su encaste y en el proyecto de ampliación genética de la ganadería brava de México. De lo original en San Mateo, de acuerdo con los libros, quedaron siete de las familias originarias de Saltillo. Javier sólo tomo cinco. No le gustaban las Zorrillas y de las Platilleras no escogió. Se consideran familias fundadoras el lote integrado por diez vacas, todas ellas nacidas en 1908 y que cruzaron el Atlántico a bordo de vapor alemán Bavaria hasta México para luego ser trasladadas al puerto de Tampico, Tamaulipas, y por ferrocarril a Zacatecas: Cominita, 65; Guantera 93; Campanera, 141; Andaluza,148; Pardita, Javier Garfias 133
150; Remolona, 154; Zorrilla, 159; Cumplida, 161; Vencedora, 168; Coquinera, 172. Fueron 10 vacas escogidas entre 30, y una, Zorrilla, la única con nota de muy mala que el señor marqués impuso en sustitución de Gazpachera, vaca superior. A pesar de la larga travesía las vacas llegaron en buenas condiciones, ocho de ellas parieron entre diciembre de 1912 y mayo de 1913 en suelo mexicana. En 1914 durante la plenitud de la Revolución, la hacienda de San Mateo con 48 mil hectáreas de extensión en tierras de labor y agostadero convertida en un manjar apetecido por los revolucionarios fue intervenida hasta noviembre de 1915. Don Antonio Llaguno padre se vio en la necesidad de trasladar su ganado a Ciudad de México. Llevó al frente de la manada de bovinos por caminos y veredas a los hermanos Adolfo Aguirre Conejo Grande y Juan Aguirre Conejo Chico, dos hombres de a caballo y excelentes picadores de toros, hasta un improvisado corral en la colonia Santa Marta. El hato que incluía 13 vacas españolas que quedaban vivas. Solo 13 de 15, pues la Campanera había muerto en los potreros de Zacatecas. Gandinguera y Remolona fueron 134 Javier Garfias
vendidas al carnicero; Lebrijana, Platillera Vidriera y Cominita murieron por diversas causas. Cumplida y Coquinera murieron de cornadas y el semental Vidriero fue víctima del pillaje, robado en el rancho a finales de 1915 después de la entrada triunfal a México de la División del Norte y del Ejército Libertador del Sur con Francisco Villa y Emiliano Zapata a la cabeza. (Sic. José Antonio Villanueva Lagar) San Mateo se abre a otros ganaderos como ganadería portadora de la Sangre Llaguno a través de Javier Garfias, Luis Barroso Barona de Mimiahuápam, Pepe Chafik de San Martín y don Reyes Huerta Velasco. Consideraba don Javier, refiriéndose a las cruzas de ganado entre diversos encastes españoles y el ganado mexicano que existe hoy como resultado el ganado de la cruza por muchos años de saltillo con reses criollas, durante casi un siglo, el proyecto de lo que propuso Chafik, opina Garfias: No sé lo que realmente tenga del cuento comercial porque siendo el ADN de Chafik es fenicio porque santacoloma no es Saltillo, santa Coloma es Saltillo con Ibarra y nuestro toro mexicano es Saltillo con criollo, no con otro encaste. Eso puede no acabar bien. No le
voy a entrar, pero me da pena que se vayan a contaminar muchas ganaderías mexicanas, que son buenas ganaderías. Al final de cuentas fíjate que eso fue lo que sucedió. Quitando a los Encinos, las demás ganaderías no han tenido lo que esperaban. El que traiga el encaste de sangre Parladé vía Conde de la Corte, por ejemplo, Atanasio Fernández si no lo mezclan, si lo llevan bien, seguro va a funcionar. Ese tipo de toro le va a permitir a la afición descubrir otros encastes que no conocían. No hemos tenido en México otros encestes desde La Punta. Lo de Domecq esta bien, pero al mezclarlo con lo mexicano como está por ejemplo Jaral de Peñas y José Julián Llaguno encontrarán inconsistencia, pero sin consistencia e irregularidad y el que les funciona es el toro que no tiene cruza. Caminará mejor como receptor Jaral de Peñas con su base Mimihuápam, mejor que a José Julián con su base Torrecilla. Está bien la importación, los cambios, para la gente que paga el espectáculo y, a nosotros, nos van a meter en cierto aprieto porque la percha y la prestancia de un encaste como Atanasio o Domecq provocará que tengamos que poner las corridas con mucha cara y peso, atacadas. Es lo que está su-
cediendo, fue profético Javier Garfias. Según Antonio Macías, Javier Garfias y un grupo de diez ganaderos mexicanos acordaron importar ganado español. Para algunos había llegado la hora de grandes cambios, otros buscaban refrescar. Unidos se sintieron fortalecidos y se invirtió una gruesa suma de dinero, tiempo, esfuerzo, contactos en España. Un día, una mañana en el Hotel Palace de Madrid, reunidos algunos mexicanos con un grupo de ganaderos españoles que representaba Álvaro Domecq y Díez, reunión que fue cubierta por Televisión Española y en la que participaron algunos representantes de ganaderías y también de compradores los periodistas hicieron su agosto. Cuando llegaron a Javier Garfias, con ese estilo provocativo que viste al periodismo español, le pregunta: Señor Garfias, ¿es cierto que el toro mexicano es manito y chiquitico? Javier Garfias, alejando de su cara el tizón de tabaco que le quedaba a esa hora de la mañana, sacudiendo la ceniza acumula se dirige a don Álvaro Domecq y Díez y cándidamente le pregunta:- Oye Álvaro, qué opinas. ¿Qué toro es más bravo, el toro que comienza comiendo Javier Garfias 135
los capotes y los caballos y termina cayéndose y parado, o el toro que termina la faena embistiendo con clase y muchas veces? Pues hombre, Javier, el que termina la faena embistiendo y repitiendo. Nos informó Macías que se compraron a ganaderos españoles más de 2 mil cabezas, siendo la ganadería que más vacas vendió la de Paco Camino, de base Santa Coloma. Capítulo Dieciséis ¡QUÉ BONITAS HEMBRAS …!
E
n México la cría del toro de lidia es muy antigua. Habría que remontarnos siglos atrás, en los primeros años de la Conquista, cuando Hernán Cortés en 1527, entonces marqués del Valle de Cuernavaca, introdujo el ganado bovino importado desde Navarra. La cría extensiva del ganado era el único sistema valioso de producción, cuando el español introdujo las diversas especies de ganado en las Américas para producir ganado mayor en las extensas haciendas originadas por la colonización. Los conquistadores introdujeron el idioma castellano y la religión cristiana, y junto a la lengua y las creencias sus costumbres, entre estas costumbres estaban los ejercicios militares de toros y cañas, 136 Javier Garfias
un antecedente de la Corrida de Toros. Hay en México discrepancia en lo que se refiere a la celebración de la primera corrida de toros. Núñez Domínguez defiende la fecha del 24 de junio de 1526. Seis años después de la toma de Tenochtitlan, cuando se celebró con una corrida de cañas y toros el regreso de Hernán Cortés de su expedición a las Hibueras. Territorio que pertenece hoy a Honduras y donde Cortés casi pierde la vida. Nicolás Rangel en su Historia de México publicada en 1524, afirma que fue el 13 de agosto de 1529. La confusión entre un autor y el otro es causada por lo que Hernán Cortés informó en sus “Cartas de relación a Su Majestad Carlos V” en la que hace referencia a los juegos de cañas y toros, como consta en el Archivo de Indias en Sevilla. El resultado de la investigación llevada a cabo por el periodista Miguel de la Cuadra, sustentado en los Archivos de Indias que le respaldan, señalan que el 13 de agosto de 1527, se celebraron en Cubagua las fiestas en honor al nacimiento del príncipe Felipe II con Toros y Cañas, ejercicio militar antecesor de la Corrida de Toros. La Isla de Cubagua hoy, es territorio de Venezuela. Más adelante del 1527
fue parte de la Capitanía General de Venezuela cuando el Virreinato de la Gran Colombia se organizará con la ciudad de Santa Fe de Bogotá como capital. La primera corrida de toros en tierra firme de América fue el 13 de agosto de 1529 cuando se realiza el primer espectáculo taurino en tierras mexicanas, “dos años después de la fiesta de Cubagua, con la que celebraron con fiestas de toros y cañas el nacimiento del príncipe”. Una vez desarrollada la conquista los colonizadores importaron de España junto con otros animales ganado bovino con propósitos de parte del abasto para la población colonizadora. Juan Gutiérrez Altamirano que había sido Gobernador de Cuba y, además, pariente del conquistador Hernán Cortés fundó Atenco. La primera ganadería de América Latina en tierras de Calimaya, Metepec y Tepemayalco. Territorio localizado en el actual Estado de México. Ese sistema extensivo organizado por Gutiérrez Altamirano perduró en toda su perfecta integridad en México, hasta que se produjo en movimiento revolucionario provocado por el mensaje de la revolución zapatista. Un movimiento político con la Justicia Social como columna vertebral, dio paso a la Reforma
Agraria y al desarme general de los latifundios y peculiarmente de las grandes haciendas de cría extensiva de ganado. La fragmentación de los latifundios, cuyas trizas fueron otorgadas bajo forma comunitaria ejidal al exigirlas campesinos sin tierras, tuvo la intención política de acabar con la cría del ganado de lidia. De hecho, muchas ganaderías desaparecieron. Hoy Mexico tiene más de 300 ganaderías bravas y es el segundo país del mundo, después de España, en el número de ganaderías de toros de lidia. José Antonio Villanueva Lagar, Agrónomo de profesión, hizo un recuento muy detallado de la historia de la ganadería de San Mateo, el barro con la arcilla que nutrió la vocación y la formación de Javier Garfias de los Santos. El sendero con el que la lucidez de Villanueva Lagar emprende en una investigación que inició desde que don Antonio Llaguno trenzó lazos de amistad con Ricardo Torres “Bombita”. Villanueva Lagar explica cómo Antonio Llaguno González, mediante el celoso mantenimiento de una línea pura de Saltillo y el uso del cruzamiento por absorción, llegó a reunir rasgos distintivos que lo llevaron a ocupar un nivel de excelencia en la cría del toro de lidia. El método de don Antonio transformó la ganadería en un pozo de buena simiente, de la que descienJavier Garfias 137
den muchas ganaderías en forma directa o indirecta. El 12 de octubre de 1948, Javier Garfas empezó a formar su casa ganadera con una dehesa de 5 mil 600 hectáreas, distribuidas en doce potreros, estando parte de la finca en el municipio de San Felipe, Guanajuato y el resto en Villa de Arriaga, San Luis Potosí. Entre los años de 1959 y 1964 aumentó la ganadería con 65 vacas de San Mateo y varios sementales de la misma procedencia. Constituido el pie de simiente actual por 300 vacas de vientres y ocho toros con el hierro de San Mateo al comprar a su tío, don Manuel Labastida y Peña, 25 vacas con hierro de Santo Domingo, a las que les echó un toro de Torrecilla marcado con el número 10. Al poco tiempo Garfias inició la compra de un semental de don Julián Llaguno González y dos becerros que luego, más tarde, padrearía con las vacas. Del libro de notas de don Francisco Madrazo, muy cercano a Garfias, extraemos lo siguiente: -Al amparo de esta amistad, Javier se fue haciendo ganadero de bravo, porque de ganado manso y de agricultura sabe Garfias un rato largo. Su finca de Santiago –entre Ojuelos y San Luis– ha sido buena 138 Javier Garfias
escuela para aprender, sobre todo si se considera que el maestro de este aprendizaje fue su mismo padre, Antonio Garfias Peña. - Javier ha sido un hombre muy de campo lo que a mi entender le valió enormemente para llegar a ser un magnífico criador de toros bravos. Después Javier bebe las liturgias de la ganadería en otro abrevadero de altos vuelos, el de Antonio Llaguno García, (Toño Llaguno), hijo de don Antonio. de quien es gran amigo y junto al que manejó San Mateo durante los años que Toño se radicó en Sevilla. Garfias se fortaleció y aumentó un considerable pie de vacas de una de las ganaderías madres de México. Su piara desde entonces casi todo procedente del ganado de los señores Llaguno. Con verdadero esmero, con verdadero cuidado, estudiando los libros de la ganadería creó una torada de muy alto bordo y solo hay que ver la forma en que mantiene sus vacas y sus toros para saber perfectamente el gran cariño y la afición que este hombre siente por la fiesta. Hace referencia Madrazo a los años que junto a Javier Garfias le dio vueltas a los potreros de sus dos fincas.
- Hay pocos “peros” que se pueden poner en cuanto a las formas en que cuida sus reses bravas. En muy pocas casas ganaderas de México he visto una vacada tan bien seleccionada. Sobre todo, sus vacas de vientre. - ¡Qué bonitas hembras he visto en Garfias! ¡Qué atajos tan bien seleccionados! - En ellos abundan hembras con mucha caja, muy bien cortadas, muy bien puestas de cabeza y rigurosamente seleccionadas en su tipo zootécnico. Además, como ya se comprenderá con magníficas notas de tienta; porque también me ha tocado estar en esta casa durante los tentaderos de vacas y puedo decir que Javier es un hombre que sabe calibrar perfectamente la bravura y el buen estilo de sus reses; manteniendo la primera en alto tono, y el segundo con largueza. - No en balde, hoy que escribo estas líneas, dice don Francisco Madrazo -la de Javier Garfias es la ganadería predilecta de todas las figuras del toreo contemporáneo. – Se pelean por verse anunciados en un cartel con toros de Javier Garfias. Esta casa comenzó a funcionar fuertemente en la época que el discutido diestro de Córdoba,
Manuel Benítez vino a México. Aún recuerdo una tarde en la plaza de León, Guanajuato -cuando aún era de los primeros dueños, los hermanos Obregón Untaza, verdaderos taurinos y aficionados leoneses que, por desgracia un día tuvieron que vender el coso de La Luz una bravísima corrida de Garfias que toreó El Cordobés y en la que, si no me falla la memoria, un toro cárdeno de Javier le pegó una cornada a Juan Silveti. - A Manuel Benítez, torero de suma importancia en los últimos tiempos, lo conocí una mañana en el Hotel Morales de Guadalajara, cuando desayunando me lo presentó mi primo Jesús Solórzano, hijo del Rey del Temple, Chucho Solórzano. Agradable de verse y de trato, fue un diestro discutido, pero que sin duda dejó una huella muy honda en nuestra fiesta.
Decíamos que la ganadería de Garfias tomó impulso cuando El Cordobés vino a México, aunque es de considerar que en esta casa dio su paso más firme durante la década de los setenta cuando Garfias afinó el tipo, la bravura y el estilo de sus toros y surgió en México una baraja taurina con un póker de ases que integrados por Manolo Martínez, Eloy Cavazos, Curro Rivera y Mariano Ramos - torero charro al que Javier García apodeJavier Garfias 139
ró en su viaje a España - fundaron un punto de apoyo fuerte para la proyección del toro mexicano y la cohesión de la afición a los toros en la nación mexicana. - Por suerte me tocó vivir, insiste don Francisco Madrazo en indicar que en esta época estuvo muy cerca de los ganaderos de México, en especial Javier Garfias ya que como muchas veces ha dicho, “fueron los años que colaboré con DEMSA.” Los años cuando Javier Garfias fue Gerente de la Empresa . En ese tiempo embarqué varias corridas para diferentes plazas de la República, abriendo y cerrando funciones con dos corridas para México, La primera 23 de enero de 1972, y la última, el 15 de diciembre de 1974. Aclaro que las fechas aquí mencionadas fueron las de los días de embarque. De la corrida de 1972 guardo el recuerdo de un cárdeno llamado Guerrillero, a un toro de los que mejor vi torear a Manolo Martínez en su triunfal carrera – dije: torear, no solo darle pases-. No olvido que el toro estaba marcado con el número 68, y que abrió plaza. Además, era de una preciosa estampa y fue en su lidia claro, serio, encastado y muy fijo, dejando estar a Manolo a su aire y a su gusto. El Guerrillero no hizo una sola cosa fea en su lidia y Manolo Martínez le compuso una clásica faena, formada de una 140 Javier Garfias
treintena de pases, perfectamente dados sobresaliendo un hermoso muletazo de trinchera con la zurda, que fue todo jun poema por la belleza, la lentitud y el sabor que le imprimió. Con mi viejo amigo, Javier Garfias, platico un día de pasados recuerdos y vuelve al tapete de la conversación el día de su presentación en la plaza México con la corrida que le dio “el cartel”. Capítulo Diecisiete EL TORO LOS PUSO EN SU SITIO
C
uando los triunfos son legítimos, es cuando las partes se unen y juntos festejan. Eso fue lo que ocurrió con Javier Garfias la tarde que salió a hombros de la plaza México, en volandas de una multitud contagiada por la bravura de sus toros llevando al ganadero como pendón de triunfo, celebrándola la extraordinaria lidia de Boca Seca toro indultado por Marcos Ortega. Tras el esplendor del triunfo del torero y la apoteosis del ganadero, juntos en el éxito, hay una historia detrás de cada triunfo y lo mismo ocurre cuando surge la derrota. Aunque para superar el fracaso existe la revancha. El doctor Alfonso Gaona, enton-
ces Empresario de la Plaza México, tuvo todas las intenciones de provocarle una derrota a Javier Garfias. El empresario estaba disgustado con Javier Garfias por no transigir a una petición suya. Por re o por fa Javier no transigió a la solicitud del empresario. Gaona con la bilis revuelta creyó que con solo cambiarle el cartel a la corrida la venganza triunfaría; y en vez de ir las figuras le puso un cartel muy modesto con el que el ganadero fracasaría. Gaona se equivocó, y la tarde fue de tanto éxito que el ganadero salió a hombros de una multitud feliz por lo que vio en la plaza y el matador Marcos Ortega salió proyectado como uno de los triunfadores de la temporada. El toro, otra vez, los puso en su sitio. Al trabajo y a la inteligencia de Javier hay que agregar el buen tino de haber sabido conservar junto a él y durante muchos años a uno de los mejores caporales que he conocido en las ganaderías mexicanas: Amado Losoya “La Zorra”, que ha estado con su patrón desde que empezó la formación de la ganadería. Con “La Zorra”, con Gustavo Castro “El Santanero” de San Mateo y Filemón Guevara de La Laguna y
con Pedro Chávez de nosotros (La Punta) se formó el póker de ases de la baraja vaqueril de nuestro campo bravo. Luis Niño de Rivera, el biógrafo más cercano a la dificultosa vida del genial Antonio Llaguno González, nos cuenta en el capítulo La Transición, en su valioso libro Sangre de Llaguno, que había advertido Antonio Llaguno González a José Antonio Llaguno García, su único varón de sus seis hijos que si quería tener una ganadería de toros bravos lo hiciera con su propio nombre. “Si yo me muero … conmigo se muere San Mateo”, lo había dicho como sentencia definitiva de un juicio egoísta, lapidario y devastador. Los inicios de José Antonio Llaguno García como encargado de San Mateo corrieron con poca suerte. Al morir su padre, el 15 de enero de 1953, su primer encierro, lidiado a su nombre el 22 de noviembre en la Plaza México con el cartel Manuel Capetillo, Juan Silveti y Antonio Chenel “Antoñete” como alternantes. Fue un encierro de toros con mucha sosería y dificultades. Hubo que esperar hasta 1956 cuando Toño Llaguno, como identificaban los aficionados al hijo de don Antonio, en funciones de heredero de la divisa disfrutó de su primer éxito ganadero en la Feria Guadalupana en la corrida del 9 de diciembre. Fueron los toros Javier Garfias 141
Barba Roja y Cascabel pedestales para que Litri y Antonio Ordóñez se erigieran en triunfadores ante la exigente afición tapatía. El rondeño enloqueció al público con Cascabel, al que le cortó el rabo como premio a la mejor fana por él realizada en suelo Mexicano. Entre 1953 cuando falleció don Antonio y 1979, Toño Llaguno realizó la venta o alquiler de los sementales de San Mateo una larga lista de ganaderías que incluyeron Torrecilla, San Antonio de Triana, Chucho Cabrera, Valparaíso, José Julián Llaguno, Javier Garfias, Rafael Obregón, Mimiahuápam, Reyes Huerta, Moreno Reyes (Cantinflas) Valcerradas, Boquilla del Carmen, Xajay, San Fernando, San Martin, Begoña, Los Martínez, Tres Guerras, San Marcos, Campo Alegre, San Judas Tadeo, Celia Barbabosa, Manuel Martínez, La Providencia, La Soledad y Malpaso y más de 500 vacas. José Antonio Llaguno a diferencia de su padre, sí abrió la ganadería y, luego de copar las necesidades en la cabaña brava de México, dijo en importantes declaraciones: - No hay porqué alarmarse. San Mateo seguirá siendo siempre San Mateo y el prestigio que mi padre le dio a la divisa rosa y blanco se mantendrá por mucho tiempo. -Todos los tratos se han hecho sin descuidar la calidad que hay en 142 Javier Garfias
San Mateo. La reproducción de lo puro, ha dado posibilidades para para que la sangre de Saltillo se reparta y beneficie a otras ganaderías de México, puedo decir sin vanidad, que dentro de poco tiempo, casi todas las ganaderías de máximo prestigio de nuestro país tendrán algo de lo que mi señor padre, con sobra de afición, trajo hace 52 años. Toño Llaguno casó con una hermana del matador de toros Manolo González, aquel que los panegíricos bautizaron como “La Giralda vestido de luces”, por la relación con su familia andaluza Toño Llaguno pasaba parte del tiempo residiendo en Sevilla. Es cierto que se desplazaba a México para vigilar la marcha de la ganadería. Entre 1960 y 1965 Javier Garfias de los Santos coadyuvó en la administración de San Mateo. Javier visitaba la finca de la ganadería cada 15 días con el propósito de pagar rayas y revisar todo lo relacionado con el ganado y las instalaciones de la hacienda de Pozo Hondo. Había mucha presión política por la situación agraria en el estado de Zacatecas. Sobretodo por lo que prevalecía sobre los intereses de José Antonio Llaguno García en la hacienda de Pozo Hondo. Toño apelaba a todas las instancias de gobierno moviendo cielo y tierra para defender su propiedad, pero
no lograba respuestas satisfactorias. Su enojo, por la falta de voluntad de parte de las autoridades, lo llevó una confrontación agria y severa con el gobernador de Zacatecas y comprendió que sus días como ganadero en el estado habían llegado a su fin y acabó saliendo de Pozo Hondo. Inteligentemente Toño Llaguno abandonó Zacatecas, pues antes, vente años antes se había perdido San Mateo, al iniciarse la década de los treinta y desde 1915 Zacatecas solo representaba serios problemas para la cría del toro bravo y ahora estaba obligado dejar el estado cercado por el movimiento político a su alrededor. No había tiempo que perder, puesto que el gobernador encolerizado podía desatar las huestes agraristas en cualquier momento. Habló con Javier Garfias para que recibiera 50 vacas y algunos toros en su finca de Santiago donde permanecieron cerca de un año, en lo que buscaba una ubicación definitiva. No tardó mucho en encontrar la solución, dialogando con amigos y asesores. Llegó con el general Dámaso Cárdenas que apoyado por su hermano Lázaro sirvió de conducto para que José Antonio comprara un rancho en Michoacán denominado El Cuatro. De inmediato pasó todo el ganado a su nuevo domicilio en el
municipio Zacapu. El apoyo recibido por Javier Garfias no terminó con la estancia temporal del ganado en su rancho de Los Cues, sino que continuó con visitas muy frecuentes por parte de Javier a El Cuatro. José Antonio Llaguno tenía la familia repartida entre México y Sevilla, por lo que debía ausentarse del país y Javier Garfias se convirtió en el supervisor y administrador de San Mateo. Garfias llegó a familiarizarse íntimamente con la ganadería. Los resultados en los empadres, el registro en los libros del comportamiento de las reses en las tientas y la reseña de las corridas todo estuvo supervisado y juzgado por Javier Garfias. Hubo muy pocos aspectos de la ganadería que él no conociera mejor que su propietario. Es muy importante lo que señala Luis Niño que con el tiempo cuando sus posibilidades económicas lo permitieron Javier fue comprando sangre de Llaguno en ambos orígenes: San Mateo y Saltillo. Entre 1959 y 1965 Javier Garfias adquirió todas las vacas de la rama San Mateo que le quedaban a Llaguno. Más 16 madres de la línea española. Entre 1953 y 1956 le agregó 82 vacas, ocho sementaJavier Garfias 143
les de Torrecilla y uno de San Mateo. En 1970, traslada el ganado al Rancho Los Cués, en el municipio de Huimilpán, Querétaro. Obtuvo vientres de cinco de las ocho familias: - Cumplidas, Cominitas, Parditas, Guanteras y Vencedoras. No consiguió Platilleras, Zorrillas ni Gandingueras. Con esa compra Javier Garfias logró tener en su poder la fórmula genética perfecta para reproducir el trabajo realizado por don Antonio Llaguno González y don Julián Llaguno González. Es el momento en que Javier Garfias se convirtió en uno de los ganaderos mexicanos, privilegiados por el legado de la obra genética de los hermanos Llaguno González. La ganadería de Garfias debutó el 15 de febrero de 1953 en Torreón, Coahuila. Con Fermín Rivera, Carlos Vera “Cañitas” y Rafael Llorente en el cartel, y el 14 de septiembre de 1958 debutó la divisa en la Monumental Plaza México con una novillada lidiada por Heriberto Quintero, Mariano Rodríguez y Jesús Peralta. Capítulo Dieciocho COSTÓ LLEGAR… PERO MANTENERSE
L
e costó llegar, pero… ¡Al fin! Llegó la hora de la presentación en la plaza de toros Monumental Mé144 Javier Garfias
xico. Aquellos días la plaza como escenario taurino estaba metida en un conflicto con la Unión de Toreros Mexicanos. El motivo para la desavenencia era que no pudieron firmar el contrato colectivo, la empresa que representaba el señor Ángel Vázquez y los representantes de la Unión de Toreros de México. Ángel Vázquez era un cubano que se distinguía por sus éxitos en el negocio del béisbol en México. Considerado muy eficaz en el trato con los peloteros. No ocurrió lo mismo como gerente de los Diablos Rojos de México, la insignia del D.F. en la Liga de Béisbol y factótum de la empresa de la Monumental de Insurgentes. Recuerdo que Antonio Velásquez me comentaba, el día que descubrí la existencia de Ángel Vázquez, que su meta era la de convertir e los toreros en funcionarios al servicio de la empresa. Es decir, sueldos fijos, siempre a la orden de la organización para la estructuración de los carteles. Y estar a la orden para cuando los necesitaran. Como era de esperarse surgió un conflicto de una deuda muy elevada a los toreros subalternos, los miembros de la Unión de Picadores y Banderilleros de México, que se
arrastraba por varias temporadas. La deuda incluía las actuaciones de 1963 - 1964. La solución de Ángel Vázquez como representante de la organización de la temporada, asociado con Manolo Chopera, fue la de contratar cuadrillas libres, picadores y banderilleros como servidores de la empresa, sin tomar en cuenta las exigencias de los gremios de matadores de toros y de picadores y banderilleros. Manolo Chopera en aquellos momentos era el apoderado de Paco Camino, la figura y la gran atracción para la temporada de 1965. La situación echaba humo. La molestia en los gremios, dispuestos a impedir hasta por la fuerza como ocurrió, el inicio de la temporada. Para el 3 de enero de 1965 estaba anunciada una corrida de Javier Garfias. Fecha de la corrida de inauguración de la temporada que iba a ser el debut del ganadero potosino en corridas de toros de la Plaza México. El cartel, Victoriano Valencia, que confirmaba su alternativa en México, Joselito Huerta y Jaime Rangel. En la Unión consideraron una provocación al anuncio de un festejo que, para ellos, era una farsa. Coincidía en aquel momento una situación que enrarecía el ambiente : el dolor por la muerte de un compañero. Había
fallecido Antonio Campos “El Imposible”. Al sonar el clarín para la salida de las cuadrillas al picador de Victoriano Valencia, Gabriel Márquez, lo bajaron por la fuerza del caballo. Se formó un piquete de profesionales que protestó con gritos, trompadas y empujones integrado por Don Toño, Ezequiel Galván “El Sastre”, Felipe Bedolla “El Hielero”, Israel Vázquez y Agustín Salgado, “Muelón”. No se pudo impedir la tángana que se formó y menos evitar las trompadas y los empujones. Los agresores y agitadores fueron detenidos, y los llevaron a la Sexta Delegación donde fueron liberados por la noche, y la causa de la que se les acusaba dijeron que fue porque un grupo de borrachos formaron un lio en el tendido de la plaza de toros. La verdad es que el juez no se enteró de lo que se había armado en la plaza México. Unos durmieron en la policía y otros huyeron de la Ciudad, pues sabían que se iba a poner grave la situación. Así fue hasta que la mañana siguiente y los estaban esperando en las Oficinas de la Unión de la Calle de Gante los agentes de la policía para llevarlos a la Regencia capitalina, donde Ernesto P. Uruchurtu conocido como el Regente de Hierro inJavier Garfias 145
dignado por el escándalo en el que México había caído frente a las cámaras de televisión y la prensa nacional, liderado por los miembros de la Unión de Toreros encabezados por Pancho Balderas.
no, Pedro Gutiérrez Moya “Niño de la Capea”, Sebastián “Palomo” Linares, José María Manzanares, Francisco Rivera “Paquirri”, y recientemente Pablo Hermoso de Mendoza.
Los subalternos manifestaron la situación que estaban sufriendo y, por órdenes del Regente capitalino, se les dio 24 horas al picador español Gabriel Márquez y a Manolo Chopera para que abandonara el país.
Los franceses Nimeño II y Sebastián Castella y los lusitanos Pedrito de Portugal y Víctor Méndez.
Se ordenó a Ángel Vázquez como representante de la Empresa que se arreglara con la Unión, o se suspendía la Temporada. Y la Temporada siguió … y los toros de Javier Garfias crecieron en la historia de la fiesta en México. Los triunfos de la divisa desde aquella corrida a la fecha la han convertido en leyenda, permitiendo el lucimiento de grandes toreros como ha sido con los tres regiomontanos más importantes, Raúl García, Manolo Martínez, y Eloy Cavazos los ases de la fiesta mexicana , además de Curro Rivera, Mariano Ramos y el Coloso de Tula, Jorge Gutiérrez. Con los toros de Garfias también han destacado grandes figuras del toreo como han sido los españoles Antonio Ordoñez, Paco Cami146 Javier Garfias
No se quedan afuera toreros sudamericanos, como los hermanos venezolanos César, Curro y Efraín Girón los tres alcanzaron triunfos importantes con toros de Javier Garfias en Venezuela. Lo mismo los colombianos Pepe Cáceres, Jaime González “El Puno” y César Rincón. La ganadería Garfias fue la ganadería que más corridas torearon Eloy Cavazos 189 y Manolo Martínez 102 corridas de toros durante su actividad como matadores de toros líderes de la fiesta en México. Más de doscientos ganaderos en todo el mundo han fundado, y refrescado la sangre ó cruzado sus ganaderías con los vientres y sementales de Garfias en México, toros que han sido exportados a Perú, Colombia, Ecuador, Venezuela, EE.UU. y Centroamérica. Es ya considerado un encaste “Garfias”, porque más del 80% de los toros de lidia en México tienen su sangre.
El ganadero mexicano Javier Garfias de Los Santos falleció a los 76 años en su finca de Los Cues, vecino a Querétaro, donde en febrero de 2021 fallecería su viuda Ángeles Setges de Garfias. Fue don Javier Garfias un importante criador del toro de lidia más importante en la historia de la Tauromaquia Mexicana. Es su nombre y son sus logros reconocidos en España, Portugal y Francia, además de las aficiones sudamericanas como el Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. Don Javier Garfias fundó su ganadería en 1948 con 25 vacas de Santo Domingo y un semental de Torrecilla. En 1953 y 1965 le compró a Antonio Llaguno 48 vacas y varios sementales de San Mateo. En la Monumental de México tuvo tardes inolvidables, como las el 30 de enero de 1972 cuando Manolo Martínez le cortó el rabo a Gladiador y Palomo Linares también a Tenorio. El Niño de la Capea inmortalizó a Corvas Dulces el 22 de diciembre de l974, tras un faenón de antología. El 11 de enero de 1976, Eloy Cavazos obtuvo todos los trofeos de Vidriero. En una tarde histórica Cavazos le realizó estupendas faenas a Curtidos y Mesonero y José María Manzanares a Gazpachero Manolo Mejía resurgió una noche de octubre de 1993 al matar a Costurero. Un autor con su obra genera precursores, es una frase que surge del ideario de Jorge Luis Borges y que
Javier Garfias, luego de la extensión del abanico emanado del nicho que conocemos como Sangre Llaguno, sembró la semilla genética de don Antonio Llaguno González. Lo hizo con la expansión de sementales, como lo demuestra esta larguísima lista de toros padres que encabezan dos toros muy importantes: el 10H/62 cedido a doña Irene Garfias de Meade, hermana de don Javier y fundadora de la ganadería de La Ventilla y el 72 H/62, producto del entusiasmo del aficionado peruano, don Fernando Graña, al iniciar con sangre de Garfias su famosa ganadería que por años fue puntera en la cría del toro bravo en el Perú. Fernando Graña Elizalde, todo un personaje reconocido por la afición y los profesionales de la tauromaquia tanto en suelo americano como entre los taurinos ibéricos, cubrió la divisa de La Huaca, vacada cubierta por el semental referido a raíz de la histórica faena al toro Carnavalero, faena cumbre en la vida del maestro Antonio Ordóñez, el 18 de noviembre de 1962 en la bicentenaria plaza de toros de Acho, festejo conmemorativo a los 200 años de la arena más importante de Sudamérica. Como Carnavalero, fueron cientos los toros lidiados en Colombia y Venezuela sobre cuya bravura y nobleza de
beneficio la propagación del arte taurino por todo el continente americano.
Javier Garfias 147
1
10 H/62
Irene Garfias de Meade
31
36 0/70
Pedro Luceiro y Funtanet
2
72 H/62
La Huaca (Perú)
3
14 Y/63
Jesús Mota Velasco
32
37 0/70
Pedro Luceiro y Funtanet
4
15 Y/63
Jorge Hernández Espinosa
33
70 0/70
Ricardo Gómez
5
17 Y/63
Jesús Mota Velasco
34
71 0/70
José Cáceres
6
20 Z/64
Rafael Obregón
35
72 0/70
Cayetano Pastor
7
23 X/65
Manuel Ortega
36
75 0/70
Manuel Ortega
8
25 X/65
Jesús Mota Velasco
37
77 0/70
Joaquín Guerra (indultado Morelia) “Buena Estrella”
9
27 X/65
Manuel Ortega
10
28X/64
Jesús Mota Velasco
38
84 0/70
Juan Sordo Madaleno
11
30 D/66
Joaquín Guerra
39
1V /72
Hugo Domingo Molina
12
33 D/66
Rafael Obregón
40
3 V /72
13
36 D/66
Reyes Huerta
Manolo Martínez y Mariano González
14
37 D/66
Juan Sordo Madaleno
41
8 V /72
Joaquín Guerra
15
38 C/67
Juan Sordo Madaleno
42
9 V /72
Vda. De Fernández
16
39 C/67
Manuel Ortega
43
10 V/72
José Huerta
17
40 C/67
Rafael Obregón
44
V 12/72
Hernando Limón
18
44 C/67
Edgardo Meade
45
16 V/72
Juan Sordo Madaleno
19
45 C/67
Ricardo Gómez
46
24 V/72
Fernando de la Mora
20
46 C/67
Emma Labastida
47
26 V/72
Alfonso Ramírez Calesero
21
48 J/68
Juan Sordo Madaleno
48
99 V/72
Joaquín Guerra
22
49 J/68
Manuel Labastida
49
115 V/72
23
51 J/68
Javier Labastida
24
53 J/68
Rafael Obregón
Gregorio Fuentes (indultado Antonio Lomeli) “Raulito”
25
56 J/68
Manuel Ortega
50
36 T/73
Juan Sordo Madaleno
26
59 L/69
José Huerta
51
41 T/73
Manuel Ortega y Chafic Hamdan
27
61 L/69
Teófilo Gómez
52
46 T/73
28
66 L/69
Manuel Ortega
Manolo Martínez y Chafic Hamdan
29
67 L/69
Manuel Ibargüengoitia
53
83 T/73
Fernando de la Mora
30
68 L/69
Teófilo Gómez
54
5 P/74
Gregorio Fuentes
55
57 P/74
Jorge Hernández
148 Javier Garfias
56
63 P/74
Hugo Domingo Molina
82
3 Y/78
Ignacio Morales
57
84 P/74
Luis Quijano (indultado México Manuel Capetillo) “Jardinaro”
83
10 Y/78
Manuel Ortega
84
11 Y/78
Vda. De Fernández
Luis Quijano (indultado Torreon).
85
12 Y/78
Luis Javier Barroso
86
14 Y/78
Jorge Barroso
58
117/ P/74
59
75 A/75
Peñuelas
87
15 Y/78
José Huerta
60
78 A/75
Juan Sordo Madaleno y Chafic Hamdan
88
20 Y/78
Juan Sordo Madaleno
61
87 A/75
Jorge Hernández
89
73 Y/78
Felipe González
62
89 A/75
Juan Sordo Madaleno
90
76 Y/78
Ricardo Gordoa
63
5 U/76
Antonio Macías
91
80 Y/78
Julio Delgado
64
13 U/76
Jesús Mota Velasco
92
84 Y/78
Manuel Ortega
65
14 U/76
Vda. De Fernández
93
96 Y/78
Luis Javier Barroso
66
19 U/76
Antonio Macías
94
97 Y/78
Hermanos Mier
67
20 U/76
Vda. De Fernández (indultado Manolo Martínez) “Como tú”
95
99 Y/78
Ignacio Morales
96
28 Z/79
Fernando de la Mora
68
27 U/76
Jorge Hernández
97
35 Z/79
Juan Sordo Madaleno
69
49 U/76
Luis Quijano
98
39 Z/79
José Luis Gómez
70
68 U/76
Fernando Ochoa
99
42 Z/79
Pepe Garfias
71
90 U/76
Luis Quijano
100
43 Z/79
Francisco Galindo
72
136 U/76
Luis Quijano
101
47 Z/79
Edgardo Meade
73
138 U/ 76
Luis Quijano
102
51 Z/79
Hernando Limón
74
163 U/76
Luis Quijano
103
108 Z/79
Ignacio Díaz de León
75
37 H/77
Jorge Barroso
104
9 X/80
Manuel Ortega
76
46 H/77
José Luis Gómez
105
70 X/80
José Huerta
77
47 H/77
Manolo Ortega
106
73 X/80
Alfonso Ramírez Calesero
78
57 H/77
Marco Garfias
107
74 X/80
Antonio Macias
79
63 H/77
José Luis Gómez
108
75 X/80
Julio Delgado
80
67 H/77
Manuel Ortega
109
81 X/80
Manuel Labastida
81
108 H/77
Ernesto Sanromán ‘Queretano’
110
87 X/80
Luis Javier Barroso
111
96 X/80
Javier Garfias Javier Garfias 149
112
100 X/80
Manuel Ortega
137
90 C/82
Chafic Hamdam
113
7 D/81
Juan Sordo Madaleno
138
12 J/83
Juan Hernández
114
15 D/81
Marco Garfias
139
14 J/83
115
20 D/81
Sergio Hernández Rancho Seco
Chafic Hamdam y Álvaro Espinoza
140
30 J/83
116
23 D/81
Álvaro Espinoza y Chafic Hamdan
Sergio Hernández Rancho Seco
141
31 J/83
117
25 D/81
Juan Sordo Madaleno
Alfonso Ramírez Calesero
118
26 D/81
Ignacio Díaz de León
142
33 J/83
Adolfo Lugo Verduzco
119
29 D/81
Manolo Martínez
143
38 J/83
Francisco Villanueva
120
36 D/81
Jorge Barbachano
144
45 J/83
Juan Hernández
121
97 D/81
Javier Garfias
145
44 J/83
Chafic Hamdam y Antonio Macías
122
100 D/81
Juan Sordo Madaleno
146
46 J/83
123
36 C/82
Ruíz de Olloqui y Fernando de la Mora “Piconero”
Manolo Martínez y Chafic Hamdan
147
96 J/83
Pablo Labastida y Hernando Limón
124
40 C/82
Javier Garfias
148
98 J/83
Fernando de la Mora
125
41 C/82
Chafic Hamdam
149
3 L/84
Esteban Acosta
126
49 C/82
Javier Garfias y Adolfo Lugo “Cometa”
150
50 L /84
Fernando de la Mora
127
51 C/82
Juan D. Gutiérrez Cortina
151
57 L/84
Chafic Hamdam
152
59 L/84
Reyes Huerta
128
55 C/82
Juan D. Gutiérrez Cortina
153
64 L/84
Marcial Peñaloza
154
70 L/84
Chafic Hamdam
155
72 L/84
José Ángel López Lima
129
67 C/82
Juan D. Gutiérrez Cortina
130
79 C/82
Kiko Santana
156
77 L/84
Marco Garfias
131
80 C/82
Manuel Labastida
157
85 L/84
Marcial Peñaloza
132
81 C/82
Hernando Limón
158
78 L/84
Mariano González
133
84 C/82
José Luis Gómez
159
82 L/84
134
85 C/82
Valente Arellano
Chafic Hamdam y Arroyo Zarco
135
86 C/82
Rodrigo Aguirre
160
92 L/84
José Ángel López Lima
136
88 C/82
Juan Diego Gutiérrez Cortina
161
93 L /84
Mariano González
162
94 L/84
Claudio Meade
150 Javier Garfias
163
67 L/84
Marco Garfias
191
127 S/86
Edgardo Meade
164
11 O/85
Rodrigo Aguirre
192
128 S/86
Edgardo Meade
165
12 O/85
Curro Rivera
193
131 S/86
Tequisquiapan
166
13 O/85
Antonio Macías
194
S 143/86
Rodrigo Aguirre
167
14 O/85
Pablo Labastida
195
2 V/87
Paco Torre
168
18 O/85
Antonio Macías
196
31 V/87
Rodrigo Aguirre
169
19 O/85
José Huerta
197
46 V/ 87
Antonio Macías
170
20 O/85
Rodrigo Aguirre
198
V II/87
Rodrigo Aguirre
171
23 O/85
Rodrigo Aguirre (Julio Delgado)
199
52 T/88
Pablo Labastida
200
29 T/88
Antonio Macías
201
57 T/88
Marco Garfias
172
24 O/85
José Huerta
173
36 O/85
Reyes Huerta
174
44 O/85
Manolo Martínez
202 203
64 T/88 65 T/88
Jorge de Haro Reyes Huerta
175
47 O/85
Antonio Macías
204
73 T/ 88
Antonio Macías
176
49 O/85
Luis Felipe Ordaz
205
83 T/88
Antonio Macías
177
50 O/85
Álvaro Espinoza
206
88 T/88
178
56 O/85
Adolfo Lugo
Juan Diego Gutiérrez Cortina
179
58 O/85
Rodrigo Aguirre
207
90 T /88
Antonio Macías
180
070/85
Chafic Hamdam
208
92 T/88
Marco Garfias
181
1 S/86
Chafic-Tequisquiapan
209
95 T/88
Manolo Martínez y Chafic Hamdan
182
23 S/85
Chafic Hamdam y Germán Mercado
210
103 T/ 88
Rodrigo Aguirre
183
S 71/86
Rodrigo Aguirre- Adolfo Lugo
211
62 O/89
Javier Borrego
212
77 P/89
Marco Garfias
184
S 73/86
Reyes Huerta
213
95 P/89
Marco Garfias
185
S75/ 86
José Huerta
214
96 P/89
Salvador Gómez
186
S 77/86
Antonio Macías
215
P 20/89
187
93 S/86
Chafic Hamdam y Germán Mercado
Juan Diego Gutiérrez Cortina
216
P 21/89
José Luis Gómez
188
99 S/86
Paco Torre
217
P 22/89
Luis Felipe Ordaz
189
102 S/86
Ángel Talamantes
218
P 27/89
Chino Gómez
190
113 S/ 86
Adolfo Lugo (Indultado Hidalgo) “Secretario”
219
P 28/89
Javier Borrego
Javier Garfias 151
220
101 P/89
Javier Borrego
250
125 Y/93
Manuel Sescosse
221
A 10/90
Manuel Ortega
251
Y 49/93
222
A 17/90
Manuel Ortega
252
123 Y/93
Felipe González Coaxamalucan Manuel Sescosse
223
66 A/90
Jorge de Haro
253
60Z/94
Marco Garfias
224
A 9/90
Rogelio Rosales
254
64 Z/94
José Luis Gómez
225
A 96/90
Manuel Ortega
255
77 Z/94
Juan Pablo Llaguno
226
6 U/91
Raúl Lebrija
256
79 Z/94
Luis Felipe Ordaz
227
101 U/91
Manuel Ortega
257
84 Z/94
José Marron
228
148 U/91
Pablo Labastida
258
85 Z /94
Luis Quijano
229
191 U/91
Juan Pablo Llaguno
259
90 Z/94
Luis Quijano
230
52 H/92
Rogelio Rosales
260
2 Z/94
Javier Borrego
231
59 H/92
Raúl Lebrija
261
16 Z/94
232
62 H/92
Javier Borrego
Javier Borrego (Gonzalo Vega).
233
71 H/92
Antonio Macias
262
X 21/95
Tirso Díaz Infante
234
166 H/92
Manuel Ortega
263
X 22/95
Manuel Sescosse
235
3 H/92
Javier Borrego
264
X 30/95
Antonio Macías
236
Y 13/93
Adolfo Lugo
265
X 31/95
Rogelio Rosales
237
Y 14/93
Adolfo Lugo
266
X 40/95
Raúl Lebrija
238
Y 17/93
Manuel Sescosse
267
X 48/95
Gonzalo Vega
239
Y 20/93
Manuel Ortega
268
X 55/95
Manuel Sescosse
240
Y 24/93
Rafael Herrerias
269
X 59/95
Jesús Arroyo
241
Y 27/93
Marco Garfias
270
D 98/96
Antonio Macias
242
Y 28/93
Manuel Ortega
271
D 6/96
Javier Borrego
243
Y 29/93
Manuel Ortega y Manuel Sescosse
272
D 17/96
Paco Torre
273
D 31/96
Manuel Sescosse
244
Y 31/93
Pepe Marron
274
D 36/96
Antonio Macías
245
Y 37/93
Luis Felipe Ordaz
275
64 C/97
246
Y 38/93
Antonio Macias
Sergio Hernández Rancho Seco
247
Y 46/93
Tirso Díaz Infante
276
100 C/97
Javier Bernaldo
248
Y 48/93
Adolfo Lugo
277
102 C/97
Curro Rivera
249
Y 50/93
Paco Torre
278
110 C/97
Manuel Sescosse
152 Javier Garfias
279
136 J/98
Antonio Macías
280
139 J/98
Antonio Macías
281
141 J/ 98
Marco Garfias
282
172 J/98
Tirso Díaz Infante
283
249 L/99
Marco Garfias
284
5 0/00
Fermin Rivera
285
8 0/00
Luis Quijano
286
143 S/01
Javier Bernaldo
287
153 S/01
Javier Bernaldo
Capítulo Diecinueve LIMA LA VIRREINAL ACHO LA BICENTENARIA
U
n triunfo, el de Lima, que resume decenas de años antes que Garfias surgiera como ganadero fue la respuesta de la faena de Antonio Ordóñez a Carnavalero en Lima, en su plaza de Acho. Triunfo que para entender su dimensión y trascendencia hay que ubicarlo en la historia de lo que ha significado para Perú y los peruanos la Tauromaquia. Antes de entrar en el relato de lo acontecido por Antonio Ordóñez hagamos un paseo por los caminos que se reúnen en la encrucijada de los acontecimientos taurinos que se suceden y que influyen en la formación de una muy exigente afición, es decir: cómo se formó la afición del Perú. Un público, unos aficionados que han sido influyentes en la historia de los toros en América, en lo que la plaza de Acho tiene un papel
fundamental. Hablan los muy ordenados archivos del Virreinato del Perú,1542 tras el sometimiento del Imperio Inca abarcó los territorios que actualmente corresponden a Ecuador, Bolivia, Colombia, parte de Argentina, Chile y Perú. Cuenta la historia de Acho que el 22 de febrero de 1762 el Virrey, don Manuel Amat y Juniet, celebró con una corrida de toros a su arribo a la ciudad de Lima para celebrar en los terrenos del Acho, la “parte alta” desde se aprecia la vista del mar y desde donde se ven llegar las embarcaciones al puerto de El Callao, puerto que sirve a la ciudad de Lima. Cuentan que don Manuel, el Virrey, estaba muy enamorado de una hermosa mujer. Esa relación, entre un Virrey catalán y una cortesana limeña, era inconfesable dadas las normas de la ciudad que se regía al pie de la letra por la temible Santa Inquisición. Micaela Villegas, hermosa mestiza orgullo del pueblo que la distinguía como la Perricholi, ejercía una gran influencia sobre Amat y Juniet, un poder afectivo que tuvo mucho que ver con el desarrollo urbano de Lima y con la conducta de los limeños. Cuenta la leyenda, como cantaría Chabuca que el Virrey le pidió a La Javier Garfias 153
Perricholi ser su amante y ella le respondió que lo haría cuando él les pusiera la Luna a sus pies. El virrey enamorado, construyó una fuente que servía de espejo al cielo y, una vez que hubo ‘Luna Llena’, invitó a pasear a La Perricholi, diciéndole:-Hoy pondré la Luna a sus pies. Fue la Alameda de los Descalzos, a la que Chabuca Grande le canta “del puente a la Alameda”… Es un paseo rodeado de jardines con 12 estatuas en mármol de carrara, símbolos de los doce signos zodiacales. Acho es la plaza rectora de la tauromaquia en América desde hace más de dos siglos. Su historia taurina, la entendida afición de los limeños, la rodean con la historia de Lima son el termómetro más importante para que, con razón y justicia, reclame el ser reconocida como la plaza más importante del continente americano. Hundidas Caracas y Quito por la vorágine política, quedan en América las plazas de la Santamaría de Bogotá, permanentemente agredida y acosada por una Alcaldesa miembro del partido comunista. Andado un buen camino del Siglo XIX, aparecen en el retrovisor de la Historia, los archivos peruanos con los carteles de la plaza de Acho 154 Javier Garfias
anunciando espectáculos taurinos, y aflora y emerge el nombre de Francisco Montes “Paquiro”. Aquel chiclanero que subordinó con el aporte de su estilo, y detallada explicación de la técnica del toreo en su época, aportando consejos en el ejercicio de sus artes. Son los consejos y las observaciones que inspiraron a Santos López Pelegrín “Abenamar” en sus tertulias y discusiones para reunir y escribir su famosa Tauromaquia Completa. La fecha de inauguración de la Plaza de Toros de Lima “Plaza de Acho” tenía una serie de vacíos históricos, ya que las fuentes de principios de siglo, y las diversas publicaciones sobre el tema, no daban una fecha exacta, pero gracias a las investigaciones realizadas por el doctor Aurelio Miro Quesada Sosa, se llegó a determinar que la primera corrida se celebró el 30 de enero de 1766 en la que se lidiaron 16 reses destinadas para diestros de a pie y a caballo. En el cartel de esta corrida inaugural figuraban los espadas “Pizi”, “Maestro de España” y “Gallipavo”, los tres peruanos. Y el primer toro que pisó el ruedo de Acho para ser lidiado se llamó “Albañil Blanco”, procedente de la hacienda Gómez, ubicada en la localidad de Cañete (sur de Lima), y que según don José Emilio Calmell en uno de
sus libros publicados cuyo título es “Diccionario Taurino del Perú”, los ejemplares de esta hacienda llevaban sobre sus lomos la divisa rosa y caña. En la otra mitad de este siglo ocurrió el desarrollo del primer torero peruano en la historia. Nos referimos a Ángel Valdés, limeño de arrabal, estimulado por la actividad taurina que se desarrollaba en Acho y por ser atento escucha a las enseñanzas y consejos del torero mexicano José María Vázquez. Valdéz figuró en los carteles como “capa del país”, convirtiendo las banderillas en lo más atractivo de sus actuaciones. Su primer paso importante lo dio “El Negro” Valdéz cuando en el festejo celebrado el 7 de agosto de 1859 con los espadas Antonio Marín y José Ortega, españoles, que durante la lidia del quinto toro que se distinguía por el nombre “Ají Mirasol” de la ganadería de Toribio Zavala se vieron en apuros teniendo de abandonar el espectáculo porque el tal Ají le puso mucho picante a la corrida y provocó pánico. Antonio Marín cagado de miedo se negó matar al toro aterrador. Le suplantó en la obligación de estoqueador José Ortega, que fue cogido y herido de siete cornadas. Una de las cornadas fue muy grave, la herida en una pierna fue tan grave que
casi le provoca la amputación del miembro inferior corneado. Aquí es donde aparece Ángel Valdéz en la historia taurina del Perú. “Ají Mirasol” fue toreado y muerto a estoque por Ángel Valdéz, quien adquirió la categoría de matador de toros en medio del pavor comenzó la carrera del valiente limeño. Ángel Valdez “El Maestro”, fue el primer peruano en torear en Madrid y el primer ídolo taurino del Perú. Le anunciaban como “El Negro” Valdéz” o como Ángel Valdéz “El Maestro”. El Negro Valdéz fue el primer torero en encerrarse en solitario en la arena de Acho, en 1860 cuando toreó, banderilleo y mató 11 toros. En 1872 hizo campaña en el Uruguay con Mariano Soria “El Chancavano” y el banderillero Tomás Alvarado. Valdéz toreó 16 corridas en Montevideo, asombrando a los uruguayos quienes fueron los que le bautizaron como “El Maestro”. La República Oriental le distinguió con medalla de oro y diploma de honor por sus éxitos taurinos. Toreó hasta el 19 de septiembre de 1909, cuando con 71 años de edad mató su último toro, “Rompe Tablas”, sardo, capirote, botinero bien armado, un toro de Agustín Miranda de Mala, al que fulminó de una estocada. Javier Garfias 155
Otro importante promotor de la fiesta de los toros en Lima fue don José Asin. Ganadero de desbordante afición. Tanta tenía que viajó a España, con el propósito de visitar ganaderías de algunos de sus amigos y aprender secretos de la cría del ganado de lidia. Surgió en 1870 otro gran aficionado. Hombre de empuje e inteligencia, don Manuel Miranda. Arrendador de la plaza de Acho propiedad de la Beneficencia. Lo hizo por nueve años. Antes, la plaza llegó a ser administrada por el general José de San Martín, que para muchos peruanos fue el Libertador del Perú. Don Manuel Miranda realizó reformas importantes en la plaza de Acho, como la construcción de chiqueros y los corrales. Viajó a España y compró 12 vacas y 6 toros de la ganadería del Duque de Veragua, 6 toros de Miura, 6 de Colmenar, 12 de Mazpule y 6 toros de Navarra con la idea de cruzar el ganado ibérico con vacas criollas seleccionadas en tentaderos de La Rinconada de Mala. Manuel Miranda fundó la ganadería de Cieneguilla, una vacada que desaparecería durante la guerra con Chile. Comenzó en el Siglo XIX con la visita de importantes figuras del toreo al Perú. El primero fue el toledano Ángel Pastor, siguieron Diego Prieto Cuatro Dedos, fundador de escuelas taurinas para toreros y aficionados. Más 156 Javier Garfias
tarde Cuatrodedos viajó a México donde junto al gaditano Bernardo Gaviño revistieron de mestiza y de mexicana la fiesta de los toros, convirtiéndose la nación azteca en una potencia taurina continental. También visitó Lima, y con éxito actuó en Acho el valenciano Francisco González, Faico, torero que de paso tuvo mucho cartel en Venezuela donde, además de sus éxitos como torero, fue protagonista de un rapto, que no secuestro, de una joven de la alta sociedad de Caracas. Ella era dama de la sociedad mantiana de Caracas, esposa de un poeta y muy influyente editor de diarios en Caracas. Se fue a Málaga con Faico, quien regresó a América y continuó sus campañas por arenas del Nuevo Continente sin dar cuenta de la señora. Dicen que vivió en una casa de salud el resto de sus días enloquecida por la traición de Faico y los recuerdos del Poeta caraqueño. La importancia de Acho, o como a ella se refiere Aurelio Miró Quesada Sosa como “la Plaza Firme de Toros del Acho”, pertenece ya, como un monumento indestructible al patrimonio espiritual de la ciudad”, urbe que en el mundo de los toros surge en el Siglo XVIII representada con sabiduría y dignidad de muy buenos y entendidos aficionados limeños como el célebre y muy reconocido
don Francisco Graña Garland, empresario y periodista peruano asesinado por órdenes del partido aprista, trajo graves consecuencias políticas al gobierno de José Luis Bustamante y Rivero, que acabó siendo derrocado en 1948. Su hijo Francisco Graña Elizalde muerto en un extraño accidente vial, causado por un camión que descargó arena sobre el auto que conducía Graña Elizalde en una carretera del Perú, grandes aficionados como Fulvio da Fieno, Juan Giani y Carlos Miró Quesada, formados en La Legua, que produjo muy buenos toreros como los profesionales de más fama. … Y hoy en el Siglo XXI por los muy apreciados amigos Raúl Aramburú Tizón y Tuco Roca Rey, aficionados prácticos que, también formados en el tentadero de La Legua, ubicado en unos maizales al lado de la actual avenida Colonial que el mismo Da Cámara arrendaba al señor Andrés Arata -miembro de una familia limeña muy taurina hasta hoysegún detalla la misma Conchita en su bello libro Recuerdos, que es toda una oda al toreo. Junto a Rafael Puga, ganadero y matador de toros, su hermano Roberto Puga, Flavio Carrillo matador de toros y Gabriel Tizón matador de toros. Hay que destacar a Felipe Solari, histórico aficionado práctico que toreó con Joselito en
un festival para aficionados en San Sebastián, Guipuzcoa, destacarlo junto a “El Cabezón” Alberto Villacorta, los integrantes de la Hermandad de la Legua: Fulvio da Fieno, Raúl Aramburú Raygada, Enrique Aramburú, Gabriel Tizón Ferreyro y entre todos destacó como aficionado Fernando Graña Elizalde, que compitió con Luis Miguel Dominguín marcando caminos como entendido ganadero que han sido ampliados por los hermanos Roberto y Rafael Puga Castro. Si ayer la Hermandad de la Legua le dio al mundo a una gran torera, Conchita Cintrón, hoy los aficionados de Acho están representados por la primerísima figura del toreo universal, Andrés Roca Rey. Hijo, nieto, y hermano de ganaderos, buenos toreros y excelentes aficionados, todos miembros de la entendida sociedad limeña. Lima creció en jerarquía y en calidad con la visita de grandes figuras del toreo como fue Manuel Mejías Rapela “Bienvenida” en 1916, fecha que en unión de su familia vino a Sudamérica, visitando y permaneciendo inviernos en el Perú, Colombia y en Venezuela. A Caracas, Bogotá y Lima vino acompañado de sus hijos Manolo, Pepote, Ángel Luis y Antonio que nació en Caracas. Todos toreros que sembraron los fundamentos de Javier Garfias 157
la fiesta de los toros en Venezuela. El camino de grandes figuras fue señalado en Lima con la presentación en 1916 del gran Rodolfo Gaona, rival de Joselito y Belmonte en la Edad de Oro del toreo, gracias al empresario Carlos Moreno y Rodán. Hombre ambicioso en sus proyectos taurinos, porque tras la huella de Rodolfo Gaona le abrió el camino en 1917 a Juan Belmonte. Más tarde, en 1919 y 1920 visitó Lima y actuó una extensa temporada en Acho, Joselito y Rafael el Gallo, su hermano mayor. Aquí hay que hacer un alto porque debemos señalar que ante la presentación en Acho de Gallito y habiéndose preparado Lima para una temporada extensa, la empresa robusteció la contratación de ganado de lidia adquiriendo en Mexico toros procedentes de las primeras cruzas del ganado criollo mexicano con Saltillo, toros de las ganaderías de Piedras Negras, Zotoluca y de La Laguna, de los González de Tlaxcala, así como las ganaderías de San Mateo de los hermanos Antonio y Julián Llaguno. México comenzaba a ganar fama con su ganado días anteriores a la presencia de Manuel Jiménez Chicuelo, el deslumbrante torero que se convertiría en el heraldo de las virtudes de los toros de don Antonio Llaguno. Belmonte había estado en México y propagaba al 158 Javier Garfias
mundo de los toros las virtudes del Saltillo sembrado en México. Gracias a la fama de San Mateo por los triunfos de los maestros españoles ocurrieron situaciones diversas con los toros de San Mateo. De los seis adquiridos se lidiaron cuatro la primera tarde. Tres en medio de una soberana bronca del público iracundo por la escasa presencia de los toros ante Joselito. La corrida de toros se suspendió ante el desorden público provocado. Más tarde Joselito y el Cuco lidiaron a puerta cerrada los dos toros que habían sobrado de San Mateo. El lidiado por Joselito resultó bravísimo y sirvió para que aflorara la genialidad del maestro de Gelves dictando cátedra. Joselito, dirigiéndose a sus invitados, los entendidos aficionados de Lima y periodistas de los diarios peruanos presentes en la plaza, les explicaba a viva voz el cómo y el porque de cada suerte. El toro, magnífico por su encastada bravura y nobleza fue indultado, tal fue su bravura y calidad; y vendido como semental. El otro toro de San Mateo también fue bravo y de gran calidad y el Cuco, que fue banderillero de Gallito lo toreó a placer en la plaza de Acho. El Cuco es el padre del matador de toros Rafael Ortega “Gallito” quien es hermano de la declamadora Gabriela Ortega, en Venezuela amigo muy cercano en
Maracay de don Ramón Martínez el padre del matador de toros Carlos Martínez. No hubo problema con los toros tlaxcaltecas, es decir con los astados de Piedras Negras y de Zotoluca. Estos estaban mejor presentados. Sin embargo, este esfuerzo de llevar toros mexicanos, de Zacatecas y de Tlaxcala, San Mateo y Piedras Negras lo enfocamos como una premonición a la época que más tarde veríamos en México como la competencia entre toreros y ganaderos mexicanos. Uno de ellos conocido como el Pacto de San Miguel Texmelucan, un acuerdo que afirmaría la rivalidad entre dos conceptos y distintas vertientes en la cría del toro de lidia en México. Es un adelanto a lo que significó el triunfo de Javier Garfias con el toro Carnaval y triunfo de Antonio Ordóñez. reconociendo la calidad del ejemplar con una afirmación convertida en sentencia en las declaraciones públicas del propio Maestro de Ronda, hecho que exalta el valor del ganadero Javier Garfias a los ojos del mundo taurino: cerca de la exigencia de Antonio Ordóñez y lejos de su México lindo. La ciudad de Lima y su plaza de Acho han sido por años parte muy importante de la historia de los toros. Aparte de eventos, hechos o
circunstancias que la han rodeado, ha sido su afición el baremo más importante para que con razón y justicia se reclame el que Acho es la plaza más importante de América. Se trata de un pulso, sí, de una competencia, también, con la Plaza de Toros Monumental México escenario con atributos similares a los que reclaman para Acho los aficionados limeños. Comencemos pues por Acho la reunión de acontecimientos que nos han servido de base para reunir seis espadas, seis matadores de toros en concilio unidos por haber, cada uno de ellos, una de su faenas más destacadas como la mejor realizada según ellos mismos. Faena todas ejecutadas con toros de don Javier Garfias de los Santos. Comencemos por el 20 de febrero de 1966. Aquel día, aquella mañana los diarios más importantes de nuestros pueblos americanos coincidieron en abrir con la noticia de la muerte del sacerdote guerrillero Camilo Torres, muerto en un choque armado. Era el líder de la guerrilla colombiana y expresable situación dentro de la iglesia de Colombia. Aquel 20 de febrero de 1966 , era la última de las tres corridas de toros organizadas atendiendo la supervisión de don Fernando Graña, con motivo de la conmemoración Javier Garfias 159
del Bicentenario de la Plaza de Toros de Acho. El cartel anunciaba la reaparición de Antonio Ordóñez en Lima. Reaparecía luego de una breve retirada de los ruedos y había ido a Lima complaciendo a su gran amigo Fernando Graña. Con el maestro de Ronda estaban anunciados grandes figuras en un momento cumbre, Paco Camino, Santiago Martín “El Viti” y Manuel Cano “El Pireo” descubrimiento del gran taurino Manolo Cano. La feria se anunció con ocho toros de las ganaderías de Javier Garfias (mexicana) y La Pauca (peruana). Y un festival en el que actuaron Fermín Espinosa Armillita, Joaquín Rodríguez Cagancho, Silverio Pérez y Gitanillo de Triana; insuperable cartel: Queda para el recuerdo, aquella histórica temporada del año 1966, en la que se celebraron los 200 años de la Plaza de Toros de Acho. En esa ocasión destacó la actuación de Antonio Ordoñez Araujo, quien ejecutó una magnifica faena al toro “Carnaval”, de la ganadería mexicana de Javier Garfias. También se celebró un festival. Capítulo Veinte ANTONIO ORDÓÑEZ Plaza de Acho, Lima 18 de noviembre de 1962, Carnavalero Todo llega cuando tiene que llegar. 160 Javier Garfias
Medio siglo más tarde la afición de Lima esperó que llegara Carnavalero de Javier Garfias para lavar la afrenta a la Sangre de Llaguno cuando fue ofendida en Lima, aquellos días que se presentaba Joselito en Acho y que los “barras bravas” de Gaona y de Belmonte acosaron con protestas a los toros de San Mateo. Ahora fue la tarde de la Corrida del Bicentenario, año de 1966, cuando se celebró la cita con el maestro Antonio Ordóñez que, según don Francisco Luis Villanueva Orihuela, “… realizó lo que se considera la faena más sublime jamás ejecutada en el albero del Rímac”. Todo esto para confirmar lo que en 1919 celebraron los limeños con aquellos dos toros de San Mateo. Uno de ellos, indultado por Gallito; al otro Cuco Ortega le cortó el rabo. Reivindicación del honor ganadero con Garfias, pues San Mateo y los Llaguno ya estaban encaminados a lo que sería el atractivo que el potosino descubriría como ganadero. Gallito lo había visto, los hermanos Antonio y Julián lo habían propuesto, y Garfias lo logró con una vida entregada al proyecto ganadero más sacrificado y complejo en la historia de la Tauromaquia. En la historia del toro de lidia se registra que fue finales del Siglo XIX
cuando se inició el proyecto Sangre Llaguno, un proyecto apoyado en la vocación, la sensibilidad y los conocimientos de los hermanos Antonio y José Julián Llaguno González. Las conclusiones de la tesis Llaguno se pueden reunir en la interpretación de Javier Garfias de los Santos, que interpretó el mensaje de don Antonio bajo el prisma del criterio de José Antonio Llaguno García. Un mensaje escrito con las letras de las notas y de las cruzas en el pentagrama de los toros y de las vacas de San Mateo. Pues comencemos por Acho, reuniendo los acontecimientos que nos han servido de base para reunir espadas, matadores de toros en concilio, unidos arbitrariamente en la fantasía de lo realizado por cada uno de estos matadores considerando, ellos mismos, cada uno como la faena más destacada de su vida. Cuál ha sido considerada por el propio matador como la mejor faena realizada en su carrera. Confesión de parte, alegaríamos, para respaldar que todas estas faenas fueron ejecutadas con toros de don Javier Garfias de los Santos. Comencemos pues por el 20 de febrero de 1966, la última de las tres corridas de toros organizadas por el destacado aficionado y ganadero
peruano don Fernando Graña, con motivo de la conmemoración del Bicentenario de la Plaza de Toros de Acho. El cartel de la Corrida del Bicentenario anunciaba la reaparición de Antonio Ordóñez en Lima. Hacía tres años se había cortado la coleta el torero de Ronda tarde de cierre del abono de la temporada Señor de los Milagros. Aquella tarde del 20 de febrero de 1966, reaparecía luego del desaguisado ocurrido en Lima el 18 de noviembre de 1962 a instancias del ganadero y empresario Fernando Graña que provocaron que Ordóñez se cortara la coleta en Acho. Fue la tarde de la última corrida de la feria del Señor de los Milagros, cartel de seis matadores. Vistió Ordóñez de negro y plata y aunque le cortó la oreja a un toro de “Las Salinas” l a prensa y la afición lo agredieron con ofensas. Antonio Ordóñez justificaba su rechazo cada vez que le hablaban del Perú, con el “es que allá no me quieren… yo tampoco”. … Ordóñez regresó a Lima por solicitud de su amigo Fernando Graña, que exigió su presencia en el cartel de la Corrida del Bicentenario como un favor personal. Se anunciaron las grandes figuras del toreo en aquel momento cumbre de la fiesta: Paco Camino, Santiago Martín “El Viti” y Manuel Cano “El Pireo”, con ocho toros. Cuatro de Javier Garfias (mexicana) y cuatro de La Pauca Javier Garfias 161
(peruana). En principio debieron haberse embarcado seis toros de Javier Garfias, pero dos se inutilizaron en Los Cues. Se agregaron a última hora por solicitud de Fernando Graña cuatro toros de la ganadería peruana de Huando, vacada propiedad de origen Graciliano, de su propiedad. Además, se anunció un festival en el que actuaron Fermín Espinosa Armillita Chico, Joaquín Rodríguez Cagancho, Silverio Pérez y Gitanillo de Triana. Insuperable cartel confeccionado por Fernando Graña, factótum de la tauromaquia peruana. Cartel inigualable e inobjetable que quedará para el recuerdo de aquella histórica temporada del año 1966, en la que se conmemoraron los 200 años de la Plaza de Toros de Acho. Ocasión en la que destacó la actuación de Antonio Ordoñez Araujo, ejecutor de una magnifica faena al toro “Carnavalero”, de la ganadería mexicana de Javier Garfias. Veinte años más tarde, 1985, encontrándome en España donde había ido para la despedida de los ruedos del maestro Antonio Chenel “Antoñete” en Madrid. La corrida de la despedida habías sido pospuesta por motivos diversos, y mientras un grupo de amigos 162 Javier Garfias
convertimos la cafetería del Foxá y la amplia terraza del hotel en un sitio de charla y de sobre mesa. Con Joaquín Gordillo, Curro Vázquez, Ortega Cano, Pepe Dominguín hicimos de la sobremesa la gran peña en el Hotel Foxá. Al paso de los días surgió la idea de Pepe Dominguín de ir a Ronda donde su cuñado Antonio Ordóñez anunciaba una corrida de toros en la Maestranza de Ronda para la que estaba contratado su poderdante Curro Vázquez. Fue una corrida de Joaquín Buendía. Por sí una tentación, ya que el solo nombre de Ronda reforzaba el de la compañía de los muy apreciados amigos Pepe Dominguín, Curro Vázquez y Ortega Cano. Concluida la corrida de Ronda, entrada la noche nos reunimos en el mesón La Palma, fue una amable invitación de Antonio Ordóñez Araujo, maestro del toreo e hijo del gran Cayetano Ordóñez “Niño de la Palma. A la que se agregaron Victoriano Valencia y su torero, Julio Robles. Entre una anécdota, una historia y un recuerdo, caímos en la famosa Corrida del Bicentenario de la plaza de Lima. El tema fue ña situación del actual toro de lidia en España. Antonio Ordóñez exaltaba el mérito de los toros de Buendía lidiados aquella tarde en Ronda, los comparaba, como suele ocurrir, con otros encastes … y se abrió el camino de la tertulia por
los caminos del toro de México. Tema polémico acabar.
este,
de
nunca
El toro de Llaguno animó el recuerdo del Maestro de Ronda que, como imaginarán, sintiéndose bien en su terreno llevo siempre la palabra. Escuchábamos emocionados los argumentos. El recuerdo de Cascabel de San Mateo al que Ordóñez le cortó el rabo en la Plaza México en una faena considerada histórica por los notarios de la historia del coso de Insurgentes. Se recordaron varios toros de ganaderías mexicanas con los que Ordóñez triunfó en Venezuela: el toro de Santacilia Obregón en la corrida nocturna del Nuevo Circo de Caracas, los toros de El Rocío en la plaza de Maracay cuando junto a César Girón vivieron una bacanal de rabos y patas exigidas por la enloquecida afición del Calicanto. Inolvidable la temporada de inauguración de la Monumental de Valencia e en la que salieron a hombros Alfredo Leal, Curro, Paquirri y el maestro Ordóñez. tras cortar siete orejas … pero de todas, hizo énfasis el maestro, muy especial la faena al toro Carnavalero de Javier Garfias en Lima. Aquella cita limeña la trajo a la mesa en Ronda el propio Ordóñez. La tertulia entre amigos en La Palma, allá en Ronda se convirtió en un
público escuchando sin interrupción al sumo maestro del toreo, que escuchábamos absortos, el relato de lo realizado. Realizado y considerado por el mismo Ordóñez como su mejor faena y la más sublime que se haya ejecutado en el albero del Rímac. Manuel Solari Swayne, cronista taurino peruano, periodista de mucha jerarquía, y un aficionado que firma sus reseñas como “Zeñó Manué”, escribió entonces: -Se dice en Lima, y con razón que la faena de Ordoñez es histórica. Y lo es. Porque con una sencillez impresionante, practicando el toreo puro – adelantando el engaño, cargando la suerte, jugando suavemente con los brazos, corriendo la mano, templando, mandando, rematando pulcramente los pases- logró lo que sólo consiguen, jugándose el tipo a cara o cruz, encandilar a la multitud, arrebatarla, hacerla delirar. Allí está la ovación incontenida coronando doscientos años de historia”. Cabe precisar que Antonio Ordóñez había vuelto a los ruedos un año antes, luego de tres años retirado de los ruedos un regreso no anunciado, tampoco proyectado, pero sí provocado su desafortunada actuación en la Feria del Señor de los Milagros de 1962. Javier Garfias 163
Aquella temporada de contrastes, en la que recibió el Escapulario de Oro y a la vez derramó lágrimas de auténtica vergüenza torera, cuando su gran amigo de muchos años y muchos motivos Fernando Graña Elizalde bajó al ruedo del Rímac para cortarle la coleta, cerrando una tarde en la que había sido abroncado estrepitosamente. Desde aquella aciaga fecha, Acho, su afición, no le perdonaba nada al torero favorito de Ernest Hemingway. Sin embargo, el peso taurino y el peso de su historia se impusieron y, precedido de su intacto cartel de lidiador extraordinario, el Maestro fue convocado para hacer el paseíllo en dos corridas: la primera y la última, de aquella Feria Bicentenaria. Queda el testimonio escrito de lo que ocurrió en Acho entre Antonio Ordóñez y el toro Carnavalesco de Javier Garfias, y también queda la anécdota que el torero de Málaga celebró su cumpleaños en Lima el día 16 con la mente puesta en el compromiso que representaba su reaparición en nuestra plaza. Y llegó el señalado día. Era el domingo 20 de febrero de 1966, cuando Antonio Ordoñez cruzaba con sus cuadrillas 164 Javier Garfias
enfundado en un destellante traje azul y plata el ruedo de la arena de Acho. Los espectadores agotaron la boletería, todos fueron testigos de su hambre de triunfo apenas desplegó su capote para saludar con sus inconfundibles verónicas al primero de aquella tarde, “Carnavalero” de don Javier Garfias. Lo que vino luego fue cumbre, la cumbre del maestro, como escribió líneas arriba la prosa más que señera de “Zeñó Manué”. Sólo resta decir que de la faena obtuvo las orejas y el rabo del bravo toro mexicano y por sublimar el arte del toreo en esta Catedral americana, se llevó como recuerdo un “Torito de Pucará”, símbolo peruano y trofeo otorgado al triunfador de aquella temporada única, la del Bicentenario de Acho. Pasarán 200 años más para que otro diestro pueda contarlo en su palmarés, dicen que el rondeño comentó aquella vez. Esa era la importancia. Han pasado cincuenta años desde aquella tarde, ya consagrada como efeméride taurina en los anaqueles de nuestra historia, se siente y se vive hoy más fervorosamente frente al silencio doloroso en que han sumido a nuestra plaza la ignorancia y la indiferencia para con su historia de parte de aquellos que tienen las riendas de su administración impidiendo con su ineptitud que su arena, burladeros
y tendidos sean testigos de festejos taurinos que rememoren la gesta de Ordoñez. Son años de aquella fecha y son además muchas temporadas, pero ninguna como la bicentenaria, aquella de las faenas gloriosas, evocándose el domingo 20 de febrero de 1966. Se refería Antonio Ordóñez a la corrida que el ganadero Javier Garfias lidió en Acho, toros con edad y trapío corrida que había salido de Los Cues, el campo salió del campo garfeño con un promedio de 553 kilos, y que fue lidiada el 20 de febrero de 1966 por el propio Antonio Ordóñez, el sevillano Paco Camino y el salmantino Santiago Martin ‘El Viti’. De esta gran corrida sobresalió en forma notable el toro ‘Carnavalero’, al que Ordóñez le cortó las orejas y el rabo, concediéndosele por esta faena el trofeo en disputa en la feria limeña. También ‘El Viti’ tuvo la oportunidad de triunfar cortando apéndices debido a la bravura de los toros que le tocaron en suerte. Señalo como dato que uno de los toros de esta corrida no fue lidiado, siendo adquirido por don Lucho González, ganadero peruano de La Huaca para destinarlo como semental”. Aquella noche en La Palma, reunidos en Ronda Pepe Dominguín, Victoriano Valencia, Julio Robles y
Curro Vázquez el propio Maestro de Ronda, Antonio Ordóñez nos dijo a todos los presentes que aquel toro mexicano que él lidió en la plaza de Acho la tarde de la Corrida del Bicentenario de la fundación de la plaza fue la faena más importante de su vida. Mucho más allá que muchas celebérrimas actuaciones en plazas importantes como Madrid, Sevilla, San Sebastián, México, Guadalajara, Maracay y la noche del Nuevo Circo cuando pagó una vieja deuda con Caracas lidiando soberbiamente un toro de Obregón Satacilia, cancelando reiterados fracasos. -Fue la de Carnavalero, la faena al toro de Javier Garfias en la plaza de Acho, la faena más importante en mi vida profesional. Con esa faena, agrega el maestro de Ronda, saldé la deuda con la afición de Lima, con mi amigo Graña y conmigo mismo. Aunque el premio al “Mejor Toros de la Feria” no fue para el toro de Garfias sino para un toro de Jaral del Monte, propiedad de Fernando Graña Elizaldo de nombre “Poncho Roto” Agrega el Maestro: Importante muy importante para mi porque fue el punto final de identificarme como el hijo del Niño de la Palma, el padre de Carmina Ordóñez o como el abuelo de Frank Rivera. Javier Garfias 165
Coño, yo soy Antonio Ordóñez Araujo, Maestro de Tauromaquia por la Gracia de Dios Capítulo Veintiuno PACO CAMINO Santa María de Querétaro México diciembre 1977
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abe escoger Paco Camino las sedas para sus vestidos. Colores a tono con su carácter, temperamento y circunstancia. Un día, estando nosotros en Madrid allá por el año de 1972 el maestro se enteró que me encontraba en España y con su amable sencillez me invitó a su casa en Serrano para un “cafelito” y un muy sabroso palique entre amigos. En su casa, en una esquina de la sala de entrada exhibe un traje grana y oro. Es el traje de Madrid. Como respuesta se refirió Camino a la tarde de la Corrida de la Beneficencia cuando realizó la proeza más extraordinaria jamás realizada en la plaza de Las Ventas. Fue la corrida cuando el torero de Camas, ya en etapa de madurez profesional dictó cátedra taurina igual que un maestro es capaz de dirigir un concierto con siete pentagramas diferentes. Solo y triunfante, Paco Camino ante siete toros de seis encastes 166 Javier Garfias
distintos. Fue día que se unieron los críticos con los detractores y admiradores, sobraron notarios `porque con tantos testigos no sólo fue su tarde, sino que fue la más importante en la larga historia de la plaza de Las Ventas de Madrid. Fue el 4 de junio de 1970. La corrida en la que Antonio Díaz Cañabate, el crítico del ABC encabezó su crónica con el tirulo de : “El eco romántico de Paco Camino”… Título que aromatizó todo Madrid, pues el Camino maestro llenó de aromas de y amores todo Madrid. Siempre fue la línea de las reseñas de “El Caña”. Maestro de la escritura taurina y del compromiso madrileño con sus tradiciones, sus tertulias y sus historias. Paco Camino, honrado con su cuna de Camas, estoy seguro, aunque nunca lo he escuchado decirlo dijo sentirse muy madrileño. Aquel 4 de junio estallaron en los corrales de la plaza de Las Ventas los cohetones de siete toros de distintas ganaderías, y en la arena explotó un triunfo de apoteosis de ocho orejas de los juampedros, miuras, pablorromeros... Nadie consiguió nunca tal hito. Seis toros gratis a beneficio del Hospital Provincial. Gratis, sí, cuando la Corrida de Beneficencia era tal. Guarda, amable lector, la fecha.
La gran fecha en la Historia de Las Ventas. Aquella temporada de 1970 Paco Camino, indiscutible figura del toreo que ese año no fue a la Feria de Sevilla, como tampoco fue al abono de San Isidro… ¿Y porqué Maestro? … - Porque no llegamos a un acuerdo en los carteles, como tampoco, en el dinero. Reaccionó con la velocidad de su inteligencia pues no ir a Sevilla y Madrid era quedar fuera de la temporada. -Se me ocurrió una idea que muchos consideraron descabellada, pero siempre he confiado en mi y no acepté opiniones contrarias: Llamé a Leopoldo Matos. Lo hice yo, no mandé llamarlo. Y me ofrecí torear de gratis la Corrida de la Beneficencia. - El hombre estaba encantado, porque a la Diputación y a los hospitales de Madrid, fue a parar todo el dinero de la taquilla. Se puso el cartel de no hay billetes, y la diputación también se llevó el dinero de los derechos de televisión…. ¡También era dinero! Antes de la Corrida de la Beneficencia aquella temporada pasaron por Las Ventas mi compadre Diego Puerta y Santiago Martín “El Viti”, también pasó “El Cordobés” que estaba en su salsa. El Benítez había salido
a hombros dos días consecutivos, Cortó ocho orejas de los cuatro toros que estoqueó. Camino llevaba ya diez años de alternativa y era en ese momento como señalamos un torero maduro, preparado, que como él mismo lo recalcaba: Estaba en toda mi sazón, totalmente preparado. Los toros de las divisas del terror, Miura y Pablo Romero en aquella época, no funcionaron. Camino les cortó las dos orejas a los ejemplares de Manuel Arranz - … que fue el mejor y al que le hice la faena más redonda”. Carlos Urquijo y Juan Pedro Domecq, este como sustituto del toro de Pablo Romero le cortó las dos orejas. Sendos apéndices más del titular de esta última divisa y de Felipe Bartolomé. Y todo en menos de dos horas. Camino conversó muchas veces ante los más diversos y variados entrevistadores que querían revivir, indagar sobre cómo transcurrió aquella corrida. Lo hacía respondiendo preguntas, como ocurrió aquella tarde de la tertulia de Ventaurinos entre Caracas y los socios de la peña dispersos por varios continentes . Hasta que , a la pregunta que le Javier Garfias 167
hicimos sobre aquel toro de Javier Garfias, el toro Navideño en la Santa María de Querétaro en 1977. El maestro, seguro y directo fue a la respuesta a la pregunta - ¿Cómo recuerda la faena de Navideño? Sin vacilaciones, directo como si fuera un punch que buscara el KO. : -Ese día inventé el toreo. En Madrid hice muchas faenas bastante mejores que aquellas de la Corrida de la Beneficencia, mucho antes y también después como la del toro de Garfias en Querétaro. En la Santa María de verde botella y oro vestía Paco Camino –y de grana y oro Manolo Martínez. Fue “Navideño” de Javier Garfias, el quinto toro de la tarde. Negro y de preciosas hechuras que no haría otra cosa más que embestir al ritmo que le impuso Paco Camino desde el momento en que abrió el capote para veroniquear suavemente, sin prisas ni apreturas en un compendio de perfección desde su ajuste, cadencia y explosiva hermosura, las chicuelinas citando de largo. El brindis a Lorenzo Garza, el torero favorito del padre de Camino. “Navideño” en los medios y del crescendo como de sonata de una faena compuesta por series hondas e intensas por ambos lados sin que el pitón tocara jamás la muleta que prolongaba las nobles embestidas 168 Javier Garfias
con lentitud y redondez que no parecían de este mundo. O de lo distintos que resultaban en Camino un solitario molinete, el lentísimo kikirikí, la trincherilla acariciante o los rotundos de pecho para rematar cada tanda… Lo que se dijo después: -Repasó crónicas y otros textos: Revisando hemerotecas encontramos la crónica de El Heraldo, México : “Camino: la faena de su vida… rigurosa de forma, pero no fríamente académica, sino traspasada por una emoción visible, bellamente contenida… ” (José Alameda, El Heraldo de México); “Ha sido una de las faenas más perfectas, más toreras y emotivas de cuantas se hayan logrado en plaza alguna”. Macharnudo, Esto. “Cuarenta y cuatro pases: cada uno un lienzo clásico de toreo eterno” (Luis Soleares, libro Dos Colosos, de Rafael Loret de Mola); “De la Santa María hemos salido conmovidos y saturados de arte divino… a la vez pensativos y meditando si el toreo no ha llegado ayer a su fin” (Tapabocas, Ovaciones). Manolo Chopera –su apoderado desde novillero— Camino me
confesó que “… es la tarde más grande que ha tenido Camino”, hasta el extremo que, al volver a La Mansión, el hotel donde se vestía en Querétaro … “Es el día que mejor he toreado en mi vida. Hoy he inventado el toreo”. (Carlos Abella, biógrafo; volumen 11 de El Cossío). Cuando Manolo Martínez tomó la resolución de alejarse de la Plaza México –intricadas razones mediaron–, la intención del mexicano era la de convertir a la “Santa María” de Querétaro en el coso sucedáneo, capaz de convocar a lo más granado de la afición capitalina. Tres años duró la ausencia de Manolo de Querétaro, y cuando por fin retornó al coso máximo (13-03-77) no por ello se apartó de un hábito vuelto ya costumbré. A la distancia, es evidente que el momento estelar del lustro y medio en que los queretanos disfrutaron de ese privilegio llegaría con el fin de semana que nos ocupa –17 y 18 de diciembre de 1977–, durante la segunda temporada consecutiva de Paco Camino, el prodigioso artista sevillano. Camino no había vuelto a México desde 1964 y sin duda lo hizo por iniciativa del propio Manolo Martínez que se había empeñado en hacer de la «Santa María» escenario de lujo del toreo. Y de mantener en auge su propia carrera.
Vamos a enumerar únicamente las corridas que torearon juntos en Querétaro, pues torearon varias más en plazas como Mexicali, Monterrey, Mérida, México, San Luis Potosí, León y algunas más: 1.- Dic. 4 1976. Camino, Martínez y Antonio Lomelín, Javier Garfias. 2.- Dic. 11 1976. Camino, Martínez y Eloy Cavazos, José Julián Llaguno. 3.- Dic. 18 1976. Camino y Martínez mano a mano, Javier Garfias. 4.- Dic. 19 1976. Camino, Martínez y Curro Rivera, Torrencillas. 5.- Enero 19 1976. Camino, Martínez y Mariano Ramos, José Julián Llaguno. 6.- Febrero 5 1977. Paco Camino y Manolo Martínez, mano a mano, Javier Garfias. 7.- Abril 30 1977. Camino y Martínez mano a mano, Javier Garfias. 8.- Mayo 1 1977. Camino, Martínez y Jesús Solórzano, Miniahuápam. 9.Dic. 17 1977. Corrida Covadonga. Camino, El Capea, Martínez y Cavazos. San Martín. La tarde fue de Manolo, puestísimo con el toro, celoso de su sitio y en plena posesión de su arte más personal. Poco le importó la sosería de su primero, “Sevillano”, porque se centró enseguida con él y lo hizo repetir sobre una flámula movida con ritmo y temple pasmosos. Tres veces tuvo que descabellar y se negó a saludar la fortísima ovación. Nada, en cambio, enturbiaría su apoteosis con “Andaluz”, más Javier Garfias 169
toro y más emotivo; le bordó un quitazo por chicuelinas y una faena de dominio absoluto, cadencioso temple y absoluta redondez. El grito de “¡Torero!” resonaba a todo volumen cuando utilizó el acero y con media en lo alto hizo doblar al astado, cuyas orejas pasearía entre el júbilo general. Al final no había la menor duda: el trofeo Covadonga era suyo. 10.- Dic. 18 1977. Camino y Martínez. “Navideño” y el éxtasis. En su “Caracterización del espectador taurino”, Fernando Savater postula la existencia de un lastre inevitable en el bagaje emocional de todo buen aficionado a toros: lo llamó “La Faena Eterna”. Aquella que iluminó a modo de revelación su historia personal, esa faena contra la cual compara, aun sin querer, todo el toreo posterior que a tal taurófilo le sea dado presenciar; una especie de sentencia anticipada, capaz de convertirse en muro infranqueable para toda faena futura. La iluminación irrepetible que llevamos en lo profundo del sentimiento y la memoria. 11.- Dic. 19 1978. Ya retirado de los ruedos Camino regresaría por una ultima ocasión en una corrida Goyesca alternando con Manolo Martínez y Curro Rivera. Capítulo Veintidós EL NIÑO DE LA CAPEA 170 Javier Garfias
“Corvas Dulces”, 22 de diciembre de l974, Manchadito”, 17 de febrero de 1985. a aproximación de Pedro Gutiérrez Moya “Niño de la Capea” al ganadero Javier Garfias ocurre desde el mismo inicio de su carrera. Se reúnen torero y ganadero que es cuando El Capea incursiona en la temporada venezolana, y ocurre la reunión en San Cristóbal como primer escenario.
L
El destino quiso que ese teatro sostuviera cual atril el destino de los momentos más brillantes de Javier Garfias y de Pedro Gutiérrez en su historial sudamericano. Ha sido Venezuela en su aproximación al contacto estrecho, entre El Capea y Garfias una consecuencia en los carteles más importantes de la temporada. Fueron 22 en los que figuró el salmantino en plazas venezolanas coincidiendo con la divisa de Garfias. Es el de Pedro Gutiérrez y Garfias uno de los capítulos más fascinantes en la historia taurina venezolana, porque como evento es el relato de un registro profesional entre dos figuras históricas del toreo universal: José María Manzanares y Niño de la Capea. Que junto a Francisco Rivera “Paqurri” integraron la terna de mayor
impacto durante los años setenta y ochenta. Los tres, con el agregado de la metáfora, parafraseando al maestro Cañabate tan recurrente al costumbrismo gastronómico, calificaba la rivalidad como “la salsa de los caracoles”. Recuerdos los de aquella tarde en la Plaza de Toros de San Cristóbal el 28 de enero de 1979, la más importante de todas las tardes en Venezuela de Pedro Gutiérrez. La tarde del cartel de la feria con seis toros de Javier Garfias. La temperatura de la rivalidad se podía medir con la actitud del toledano Ciriaco Corbelle. Torero importante entre los subalternos entonces, que estaba a las órdenes de José María Manzanares. Corbelle, en su afán de mantener en alto el estímulo a su matador, agregándole un poquito de teatro y mucho de obediencia a la confrontación y engallado con el triunfo del luego que Manzanares cuajara una gran faena rebosante de estética e importante por trascendente, haciéndose eco de la voz de su maestro retó a El Capea cuando terminaban de dar la vuelta al ruedo con los trofeos del toro de Garfias con la emponzoñada frase de: “… el que venga atrás que arríe”. ¡Y vaya que Pedro Gutiérrez arreó con «¡Gocho”, aquel gran toro de Garfias! Desde el inicio el maestro se fue a los medios, colocado en el centro
volcánico de la arena. Allí como una estatua cuyos brazos ordenaban al capote paró las embestidas del bravo toro. No hubo un milímetro de duda en El Capea ante “Gocho” de Garfias. Un toro con 498 kilos de peso. Negro bragado. Imponente en su alzada con la que impuso tanto respeto que cundió el silencio en la plaza. Silenció la algarabía que fue provocada con la celebración de las vueltas al ruedo de su triunfante rival aquella tarde tachirense. Silencio antes que salieran los picadores, silencio que se transformaría en expresión de gusto y de aprobación por lo que realizaba el torero con el bravo toro de parte de la multitud incorporada como parte importante en lo que se dirimía en la arena de Pueblo Nuevo. No es otra cosa distinta que la rivalidad entre dos grandes del toreo. El triunfo de El Capea con “Gocho” de Javier Garfias fue mucho más que las dos orejas y el rabo con el que le reconoció la autoridad. Fue tan trascendente, e importante, que se reflejó en subsiguientes temporadas europeas entre 1979 y 1982 que fueron lideradas por ellos. Capea y Manzanares. Lideres en los respetivos escalafones porque fueron eje y epicentro en las que se impuso la jerarquía del temple. Cualidad que Capea atribuiría a sus éxitos mexicanos, cuando fue capaz de descifrar el enigma del toreo con los toros Corvas Dulces y Javier Garfias 171
Manchadito de Javier Garfias, que como escribiría el maestro Pepe Alameda: “- los toros de Javier Garfias que ayudaron a Capea a gustarse, a gozar del toreo ligado en redondo, a calibrar con mayor tacto el ritmo de los engaños, a sentir ese valor de tiempo que el toro de Garfias aporta a la realización de las suertes.” Lo que fue la rivalidad con José María Manzanares, lo confiesa El Niño de la Capea en entrevista al periodista Enrique Amat: - “José María Manzanares ha sido el que más me ha presionado, incluso yo me agobiaba cuando toreaba con él. Él siempre iba como algo tapado, a la sombra, pero yo tenía una competencia íntima con él y él conmigo, y eso me ayudó a tirar para adelante. - «Cuando toreábamos juntos, ambos hacíamos un esfuerzo. Nos picábamos, nos espoleábamos. Nos mirábamos con admiración y recelo, pero nos ayudamos a crecer como toreros.” Concluye su entrevista el periodista. El pasado 20 de enero se cumplió otro aniversario de una de las siempre recordabas faenas en la Plaza de Toros Monumental México. Fue, en 1974, al toro Alegrías de Reyes Huerta. El salmantino, desde su finca, echa mano de la memoria. Su opinión sobre Manolo Martínez la resume a una de las muchas tardes que torearon juntos 172 Javier Garfias
en la México, y que los dos vieron regresar sus toros al corral tras escuchar los tres ávidos en dos de sus turnos. Uno por cabeza. Fue una tarde muy bonita. -Fue la tarde que México adoptó.- Relata Capea.
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- La tarde de la confirmación de mi alternativa en México Lo cierto es que sucedió una cosa muy curiosa pues cuando estaba preparándome para entrar a matar se desnudó una chica en el tendido y me tiró al ruedo el sostén. -Me distraje, como se distrajo todo el mundo y pegué un petardo con la espada. Manolo Martínez tampoco estuvo acertado con la espada. La gente, que cuando estaba bien Manolo le adoraba, cuando fallaba querían asesinarle, y aquella tarde lo hubieran matado de no ser que se escondió en la enfermería de la plaza. -La verdad es que nos techaron un toro al corral a cada uno. Yo arreglé mi bronca con un gran toro de Reyes Huerta, Alegrías. Manolo estuvo mal y se descaró con el juez de plaza. Le multaron, le pegaron una gran bronca y desde el tendido le amenazaban con improperios. Cuando acabó la corrida, al abandonar el ruedo como es tradicional él, Manolo Martínez, más antiguo que yo al salir me
dijo: - Mira mano, sígueme. Nos metimos en la enfermería hasta las diez de la noche, asegurándonos que no había nadie esperándonos. Salimos de la plaza en medio de la oscuridad en las calles que rodean la Monumental. La gente no estaba para bromas. Aquel Manolo Martínez era algo serio. Fue la gran figura de México por años. Ha sido Manolo Martínez un torero muy importante, el mero mandón. Manolo Martínez era muy respetuoso con la profesión y con los compañeros. Y eso sí, tenía un gesto muy característico. Y es que cuando salía un chaval del que decían que tenía maneras y que tenía condiciones, él pedía que lo acartelasen con él con una ganadería que él decía. Y si podía, le daba un repaso y le apartaba de circulación, pero toreando y en la plaza, no en los despachos como otros han hecho …
“Gocho” de Javier Garfias en San Cristóbal. -Mi recuerdo y respeto a “El Tito de San Bernardo, que fue un maestro. Figura del toreo. Llevaba larguísimos a los toros, prácticamente con un solo capotazo, de lo largo que lo daba, descubría el pitón de cada toro. Tenía mucha templanza y para mí fue un maestro. - En cuanto a El Brujo fue un banderillero extraordinario. Y además, un gran aficionado que siempre tuvo la gallardía de decirme las cosas de frente y por derecho. No me dio ninguna coba, me decía la verdad y me hablaba con franqueza porque me quería ayudar a corregir los defectos. Seguramente, sin la presencia de Juan no hubiera llegado a tanto. Me hablaba muy bien, de frente y por derecho, y me hizo evolucionar como torero.
Con los toros Manolo actuaba como si los hubiera criado él mismo. Tenía un gran sentido de la colocación, una cabeza privilegiada, sobre todo, una naturalidad en el manejo de las telas asombrosa.
De sus picadores de toros son inolvidables en su amplia carrera, el gran Enrique Silvestre Salas “Salitas” el hombre que picó a Cumbreño, aquel toro de Manolo González en la tarde que los historiadores de la fiesta marcan como el punto de inflexión entre Capea y Manzanares.
Sobre su cuadrilla conversamos con Pedro El Capea, aprovechando la mención que se hizo de Rafael Corbelle en la tarde del toro
Fue la tarde, la gran tarde, cuando Pedro Gutiérrez como maestro del toreo se separó del paralelismo existencial con Manzanares. Era Javier Garfias 173
Enrique Silvestre Salas “Salitas”, el subalterno español que más veces ha toreado en América, aquella tarde el picador de El Capea junto al gran picador de toros Juan Mari García. Capea se despidió de México apoteósicamente, Lo hizo cortando el rabo número 105 en la historia de la Monumental. Hizo viento aquella tarde, viento, lluvia y frío, pero el cariño y el aplauso de 45. mil espectadores lo le dio calor al ambiente desde que Niño de la Capea pisó el redondel para iniciar el paseíllo. Al soso andarín que abrió plaza, Pedro Gutiérrez lo saludó con quietos y armoniosos lances. Con la muleta derrochó voluntad a pesar de los calamocheos del ejemplar y del aire que soplaba. Como el tercero era un marmolillo que tiraba tornillazos, el espada hizo gala de recursos bregándolo con el capote y lidiándolo con sapiencia. Pero lo apoteósico llegó con el fiero y poderoso quinto, de nombre Piropo, de la ganadería de José Antonio Garfias, de la ganadería De Santiago, toro al que el maestro de Salamanca le instrumentó temerarias chicuelinas que emocionaron a la concurrencia. En un espectáculo poco visto la concurrencia a la Monumental se puso de pie y aplaudió con frenesí cuando Pedro Gutiérrez Moya “Niño de la Capea” les brindó su último toro en México. Al compás de Las Golondrinas (música que 174 Javier Garfias
se toca en todas las despedidas), cuajó una meritoria faena, pues, aunque el burel tenía claridad por el derecho era de viaje corto por el izquierdo. Con valor y mucho sentimiento, creó emoción y arte en estrujantes pases que perdurarán en el recuerdo de la afición por el pundonor y la entrega con que los ejecutó. Cuando con verdad realizó la suerte suprema y dejó el acero hasta los gavilanes, estalló la locura en los tendidos. El único matador español que ha cortado tres rabos y ha indultado un toro en esta plaza se despidió como la gran figura del toreo que ha sido, lo hizo arropado por el calor cariñoso de la admiración y respeto de la afición mexicana que lo distingue llamándole «Paisano». No fue casual el nombre del toro de Pepe Garfias. Sucede que una tarde de enero de 1992, el 12 de enero para ser exactos, Pedro Gutiérrez actuó en compañía de Mariano Ramos y de Jorge Gutiérrez. Las cosas no andaban muy bien para Pedro, así que cuando Jorge Gutiérrez en el sexto de la tarde, toro de San Martín al que le cortó las orejas, en un momento de profundo silencio surgió del tendido donde se ubica la Porra de Sol una voz rompe el silencio con el grito de: “Paisano, regala un toro”. Ocurrencia que fue jaleada por el público, ovacionando a su autor El Negro Aranda, personaje
muy conocido por los aficionados consecuentes a los festejos en la Plaza México. Gutiérrez toreaba a Orejitas de San Martín cuando surgió el grito de la porra de sol y su premio fue el de las dos orejas. El toro de regalo de la ganadería de San Martín se llamó Delicioso, pronto y codicioso. Capea le brindó la muerte de este buen toro al Negro Aranda y bordó una gran faena, una más entre las del ramillete que reunió en esta arena por lo que se convirtió en uno de los grandes ídolos de la fiesta de los toros para los aficionados de la Plaza Monumental México. Luis Ramón Carazo, buen amigo y estupendo periodista nos cuenta que: -Recientemente en la Feria de San Isidro en Madrid tuve la oportunidad al finalizar una de las corridas, de charlar con Pedro y su esposa Carmen, Javier Aguirre y Silvia su esposa. Pedro con su gracia inigualable, completó la historia del grito del Negro. Resultó que un día después de salir a hombros junto con Jorge Gutiérrez de la plaza México, le buscó Aranda para agradecer el brindis, como bien lo dicta la costumbre, e invitó a Pedro a su casa ubicada en el populoso barrio de Tepito. Pedro sin mucho darle vueltas aceptó agradecido la invitación y el día de la comida. Lo que más recuerda del personaje fue que
una vez que ubicó a Pedro y sus acompañantes en la mesa de su casa salió hasta la entrada de la para cerrar la puerta gritando “Hijos de la chingada no que no venía El Capea”. Cuando lo relata Pedro, entendemos el por qué se hizo consentido nuestro, nos entiende y le entendemos a las mil maravillas. Ríe y llora al recordar al personaje popular que lo impulsó a escribir una anécdota muy conocida en el toreo de México. Javier Aguirre gran director técnico de fútbol y su esposa Silvia son grandes aficionados a los toros y conocían la anécdota, pero no la posterior historia de la comida de agradecimiento, conforme Pedro la fue hilvanando, agradecimos el relato. La silla de Manolete, la que el cordobés ocupó en México en los espacios afectivos creados por Manuel Jiménez Chicuelo, fue ocupada por Paco Camino. La idolatría del maestro de Camas perduró hasta que el gran torero de Salamanca, el joven maestro Pedro Gutiérrez Moya “El Capea” se apoderara del corazón dl pueblo de México y el reconocimiento de su muy exigente afición con la colaboración de los toros de don Javier Garfias, de su propia inteligencia y evidente maestría. Más de doscientos ganaderos en todo el mundo han fundado, Javier Garfias 175
refrescado la sangre ó cruzado sus ganaderías con los vientres y sementales de Garfias en México y que han sido exportados a Perú, Colombia, Ecuador, Venezuela, EE.UU. y Centroamérica. Es ya considerado un encaste “Garfias”, ya que más del 80% de los toros de lidia en México tienen su sangre. Capítulo Veintitrés MANZANARES
E
n Madrid José Mari Manzanares cuando salió a hombros por la puerta grande rompió un veto de hacía 15 años, tres lustros que no se producía semejante acontecimiento. No en el coso de Las Ventas -que ha conocido el triunfo de numerosos diestros de toda clase y condiciónsino en el historial del propio torero. Al hombre se le veía feliz cuando le llevaban en volandas por el ruedo y, sobre todo, cuando se abrió la puerta de Madrid, solemne donde las haya, y embocó por ella, sonriente, emocionado, saludando montera en mano. La plaza se rompía las manos de aplaudir. No toda: diversos sectores de aficionados protestaban del triunfalismo que se había desatado en el coso venteño. Y no les faltaba razón. Las dos orejas que cortó Manzanares, la salida a hombros por la puerta grande, no sólo premiaban una 176 Javier Garfias
faena que incluyó momentos de inusual belleza junto a otros de innecesarios alivios con un toro inválido dulce como un bombón. Eran, a la vez, el desquite del público habitual de la isidrada, que convirtió a Manzanares en su torero emblemático y llevaba también 15 años esperando que diera motivos para justificar su irrenunciable militancia manzanarista. La noticia de la muerte de José Mari Manzanares llegó estruendosa, en medio del silencio de la mañana temprana de un martes, día de reunión en Los Amigos del Toro. Llegó, insolente y desquiciante, convertida en remolinillo de brisas encontradas. Lo hizo revoloteando sobre la hojarasca de los recuerdos. Fue un torero grandioso, Manzanares. De los artistas los tocados por la varita de los duendes. Uno de esos seres que nació para ser torero. Más bien maestro del toreo. Figura para la historia, referencia permanente un personaje que llenó de arte y de torería su momento. Alfredo Sadel, el cantor venezolano fue en Venezuela fue el primer “manzanarista”, entre los aficionados entendidos. Una tarde, conversando de toros con “el tenor favorito”, nos preguntaba quien era “ése Manzanares”, anunciado para las corridas de la temporada de Caracas. Le contamos haberlo
visto en Quintanar de la Orden, con una difícil y muy dura corrida del Conde de Ruiseñada, y le expliqué al ídolo de la canción el porqué nuestra admiración por el rubio alicantino, lo que el consideró una exageración. Mi testimonio nació una tarde en Quintanar. Lo hizo en medio de la extensa meseta castellana, en un cartel que compartió cartel con el maestro Eloy Cavazos. A pesar de lo correoso de los toros del Conde de Ruiseñada, el sello de los elegidos afloró en la piel del alicantino. Estos dos grandes toreros, Manzanares y Cavazos se reivindicarían y borrarían las ofensas de los incrédulos la tarde histórica de los toros de Javier Garfias en la plaza Monumental México cuando Cavazos le realizó estupendas faenas a «Curtidor» y «Mesonero» y José María Manzanares a «Gazpachero». Su presentación en Caracas fue la tarde del 24 de octubre de 1975 f la tarde del debut de José María Manzanares en Caracas. Tarde de toros caraqueña, tarde de temporada en el Nuevo Circo y con Pedro Gutiérrez Moya “El Capea” y Rafael Ponzo. Se lidiaron magníficos toros de don Javier Garfias. Magníficos para el torero de Alicante para el salmantino Pedro Gutiérrez, que además de cortarle las orejas a los Garfias marcaron el primero de los pasos que cubrieron
un larguísimo camino por las plazas de Venezuela. Fueron rivales genuinos y auténticos en los ruedos. Francisco Rivera “Paquirri” completó la terna del cartel de la época. Con los tres ases vivimos los venezolanos momentos históricos de la fiesta de los toros, alimentada por la rivalidad entre Paquirri y El Capea. Participaban Manolo Martínez por México junto a Eloy Cavazos y Venezuela representada por el gran Curro Girón. Inolvidable, en lo personal aquella tarde en San Cristóbal, corrida de toros de Javier Garfias, cuajada de arte de Manzanares en faena preciosa a un gran toro de amelocotonada capa, con el que armó la marimorena. Luego de los honores recibidos en el ruedo con aclamación del público, el banderillero Rafael Corbelle, de la cuadrilla de Manzanares, retó a Pedro Gutiérrez con “el que venga atrás que arríe”. El Capea recibió al toro en los medios, verónicas convertidas en adoquines en la construcción de la faena soñada, que remató el de Salamanca con soberbia estocada. Le concedieron el rabo a El Capea, en respuesta de las orejas de José Mari. También, entre muchas oportunidades, tuvimos la fortuna de ser testigos en la Monumental de Las Ventas de su apoteosis profesional. Vimos la faena junto al Javier Garfias 177
maestro Fermín Espinosa” Armillita Chico”, padre de Manolo, Fermín y Miguel quien nos comentó: “Nunca creí que vería torear tan bonito, como lo he visto a Manzanares hoy”. Fue larde de mayo de 1993, y el toro de la ganadería de Manolo González. Era una época única e irrepetible en Venezuela, cuando Manzanares formaba parte de la tertulia de Cuchilleros en casa de los hermanos Pedro y Juan Campuzano. Cada martes se daban cita en la Esquina de Candilito maestros del toreo como Antoñete, Manolo Escudero, Juan Silveti, Curro Girón en una tertulia reseñada cada semana en las páginas de Meridiano con el nombre de “Los amigos del toro”. Se ha ido un grande que con una pincelada era capaz de catequizar exigentes aficionados como lo hizo con Alfredo Sadel. Un grande del arte más exquisito que escribió con tinta de pasión su paso por Caracas, Mérida, San Cristóbal y muy en especial por Valencia, la plaza que le hizo suyo en honor a la expresión de su exquisito arte. Capítulo Veinticuatro ELOY CAVAZOS La historia De la mano de Garfias
C
on Vidriero, Curtidor y Mesonero entre sus triunfos grandes, es
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el torero que más toros de Javier Garfias ha lidiado en la historia de la ganadería. Supera Eloy a sus rivales generacionales, como lo fueron Manolo Martínez, Curro Rivera, Mariano Ramos, Manolo Arruza y otros grandes de la fiesta mexicana. Cerca de 140 toros de don Javier Garfias entre los más de dos mil toros respaldan su palmarés profesional. La carrera de triunfos en su impresionante carrera que sostienen la carrera de Eloy Cavazos, más de 140 pertenecen a la ganadería de don Javier Garfias de los Santos. Ha sido Cavazos el matador de toros líder e superando a rivales como Manolo Martínez (102), Curro Rivera, Mariano Ramos y grandes toreros del escalafón español y mexicano que hicieron brillante carrera abrazando el éxito con los colores de la divisa queretana. La ganadería de Garfias le acompañó en el éxtasis el 11 de enero de 1976, cuando Eloy Cavazos inmortalizó a Vidriero apoyado en una faena considerada perfecta , confirmando su grandeza como lidiador y matador de toros la tarde que cortó 4 orejas y dos rabos a los toros Curtidor y Mesonero de Garfias, en 1982, tarde que alternó con Manzanares uno de los maestros emblemáticos del arte hispano que ese mismo día le cortó las orejas y el rabo a Gazpachero. Todos toros de Javier Garfias.
Conocí a Eloy Cavazos en Monterrey en octubre de 1969. Tarde que alternó con Manuel Capetillo y Manuel Benítez “El Cordobés”, lidiaron toros de Pastejé. Al día siguiente se presentó mano a mano con Currito Rivera en Torreón, también con toros de Pastejé logrando un triunfo de apoteosis ya que cortó seis orejas y un rabo. Monterrey me impresionó como ciudad de sorprendente desarrollo industrial. Su plaza, su ambiente, todo me emocionó porque aquella corrida fue la primera corrida de toros que presenciaba en tierras mexicanas. Fue mi primer paso en un camino de afecto de una nación que me ofreció respeto y propuso admirar su fiesta de toros. México ha sido cuna y es nicho de grandes amistades, entre la maravillosa gente del toro. Con el tiempo tendría el privilegio de ser testigo de la transformación urbana de la Sultana del Norte la gran ciudad de la que solo conocía la fama de sus toreros. Una ciudad con fama taurina en su historia ya que la primera corrida de toros que se efectuó en Monterrey fue en junio de 1798. Fue un festejo que se organizó para darle la bienvenida al nuevo gobernador de la ciudad, el general Juan Francisco
de Vergara. Cien años más tarde, en 1908, los regiomontanos inauguraron la plaza Monterrey con dos históricos como Rafael Gómez el Gallo y Enrique Vargas “Minuto” como padrinos. Fue con toros de Malpaso y fue la primera plaza que con un cupo para 7 mil espectadores en La Sultana del Norte rivalizaría con la plaza de Santa Lucía. Rivalidad y competencia entre dos plazas, entre distintos espadas y divisas ganaderas, que beneficiaron el desarrollo de una entendida y apasionada afición por los toros que le daría entre sus hijos grandes figuras del toreo mexicano. Como dato, por la plaza ´La Monterrey´, desfilaron además de ´El Gallo´, Gaona, Belmonte, Pablo Lalanda, Vicente Segura, Luis Freg, Juan de la Rosa, ´Reverte Mexicano´, Marcial Lalanda, Manolo Jiménez ´Chicuelo´, José González ´Carnicerito´, ´Facultades´, Paco Gorráez, Ernesto Pastor, Heriberto García, Jesús Solórzano y Juan Silveti, el padre de Juanito Silveti y abuelo de David, admirado matador de toros con gran cartel entre los mejores toreros. Aunque el Estado de Nuevo León cuenta con ganaderías, como la Ganadería de La Playa, donde con fervorosa pasión, don Luis Quijano, hijo de la ganadera doña Bertha Domínguez rivales neoleoneses Javier Garfias 179
de las divisas de Golondrinas, Agua Dulce, El Vergel, Garza Leal, Fernández Yesaki, Felipe Zambrano, Colmenar, El Cerrito, El Jagüey, Eliézer Gómez, Gustavo Garza, Jaime Cavazos hijo del maestro Eloy, Gómez Alanís, no tiene ganado como para respaldar su exigente afición, cuna de figuras del toreo del toreo neoleonesas, o regiomontanas como Lorenzo Garza, los hermanos Lui y Félix Briones, Raúl García, Manolo Martínez, Eloy Cavazos... Por el año de 1954 se levanta la Plaza de Toros Guadalupe, construida por don Remigio González y César Garza, carnicero, exalcalde y empresario de la plaza de La Villa de Guadalupe con capacidad de 7 mil personas. César Garza contrató a su primo Héctor Cavazos “Torín”, padre de Eloy Cavazos, como guarda plaza . En ese sitio y aquel momento comenzó una de una de las más grandes historias del toreo mexicano la historia de Eloy Américo Cavazos Ramírez. La vida de Eloy ha sido un ejemplo de constancia, superación y responsabilidad. El torero nacido en la Villa de Guadalupe, se transformaría en torero de multitudes con sus éxitos en Las Ventas de Madrid, y orgullo de todo México. La Conserjería de la plaza de toros sirvió de habitación a la familia. 180 Javier Garfias
Durante aquellos largos viajes de Monterrey a Torreón y de Torreón a México, sin autopistas y por carreteras infinitas, Eloy contaba que había nacido en una casita de adobe, de una construcción de bahareque igualito que los ranchitos campesinos de Venezuela el 1952. Sus paredes hechas de pasto seco y de barro que luego sostenían con pedazos de caña. -No nací envuelto en pañales de seda, decía Eloy, tampoco conocí de escuincle los consentimientos y gustos que le dan los padres a sus hijos. Llegué al mundo en una choza el día de San Luis Rey, 25 de agosto del año de 1950. Pasamos mucho trabajo en la familia. Una familia numerosa. Soy el quinto de los Cavazos-Ramírez, ¡y somos ocho hermanos! Ramiro es el mayor, luego Héctor, que murió, Saúl, José Ángel, después de mí, David (Vito, banderillero) Toñita y “El Chiripazo”, que es el menor, Juan Antonio. - En la plaza nos aliviábamos porque no teníamos que pagar renta y papá no tenía empleo. Estaba desempleado, “en el paro” como dicen en España. Allá, en la placita de la Villa de Guadalupe, nació la afición por la más bella de las fiestas en el alma de Eloy Cavazos. Más que afición, era pasión por una profesión que le daría todo en la vida. En especial el reconocimiento del mundo.
Papá, antes de ser guarda plaza de la Villa de Guadalupe, había sido pintor de cruces en el Cementerio Municipal de la Villa de Guadalupe. Aquella casucha de paredes de barro y techo de lata, que era nuestra casa, estaba al lado de la caballeriza y de los corrales de la plaza de toros. Durante el verano era calurosa y se llenaba de plaga y de ratas. Noches había –narra Eloy–, en que mi pobre madre se pasaba horas y horas espantándonos los moscos con una rama de mezquite y embarrándonos de petróleo – cuando había– para que los bichos no nos picaran. Dormíamos sobre petos de caballos y mantas para mulillas. Pero el ambiente de la placita hizo que naciera mi afición. Con los toreritos que iban a entrenar a la plaza de la Villa de Guadalupe aprendí a jugar al toro, a torear de salón, a hacer ejercicios. Un novillero de nombre “El Pony” me regaló para Navidad un capotito, un capote de torear que serviría para que ganara mis primeros pesos como torero. Eloy toreaba de salón antes de los festejos de la Villa, en la puerta de la plaza, y los aficionados le regalaban dinero cuando terminaba. Era tanta la pobreza de la familia Cavazos Ramírez que esos centavos significaban mucho para el sustento diario de los 11
miembros del clan. Pero llegó la tragedia en casa de los Cavazos. El hermano mayor de Eloy, Héctor, murió en un lamentable accidente, cuando cazaba palomas y se le escapó un disparo de la escopeta. Laboraba en una casa de comercio llamada Te de Malabar, y sus patrones, conscientes de que Héctor era el sustento de la familia, le ofrecieron el trabajo a Eloy, amigo de los hijos de los propietarios. Como no había ido a la escuela ni sabía oficio alguno para poder desempeñar un cargo, se convirtió en “maestro taurino” de los muchachos, porque ya para esa época Eloy distraía a los parroquianos con sus faenas de salón. Así, los 145 pesos que Héctor ganaba a la semana continuaron llegando a la conserjería de la plaza de toros de la Villa de Guadalupe. Un día los hijos de los patrones fueron invitados a un tentadero en casa del ganadero Eleazar Gómez, donde los maestros de la faena campera eran Raúl García y Jaime Bravo. En la ganadería de Eleazar Gómez conocí a Fernando Elizondo, cuenta Eloy. Elizondo se entusiasmó con Eloy Cavazos. Tan diminuto, tan gracioso, valiente y enterado. Quiso cerciorarse Fernando de Javier Garfias 181
las condiciones de Eloy y le invitó a la ganadería de Cuco Peña, en Laredo, para que matara un semental. Convencido de que Eloy podría ser alguien, Fernando Elizondo le preparó algunos tentaderos a Cavazos y algunas novilladas. Elizondo tenía un socio, el venezolano Rafael Báez, con el que llevaba algunos matadores de toros, como era el caso de Jaime Bravo. La presentación de Eloy Cavazos fue por una sustitución que hizo en la cuadrilla de niños toreros, anunciada como Los Monstruos. Falló un muchachito y Eloy se metió en el cartel. Fue su primera experiencia, y no le fue mal. Al domingo siguiente le anunciaron mano a mano con el Santacruz, dos becerros y dos vacas. El éxito le abrió las plazas de la región y llegó a torear más de sesenta festejos. Calas, llaman en México, a las becerradas con vacas que antes de ir al matadero, o ser sacrificadas por los ganaderos de lidia, son aprovechadas por los aspirantes a novilleros para su formación. –Papá había sido mi primer apoderado. Como becerrista fui a muchas plazas y gané unos pesitos con lo del “monterazo”; pero llegó el momento en que escasearon los “astados” y había que llevar lana a casa... Así que cambié la muleta por la caja de bolero y “a dar bola” 182 Javier Garfias
– que es como llaman en México el oficio de lustrar calzado. Hasta que conocí a don Fernando en casa de don Eleazar. En México, casa de Elizondo, conocí a Rafa. Había una reunión, una fiesta, casa de Fernando, y como no debía trasnocharme, para estar siempre preparado y hacer bien mis ejercicios, Elizondo decidió que me fuera a casa de Rafa, en la calle de Pilares. Rafael y su esposa Betty vivían en un apartamento muy amplio. Al principio no me gustó la idea. Eso de que un venezolano y una gringa fueran mis cuidadores, no me parecía que iba bien con la idea que tenía de ser torero. Con el tiempo comprendería cuán equivocado estaba. Betty ha sido una de las mejores personas que he conocido en la vida; y de Rafa, ¿qué te puedo decir? Mi amigo, mi compadre, algo más que un apoderado. Nunca hemos firmado un documento. Jamás hemos hecho cuentas, y ya ves... Por fin, a pesar de su diminuta apariencia que le impedía meter la cabeza en las plazas de toros, Elizondo y Báez convencieron a don Nacho García Aceves, empresario de la plaza de toros El Progreso de Guadalajara, para que Eloy Cavazos hiciera su debut como novillero. Nacho García no quería contratar a Eloy porque lo veía demasiado chico.
- ¡Es muy escuincle el chavo! Eloy salió en hombros de Guadalajara y cuando salía por la puerta grande, vio entre los curiosos asombrados a don Nacho; y le gritó: Don Nacho... ¿Verdad que ahora no soy escuincle?”. Cuenta Eloy que esa novillada no la vio Báez. La primera vez que Rafael Báez vio torear a Eloy Cavazos fue en Camino de Guanajuato que pasas por tanto pueblo no pases por Salamanca que allí me hiere el recuerdo. Vete rodeando veredas, no pases porque me muero. Una novillada que tenía mucho ambiente entre los aficionados de León porque anunciaban un encierro de lujo, de la ganadería del Lic. Alberto Bailleres. Cuenta Eloy que después de la novillada, Rafael Báez me dijo de plano que no le había gustado nada. Lo que me provocó honda pena”. Pero Rafael Báez sabía que estaba frente a un torero importante, a pesar de que en León no le había gustado. Eloy entrenaba muy fuerte todos los días, mientras que Báez le conseguía novilladas. Fueron 47 novilladas antes de presentarse en la Monumental de
México. Una de las metas que se habían trazado en esta primera parte de la carrera de Cavazos, se había cumplido... Aquella temporada, el as de los novilleros era Manolo Martínez. Otro novillero de Monterrey. Se hablaba mucho de Ernesto Sanromán “El Queretano” y de El Sepulturero. No teníamos dinero para comprar un traje decente para presentarnos en la Plaza México. Betty, la mujer de Rafa, fue al Monte de Piedad en El Zócalo. Empeñó todas sus prendas. Lo hizo sin que nos enteráramos. Cuando Rafael lo supo, cogió un berrinche que ni te imaginas. La pagó conmigo. No me hablaba, y cuando me dirigía la palabra era para recriminarme algo. Eloy Cavazos, con gran expectativa, se presentó en la Monumental, el 12 de junio de 1966. Toros de la ganadería michoacana de Santa Martha. El novillo del debut se llamó “Trovador”. Completaron el cartel aquella memorable tarde en la carrera de Eloy Cavazos, Leonardo Manza y Gonzalo Iturbe... Cortó dos orejas, salió a hombros y su cartel, que estaba muy alto, llegó a las nubes. Cavazos se cotizó mucho y muy pronto. Era un gran atractivo para las empresas, pero no volvió a la México, sino para confirmar la alternativa de matador de toros que recibió el 28 de agosto de Javier Garfias 183
1966 en Monterrey de manos del leonés Antonio Velásquez y con Manolo Martínez de testigo con el toro Generoso, número 69 de San Miguel de Mimiahuápan. La confirmación fue en el 14 de mayo de 1968 el padrino fue Alfredo Leal y el testigo Jaime Range con el toro Talismán, de Chucho Cabrera. Eloy se arrimó y cobró: recibió tres cornadas. Ese día sintió el peso de la Plaza Monumental México, la que en su vida se iba a convertir en escenario de los grandes triunfos de su brillante carrera en lo que iría acompañado por grandes toros de don Javier Garfias como Vidriero, Curtidor y Mesonero entre muchos toros de diversas ganaderías, pero según sus propias palabras a este periodista que narra estas líneas de su historia fueron los que le abrieron el camino para convertirse en figura del toreo. En aquella temporada, la México presentó 14 festejos; y fueron contratados al Derecho de Apartado y en corridas sueltas, los matadores Manuel Capetillo, Alfredo Leal, Joselito Huerta, Raúl García, Mauro Liceaga, Jaime Rangel, Chucho Solórzano, Alfonso Ramírez “Calesero Chico”, el maracayero Adolfo Rojas, uno de los buenos toreros venezolanos que actuó en dos tardes y llegó precedido de gran fama tras su destacada campaña como novillero en la plaza Monumental de Las 184 Javier Garfias
Ventas de Madrid. Plaza de la que salió varias veces en hombros. También estaban en el derecho de Apartado Raúl Contreras “Finito”, Ricardo Castro, Antonio Lomelín, El Ranchero Aguilar, Antonio del Olivar, Fernando de los Reyes “El Callao”, los venezolanos Curro Girón y César Faraco, Gabino Aguilar, Rafael Muñoz “Chito”, Manolo Espinosa “Armillita”, Leonardo Manzano y Joel Téllez “El Silverio”. Eloy ya con nombre propio entre los históricos de México, confirmó en la Plaza de Toros de Las Ventas el 20 de mayo de 1971 con el toro Retoño de José Luis Osborne, siendo el padrino Miguel Mateo “Miguelín” y testigo Gabriel de la Casa. Convertiría España en escenario de grandes triunfos, en especial Madrid y sus plazas de Vista Alegre y de Las Ventas donde fue el último mexicano que abriera la Puerta Grande. La tarde de su alternativa, como él mismo lo contaba “…el 20 de mayo del 71 – hace ya 48 años - toreando con Miguel Mateo Miguelín y Gabriel de la casa y corté dos orejas y abrí por primera vez la valiosa puerta para los toreros”. Apenas tres días más tarde, con el sabor de la gloria en la boca, el 23 Cavazos se llevó la cornada más grave de las 20 que sufrió en su carrera... fue en el pecho, de 25 centímetros de profundidad, propinada por el toro ‘Farolero’ que le atravesó el
pulmón: “es un milagro que haya salvado la vida”, declaró entonces el célebre doctor Máximo García de la Torre. Con 70 años de edad este gigante de la ‘Fiesta Brava’ es recordado por su valentía... por su toreo rebosante de alegría. Capítulo Veinticinco MANOLO MARTÍNEZ, o simplemente Belcebú “Guerrillero,” fue el toro que mejor vi torear a Manolo Martínez en su triunfal carrera – Es la opinión escrita por don Francisco Madrazo en sus memorias, impresas en el libro El Color de la Divisa, y agrega: … dije: torear, no solo darle pases-. No olvido que el toro estaba marcado con el número 68, y que abrió plaza. Además, era de una preciosa estampa y fue en su lidia claro, serio, encastado y muy fijo, dejando estar a Manolo a su aire y a su gusto. El “Guerrillero” no hizo una sola cosa fea en su lidia y Manolo Martínez le compuso una clásica faena, formada de una treintena de pases, perfectamente dados sobresaliendo un hermoso muletazo de trinchera con la zurda, que fue todo un poema por la belleza, la lentitud y el sabor que le imprimió. Valiosa esta declaración quien haya sido, posiblemente, el aficionado
que vio el mayor número de toros de don Javier Garfias por la condición de veedor de las corridas de toros durante la gerencia de Garfias en la Plaza Monumental México, por sus orígenes en La Punta y como ganadero de Pastejé y por haber sido en vida uno de los más entendidos e informados aficionados en la historia taurina de México. Regresando a la tarde con Paco Camino, fue “Aviador”, como se llamó el cuarto toro de Garfias en el candente mano a mano que salió a la arena abanto y huidizo, provocó un caos de refilonazos, acosos y persecuciones inesperados. Nadie daba un centavo por lo que iba a ser la faena. Craso error. Manolo Martínez picado en su amor propio por la magistral lección del sevillano, estaba resuelto a triunfar. Sujetó la huida del manso con mano maestra, lo centró en la flámula y, aguantando parones y gañafonazos, terminó por convencerlo de quién mandaba en el ruedo. Aquella tarde en Querétaro con el aire impregnado del aroma de la grandeza de Camino con Navideño, se impuso Manolo Martínez. Lo hizo con su temple absoluto y un valor tapado por la estética. Acabó Manolo endilgándole un faenón, templado y cadencioso, en los pasajes culminantes, además de estoquearlo con idéntica decisión Javier Garfias 185
para cobrar Aviador.
las
dos
orejas
de
Aunque Manolo siempre se impuso a las dificultades y enfrentó los retos con sentido profesional y orgullo de mandón en la fiesta no fue fácil la conquista de Venezuela. Entonces la baraja taurina nacional contaba con sus mejores espadas, como los hermanos César, Curro y Efraín Girón, además de toreros como Luis Sánchez Olivares “El Diamante Negro”, Adolfo Rojas y César Faraco que eran propietarios del afecto irracional de la multitud, condición sine qua non del ídolo de masas. Los mejores toreros de España habían hecho suyo el bastión sudamericano, para cuando Manolo hizo sus primeras visitas a Venezuela. Fueron los días que revivieron los míticos Luis Miguel Dominguín y Antonio Bienvenida tras el afortunado festival en Las Ventas. Tiempos en los que mandaban en la Fiesta Antonio Ordóñez, Paco Camino, Manuel Benítez “El Cordobés”, Santiago Martín “El Viti”, Diego Puerta y Palomo Linares que vivían metidos entre las trincheras de combate, jugándose la vida y existencia profesional, en los escenarios que se encontraban divididos por la contienda de la política taurina. Ardua la lucha entre las grandes casas de las empresas que por aquellos días se imponían 186 Javier Garfias
y dominaban la escena desde la virreinal plaza de Acho en Lima hasta la frontera mexicana con los Estados Unidos. Frontera que no era en ese momento “de cristal”, como la calificó Carlos Fuentes. Eran los días que América era muy importante para Europa, porque los toreros “hacían la América” en la temporada invernal y de esas incursiones dependía la salud económica de los espadas en sus incursiones invernales. . Nada fácil para los americanos, por eso el reconocido mérito de Gaona, Armillita, Arruza y Girón.Póker de ases con quienes la América de Bronce ganó las partidas sobre el tapete de las arenas del toro, desde los días de Gallito y de Belmonte hasta épocas de Manolete, Dominguín y Ordóñez. Ante esa realidad inobjetable y trepidante, se presentó un desgarbado joven norteño en el Nuevo Circo de Caracas. Fue aquella tarde que recordaré mientras viva, tarde luminosa del noviembre caraqueño, 13 de noviembre de 1966. Cartel inolvidable para quien escribe, pues se trataba del debut de Manolo en la América del Sur, y la presentación de Sebastián Palomo Linares en América. Les acompañó en el festejo el emeritense César Faraco, El Cóndor de los Andes, y los toros
llevaron la divisa de San Miguel de Mimiahuápam. Manolo fue el único que cortó oreja. La oreja de la tarde de su presentación en Venezuela que, desde aquel día, sería bastión importante en el martinismo como devoción taurina; y aunque las espadas se convirtieron en bastos para Palomo Linares, el aniñado diestro de Jaén conquistó el fervor de la afición capitalina. “Cuitláhuac” número 105, fue toro que le dio la bienvenida Venezuela a Manolo Martínez, torero que con el tiempo cedió torería y madurez profesional.
el en un en
¿Quién era aquel joven de raquítico aspecto al que comenzaban a anunciar en los carteles como “El Mexicano de Oro”? Venezuela esperaba desde hacía tiempo que llegara un torero de México con los arrestos y la personalidad, dentro y fuera de los ruedos de aquellos toreros de la Época de Oro, que se hicieron del corazón de la afición criolla como Armillita, Garza, El Soldado y Silverio; porque fueron los toreros mexicanos los que forjaron lo mejor de la afición venezolana. Arruza fue descubierto por Andrés Gago, antes de su incursión lusitana, en el ruedo de Caracas, y Luis Procuna ha sido el torero más querido por la afición de la capital venezolana
desde que construyera sobre la bravura de la arena de Caracas con el toro Caraqueño de La Trasquila una faena monumental, premiada con la única pata en la historia del Nuevo Circo. Procuna se convirtió en el mejor compañero y más atractivo rival para Luis Sánchez Olivares “Diamante Negro”. Antes que Manolo, grandes toreros de México encontraron en los escenarios venezolanos la extensión de la pasión taurina que había sembrado su rivalidad con los españoles. Andrés Blando, Antonio Velásquez, Luis y Félix Briones, Garza y El Soldado. ¡Silverio Pérez! El valiente Rafael Rodríguez y El Ciclón Arruza, lo mismo que los inolvidables El Ranchero Aguilar y Juanito Silveti. Joselito Huerta, adusta expresión indígena y Alfonso Ramírez “El Calesero”, trazo profundo de la emoción estética. La joven legión posterior a la Época de Oro como fueron el exquisito príncipe Alfredo Leal, el magistral Chucho Córdoba y el chihuahuense Raúl Contreras “Finito” llenaban, pero no copaban la escena y mucho menos satisfacían las expectativas. Manolo Martínez llegó para llenarlas todas, y rebasar su contenido. Ha sido este gran torero de México la referencia histórica para los venezolanos en los días de su Javier Garfias 187
crecimiento como artista y como figura del toreo. Convencidos estamos, los venezolanos, que de no haber sido porque en nuestro reñidero se topó con los finos gallos españoles, este azteca no habría cruzado las aguas del Caribe hasta toparse con la Armada Española en las aguas del Golfo y del Mediterráneo. Nuestros públicos y plazas reclaman para sí, parte de la formación de Manolo Martínez en su más de veinte años pisando arenas venezolanas. Aquel Manolo de los primeros días fue un torero de juvenil aspecto, desgarbada figura que demostraba enciclopédica amplitud y largura en su tauromaquia. Todo lo contrario, al Manolo maestro, el hombre de gruesa madurez que culminaría sus días en los ruedos con una expresión técnica corta y escueta. Aunque precisa y profunda. Traía, eso sí, en sus alforjas el don del mando y del temple, con inteligencia y absoluta comprensión del toro de lidia. Cuando Manolo Martínez hizo el paseíllo la tarde del 13 de noviembre del año 1966 en el Nuevo Circo de Caracas, sobre la casi centenaria arena estaban aún frescas las huellas holladas por las zapatillas de César Girón. César, meses antes , se había cortado la coleta con la idea de ponerle punto final a una carrera brillante 188 Javier Garfias
encerrándose en solitario con seis toros de Valparaíso. Fue aquella tarde del adiós la ventana por la que crecían en el recuerdo sus tardes históricas de Guadalajara, México, Bogotá, Caracas y Lima en América, Madrid, Sevilla, Pamplona y Bilbao en España; Arles, Dax y Nimes en Francia, como cuentas de los grandes misterios que separan los gozosos capítulos del rosario de triunfos en cientos de plazas menores, menores como las cuentas del rosario de vida que se enlazan entre los misterios de este titán de los ruedos que ,con su adiós dejó desamparada la afición venezolana. Manolo, sin saberlo y mucho menos proponérselo, ocuparía en América el lugar de la respuesta al reto que, hasta esa fecha, en forma hasta insolente, había sido Girón ante la cara de los grandes de España. Hablábamos de los grandes rivales que tuvo Manolo al pisar tierra venezolana, pero no debemos dejar fuera los que fueron surgiendo en el transcurso del tiempo como lo fueron su propio paisano Eloy Cavazos, que le vino a retar hasta estas remotas tierras sureñas, y los jóvenes maestros Francisco Rivera “Paquirri”, José María Manzanares y Pedro Gutiérrez Moya “El Niño de la Capea”, cuarteto con el que cubrió el lapso final de su vida torera entre los venezolanos. Sin embargo, fueron los hitos de
Manolo los que marcaron huella en su camino venezolano. Momento para recordar lo que acotaba el gran escritor madrileño, don Antonio Díaz Cañabate, cuando alguien le preguntó el porqué no tomaba notas durante una corrida de toros. A lo que le respondió don Antonio: “lo que no se graba en la memoria, bueno o malo, no vale la pena reseñar”. Debemos confesar que pretendimos recurrir al detallado inventario que tiene de la historiografía taurina venezolana el excelente recopilador Nelson Arreaza, base valiosísima para el orden histórico de nuestra fiesta, pero me pareció traicionar el principio de Cañabate, que debe ser el principio fundamental del buen aficionado. Así, pues, que cuando hablamos de Manolo Martínez en Venezuela, el primer recuerdo que me salta a la memoria es verle vestido de pizarra y plata en la Monumental de Valencia, con el muslo derecho abierto por una cornada de la que manaba un torrente de sangre. Sangre que salpicó el testuz del toro de Reyes Huerta , que recién le había herido. Realizó Martínez una de las grandes faenas de su vida, como él mismo lo confesaría más tarde en la Ciudad de los Palacios una tarde en el Restaurante Belenhausen en grata tertulia junto a Pepe Alameda. Y no podía ser menos, pues Manolo alternó en
aquella Corrida de la Prensa con dos leones: Curro Girón y Manuel Benítez “El Cordobés”. Fue una tarde histórica, los toros de don Reyes salieron bravos y nobles, estupendamente presentados, escogidos para tan importante cartel por el siempre recordado Abraham Ortega. El Círculo de Periodistas que presidía Abelardo Raidi, el creador del mundialmente famoso evento, tuvo que dividir el trofeo entre los tres toreros, pero con sangre y sobre la arena de Valencia ,quedó tatuada la misión torera en la tierra de este torero de Monterrey que no era otra que la de ser figura del toreo. Figurón, diríamos los que fuimos testigos de sus tardes en San Cristóbal, cuando en la Feria de San Sebastián, tras cortar siete orejas se hizo acreedor a todos los trofeos que estaban en disputa. Tres tardes fue Manolo a esa temporada de 1969, con rivales de la categoría de Curro Girón, Paco Camino y Palomo Linares y toros de Peñuelas, El Rocío y Pastejé. Aquel año 69, en la referida Feria de San Sebastián, nació Manolo como ídolo para las masas taurinas venezolanas. No fue un torero “simpático”, y mucho menos un artista de “buena prensa”, a pesar del empeño y gran labor de sus Javier Garfias 189
apoderados Pepe Luis Méndez, Álvaro Garza y Pepe Chafick. Manolo lo estropeaba todo con su carácter huraño, agresivo y hasta ofensivo sobre todo cuando había de por medio una copa. Nada afectuoso y siempre aislado, .o que llamábamos la faena eterna de Chafik. Manolo responda con brusquedad a las entrevistas y pocos fueron los que pudieron llegarle cerca en la amistad, como fue aquel día a la entrada del Hotel Tampa en Caracas, notoriamente disminuido por una cornada al bajar del taxi se le acercó para prestarle ayuda Silvestre Enrique Salas “Salidas”, picador de Paco Camino una figura del toreo, sin lugar a duda y Manolo lo mandó a “chingar a su madre”. Maracay y Caracas le fueron plazas duras, pero al final se le entregaron sin reservas. En Caracas le indultó un toro a los ganaderos Miaja y Chafick, de La Gloria y de nombre “Diamante”, el primer toro de la línea de San Martín indultado en Venezuela. Su plaza fue la Monumental de Valencia. La plaza grande, la de las históricas corridas de la Prensa, donde rivalizó con los grandes de España. Allí en El Palotal de nuestra Valencia creció Manolo con muchas faenas grandiosas. Recuerdo emocionado su faena a Matajacas de Javier Garfias. Toro que por su exagerada presencia, 190 Javier Garfias
peso y trapío produjo asco entre los banderilleros y apoderados a la hora del sorteo. Ese Matajacas de Garfias sirvió como un libro abierto para exponer su grandeza lidiadora, abrirles los ojos a los incrédulos e invitarlos a que metieran sus dedos dentro de la herida abierta en el corazón del toreo. Fue la de Manolo Martínez una obra de exquisito arte, la expresión del neoleonés que ha moldeado en un barro en el que transformó la dura roca que era aquel toro antes de caer en las manos de este Buonarroti de los toros, el torero capaz de transformar un demonio en un ángel protector. Por eso Javier Garfias lo llamó en su día El “Belcebú” de la más hermosa de las fiestas. Hubo otras heridas, como no, aparte de la histórica cornada de Valencia. Manolo fue herido en Maracay, aquella tarde que vistió como había vestido Alberto Balderas la corrida de su fatalidad, de canario y plata. También fue herido en Caracas, donde el escafoides de la mano derecha resultó pulverizado a causa de un pisotón que un toro de Santo Domingo que le haría perder el sitio con la espada, hasta encontrarlo más tarde al cortarle los gavilanes a la toledana. México y España habían roto sus relaciones políticas desde la caída de la República hasta la muerte del Generalísimo Francisco Franco. En
el aspecto taurino, la guerra tenía infinidad de frentes y en todas partes se libraban interesantes batallas. Manolo Martínez fue torero de época. Torero de la época del gran ganadero Javier Garfias, el alquimista de la genética taurina que transformó un puñado de vacas de San Mateo en divisas ganaderas importantes gracias a la expansión por él iniciada al morir don Antonio Llaguno González. Si señor, Manolo Martínez fue torero de época, figura del toreo y mandón de la fiesta, que triunfando con toros de Javier Garfias encumbró como mandón de la fiesta en México. Cuando Manolo Martínez se iniciaba como “torero ídolo de México” fue cuando en 1970 un grupo de periodistas entusiasmados por Carlitos González fundamos el diario Meridiano en Caracas. La pasión de Caracas por los toros permitió una página de información taurina diaria, como la que sembramos en Meridiano, gracias a cómo vivían los venezolanos la fiesta de los toros. Entre triunfos, ilusiones y conflictos se vivían los toros, con noticias como la que informaba uno de sus innumerables conflictos: Desde México los cables informaban del descontento que capitaneaba el histórico Raúl Acha, “Rovira”, porque la mayoría del mercado suramericano acaparaba la producción de ganado bravo de México. Rovira , apoderado de
Alfredo Leal, un destacado diestro que realizó su última campaña española en compañía de César Girón y otros matadores de toros cuando integraban el grupo de los guerrilleros. Chopera manejaba la plaza México y tenía gran influencia en otras empresas mexicanas, a las que no tenía acceso Rovira. Como si el aceite no tuviera suficiente hervor, se había roto la relación entre Chopera y Manolo Martínez que había dejado por la mitad la temporada española, alegando incumplimiento en la palabra del empresario vasco. Se confirmaba una actitud que no era nueva de los taurinos españoles hacia los toreros americanos. Manolo Martínez toreó su primer año en España 48 corridas de toros. Fue un año de triunfos destacados como reseñan sus actuaciones en Andalucía y en el norte español. El resultado artístico fue premiado con 68 orejas y 5 rabos. Manolo Martínez regresó a España en 1970, para confirmar la alternativa en Madrid. Le cortó la oreja en Las Ventas al toro de la confirmación de nombre Santanero de Baltazar Ibán. Esa tarde en corrida de la feria de San Isidro se presentó con El Viti, su padrino, y Palomo Linares. Su segunda corrida en Madrid fue con toros de Antonio Pérez y, como para su tercer compromiso le cambiaron los toros, Manolo no lo aceptó. Javier Garfias 191
Desde ese instante el boicot contra Manolo Martínez tomó cuerpo. En Palma de Mallorca, por ejemplo, en el callejón de la plaza y estando Martínez vestido de torero, la Policía Nacional le exigió, so pena de ir detenido, los papeles de identidad. Manolo y su apoderado Álvaro Garza denunciaron en los medios de México que las empresas en España sin anunciarlo cambiaban los toros de las corridas anunciadas, igual que le cambiaba los alternantes. Si tenía un compromiso para actuar con Camino o con Ordóñez, lo ponía con un torero segundón y con toros de otra ganadería. Algo parecido de lo que ha ocurrido en los últimos años con algunos toreros mexicanos que han ido a España. Manolo, después de torear en Málaga, donde cortó dos orejas, y en Ondara, cuatro orejas y un rabo, decidió cortar la temporada española. Investigación y creación de Guillermo H. Cantú un tributo a la memoria del que tal vez haya sido el mejor torero de México: Manolo Martínez, un demonio de pasión. Así lo tituló Cantú, recordando que Javier Garfias su gran admirador lo llamó “Belcebú” porque Manolo como príncipe del infierno de la fiesta de los toros en México se convirtió en líder y factotum. La vida de Manolo Martínez cuando se estudia y se conoce va mucho más 192 Javier Garfias
allá de los triunfos, la polémica y la contradicción sembrada de lo que se trata, porque México taurino creció y vivió a la voluntad de Manolo como lo demostraron por años empresarios, ganaderos y apoderados que como Manolo Chopera, Alfonso Gaona, Alberto Bailleres, Javier Garfias y algunos otros encontraron al referente, a la figura que representaba en su tiempo, la supremacía no solo en la interpretación del toreo sino en la forma en que se administraba la fiesta brava en México: la confección de carteles, la alternativa de prospectos a matador de toros y hasta de la selección del ganado. Se han hablado de los vicios que caracterizaron a Manuel Martínez Ancira como las corridas arregladas o inclusive el tamaño de las muletas que utilizaba. Es innegable y es un hecho, de que a años de su muerte aún le añora la afición de México como a un mesías que mandó en la fiesta como no lo ha hecho otro torero. La Ganadería Garfias fue la ganadería de la que más corridas toreo Manolo Martínez: 102 corridas de toros. Muchas más que el hierro que se apoyó en su proyección, como lo fue Mimiahuápam. Manolo Martínez le cortó orejas y rabo a “Gladiador» de Javier Garfias el 7 de enero de 1973, en el mismo escenario en decir la plaza de toros Monumental México. Ese
mismo día Palomo Linares lo igualó con “Tenorio”. Se fue sin decir hasta luego. Vinieron noticias aciagas de su triste vuelta a los ruedos, de sus éxitos ganaderos y de su muerte en Los Ángeles. Se comentaron sus proezas y su recuerdo, como las sombras en el ocaso, crece a medida que se pone el sol. Manolo fue la grandeza que creció con el poniente del sol del toreo. Capítulo Veintiséis RAÚL GARCÍA Del mero mero Monterrey
M
i compadre Raúl García es un torero del Monterrey industrial. Nació en el corazón de la urbe que transformó México desarrollándose como la ciudad guía en el desarrollo, convirtiendo a México en una nación competitiva soportando la permanente presión del coloso norteamericano. Raúl García vivió una niñez con la influencia de la fiesta de los toros, ya por su padre don Sebastián, hermano del Esteta Potosino Gregorio García o porque el toro en Monterrey ha tenido personajes muy destacados y que han sido considerados héroes de la fiesta. Raúl en 1956 vistió su primer traje de luces y lo hizo en su natal
Monterrey. Se presentó en la plaza portátil de la Exposición Ganadera y Agrícola destacándose entre los alternantes. Los halagos le animaron para ir a México, ciudad a la que llegó casi de niño con la idea de hacerse matador de toros. En su familia se comentaban y exaltaban los logros y méritos de su tío Gregorio a quien los panegiristas de la fiesta bautizaron El Esteta Potosino, por la variedad de sus quites y expresión estética en banderillas. Gracias a los palitroques Gregorio destacó en Lisboa, donde vivía a sus anchas, y en San Sebastián donde competía con ases del toreo como Manolo Escudero en tiempos de Manolete. Más no lo crea, amable lector, Gregorio García no fue de ayuda en el desarrollo profesional de Raúl García. Más bien su indiferencia hubiera le hubiera detenidos de no haber tenido Raúl el carácter que le distinguiría en la vida como ser humano, hombre y matador de toros. A México llegó sin avisar, lo hizo en la terminal de autobuses de la ciudad y sin que el viejo torero le tomara en cuenta resolvió de inmediato Raúl y con su natural simpatía ganó amigos entre los maletillas que iban a la plaza de Insurgentes. La plaza Monumental que le esperaba para convertirle en uno de sus consentidos, plaza que su afición convirtió en históricos los triunfos de Raúl en competencia con su gran rival Gabriel España. Javier Garfias 193
Eran los tiempos de Fernando de los Reyes “El Callao”. Torero que por su sello, presencia y escuela crecía como la gran figura que no pudo ser. La carrera de novillero de Raúl García fue brillante, pues puso de lado sin complejos la referencia aquella “este es el sobrino de…” para ser él, quien por su valor, calidad y expresión escribiría muy importantes capítulos como novillero en competencia con Gabriel España. Ellos, Gabriel y él se conveetirían en una pareja similar, pero con mucha más profundidad de aquella que en España hicieron Julio Aparicio y Miguel Báez “Litri”. Su primer compromiso lo sorteó el 13 de junio de 1958, con Francisco Calderón (“Parrita”) y Fernando Velasco y novillos de Campo Alegre. Impresionó el regiomontano al extremo que sumó en la temporada de 1958 unas cincuenta novilladas. Suficiente crédito para la alternativa en Morelia, Michoacán, de manos de Luis Procuna. El berrendito fue su padrino y el padrino de su rival Gabriel España. Los toros fueron de Torrecilla y además del título de matador de toros Raúl recibió una cornada en el muslo derecho. Fue el bautismo fue de sangre porque Raúl se arrimó como un jabato, lo que siempre haría en su dilatada y ejemplar carrera. 194 Javier Garfias
En 1964 viajó a España y actuó en plazas importantes como Zaragoza, donde en su presentación cortó tres orejas y abrió la Puerta Grande. Sorprendió al triunfar en San Sebastián de los Reyes al lado de Manuel Benítez “El Cordobés”, su tarde cumbre la viviría en Zaragoza, paseado en hombros tras cortarle tres orejas a un corridón de Concha y Sierra (1210-64). Valencia despertó el interés de las empresas como la de Madrid donde confirmó su alternativa en mayo de 1966 integrando el cartel más importante de la Feria de San Isidro con Paco Camino como padrino, y El Cordobés su testigo y toros de Galache y, completó su grandeza como torero y como persona con un brindis a Carlos Arruza “en nombre de sus paisanos mexicanos, por lo que fue en el toro y lo que hizo por los toreros mexicanos”. Raúl García ha sido un torero de México y en su expresión es muy mexicano, con actuaciones trascendentales en el historial de las ganaderías de Javier Garfias, Santo Domingo y Las Huertas en la arena de la Plaza México como pergamino sobre el firmó documentos muy grandes en la Historia de la Plaza de Insurgentes por sus faenas a «Comanche» de Santo Domingo, ganadería a la que familiarmente siempre estuvo ligado. Un toro que lidió el 31 de
enero de 1965 en la Plaza México y al cual se le concedió el indulto. Vacas del antiguo hierro regional de Espíritu Santo y sementales de Miura figuran en el pie de simiente de la ganadería potosina adquirida a fines de la década del 40 por los señores Labastida, que pronto relegaron dicho encaste en favor de un hato de San Mateo. Pero el pelo rojizo prendió, y quedó replicado en una docena de machos de las camadas de 1960 y 1961. Teniendo como telón de fondo la célebre corrida de berrendos que consagró en México a Paco Camino (Toreo, 31-03-63), Manuel Labastida decidió apartar varios toros colorados para lidiarlos en la México en cuanto alcanzaran la edad reglamentaria. Tal decisión, iba a ser determinante para el encuentro de Raúl García con “Comanche”, sexto de una tarde anodina hasta ahí, que ambos transformarían en histórica. Cuenta el periodista Horacio Reiba, ese día en la plaza México. - … por las musas desde el primer momento, como relata aquel momento el gran cronista mexicano Horacio Reiba, presente en la arena de la México: Raúl empezó a cuajar al alegre y noble “Comanche” desde los lances iniciales, abrochados con la revolera más rítmica y armoniosa que recuerdo.
- Acudió el de Santo Domingo al caballo y al deshacerse la reunión, García se irguió en los medios y se echó el capote a la espalda a la manera de Lorenzo Garza para bordar la auténtica gaonera, cargando la suerte y jugando los brazos con cadencia musical. - Y aún agregó otro quite, por chicuelinas estatuarias, antes de invitar a César Girón a cubrir, con gran lucimiento, el tercio de banderillas. La plaza rugía. Ya no dejaría de hacerlo, cautivada por un toreo que nada tuvo de tremendista –la etiqueta que le habían colgado a Raúl. Su faena provocó un intenso cataclismo emocional, pues a la quietud y clase derrochadas aunó una irreprochable arquitectura, fundamentada en el toreo clásico con oportunos guiños ultramodernos. -La inició el de Monterrey con tres muletazos de hinojos, llevando muy toreada la embestida. Y, situados en los medios toro y torero, todo fue a más. Las tandas por ambos pitones, a base de muletazos de prolongado temple, cintura rota e impecable pulseo, se iban eslabonando con perfecta armonía. Brillaron sobre todo los naturales, tan ligados como si se tratara de uno solo. Javier Garfias 195
-Y en los remates, lo mismo se pudo admirar la arrogancia del de pecho izquierdista que, dentro de la moda de la época, el cambiar el viaje del toro para pasárselo por la espalda, ya en la capetillina, ya desahogando por alto la embestida según lo había implantado El Cordobés, pero tersamente, sin la brusquedad de éste. - “Comanche” repetía y repetía sin tirar una cornada, como hipnotizado por la inspirada muleta del norteño. Y del clamor emanado de la monumental obra derivó, en pleno éxtasis, la petición de indulto, finalmente atendida por el juez Pérez Verdía. -Era el tercer perdón que se concedía en la México, tras los de “Muñeco” de Carlos Cuevas (Procuna, 16-0451) y “Cantarito” de Valparaíso (José Huerta, 10-05-59). Y habíamos visto una de las mejores faenas en la historia del coso, premiada entonces con las orejas y el rabo y un clamor interminable. Para Raúl García, aquel triunfo representaba la consagración, pero al mismo tiempo resultó una carga durísima para su futuro. Aunque indultaría otro toro en la México –”Guadalupano” de Las Huertas, 19-03-67–, y por más que su nombre y su torería continuaron vigentes durante el resto de los años sesenta, alturas semejantes 196 Javier Garfias
no volvió a alcanzarlas, al menos en la capital, donde el recuerdo de “Comanche” y de aquel 31 de enero de 1965 pesaron demasiado en el ánimo de un público dotado en esa época de tanta sensibilidad como memoria. “Comanche”. Una vez curadas sus heridas, el hermoso colorado de los señores Labastida volvió a los potreros de Santo Domingo y, como es natural, se le destinó a semental. Alcanzó a procrear algunas crías de excelente nota, pero una fría mañana de 1966 amaneció muerto en el campo. Corta vida para tan larga memoria. El torero regiomontano también indultó en la México a «Guadalupano» de la ganadería Las Huertas, el 17 de mayo de 1967. Dos faenas históricas, hazañas que lo colocaron en el grupo de toreros que más indultos han concedido en esta plaza. Raúl García es el único torero que en la historia de la plaza grande de Insurgentes ha indultado dos toros una misma temporada, y comparte con Curro Rivera el segundo lugar entre los diestros que más astados han indultado en la Plaza México, con dos ejemplares cada uno, solo superados por Jorge Gutiérrez que indultó tres toros en Insurgentes. Otros momentos de grandeza en el
toreo de Raúl se vivieron en plazas como Guadalajara y en La Luz de León, Guanajuato el 14 de julio de 1964 una tarde que se cortaron ocho orejas y un rabo, dándosele la vuelta al ruedo al bravísimo toro ‘Curioso’, que correspondió a Raúl García y en cuya corrida compartió los apéndices con Juan Silveti y el palmeño Manuel Benítez ‘El Cordobés’. Triunfos de gran calado. En Guadalajara actuó en compañía de Antonio Ordóñez, superando al de Ronda al cortar el de Monterrey un rabo, y en León Guanajuato, otro toro de Garfias al que le cortó el rabo en competencia con Manolo Martínez a quien aquella tarde superó Raúl cortándole un rabo a un magnífico toro de Javier Garfias y que, Manolo Martínez de acuerdo con el testimonio de Francisco Madrazo, realizó a un buen toro de Garfias “la faena más torera de su larga y fructífera vida”. Ha sido Raúl la expresión genuina del torero mexicano que supo defender el cuartel azteca cuando Antonio Ordóñez, El Viti, Paco Camino, Diego Puerta, El Cordobés visitaban las extensas temporadas mexicanas. Aquellas que con el señuelo del dinero muy provocativo invitaba a las plazas de la frontera con los Estados Unidos. Un señuelo que también atrajo a Manuel Benítez “El Cordobés” que desde 1961 enamoraba a los públicos
mexicanos, y americanos. Ese aldabonazo repercutió en la confección de los carteles de la inminente feria de otoño en El Toreo, donde superaría a Benítez y a Alfredo Leal al desorejar a “Cupido”, de Reyes Huerta (21-1164). El acceso a la temporada de la México se lo ganó esa tarde, y al fin partió plaza en Insurgentes, al lado de César Girón y Victoriano Valencia, para despachar un encierro de pinta castaña procedente de Santo Domingo. Era el domingo 31 de enero de 1965. Pocos toreros en la historia pueden exponer ante los pergaminos de la historia triunfos de tanta envergadura y tan bien acompañados como los logrados por Raúl García, el torero de Monterrey. Como no era el de Monterrey hombre que se achicara fácilmente, en 1964 decidió probar fortuna en España de la mano de Manolo Chopera, cuya atención había captado como alternante de El Cordobés durante las prolongadas giras que hizo aquel año por México el torero de Palma del Río. Y Raúl, entre los meses de julio y octubre, desarrolló en la península una breve, pero importante campaña. Conocí a mi compadre en los corrales de la Monumental de Las Ventas en agosto de 1972 la mañana de Javier Garfias 197
una corrida de toros del Conde de Ruiseñada, en la que se anunciaba en los carteles al venezolano Adolfo Rojas. Llegó Raúl con una escayola en un brazo, una fractura sufrida en Lisboa en festejo que toreó con Antonio Bienvenida. En Madrid nos reunimos con el ganadero venezolano Alberto Ramírez Avendaño en una tasca del famoso monarca de los pesos completos ibéricos Paulino Uzcudum. Esa noche un taxista, muy taurino y admirador de Raúl, se ofreció acompañarnos mientras estuviéramos en Madrid. Aquel taxista era Vicente del Pino “El Fari”. Más tarde millonario por sus éxitos musicales y compañero de Antonio Chenel “Antoñete” en los viajes del gran torero madrileño durante sus campañas de reaparición. Luego fuimos a Bilbao, a la feria en la que debutaba Curro Rivera y en la actuaba Curro Girón en el mismo cartel con Paco Camino en la corrida de Miura. Los miuras para Bilbao. Fuimos con Sebastián González y con el actor venezolano Oscar Martínez, gran promotor de los toros en Venezuela. Fue Oscar aficionado práctico y actuó en varios festivales anunciándose como “Renzo El Gitano”. Fue nuestro primer viaje a España. 198 Javier Garfias
En Bilbao nos reunimos, gracias al cartel que tiene Raúl entre toreros y taurinos con tres personajes que se convertirían en amigos para toda la vida. Me refiero a Manuel Martínez Flamerique “Manolo Chopera”, Domingo González Lucas, Dominguín y Raúl Acha Rovira. Aquella feria debutó Curro Rivera en Bilbao con una corrida de Urquijo, encierro de descomunal presencia y de gran calidad. El sobrino de Martín Agüero no dejó mal a su tío y abrió de par en par las puertas de la Vista Alegre de Bilbao. La amistad con Raúl creció con el tiempo. Vino a Venezuela en cuatro oportunidades. Toreó en Maracay y en Barquisimeto toros de Los Aránguez y un festival en Caracas y una reunión entre pares de las Asociaciones de Matadores de Toros de México, Colombia y Venezuela cuando las agrupaciones americanas eran respetadas por sus pares ibéricosEn México no olvidaré la noche que Manolo Chopera le pidió a Raúl acompañara a Cecilia, su esposa, porque él, Chopera, debía viajar fuera de México. Me llamó Raúl para que juntos atendiéramos a Cecilia Babiano, la gran dama y encantadora persona con la que fuimos al Rincón de Amparo Montes donde la cantante sólo interpretaba letras de Agustín Lara. Nació con Cecilia una muy hermosa y respetable amistad, hasta que
Manolo se despidió de los toros, de la organización empresarial y todo lo referente a la fiesta. Lo hizo inaugurando la Plaza de Toros donostiarra, su creación, y una cena en su casa de La Concha con sus hijos y sus amigos venezolanos como invitados en compañía de sus representantes en Talavera y otras plazas de toros españolas. Un gran honor. El torero regiomontano que como podrán ver tuvo momentos importantísimos en su época como matador de toros. Raúl García recibió su alternativa junto a Gabriel España el 1 de febrero de 1959 en la plaza de toros Monumental de Morelia, Michoacán. Luis Procuna, un torero emblemático de México fue el padrino de ambas alternativas, las que fueron las primeras otorgadas en la plaza de Morelia. La ganadería fue la de Julián Llaguno, Torrecillas, el primer toro «Saladito». Recibió su confirmación en la Plaza México el 16 de abril de 1961, apadrinado por Fernando de los Reyes «El Callao» y con su rival Gabriel España como testigo. En España su confirmación fue el 26 de mayo de 1966 en la Plaza de las Ventas, su padrino fue Paco Camino y el testigo Manuel Benítez «El Cordobés», lidiando a «Camillero» de la ganadería de Francisco Galache de Fernandinos. No hay duda que su toro más recordado ha de ser «Comanche»
de la ganadería Santo Domingo, toro que lidió el 31 de enero de 1965 en la Plaza de Toros Monumental México y al cual le concedió el indulto. El torero regiomontano también indultó en la México a «Guadalupano», de la ganadería Las Huertas, el 17 de mayo de 1967, lo que lo colocó en el grupo de toreros que más indultos han concedido en esta plaza.4 Raúl García comparte con Curro Rivera el segundo lugar entre los diestros que más astados han indultado en la Plaza México, con dos ejemplares cada uno, solo superados por Jorge Gutiérrez que indultó tres ejemplares. Capítulo Veintisiete EL PANA NO DIJO ADIOS
C
uando El Pana se reunió con “Rey Mago” llevaba la intención de retirarse de la profesión. Decir adiós a la fiesta, acabar con aquella marcha menesterosa que para él era la vida y cerrar un ciclo pleno de fantasías que alimentó El Loco de la Colina con una entrevista en la televisión que alimentó su colocación en aquel cartel de la México con toros de Javier Garfias. Es posible que el brindis a las lumiascas hubiera estado en el programa de Rodolfo Rodríguez, porque él toda la vida desde cuando era ayudante del panadero en Apizaco vivió a caballo entre los estertores y de morir en vida Javier Garfias 199
arropado por la miseria y el ser rechazado por la sociedad taurina en la que se enfrentó con Manolo Martínez y los ganaderos de cartel, y una bohemia que inventó con la idea de barnizar un romance personal con la profesión. Lo que no sospechaba El Pana muy lejos de la barrera de los sesenta años de edad, y acercándose a las siete décadas, era que en los chiqueros de la plaza de toros México estaban dos toros en ensueño que le proyectarían hacia un océano de halagos, reconocimiento y fama gracias a la perfecta colocación de las cámaras de la televisión, abiertas y a sus órdenes, cuando su vida tarnscurrió por veredas de amargura y de exclusión encarnando la figura del hijo pródigo, de amarga existencia, de una vida llena de desventuras y miserias que le arroparon con injuria y alcohol toda una vida. Fue increíble la cita con los toros de Javier Garfias, en la Plaza México como padrino de la confirmación de alternativa a un torero español, catalán para más señas, Serafín Marín, es decir reunido todo lo que le dio la espalda durante su larga carrera como matador de toros. Aquel día de Reyes de enero 2021 lo reunió todo y sin proponérselo. Lo hizo en la plaza que le había cerrado puertas y bloqueado caminos, con toros de una de 200 Javier Garfias
las ganaderías históricas del sistema taurino mexicano y con la presencia de España con un torero catalán, reunión que conjuga contradicciones nacionales. Fueron dos los toros de Javier Garfias los que escribirían lo que El Pana presumía, no la historia sino su ilusión onírica de lo que para él debía haber sido el toreo. Rey Mago y Conquistador, dos toros que convirtieron la leyenda y la fantasía con la noble bravura de dos magníficos toros en historia. Lo que iba a ser su adiós de los ruedos, El Pana lo convirtió en un exitoso renacer de una vida no vivida aquel domingo 7 de enero en la Plaza México. La vida de aquel torero encarnaba la figura del hijo pródigo, lleno de desventuras y de miserias en compañía de la injuria y el alcohol, a punto estuvieron de acabar con la leyenda la cambió Rodolfo Rodríguez El Pana a vivir como una gran figura reconocido por la afición, la crítica y muchos de sus compañeros toreros. Varias ganaderías le abrieron sus puertas porque el torero de Apizaco bordó una tarde de ensueño que, lejos de ser adiós, a sus 54 años El Pana nació con un vestido sacado de un baúl y montado en un coche de caballos y fumando un habano. Parafernalia para decir adiós al toreo. No fue el final, fueron los primeros pasos,
el párrafo de una historia estaba a punto de escribirse… … Ignacio de Cossío testigo de la historia escribe: - Salta al ruedo “Rey Mago” el primer toro del Pana, herrado a fuego por Garfias. Se hace el silencio en la plaza. El Pana se transforma, abre el capote y zas. Tocan chicuelinas llenas de embrujo y torería. Se acelera en el brindis por los que pese a sus merecimientos no llegaron a ser figuras y se quedaron en el camino lleno de sufrimientos y calvarios. Allí también en aquel brindis se quedaron los 28 años en el ostracismo de El Pana, atrás los injustos y cobardes vetos, las huelgas de hambre y el mendigar por las calles y tentaderos junto a su inseparable hatillo. Un pase cambiado por la espalda enciende la llama del milagro, de la resurrección inspiradora. Rodolfo se va por la izquierda y El Pana vuelve por la derecha. Uno, dos, tres, basta, no se puede torear con más pellizco y temple a la vez. La muleta por los suelos, la mano a la rodilla a lo Lorenzo Garza. Pronto llegan los adornos y los trincherazos de ensueño a la sombra del gran Silverio, y nos preguntamos en casa ¿ pero donde estaba escondido este Pana? Llega la espada, cuidado que corta el rabo y la arma. En esos momentos la plaza, con 18.000 almas en pie, es un clamor que pide a gritos el
relevo mejicano entre los Zotoluco y Ortega. Pincha en cuatro ocasiones el panadero de Apizaco y acierta la afición en haberle visto en directo. Vuelta de honor al maestro en la que sería la más gloriosa de todas. Con el toro de la supuesta despedida de nombre “Conquistador” se atreve en banderillas el veterano maestro del estado de Tlaxcala. Al cuarteo y al quiebro pegado en tablas a una sola mano, firma la segunda gran actuación de la tarde. Segunda vuelta de honor con sabor añejo. Tras el brindis “sui generis” dedicado a las prostitutas, meretrices y mesalinas que saciaron su hambre y mitigaron su sed, llega la hora de la muleta y vuelve con la diestra en una faena más técnica y lenta si cabe que la anterior. No hay espacio, ni tiempo para reaccionar, estábamos viendo brotar la magia de la fiesta de nuevo. Gracias Pana por la lentitud, la eternidad de ese toreo que no se ve, ni se vende hoy en día. La espada volvió a fallar y eso que la faena era de otro rabo, pero que más da llegaron las orejas y las 4 postreras vueltas al ruedo en una tarde histórica. La epopeya se había consumado. Todos le daban por muerto, le habían preparado el funeral y él sólo se encargó de enterrarlos a todos en cuarenta minutos. Méjico entroniza a su último rey, heredero de los Garza, los Silverio, Los Armillita, Javier Garfias 201
Los Arruza y Los Procura para mayor gloria del toreo mejicano. Bendita inspiración y genialidad del último monstruo de la fiesta, que pronto confirmará en Las Ventas según me cuenta el protagonista de esta historia. Me adelanta incluso que llegará en barco y fumando habano. La liturgia hace al torero. Otro Gallo ha nacido al otro lado del charco, cuidado con este artista que no solo ha levantado pasiones, sino que también siembra faenas para la historia. El Pana es torero de una sola tarde, pura y bendita inspiración, nadie sabe lo que hará mañana. El domingo firmó una obra arte y pronto se olvidaron sus otros siete toros devueltos con vida en ese mismo escenario. Ése es su secreto, ésa es su estrategia que le hace ser distinto a los demás y la base, muy posiblemente de su éxito. Tuvo que venir un señor casi sexagenario para sacar a la luz las vergüenzas de la totalidad del escalafón taurino mejicano actual, esperemos sea este el comienzo de una nueva era en los ruedos de ese país. Nadie, ni siquiera la ínclita ministra de cuota Narbona con sus últimas tonteces antitaurinas me habían excitado el celo por volver a escribir, salvo El Pana. A él va dedicado mi último artículo como muestra de admiración por su cruzada romántica en un mundo en peligro de extinción. Rodolfo Rodríguez, alias El Pana volvió a torear el 202 Javier Garfias
pasado domingo 7 de enero en la Monumental de Méjico encarnando la figura del hijo pródigo, que lleno de desventuras y miserias en compañía de la injuria y el alcohol a punto estuvieron de acabar con la leyenda de la última figura de la torería azteca. La televisión nos trajo el milagro a miles de kilómetros bajo el canal de las estrellas después de siete días de triste espera. No dábamos crédito, a lo que se decía en la radio. El viejo Pana, a sus 54 años vestido, de banderillero de segunda, montado en un coche de caballos y fumando un habano, decía adiós al toreo. No podía ser ese su final y a Dios gracias que no fue así ni mucho menos. Lanzados como perros sabuesos esperamos la emisión en diferido. Comienza la película con la vuelta de honor para El Pana tras romperse el paseíllo, la historia estaba a punto de escribirse…Salta al ruedo “Rey Mago” el primer toro del Pana, herrado a fuego por Garfias. Se hace el silencio en la plaza. El Pana se transforma, abre el capote y zas. Tocan chicuelinas llenas de embrujo y torería. Se acelera en el brindis por los que pese a sus merecimientos no llegaron a ser figuras y se quedaron en el camino lleno de sufrimientos y calvarios. Allí también en aquel brindis se quedaron los 28 años en el ostracismo de El Pana, atrás los injustos y cobardes vetos, las
huelgas de hambre y el mendigar por las calles y tentaderos junto a su inseparable hatillo. Un pase cambiado por la espalda enciende la llama del milagro, de la resurrección inspiradora. Rodolfo se va por la izquierda y El Pana vuelve por la derecha. Uno, dos, tres, basta, no se puede torear con más pellizco y temple a la vez. La muleta por los suelos, la mano a la rodilla a lo Lorenzo Garza. Pronto llegan los adornos y los trincherazos de ensueño a la sombra del gran Silverio, y nos preguntamos en casa ¿ pero donde estaba escondido este Pana? Llega la espada, cuidado que corta el rabo y la arma. En esos momentos la plaza, con 18.000 almas en pie, es un clamor que pide a gritos el relevo mejicano entre los Zotoluco y Ortega. Pincha en cuatro ocasiones el panadero de Apizaco y acierta la afición en haberle visto en directo. Vuelta de honor al maestro en la que sería la más gloriosa de todas. Con el toro de la supuesta despedida de nombre “Conquistador” se atreve en banderillas el veterano maestro del estado de Tlaxcala. Al cuarteo y al quiebro pegado en tablas a una sola mano, firma la segunda gran actuación de la tarde. Segunda vuelta de honor con sabor añejo. Tras el brindis “sui generis” dedicado a las prostitutas, meretrices y mesalinas que saciaron su hambre y mitigaron su sed, llega la hora de
la muleta y vuelve con la diestra en una faena más técnica y lenta si cabe que la anterior. No hay espacio, ni tiempo para reaccionar, estábamos viendo brotar la magia de la fiesta de nuevo. Gracias Pana por la lentitud, la eternidad de ese toreo que no se ve, ni se vende hoy en día. La espada volvió a fallar y eso que la faena era de otro rabo, pero que más da llegaron las orejas y las 4 postreras vueltas al ruedo en una tarde histórica. La epopeya se había consumado. Todos le daban por muerto, le habían preparado el funeral y él sólo se encargó de enterrarlos a todos en cuarenta minutos. Méjico entroniza a su último rey, heredero de los Garza, los Silverio, Los Armillita, Los Arruza y Los Procura para mayor gloria del toreo mejicano. Bendita inspiración y genialidad del último monstruo de la fiesta, que pronto confirmará en Las Ventas según me cuenta el protagonista de esta historia. Me adelanta incluso que llegará en barco y fumando habano. La liturgia hace al torero. Otro Gallo ha nacido al otro lado del charco, cuidado con este artista que no solo ha levantado pasiones, sino que también siembra faenas para la historia. El Pana es torero de una sola tarde, pura y bendita inspiración, nadie sabe lo que hará mañana. El domingo firmó una obra arte y pronto se olvidaron sus otros siete toros devueltos con Javier Garfias 203
vida en ese mismo escenario. Ése es su secreto, ésa es su estrategia que le hace ser distinto a los demás y la base, muy posiblemente de su éxito. Tuvo que venir un señor casi sexagenario para sacar a a la luz las vergüenzas de la totalidad del escalafón taurino mejicano actual, esperemos sea este el comienzo de una nueva era en los ruedos de ese país” Capítulo Veintiocho JORGE GUTIÉRREZ
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n trono y muchos espacios abiertos dejaron Manolo Martínez, Eloy Cavazos, Curro Rivera y Mariano Ramos al cortarse la coleta. Ahí quedaron, repletos de virtudes, Miguel Espinosa y David Silveti que en vida fueron rivales y amigos, y con ellos Jorge Gutiérrez que completó la tercia de la baraja de ases en una época en la que él fue figura y cuyo marco se vistió con los colores de las divisas de los Garfias. Miguel, David y Jorge pertenecen a una generación de toreros desarrollada inspirada en grandes toreros que les antecedieron. Se dieron a conocer como “los juniors”, los hijos de Fermín Espinosa “Armillita Chico”, Lorenzo Garza, Carlos Arruza, Juan Silveti, El Calesero, Chucho Solórzano, Manuel Capetillo … 204 Javier Garfias
Con la muerte de Miguel, David Silveti también habría sentido lo que sintió Miguel cuando se fue David. Contemporáneos, David mayor que Miguel, pertenecieron a un grupo de jóvenes hijos de figuras de la Fiesta mexicana, integrantes de una casta que llenó de orgullo a toreros ya grandes, en edad y en historia. El caso de Jorge Gutiérrez, que no es miembro de dinastía taurina alguna, ha sido diferente. El de Hidalgo ha sido uno de los toreros mexicanos más importantes de la última parte del siglo XX y principios del XXI cara a México y muy especialmente cara a España. Nació en Tula, Hidalgo, donde Gutiérrez vio la luz en febrero de 1957. Se hizo como novillero en temporadas de la plaza “La Florecita” de Ciudad Satélite, Estado de México, y el 15 de febrero de 1976 se presentó en la Plaza México la tarde del 26 de junio de 1977, matando una novillada de Santoyo a lado de Francisco Acosta “Paquiro” y Alfredo Gómez “El Brillante”. Toreó mucho de novillero en Venezuela, en Caracas y Maracay alcanzó triunfos muy importantes que despertaron la atención de empresas mexicanas. Destacó el Trofeo 2001 otorgado al de Tula por la Empresa Editorial del Bloque De armas, y luego tomó
la alternativa el 11 de febrero de 1978 en la Plaza México con Manolo Martínez, de padrino, que le cedió un ejemplar de Javier Garfias ante el testimonio de otro de los toreros más importantes de la época, Curro Rivera. El toro de la ceremonia llevó por nombre “Perla Negra”. Confirmó en Las Ventas de Madrid, durante la Feria de San Isidro. Fue su padrino el mítico Antonio Chenel “Antoñete” ante el toro “Berlinés”, de Celestino Cuadri. Tan sólo cuatro días después, volvió a partir plaza en este escenario y paseó una oreja. Jorge Gutiérrez estuvo entre los toreros que don Javier Garfias aceptó como retadores de sus vacas. Toreros como Luis Castro “El Soldado”, Curro Rivera, Jaime Rangel, que sería apoderado de Jorge Gutiérrez más tarde. Durante 29 años de trayectoria en la Monumental Plaza México, de 1978 a 2007, Jorge Gutiérrez logró torear 86 tardes, cinco menos que Manolo Martínez, mismas en las que llegó a cortar más de 40 orejas y dos rabos, uno de ellos simbólico, además del indulto de tres astados: El 25 de enero de 1981 indultó a “Poco a Poco” de San Martín, siéndole otorgado el rabo simbólico. Esa tarde, ya le había cortado las orejas a “Fabio”. El 17 de marzo de 1996, en el marco de la Temporada de Oro,
indultó a “Giraldillo” de Manuel Martínez, dando dos vueltas con el ganadero. El 25 de enero de 1981, cuando indultó al toro “Poco a Poco”, de San Martín, en La México. éste, fue el primero de tres indultos que el maestro tuvo en el coso de Insurgentes, pues en las siguientes décadas igualó el logro. El tercer indulto en la monumental tuvo lugar un 16 de diciembre de 2001, al toro “Fenómeno”, de Julio Delgado. Además, paseó dos rabos en La México. El primero tuvo verificativo en 1991 cuando cuajó a un ejemplar de La Gloria. El segundo aconteció en 1992, ante un toro de San Martín. Fue precisamente a inicios de la década de los noventa cuando Jorge se consagró como una figura del toreo. Jorge dijo adiós a los ruedos el 4 de febrero de 2007, tarde en la que hubo poca suerte con el ganado y terminó por cortarle la oreja a un toro de regalo, de la ganadería de Carranco, vacada propiedad de su suegra. Desde aquel día no ha vuelto a vestir el terno de luces, aunque hace tres años toreó un festival en Querétaro y desorejó a su novillo. Aquellos toreros, hijos de toreros, le imprimieron al espectáculo y Javier Garfias 205
a su rol en la sociedad un sello distinto, íntimo y diferente, Siempre marcados de personalidad muy toreo mexicano. Con marcada influencia por la técnica española impuesta por sus ancestros, maestros, grandes maestros, los que aunque mexicanos de nacimiento y también de formación fueron toreros que bebieron en la copa de las escuelas taurinas de Ronda y Sevilla en época de Manolete, Luis Miguel, Ordóñez. En fin, aquellos maestros hicieron estos toreros, y fueron ejemplo con su vida de toreros en época posterior a la de Gaona, El Meco Silveti y Balderas. Son el escalón anterior a Manolo, Cavazos, Curro y Mariano, la rueda del molino más tarde giró dándole vida la a fiesta de los toros en México. De eso -no tenemos duda en lo que antes afirmamos- hay profundas diferencias para muchos y por ello surgen tremendas y muy sabrosas discusiones, polémicas que vigorizan y llenan de salud la fiesta de los toros
206 Javier Garfias
Capítulo Veintinueve Volcanes de México DAVID Y ARRUZA
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l próximo 12 de noviembre recordaremos una vez más un día trágico en nuestras vidas. Fue la mañana de aquel día que David Silveti, en el 2003, decidió empacar y salirse del camino de la vida. Me cuentan, aunque yo jamás lo escuché decir, que David decía “Para mi torear es una necesidad y vivir es una circunstancia”… Miguel y David en vida fueron rivales y amigos fraternos. Testigo de la grandeza de cada uno y contemporáneo de estos dos grandes artistas fue el muy admirado y destacado periodista Juan Antonio de Labra Madrazo. Hombre de letras, buen aficionado, práctico, y escritor, capaz de descubrir lo que hay en medio del hojaldre que es la vida de los seres humanos. A ti, Juan Antonio, el siguiente recuerdo: A David le valían madre los trofeos, sin embargo, dejó un legado de faenas importantes en diversas colecciones de videos. Por eso, porque le valían madre los trofeos no recogió el premio Domecq el viernes en México. Prefirió irse, sin que lo llamaran. Y sin decir adiós, sólo habiéndole expresado su reflexión de la vida y de la muerte a su padre Juan Silveti, se fue a la chingada. Su idea del toreo era
otra, muy distinta al mercadillo en que la han convertido los estadísticos y goleadores la fiesta de los toros. Le recuerdo como si fuera hoy tarde en la barra de La Ópera. El café muy entrada la madrugada compartimos en la cantina La Luz de la esquina con Gantes y mal noche hasta el día siguiente buena parte de la mañana en La Marquesa, en casa de Manolo Arruza, nos trenzamos con toreros amigos como Chucho Solórzano, el propio Manolo Arruza y Manuel Capetillo en la diatriba infinita del concepto del toreo. Nada original, es cierto, pero sí muy especial.
Maestranza “siempre toreo al borde de la cornada”. Sentencia necrófila que desnudó una actitud ante el toreo, la misma que ha provocado la expresión de Juan José López Luna en la afirmación que David Silveti fue “el último de los toreros mexicanos que provocaba en el ánimo de los aficionados el miedo, la emoción, la alegría y el llanto”. Poco le importaban los trofeos, los números y las estadísticas y, por ello, prefirió emprender el viaje eterno antes que ir a la Ciudad de México a una aburrida velada plena de lugares comunes para recibir el trofeo a La Mejor Faena de La Temporada.
David Silveti, que partió por voluntad propia el miércoles 12 de noviembre en su rancho de Salamanca era depositario de cien volcanes en erupción.
Aquella tarde de la faena histórica en la Plaza Monumental México, la gente sintió miedo de David. Hubo emoción y alegría y también llanto. Llanto de hombres grandes, que recuerdan la anécdota del nieto con el abuelo, que lloraba viendo torear a Rodolfo Gaona la tarde del adiós para no volver en El Toreo de La Condesa. Gaona, archirrival de Juan Silveti, el abuelo de David. Gaona era ídolo de toda una generación de mexicanos que vieron en él encarnada la respuesta al reto como nación.
El sentido del toreo en él, es decir el silvetismo convertido en lava ardiente, fue, como David le confesó a Carlos Ruiz Villasuso tras un burladero en el callejón de La
El niño, al que educaban con la reciedumbre de los conceptos de los hombres machos de a de veras, increpa al viejo y le pregunta: -¿Pero no y que los hombres ma-
Es el mismo concepto que vive y late en las raíces de la fiesta de los toros, desde su nacimiento, aunque con mil cabezas, como cada una de las que piensan. Pocos que han vivido de ella se han percatado de la espiritualidad que conlleva.
Javier Garfias 207
chos no lloran abuelo? A lo que el viejo, le contestó: -Es que el que se va es Gaona, hijo; y como Rodolfo no hay. El llanto de aquel abuelo se convertiría en grito de guerra de La Porra Libre, que a coro aún les grita a los toreros “Manolo, Manolo ¡Y ya!” para echarlos del coso de Insurgentes, reconociendo a Manolo Martínez como único heredero de la lava volcánica de los volcanes en erupción de la fiesta mexicana de los que hablaba David Sileti: Gaona, Armillita, Garza, Arruza y Silverio. Pero, vea usted por dónde busca la historia la salida al ardiente cauce del río volcánico de la pasión del toreo. Una tarde guadalupana, fresca tarde de diciembre en la Plaza México le vimos escribir una de las páginas más importantes que se han grabado sobre la arena mexicana, a David Silveti. Lleno impresionante, toros de don Fernando de la Mora para Antonio Lomelín, que sustituía a Manolo Martínez, Miguel Espinosa “Armillita Chico” y David, que reaparecía en la plaza grande. Lomelín realizó una de sus faenas heroicas, al primero de Tequisquiapan, y Miguel cuajó un faenón a “Flor India”, un gran toro que tuvo la fortuna de caer en manos de un gran torero. Fue la de Armillita una de esas faenas hermosas, encaja208 Javier Garfias
da en el sentido plástico que Miguel siempre ha sabido imprimirle a su toreo. David provocó aquella tarde la emoción, el miedo y el llanto en sus dos toros. Inolvidable su vestido rosa guadalupano, orgullosamente erguido, desmayando los lances “al borde de la cornada”. Nada estridente. Todo lo contrario. El sublime desnudo entre la vida y la muerte. La plaza de Insurgentes rugió a cada lance, a cada pase, a cada paso y en cada instante de la intensa entrega de David Silveti con los cárdenos de don Fernando. Nunca había escuchado al monstruo rugir de esa manera. Pedro Echenagucia, que aquella tarde de estrenaba en la Plaza Grande de México, con los ojos húmedos en llanto me confesó: “… este es el toreo en el que yo soñé; ni en Sevilla he vivido tan intensamente la fiesta de los toros”. A David, que le importaba madre cualquier trofeo, le causó gracia cuando Miguel Espinosa, con el cariño fraternal que le profesaba y con su gracia expresiva le dijo:- “ …mamón, se te fue un rabo por la espada”. David Silveti reunió en su expresión de torero todas las lavas de todos los volcanes del México taurino. Lavas de aquellos fuegos que le quemaban el corazón cuando nos
encontramos en Sevilla, habiendo quemado las naves por hacer campaña en España. Vivió cientos de noches tristes y no sólo una como el conquistador Hernán Cortés. Ese fuego que reunió como líder de una generación, aquellas de los “juniors” del toreo azteca, la quinta de Curro Rivera, Carlos y Manolo Arruza. Humberto Moro. Chucho y los cuates Solórzano. Manolo,Fermín y Miguel Espinosa, los “Armilla”. Los Calesero, Alfonsito, José Antonio y el Curro Ramírez. Entre todos, David fue él el más mexicano en su expresión y en su sentir que resumiríamos un poco en la frase de Cantú, cuando en su tesis martinista resume el toreo de México en el título “Muerte de azúcar, la sustancia taurina mexicana”. No ha sido dulce la partida de David, para nadie y mucho menos para Juan. Torero de recia expresión universal. Hombre de fuerte personalidad, soñador y bohemio. Jugador y legendario. Torero integral. Debo confesar que, con la partida de David, me duele más el dolor de Juan que cualquier otro. “Mi David”, así lo llamaba cuando le conocí en Caracas, aquella tarde de finales de los setenta cuando toreó toros de Garfias en el Nuevo Circo. Hoy, como ayer, recuerdo a David Silveti todos los días. Como cada
día que conversábamos lo recordaba con Miguel. Así es, querido Juan Antonio. Así ha sido con quienes se nos han ido… Los toros de Javier Garfias han escrito una historia de México que el pueblo ha convertido en leyenda. Un relato heroico que narra los triunfos de grandes toreros como Manolo Martínez, Eloy Cavazos, Curro Rivera, Mariano Ramos y Jorge Gutiérrez. La Ganadería Garfias ha sido la ganadería que más corridas torearon Eloy Cavazos 129 y Manolo Martínez, 102, y la ganadería de la que más de 200 ganaderos en todo el mundo surtieron sangre o cruzaron sus ganaderías con los vientres y sementales de Garfias en México. Sus toros han sido exportados al Perú, Colombia, Ecuador, Venezuela, EE.UU. y Centroamérica y más del 80% del toro de lidia en México tienen su sangre. La explosión Garfias, la que la historia taurina de México distingue como la era de la expansión, arrastró al éxito la mayoría de los toreros mexicanos a partir de los años sesenta. La Transición significa más de medio centenar de ganaderías que adquirieron sementales y vacas de Javier Garfias. Amplitud en el espectro ganadero que indudablemente favoreció al desarrollo del Javier Garfias 209
torero mexicano. Además de las ganaderías de la familia – Marco Garfias, De Santiago, La Ventilla, Santa Isabel, Los Cues, Javier Garfias -, don Javier con su expansión favoreció divisas como Santo Domingo, Santa Bárbara, San Martín, Carranco, Claudio Huerta, Xajay, Huichapan, Paco Torre, Real Valladolid, Álvaro Espinosa, Teófilo Gómez, San Antonio de Triana y un porrón más. México creció en toros de lidia, en atadores de toros, empresas taurinas y en aficionados a la fiesta. Capítulo Treinta JOSÉ ANTONIO GARFIAS EL GANADERO de DE SANTIAGO
U
na vieja amistad, o como diría mi amigo Julio Stuick fue que tuve por más 50 años con José Antonio Garfias de los Santos, amigo admirado y apreciado que dejó de existir el 2 de mayo del 2021 cuando aún estábamos enfrascados en la redacción del presente libro. Obra que humildemente ofrezco a la memoria de quien en la amistad me señaló los caminos mexicanos de la fiesta de los toros. Pepe Garfias, el ganadero de De Santiago, así lo distinguieron por haber sido el conductor de la ganadería que un día fundó junto a Marcos, su hermano más grande con ganado de Javier, el mayor de 210 Javier Garfias
los Garfias de los Santos. Fue en un momento muy importante cuando Javier desarrollaba su laboratorio con Sangre Llaguno. Aquello fue en 1966, vivía Calle de Rio Lerma en la Col. Cuauhtémoc en Ciudad de México. Pepe estudiaba y trabajaba, cuando decide regresar a San Luis Potosí. Ya lo dijimos en anteriores líneas que don Antonio, el padre de Pepe, era poco amigo de la fiesta de los toros. Por herencia la rechazaba pues como lo predicaba su padrearon Teodomiro Garfias el abuelo de Javier y de Pepe los toros son el reducto de los vagos. Al regreso de Pepe al terruño don Antonio le pide a Javier le eche un cable a sus hermanos, Marco y Pepe. Marco estaba en la Universidad, en la Facultad de Arquitectura. don Antonio le pide a Javier que ayude a sus hermanos, José Antonio y Marcos. Lo que hace Javier con obediencia y destina para la ganadería 80 vacas y 2 sementales y se funda la ganadería de De Santiago en la hacienda que lleva este nombre y que ha sido parte de la propiedad principal de la familia: La Laguna de Guadalupe desde hace años. Para 1968 se definieron las propiedades de Javier, Marco y José Antonio con La Laguna para Javier, El Palmar para Marco y De Santiago para Pepe.
Su debut en la Plaza México estuvo a cargo de un novillero, Jaime Rivero “El Húngaro” que fue famoso en Caracas. Buen torero era, pero conflictivo como pocos. Un torero que, de haber tenido disciplina, pudo haber llegado a estratos importantes. “El Húngaro” se quedó el camino y falleció en unos baños de vapor en Ciudad de México por causa de una explosión. Se le recuerda en De Santiago porque dejó ir dos novillos de escándalo en la presentación de la divisa en la México. Marco se separó para fundar la divisa que lleva su nombre y que, actualmente, manejan sus herederos. En Garfias, su propietario Javier Garfias de los Santos, hermano de Pepe y de Marco, tenía de la mejor materia ganadera que había ido adquiriendo desde 1948 a 1953 vacas procedentes de la ganadería de San Mateo, entonces enclavada en Zacatecas. Más adelante Pepe Garfias reforzó la sangre de Garfias con ejemplares procedentes de Reyes Huerta que José Antonio consideraba “era la ganadería que tenía lo mejor de San Mateo”. Aquello provocó disgusto a Javier porque rompía la tradición de seguir el sendero por él marcado. Llega Pepe a los años 70 habien-
do conquistado la plaza de Aguascalientes sin sospechar que en su escenario viviría el momento más amargo de su carrera como ganadero y vida de aficionado cuando José Tomás recibe la cornada que casi pone en peligro su vida. Terribles momentos. Sumados al disgusto que provoca refrescar su vacada con ganado puro de don Reyes Huerta. ¿Por qué Reyes Huerta? Veía una madre y padreaba a su cría… y de ahí a fue su apertura a otra vacada, “lo mejor de San Mateo lo tuvo don Reyes Huerta”, afirma . Como lo hice muchas veces, por muchos años un visité a Pepe en San Luis. aprovechado mi estada en Ciudad de México y me acerqué a San Luis para de una vez saltar hasta León donde se celebraba una temporada con toreros mexicanos, jóvenes y prometedores espadas de la nueva forja conocida como Tauromagia Mexicana, que entre sus espadas destacan valores como Diego Silveti, Sergio Flores, El Payo y Arturo Saldívar que entonces llenaban de ilusión y esperanza a los pacientes aficionados aztecas. No han rematado lo que de ellos se esperaba. Había llegado a México para la entrega del libro Memoria de Arena, editado por el aficionado y muy apreciado amigo Jorge Anciola. Javier Garfias 211
Llegando me enteré que Pepe Garfias, mi amigo por más de 50 años de amistad estaba quebrantado de salud, me fui a la Central Camionera para tomar el autobús a San Luis. Larga travesía que hice antes con dos amigos muy queridos: Juan Silveti y su hijo David, los dos idos y también dejando profundos vacíos en el corazón del afecto. Al llegar a la Central Camionera de San Luis me esperaba otro amigo muy apreciado: Tomás Arellano, el matador de toros Juan Diego de México. En su paso por Venezuela Juan Digo dejó mucho afecto sembrado. Fue muy grato reunirme con Pepe y verle con la entereza y disposición de cómo enfrentaba los problemas que le aquejaban. Otro día, ya José Antonio mucho mejor y aprovechando la compañía del matador de toros venezolano Erick Cortéz que visitaba por primera vez México nos fuimos hasta La Villa de Arriaga donde nos esperaba, Pepe Garfias y Miguel Espinosa “Armillita Chico” para visitar De Santiango. Pepe ya recuperado organizó un tentadero en compañía del matador de toros Alfredo Gómez “El Brillante”. Estaba un sobrino de Pablo Labastida, Fernando Labastida, que junto con su padre el ganadero Manuel Labastida han tenido la iniciativa durante la pandemia 212 Javier Garfias
de organizar un serial de Festivales Taurinos sin picadores para aspirantes a novillero que lleva por nombre la frase “Quiero ser torero” , pues es su intención darle oportunidad a esos muchachos que tienen el sueño, la inquietud y quedan tomado la decisión de querer ser toreros. Fernando Labastida hoy representa aquella prócer divisa de Santo Domingo, la ganadería mexicana donde se formó Javier Garfias y cuyas vacas fundarían su divisa . La ganadería del bisabuelo Manuel Labastida referido en anteriores páginas de esta biografía, un hierro ganadero que vistió de leyenda a Gregorio García “El esteta potosino” y que Raúl García llenara de grandeza con su faena a Comanche en la Plaza de Toros Monumental México. Erick Cortéz se estrenaba en el campo bravo de México, luego de casi 20 años de haber tomado la alternativa en Nimes una tarde de la Feria de la Vendimia de manos de los maestros Paco Ojeda y César Rincón, con toros de Juan Pedro Domecq. Con Erick, junto a mi apreciado Pepe Garfias, en la cabecera del mesón en la casa de la Hacienda de De Santiago departimos el desayuno con Isabel su esposa, y sus hijos, Pepe y Santiago una maravillosa mañana en La Villa
de Arriaga. Además, fue un lujo compartir con mi admirado Miguel Espinosa, que desgraciadamente partió en plena juventud. Aquel día en la Villa de Arriaga estuvo Miguel acompañado de Javier Borrego, amigo apreciado, distinguido ganadero y entendido aficionado propietario de la ganadería de Santa Bárbara , Hierro forjado con ganado de Garfias, la que hoy promueven por la calidad de sus toros destacadas figuras del toreo. Pepe Garfias ha sido compañero de viaje en el curso del camino del toreo desde 1972, cuando nació nuestra amistad en Ciudad Juárez. Tarde que la ganadería de De Santiago lidiaba una corrida de toros en la Plaza Monumental. Tarde en la que no podía estar ausente, Javier Garfias apoyando a su hermano. Nos sorprendió a todos cuando un par de horas antes de la corrida, cuando Pepe Chafik y el mozo de espadas preparaban los avíos de Manolo Martínez se plantó don Javier Garfias bajo el marco de la puerta de entrada de la habitación de Martínez y pregunta: - ¿Y Belcebú … dónde está Belcebú? El ganadero, por supuesto se refería a Manolo Martínez que, para 1973 se había convertido en ídolo de la fiesta mexicana, en el torero de las pasiones de la afición. Manolo y su relación con Garfias era
de mucho afecto entre personas que se aprecian, se respetan y se tienen confianza. Manolo Martínez toreaba con Mariano Ramos y Rafael Gil “Rafaeillo”, dos toreros con personalidades distintas. Ramos fue un gran torero, espada que emergió de las filas de los charros de México. Buen jinete, caballista insigne, dominador de las suertes camperas de la charrería. Llegó Mariano a ser representado por Javier Garfias como su apoderado en España que gracias a su influencia y trato amisto con la gente que mandaba en Esta, como con Alberto Alonso Belmonte confirmó su alternativa en Las Ventas luego de muy buenas presentaciones en plazas como las referidas de Sevilla y Valencia. Le hicieron una oferta para repetir en Madrid, pero Mariano llamó a Javier y le informó que suspendiera la temporada española porque tenía compromisos en varios Lienzos Charros para los que se había comprometido este gran torero de La Viga. Mientras que Rafaelillo, torero de sangre gitana y de expresión profundamente andaluz, vivía aquello días su momento interesante como torero. Ha pasado el tiempo entre aquella fecha y las recientes visitas que hemos hecho a México. Entre ellas hemos vivido muchos tentaderos con Pepe Garfias en La ViJavier Garfias 213
lla de Arriaga. Tentaderos de machos con don Pascual Meléndez, pruebas de sementales con David Silveti. Retienta de vacas y tentaderos de becerras con Miguel Espinosa “Armillita”. Las pruebas de picadores estuvieron a cargo del maestro don Pascual Meléndez y de Gabriel Meléndez, El Coca Cola. En los tentaderos casi siempre presente Leopoldo Meléndez, Polo Meléndez, cercano siempre a la casa de Chichimeco, el cuartel de Armillita. Hubo una época que asistí a La Villa de Arriaga en compañía de mi hermano Rafael Ernesto, Tobías Uribe, Constantino Hernández y de Pedro Campuzano y veníamos de la Feria de San Luis Potosí y Pepe Garfias nos apartó seis vacas maravillosas, verdaderos regalos para “fiebrúos” aficionados que creímos no había como saciarnos en nuestra afición y, no fue así, el hartazgo nos superó y aún las emociones las sentimos con el paso de los años. Maravillosos los tentaderos con lo amigos de Pepe Garfias, Javier Borrego, David Silveti y Miguel Espinosa. Muchos de ellos con Juanito Silveti y Pablo Labastida. Entre tantas emociones y recuerdos hermosos no olvidaremos la tarde que Joselito Adame se estrenaba en Santiago para sus compromisos en la Feria de San Marcos de Aguascalientes. Tampoco cuando Pepe e Isabel atendieron a los ganaderos 214 Javier Garfias
de Los Aránguez, Monchito e Ildefonso que con sus esposas visitaban Aguascalientes para la Feria … Historia larga la nuestra con Pepe, vivir entre amigos muy queridos como Raúl Izquierdo, como El Pollo Meads Jorge Cuesta … Cuando Javier Garfias comenzaba la gran apertura de la Sangre Llaguno a México y al mundo. Nada más seguro para el proyecto que sus hermanos, y entre sus hermanos nadie como José Antonio, hecho a su forma de pensar y de actuar. Toros de la Plaza Monumental México han sido los toros de Pepe Garfias donde le han cortado 16 rabos a los toros de “Santiago”, desde el 5 de febrero de 1984, cuando el hidrocálido Ricardo Sánchez le hizo una gran faena al toro “Capitán”. Vino luego una cadena de triunfos de toreros como Jorge Gutiérrez con Salmantino y Cartujo, José María Manzanares con El Zorro, y Miguel Espinosa “Armillita” con Vidriero y Potosino, Mariano Ramos con Cadete, Arturo Gilio con Genovés y muy en especial la tarde inolvidable de la ganadería por el faenón de Miguel Espinosa “Armillita”, tarde que Miguel y Pepe Garfias salieron juntos a hombros de la multitud por la Puerta del Encierro de la Plaza de Toros Monumental México. De Santiago ha sido una divisa que se ha destacado
entre las mejores de América por los triunfos de Paco Camino en Medellín.
gen mexicano que dibuja el perfil del toro azteca, tan admirado, tan exaltado.
El palmarés de don José Antonio Garfias ganadero de De Santiago es muy interesante, en especial por los toreros que lidiaron sus toros y el resultado artístico de los mismos.
Nosotros conocimos de cerca de aquellas circunstancias, cuando muchos ganaderos de bravo perdieron la vida defendiendo sus tierras, sus casas, sus familias. Una lección revolucionaria que esperamos sean capaces de aprender los ganaderos venezolanos ante los anuncios de la oscura noche que se cierne sobre el cielo venezolano.
La personalidad de Pepe es muy distinta a la de Marco, que refleja su condición de maestro de la Arquitectura. Lo mismo ocurre con sus toros bien construidos, de uniformidad en la lidia, bravura armónica con su nobleza. Javier era otra cosa, rezumaba maestría por cada poro de su generosa humanidad. Amigo de amplios espectros, luchador infatigable y taurino a morir por la fiesta. Pepe, no lo ha tenido fácil en la formación de su ganadería. Hubo días de invasiones, de luchas contra los enemigos de la fiesta a los que venció con el recto proceder de quien tiene la verdad por blasón. Sin embargo su lucha permanente, la más sincera y honesta fue imponiéndose en la lucha por la excelencia con sus hermanos, Pepe y Marco. Una lucha exigida por cada uno de estos ganaderos con el fin y el propósito de defender la integridad del nombre de familia, Garfias, marca de ori-
Desde 1972 en Ciudad Juárez, cuando le conocimos, fue aquella tarde de triunfo con Manolo Martínez, Rafael Gil “Rafaelillo” y Mariano Ramos. De ayer a hoy hemos hablado de toros, conversado mucho, escuchado más. Sobre todo las noches en la Villa de Arriaga, metidos en Santiago. Recuerdo que luego de un largo tentadero alrededor de una mesa larga, donde correteaban los caballitos de Tres Generaciones de Souza, sin bridas ni frenos, en compañía de Juan Diego, el Gallo Meads, Curro Rivera, Raúl Izquierdo, Jorge Cuesta, Rafael Ernesto López, David Silveti, Polo y Pascual Meléndez, y Gabriel Meléndez La Coca Cola, los hermanos Manolo, Fermín y Miguel Espinosa, Pedrito Campuzano y el fotógrafo Roberto Moreno, nos contó Pepe que los toros que hicieron su ganadería fueron Valeroso, toro lidiado por Joselito, Piropo del Javier Garfias 215
Niño de la Capea y Vidriero por Miguel Armilla, fueron los sementales que originaron la base de esta casa y sus formas de embestir. No me cabe la dicha en el cuerpo al escuchar aún la voz de mi amigo, Pepe Garfias, desde el añorado San Luis donde en la “Fermín Rivera” gozamos de la nobleza de los toros de Pepe y de Javier en un festival con los amigos matadores de toros Eloy, David, Luis de Aragua, Miguel Espinosa y mi compadre Raúl Izquierdo. Cumplido su cincuenta aniversario, localizado en los potreros de La Mancha en San Luis Potosí, José Garfias de los Santos nos comentaba que le tocó vivir y trabajar durante una época muy bonita en el toreo. - He vivido para la cría del toro de lidia y de la cría del toro. - Mis hijos, y mi esposa, lo mejor de mi vida me apoyan y, además, estimulan. -La época de la reforma agraria es el período más duro que hemos vivido, porque sin razón nos quería despojar de nuestra propiedad. Me fabricaban problemas ficticios para complicarme la vida. Ahora ya estoy tranquilo en ese aspecto. -Etapas duras las de sequías de 1993, 1995, 2011 y 2013. Me quitaron mucho ganado por la falta de agua y de comida. 216 Javier Garfias
- Los ganaderos perdimos mucho dinero y muchos animales esos años. - Agradecido a mi hermano Javier que “… me enseñó a ser ganadero y me dio las bases, además de un caporal, que fue muy importante en los inicios de esta casa. Giraldo López, el caporal, vivía con Javier y conocía sus líneas de la ganadería. Javier cada año me mandaba nuevos sementales y con ellos se abría la sangre y permitió que mi ganadería fue más boyante. - Fue a partir de 1976 ya empecé a padrear toros de mi propiedad y cada uno de los hermanos Garfias tomó su camino. - ¿Toreros de la casa? Manolo Martínez, Eloy Cavazos, Miguel Espinosa, Roca Rey, que es un gran torero. - Inolvidable mi presentación en la Plaza México en 1983 con la confirmación de alternativa de Guillermo Capetillo. Su padrino fue Rafael Gil “Rafaelillo”, que le cortó la primera oreja a uno de mis toros en esa plaza. Fue al toro “Nopalero”. Y la inauguración de la temporada en La México en 1994 cuando Ricardo Sánchez le corta el rabo a “Capitán”. -¿Sementales? «Contador» número 9 de la H y «Vengativo», número 72. Ahora, el más encastado
es de un toro estrella que le llamamos «El Avión», bisnieto de “El Avión” de San Mateo. Así le decían con cariño ya que embiste “planeando”. - Lac asa cuanta con 320 vacas en De Santiago, 220 en Pepe Garfias y 200 en Santa Isabel, y con ellas quince sementales. Capítulo Treinta y uno JOSÉ CHAFIK HAMDAM
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anta la copla que, cuando un amigo se va, vuelven a nosotros, con su partida, recuerdos maravillosos. Así sucedió con la muerte de José Chafik Hamdan, y extraordinario ser humano que, entre sus muchos logros llegó a ser apoderado de Manolo Martínez. Llevó al belcebú del toreo por aquellos infernales caminos de la vida luego de Álvaro Garza, a su vez relevo de Pepe Luis Méndez que diera por terminada la difícil relación que era encargarse de Manolo Martínez. No era difícil, tampoco fácil complicada porque el torero de Monterrey fue una persona genialmente incomprensible en el trato, aunque un genio del espectáculo taurino mexicano y un mandón en la fiesta de los toros de su México. Chafik, cuando se inició su apoderamiento crecía como exitoso ganadero de San Martín Las gana-
dería que le compró al picador de toros Juan Aguirre “El Conejo”, un histórico personaje muy cercano a don Antonio y don Julián Llaguno propietarios de San Mateo Torrecilla. Los antecedentes de Chafik Hamdan están retratados en su nombre. Orígenes libaneses, aunque no conozco a nadie más fiel a la mexicana que Pepe Chafik. Nació en México en julio de 1938. Quiere decir que al momento de su partida contaba Pepe Chafik con 75 años de edad. Le vimos por última vez en Ciudad de México con motivo del Cincuentenario de la Plaza de Toros Monumental. Lo habíamos conocido a Chafik gracias a Rafael Báez, apoderado de Eloy Cavazos. Era la terna, Báez, Chafik y Raúl Acha Rovira la más preciada de apoderados taurinos en el mundo: un venezolano, un árabe y un argentino. A este “turco” le nació la afición a los toros desde niño y en su época juvenil la encausó formándose en la Escuela Taurina del Puente de Nonucleo donde hizo amistad con Rogelio Palafox, novillero puntero en el México de los años cincuenta, y que con quien más tarde sería su amigo entrañable: Toño Obregón. Su amistad con Obregón le relacionó con don Luis Obregón SantaciJavier Garfias 217
lia, ganadero propietario de cuatro hierros: Santacilia, San Juan Pan Arriba, Cazadero y Peñalta. Se hizo Chafik vendedor de encierros de las ganaderías de don Luis Obregón, hasta que un día Manolo Chopera llegó al rancho buscando encierros para El Cordobés que hacía extensa campaña por ruedos de México. Chafik le pidió a don Luis le dejara a Chopera de su cuenta para mostrarle el ganado que estaba en venta. El precio de las tres corridas que Obregón Santacilia tenía a la vista, y para la venta, era de 100 mil pesos por las tres. Chafik le enseñó los toros a Chopera que de inmediato ordenó embarcar las tres corridas a los sitios donde Manuel Benítez El Cordobés estaba anunciado. Pepe Chafik le pidió a Manolo Chopera viera otras corridas. Lo llevó a otros potreros y le enseñó el ganado que don Luis Obregón preparaba. Eran toros más jóvenes y con menos peso. Don Luis no quería enseñárselo al empresario español porque consideraba u el ganado no apto para plazas de primera. Sin embargo, Chafik se llevó por su cuenta a Manolo Chopera y le mostró uno a uno los toros. Hablándole de las maravillas que había en cada grupo. Manolo Chopera se entusiasmó y compró cada una de las corridas en 100 mil pesos. Es decir que pagó por cada una lo 218 Javier Garfias
que don Luis quería por las tres. Ese día nació una gran amistad de Pepe Chafik con Manolo Chopera, relación de afecto que duró hasta ahora cuando Chafik se marcha continúa con sus hijos Pablo y Oscar. Luego de la experiencia con Manolo Chopera don Luis Obregón Santacilia, encantado de la vida hizo de Chafik su encargado de negocios; abrió una cuenta donde además de sus comisiones Obregón Santacilia le agregaba bonificaciones. Un día Pepe Chafik descubrió que tenía casi un millón de pesos en la cuenta. Ese día hizo negocio con Juan Aguirre “Conejo Chico”, picador de toros, que como dijimos muy ligado a los hermanos Llaguno González , Le compró el rancho y la ganadería, bienes que el picador tenía en Tepeji del Río, muy cerca de México. Más tarde estos terrenos se urbanizarían lo que le dio como beneficio a Chafik una fortuna. No en pesos mexicanos, pero sí en dólares americanos. De muchacho era tan grande la afición de Pepe Chafik por los toros, que siendo empleado de los almacenes Aurrerá se desplazaba desde Satélite a la Plaza México para pasar horas de horas observando y estudiando los toros en los corra-
les. La intención era la de conocer de cerca y en detalle los toros de las distintas ganaderías que enviaban sus toros y novillos a las temporadas en la Plaza de Toros Monumental. El día que anunciaron el debut de Manuel Benítez “El Cordobés” en El Toreo de Cuatro Caminos, Chafik dejó el trabajo y se fue a la plaza de toros desde muy temprano por la mañana. Benítez estaba anunciado para el 21 y 22 de diciembre de 1963. La primera tarde fue con Alfredo Leal y Víctor Huerta, pero los de Tequisquiapan no jalaron. El domingo 22 una gran corrida de Reyes Huerta lanzó al estrellato y a la idolatría al gran torero de Palma del Río. Completaron el segundo cartel Manuel Capetillo y Jorge Aguilar El Ranchero. Benítez se encumbró con los toros Mexicano y Payaso, pero a Chafik lo despidieron, sin indemnización por haber faltado al trabajo. Al saber don Luis Obregón que en Aurrera habían despedido a Pepe Chafik lo empleó como vendedor de sus encierros. Al paso de los años, cuando El Cordobés supo de este acontecimiento, lo convirtió a Pepe Chafik en uno de sus amigos taurinos preferidos convirtiéndose en su gran defensor… Y es que Pepe Chafik ha sido uno de los mejores y más enterados conversadores de
toros que he conocido. Le traté mucho a Chafik en Venezuela, fue muy buen amigo de Carmelo Torres y su promoción de Manolo fue intensa y muy bien lograda a pesar de lo huraño de Martínez que poco ayudaba en su trabajo a Carmelo y a Chafik. Aquellos días en Ciudad Juárez, Chihuahua, cuando Manolo Martínez, Mariano Ramos y Rafaelillo lidiaron toros de Javier y de Pepe Garfias en la Monumental. Por la noche, en un restaurante de Juárez Chafik tomó la palabra cuando catedrático debía exponer su tesis. Se refirió sobre líneas y empadres del Saltillo en México. Chaik se impuso sobre los contertulios, Javier y Pepe Garfias, Rafael Herrerías, para la época estudiante de Medicina Veterinaria y más tarde polémico empresario de la Plaza México, el propio Manolo Martínez y el propietario del restaurante un aficionado francés. Nos dieron las claras del día, simplemente como nos gusta, hablando de toros. A Pepe lo conocí aquella tarde en Ciudad Juárez. Ese día nació una prolongada amistad. Manolo Martínez, con ellos su gran amigo. José Chafik Hamdan vino muchas veces a Venezuela, siempre como apoderado de Manolo Martínez. Recuerdo de sus éxitos en las tardes caraqueñas, de Valencia y de Javier Garfias 219
Maracaibo, pero muy especial es el recuerdo de la tarde de apoteosis de su presentación como ganadero en Venezuela. Fue el 30 de octubre de 1971 a un mes de la muerte de César Girón, la presentación de la ganadería de San Martín. Lleno hasta las azoteas, pocas veces he visto la Monumental de Valencia tan hermosa como aquella tarde. Aún guardaba el frescor del mantenimiento en que César Girón la tenía como arrendatario de la plaza. Ambientazo por el cartel de Luis Miguel Dominguín, Curro Girón y Paco Camino. Tarde de apoteosis, Curro Girón cortó cuatro orejas, Camino tres y un rabo y Luis Miguel escuchó música en sus dos faenas perdiendo los trofeos por estar mal con la espada. Jarameño llevó por nombre el torazo del triunfo de Paco Camino, primer rabo cortado en la Plaza de El Palotal, toro herrado con el 44 y que pesó 475 kilos. En las notas de Adiel Armando Bolio encontramos que la ganadería se San Martín es una de las dehesas mexicanas que han sido relevantes en los avances y evolución que ha registrado la crianza del toro bravo en México. La ganadería fue fundada en el año de 1932, en la ex Hacienda de Tenguedó (Ajacuba), Hidalgo, con vacas y sementales de San Mateo por el famoso torero de a caballo don Juan Aguirre, mejor conocido en el medio de los toros por el seudónimo de ‘Conejo Chico’ 220 Javier Garfias
con el que lidiaba con su nombre. Ni que decir que debido a sus grandes conocimientos del campo bravo sostuvo durante seis lustros muy en alto los colores de su divisa proporcionando a los aficionados tardes inolvidables cuando sus toros salían al ruedo y que, por su bravura, daban origen a que los toreros obtuvieron señalados triunfos. Pero, el tiempo, que es todo en la vida, siguió imperioso su camino, habiendo llegado a quebrantar la salud del famoso varilarguero que, indiscutiblemente, fue una figura de gran relieve en el primer tercio de la lidia. Al no poder atender la Hacienda pensó que al deshacerse de ella quedara en las manos de alguien que siguiera sus pasos y, como si fuera un presagio, surgieron dos jóvenes, don José Chafik Hamdan y don Marcelino Miaja Calvo, los que llenos de entusiasmo adquirieron con fecha 4 de abril de 1966, según José Antonio Villanueva Lagar adquirieron un total de 28 vacas puras muy viejas, un hato que incluyó una alta frecuencia de Cominitas y Vengativas además que obtuvo sementales a Vencedor, dos Vengativos y un Culebrillo toda la vacada, siguiendo pastando el ganado en la Hacienda del Marqués, denominada La Esperanza, en el municipio de Tepeji del Río, del es-
tado de Hidalgo y cambiándole el nombre a San Martín. La simiente pura de José Chafik y Marcelino Miaja fue reforzada con el préstamo de más de una docena de toros de San Mateo. Entre ellos Cominito 94, además de un caso curioso, padreó también un toro de nombre El Rey, que dio juego sobresaliente al ser lidiado en febrero de 1975 en la Plaza México.
El ganado se alimenta con los pastos de la región más maíz y alfalfa acicalada. Cubre las necesidades del agua con una presa y pozos artesianos.
A la finca donde tiene el tentadero se llega por la antigua carretera de Querétaro y desviándose a la derecha por entonces un camino privado, que está a seis kilómetros antes de llegar a Tepeji del Río. Fuimos muchas veces a San Martín, en compañía de Constantino Hernández, Raúl Izquierdo, Tobías Uribe cuando la peña Los Amigos del Toro visitaba México con el propósito de participar en tentaderos y festivales muchos de ellos organizados por don Roberto Morales Legaspi y su hijo Rogelio. El tentadero es de mampostería, con cuatro burladeros, un toril, corraleta y mangas cercadas de piedra para cortar el ganado. Dispone de una plataforma que hace el palco para invitados.
Pero para dar una idea de a dónde llega la afición y adquirieron al famoso toro ‘Espartaco’ de la ganadería de don Mario Moreno ‘Cantinflas’, indultado el domingo 6 de febrero de 1966 en la plaza El Toreo de Cuatro Caminos, toro que correspondiera al gran torero Joselito Huerta, que lo inmortalizó con una faena de antología.
El muy apreciado escritor y periodista Agustín Linares García, biógrafo de Pepe Chafik nos informa que en San Martín se tienta en los meses de noviembre y diciembre, a las hembras a los tres años de edad y los machos a los dos.
Tiene la Hacienda unas 150 vacas de vientre, tres sementales de Torrecilla, uno de San Mateo y dos más del hierro de la misma ganadería
Este toro, ‘Espartaco’, es hijo de ‘Gladiador’, del famoso número 10, que dio origen a la formación de la ganadería de los hermanos Moreno Reyes y que está considerado como el semental por el que se ha pagado más precio en los anales taurinos. Como su progenitor, también lleva el número 10, esperándose que de él se obtengan excelentes crías. Completamente curado y arrogante, pastó en el campo bravo de Tepeji del Río. El joven ganadero José Chafik sintió hace años el llamado ‘mal de montera’, llegando a vestirse de luces en varias ocasiones y actuando Javier Garfias 221
entre otras, en las plazas de Santa María del Río, Acapulco y Ciudad Juárez, pero viéndose obligado a desistir en su empeño a causa de un accidente que tuvo en la mano derecha al entrar a matar, sufriendo cinco fracturas y estuvo escayolado cerca de dos años. Se puede decir, que ha sido en la Hacienda ganadera de Santacilia, propiedad de don Luis Obregón Santacilia, donde adquirió los conocimientos que posee en la crianza del toro de lidia, guardando para dicho señor eterno reconocimiento y gratitud sin par. El señor Marcelino Miaja, español de origen, es otro gran aficionado al campo bravo, esperando que entre los dos den a la afición de la República Mexicana tardes inolvidables con la bravura de sus toros”. Y a fe nuestra que así fue. Y finaliza don Agustín Linares García: “En atención a don Juan Aguirre ‘Conejo Chico’, fundador de la vacada, no se cambió el hierro primitivo, siguieron lidiando con el mismo, así como los colores de la divisa en verde y morado, además de conservar la antigüedad que le corresponde del año 1937, al haber adquirido toda la dehesa, siendo aumentada a finales de los años 60 con un ejemplar de San Mateo, de los señores José Antonio Llaguno e Ignacio García Aceves, de nombre ‘Vidriero’, marcado con el 222 Javier Garfias
número 91”. Chafik fue un gran taurino y un aficionado que se dio el lujo de triunfar en América como en Francia y en España con las ganaderías que se atrevió fundar, experimentado lo que aprendió en la vida como ganadero mexicano. Chafik experimento en Europa, y a América volvió a traer vacas de Saltillo.
Capítulo Treinta y dos REYES HUERTA
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uando conocí a Abraham Ortega iba camino a la finca del ganadero Mario Moreno, “Cantinflas”, para hacer un reportaje para El Nacional de Caracas y la Televisora Nacional, Canal 5 de Venezuela solicitado por Oscar Yanes director de la planta de TV y Carlos Eduardo Misle cronista taurino del diario El Nacional. Era una fresca tarde de tempano anochecer de octubre de 1969 íbamos camino a La Purísima, Ixtlahuaca, México, la finca donde “Cantinflas” tenía, en sociedad con sus hermanos Eduardo y José Moreno Reyes la ganadería que se lidiaba a nombre de Moreno Reyes Hermanos fundada con 100 vacas de don Julián Llaguno de Torrecilla y el toro Gladiador entre los sementales. Abraham Ortega fue el inductor, ya por relaciones o por
gusto como aficionado, que Reyes Huerta Velazco comprara vacas y toros de San Mateo, como el le recomendaba aquellas vacas de Saltillo que están en Zacatecas, hasta convertirse la ganadería hoy en manos de Pepe Huerta el hijo de D. Reyes, en el banco más importante de lo que es el toro de Llaguno, el toro de México respuesta genética a la alquimia de don Antonio la repuesta lograda por un genio con apenas docena y media de vacas, tres toros de Saltillo y 30 vacas criollas logradas por extracción insólita entre una población de más de 30 mil hembras. No es exagerado ubicar a la de Reyes Huerta entre las cuatro ganaderías procedentes del cruce con vacas de Saltillo que creó al toro de Llaguno y que tanto significa para la Fiesta de los Toros en México. Supe de la existencia Abraham Ortega Mussan, gracias a Cayetano Pastor cuando en Venezuela representaba a Reyes Huerta y otras ganaderías. Abraham apoderaba y representaba distintos matadores de toros ofreciéndolos a las empresas taurinas de Caracas y de Valencia. Fue don Caye el que le contrató por sus buenas relaciones con la gente del toro en México, entre ellos al representante de don Reyes Huerta Velasco.
Les decía que cuando conocí a Abraham él visitaba La Purísima en compañía de con Ángel Procuna por aquellos días representaba en México a Manolo Chopera. En La Purísima hicimos la visita en compañía del matador de toros venezolano Carlos Málaga El Sol y del fotógrafo Carlos González , un destacado profesional encargado de grabar una película para la Televisora Nacional. Carlos Eduardo Misle “Caremis” llenaba interesantes espacios con reportajes de la fiesta de los toros y encargó la película del embarque de la corrida de Moreno Reyes Hermanos, que así quería Cantinflas de anunciaran los toros y al aceptar el mimo una breve entrevista con el ganadero. En lo que del mimo no hubo suerte, pues lo que vendía era hablar de los toros de Cantinflas. La ganadería de Reyes Huerta entre las más importantes de México, ganó fama en Venezuela a raíz de su presentación en Maracay, con dos corridas de toros, una de Soltepec y otra de Reyes Huerta. En el debut como ganadería de cartel en Maracay, el 19 de marzo Paco Camino indultó a un gran toro. Larito, número 78 con 456 Kgs de peso, faena que le otorgaron las dos orejas y el rabo a Camino. Javier Garfias 223
Aquella tarde Curro Girón cortó dos orejas y Manolo Martínez fue herido de una cornada por el sexto de la tarde. Le había cortado una oreja al tercero. La ganadería se había presentado una semana antes en la cuarta corrida de la Feria de San Sebastián. Aquella de Maracay fue una gran tarde en la que se cortaron 6 orejas por Antonio Ordóñez, Paco Camino y Curro Girón . Reyes Huerta en el 67 lidió 37 toros en Plazas de Venezuela y recibió el año de 1968 con el máximo cartel ganadero. Fue la divisa para las figuras del toreo como Curro Girón, Antonio Ordóñez, Antoñete, El Cordobés y muchos toreros venezolanos como Nerio Ramírez El Tovareño que indultó un gran toro de Reyes Huerta en el Nuevo Circo, y la faena cumbre de su carrera la de Carlos Rodríguez El Mito con un bravísimo toro de Soltepec en San Cristóbal. Varias veces fue Reyes Huerta la base del éxito en la Corrida de la Prensa en Caracas el festejo más importante de todos cuando en Venezuela había temporada taurina. No hubo ganadería con más cartel que Reyes Huerta para la afición venezolana por aquellos tiempos, tampoco mejor representante para una ganadería que Abraham Orte224 Javier Garfias
ga. Don Reyes Huerta Velazco fue un gran productor de pulque del Estado de Tlaxcala, con un producto de gran calidad y coincidía en que era mismo oficio que el del padre y del abuelo de Javier Garfias. Don Reyes dominaba los estados de Tlaxcala y de Puebla con su producción de un pulque de altísima calidad. Con la diferencia con los ancestros Garfias que además del pulque, ellos tenían ganado caprino y poca o ninguna afición por el ganado bravo. En cambio, Reyes Huerta cuando adquirió las haciendas de Soltepec y de Ajuluapan lo hizo incluyendo un ganado que le perteneció al ganadero tlaxcalteca Felipe González, incluido un rebujo que tenía de ganado criollo y hasta ascendencia de Miura. No fue voluntad de don Reyes la de adquirir aquel ganado, fueron imposiciones circunstanciales cuando hizo el negocio rechazó. Aquello fue como si el dios Visnú se metiera en el trajín por la pura majadería de como se hizo el negocio de la compra de las 5 mil hectáreas de Soltepec y de Ajuluapan Reyes Huerta registra su ganadería en 1948 con vacas y toros de Ajuluapan agregándole al batiburrillo de sangres vacas y toros de La Laguna y de Zacatepec hasta que su amigo Abraham Ortega
toma en serio el papel muy parecido al que en su día hiciera Ricardo Torres “Bombita” y le hace la pregunta, “…en serio don Reyes, usted quiere ser ganadero? Don Reyes, aunque hablaba poco y opinaba menos, lo escuchaba todo. Fue sentencioso en sus repuestas. Afirmativa en esta oportunidad la respuesta, Ortega pone en contacto a don Reyes con Toño Llaguno. Tuvieron una primera reunión que duró casi cuatro horas.
se fundaron las ganaderías más importantes de México. Hicieron química inmediata Toño Llaguno y don Reyes Huerta y, juntos viajaron en distintas oportunidades a Sevilla.
Ni un minuto hablaron de toros.
En abril de 1960, cuando la amistad con Toño Llaguno llevaba dos años de haberse iniciado gracias a que Abrahan Ortega le presentara a José Antonio Llaguno García, don Reyes le compró 50 vacas y 3 toros a San Mateo por 45 mil dólares; y más tarde, en 1962 compró otro lote muy importante de 55 vacas de origen Saltillo por 52 mil dólares incluyendo los toros Vencedor y Guantero, por 8 mil dólares cada uno, sementales de orígenes Cominitos y Guanteros.
La reunión fue como un tanteo en los primeros rounds entre dos campeones mundiales. Don Reyes era para la época concesionario de automóviles de la Mercedes Benz para Puebla y para Tlaxcala y además también distribuidor de la Chrysler y la Fiat. Hombre agradecido don Reyes un día le mandó de obsequio para la esposa de Toño Llaguno, Matilde González de Llaguno, hermana del matador de toros y ganadero sevillano Manolo González, un automóvil. Cada día la amistad era más familiar y Toño Llaguno viviendo la afición que se desarrollaba al vendedor de autos por los toros, lo invitó a Sevilla para en la tierra del toro de lidia ase diera cuenta de cómo era aquello de donde un día su padre y su tío trajeron en dos viajes todas las vacas con la que
Don Reyes se anima más cada día en especial animado por el Mago de su corte, Abraham Ortega, que le animaba comprar ganado de Zacatecas comprarle a San Mateo las vacas y los toros.
Eso fue en 1963 y el 22 de diciembre de aquel año se presentó en El Toreo de Cuatro Caminos con Manuel Capetillo, El Ranchero Aguilar y Manuel Benítez “El Cordobés” en el cartel. Se destacaron dos grandes toros: Mexicano y Payaso. El Cordobés fue el triunfador, al cortarle cuatro orejas a los toros de la divisa blanco, rosa y carmín de don Reyes Huerta Velazco. Javier Garfias 225
A los pocas semanas se presentó en la Plaza Monumental México el 19 de enero de 1964 con el maestro de Tetela del Campo, Joselito Huerta, Paco Camino y el hidalguense Jaime Rangel que fue el triunfador al cortarle un rabo a Moctezuma. Paco Camino destacó con soberbia faena a Pardito. La información que José Antonio Villanueva Lagar nos da sobre las negociaciones entre Reyes Huerta y Llaguno nos ubican en los años entre 1960 y 1962 cuando se llevaron para Puebla 47 vientres puros. Es decir de Saltillo, que agregaron a 12 vacas compradas a Raúl Luna que Toño Llaguno le había vendido en 1953. Fueron las únicas vacas vendidas que incluían familia de Platillera y la Zorrilla – dato que recordarán en la información suministrada por Javier Borrego, que Javier Garfias nunca logró vacas de esa procedencia, Platillera y Zorrila. - Además de haber adquirido hembras derivadas de la Vencedora. Además de supervisar los empadres y el crecimiento de la ganadería, Abraham Ortega se encargo de mercadear la ganadería poblana. Lo hizo en Venezuela donde la buena presentación y magnífico desempeño de los toros de sus primeras corridas de toros se convir226 Javier Garfias
tieron en su fortaleza, destacando sus reses en los carteles Premium de la temporada. La presentación en Venezuela de Reyes Huerta fue una la gran tarde de Manuel Benítez “El Cordobés” en la Plaza de Toros Maestranza de Maracay, 20 de febrero de 1965. Le acompañaron al de Palma del Río aquella tarde César Faraco y Efraín Girón. “El Cordobés·” cortó dos orejas y Girón una y Reyes Huerta dejó sembrada su jerarquía como ganadería. La segunda corrida de Reyes Huerta en plazas venezolanas fue en el Nuevo Circo de Caracas el 24 de octubre de 1965 siendo recibida en la capital por una gran faena de César Girón que aquella tarde realizó, faena emborronada con la espada, Joselito Huerta una oreja y José Fuentes. Fue la Corrida de la Asociación de la Prensa, que se convertiría más adelante en la Corrida del Círculo de Periodistas como respuesta al descubrimiento hecho por el gran periodista valenciano Abelardo Raidi, como Abraham Ortega de origen libanés fue que le abrió caminos a Reyes Huerta hasta convertirá la ganadería con mayor número de presentaciones entre las divisas importadas para las corridas de lujo en la Temporada Grande en Caracas, Valencia y San Cristóbal en su Feria de San Sebastián.
Fueron muchos los momentos importantes de Reyes Huerta en la plaza de Caracas, pero entre muchas cosas buenas inolvidable fue la del indulto de un toro de Reyes Huerta por Nerio Ramírez “El Tovareño”, la tarde de la presentación de David Silveti en Venezuela. El recuerdo con Abraham Ortega es grato, remembranza de amistad, de toros y tauromaquia. Fueron muchas las veces que vino a Venezuela, como representante de don Reyes. Un hombre que gracias a Abrham Ortega marcó un sendero muy importante en lo que se conoce como la transacción de Llaguno que pudo haberse extendido en tierras sudamericanas por la calidad del ganado de Llaguno, de la sangre de San Mateo cruzada con la del Marqués de Saltillo de o haberse impuesto la prohibición de la exportación de vientres al exterior por parte de la Unión de Criadores de Toros de Lidia de México. Nos referimos por lo menos a Colombia y a Venezuela que fueron junto al Perú escenarios muy importantes para los toros de la Sangre Llaguno. Sabemos a ciencia cierta los intentos hechos por parte de los ganaderos que deseaban exportar vacas a Venezuela, Fueron los casos de los Labastida de la ganadería de Santo Domingo que tenían vendida la ganadería a un gran aficionado el doctor Visconti amigo muy cercano del doctor Manuel Labastida, Javier Garfias hizo mu-
chas diligencias que involucraron al presidente Carlos Andrés Pérez, al banquero González Gorrondona y los propietarios de la ganadería de Solosaguas, y Reyes Huertatuvo candidatos entre muchos, pero los líderes gremiales de la ganadería mexicana estuvieron convencidos que vender vacas a Venezuela, Colombia, Ecuador y el Perú era cercenar el negocio en que se había convertido la venta de las corridas de toros a estos países. Hubo un hecho deleznable impuesto por la Unión, y fue aquel del lamentable “séptimo cajón” que imponía matadores de toros mexicanos en cada corrida de toros que se vendía. Aquello fue una dolorosa falta de respeto a la tradición ganadera de México y a los grandes toreros que, ellos mismos se imponían por calidad como fueron durante aquellos años Armillita, Silverio, Garza, Huerta, Alfredo Leal, Manolo, Curro Rivera, David Silveti, Jorge Gutiérrez que no necesitaron jamás de ser impuestos. Todo lo contrario, sus éxitos atrajeron multitudes de aficionados convertidos en legionarios del toreo azteca en abierta y muy torera competencia con los ases de España, Colombia y Venezuela. Fueron casi 20 años nutriendo con mucha calidad y puntualidad el toreo en Venezuela con más de 500 toros vendidos a los precios más elevados del mercado Javier Garfias 227
del toro de lidia universal. La última vez que vi a Abraham fue en México, estuvimos reunidos con El Gallo y Raúl Acha Rovira en la casa de Abraham que estaba en silla de ruedas y muy enfermo. Su carácter como siempre, jovial y optimista. Me llamó aparte en la reunión y me preguntó cuándo regre saba a Caracas. Me confesó que estaba muy mal de salud y que apenas le quedarían meses. Le interesaba conocer la fecha de mi viaje para enviarle un regalo a un amigo suyo. Le dije cuándo y en qué vuelo. Pasaron unos días y llegó el día de la partida. Al llegar al Aeropuerto de la Ciudad de México en los counters de abordaje estaban El Gallo y Abraham, con un paquete. Muy sonreído, Abraham me dice: Hablé con Pancho – se refería al gran pintor Francisco Flores- le pedí que me hiciera un “César Girón”. Es decir un relato del gran torero venezolano. - Es este – dijo mostrándome un hermoso e inconcluso óleo. - Como verás no está acabado. Es un retrato inconcluso. No puedo esperar que lo termine. Se me acabó el tiempo. Ya sacaron los caballos para el arrastre, así que debo adelantarme y por eso te entrego el cuadro de un gran venezolano César Girón. Es tuyo, para que tengas un recuerdo de tu Amigo Abraham Ortega. 228 Javier Garfias
Capítulo Treinta y tres MIMIAHUAPAN
L
a primera corrida con el hierro de San Miguel de Mimiahuápam que se lidió en Venezuela, fue en el Nuevo Circo de Caracas, el 13 de noviembre de 1966. El cartel anunció a César Faraco, “El cóndor de los Andes” un torero con amplio palmarés en ruedos mexicanos, de mucho respeto en su tierra venezolana con alternativa en Las Ventas de Madrid, plaza donde muy escasos toreros en la historia han alcanzado el grado de matadores de toros. La mayoría confirma en Las Ventas de Madrid su ejercicio profesional. Aquel fue el día de la presentación de Manolo Martínez ante la afición venezolana y Palomo Linares que ya se había estrenado en San Cristóbal hizo su debut en esta oportunidad ante la afición de la capital de Venezuela. Desde aquel 13 de noviembre y gracias al cartel logrado por los éxitos de medio centenar de toros se impuso Mimiahuápam en los carteles y ferias más importantes en la temporada venezolana hasta que en 1981 y en Caracas con Manolo, Bernardo Valencia y Jorge Gutiérrez la ganadería presentaría la última corrida de esta divisa en Caracas. Hasta esa fecha vino Manolo Martí-
nez en Venezuela. Curioso dato de una pareja de ganadería y torero que hicieron carrera unidos en México, y que gozó de justificado cartel en Venezuela. Esta ganadería lidió sus toros en momentos importantes para Venezuela, a veces apoyando a Manolo Martínez, torero considerado “de la casa”, en cartel que repitió muchas tardes en competencia con sus rivales Paco Camino y Curro Girón. Inolvidable aquella tarde en la temporada de 1975 de Caracas, la corrida del debut en Venezuela de Mariano Ramos que alterno con Francisco Rivera “Paquirri” y Celestino Correa. Mariano, por razones incomprensibles le dejó libre el terreno de la competencia a sus paisanos Manolo, Curro y Eloy quienes por derecho propio y no por imposiciones del gremio ganadero azteca, se convirtieron en toreros competitivos ante las destacadas figuras del toreo ibérico. La tarde a la que nos referimos coincidimos en el tendido con el maestro Pepe Alameda, y siendo una tarde redonda para Mariano Ramos que cortó tres orejas, y que en una de sus faenas el público exigía el rabo que no fue concedido, fue de tal relevancia la actuación del torero de La Viga que “Paquirri”, con verdadero espíritu de mastín, como fue siempre su competitiva entrega, de tanto arrimarse sufrió una cornada muy seria
que le obligó suspender contratos en Colombia, México y el Perú. La destacada faena de Mariano fue con el toro Coquito 116, tarde la del charro que se recuerda con admiración. Hay y creo que siempre habrá, en el corazón del ganadero mexicano, guardado un sueño, o simplemente una ilusión de los criadores del toro de lidia mexicanos de presentar sus toros en plazas españolas. Cuatro han sido las divisas que han hecho realidad esta ilusión: en 1929 Piedras Negras; 1971, San Miguel de Mimiahuápam; 1986, San Mateo y San Marcos. Tengo entendido que a Javier Garfias se le quedó una corrida de toros destinada a Sevilla, a la Feria de Sevilla en Los Cues. Refiriéndonos a San Marcos y a San Mateo, vale leer y releer la Crónica de Rafael Moreno (ABC), que dice: “Cuando el último toro mexicano lidiado ayer en la plaza de Huelva cayó a los pies de su matador Tomás Campuzano todos respiramos tranquilos... Nadie, absolutamente nadie, se había aburrido en la plaza: los toros mexicanos nos habían mantenido a todos con la tensión a flor de piel. Ni siquiera era posible hablar con el vecino. Lo que ocurría en el ruedo exigió toda nuestra atención.” EL 22 de mayo de 1971 Mimiahuápan pisó la arena de Las Ventas de Madrid, con un magnífico encierro Javier Garfias 229
en el que tres toros fueron ovacionados en el arrastre y un cuarto toro mereció la vuelta al ruedo a sus despojos mortales. Fue una gran corrida, en la Feria de San Isidro, lidiada por Victoriano Valencia, Antonio Lomelín y José Luis Parada. Fue un triunfo grande para los colores de Mimiahuápam, y muy grande también para el encaste porque sus toros con Sangre Llaguno recibieron manifestaciones de admiración por parte del público que asistió aquella tarde a la Monumental de Madrid. Hablando de casta es importante recordar a Luis Barroso Barona en 1947, cuando funda Mimiahuápan con 250 vacas y toros de Torreón de Cañas, la misma divisa ganadera con la que el león de León, Antonio Velázquez escribió su historia grande en “El Toreo” de la Condesa con “Cortesano”, de Torreón de Cañas, el 28 de febrero de 1945. Aquel día Antonio Velásquez subió al estrellato como figura del toreo, por su dramática faena a Cortesano de Torreón de Cañas. Privilegio el nuestro de haberle escuchado al gran León su relato en presencia de un muy estimado colega del diario Ovaciones de México, Cutberto Pérez que en el 45 fue testigo de cómo Antonio superó a Antonio Bienvenida y a Pepe Luis Vázquez, el de Sevilla. 230 Javier Garfias
La ruta de vida de Antonio Velázquez en los ruedos cambió a partir de ese momento. Estaba parado, afuera de los cafés de la calle de Bolívar, sin entrar, porque no tenía para café. Las empresas empezaron a disputarse su presencia en los carteles. La lucha ya daba sus frutos, cruza el mar y confirma su alternativa en Las Ventas; de regreso en México se vuelve un imprescindible en las temporadas de la capital y llena de garra sus actuaciones, motivando a los cronistas a recomendarle incluso prudencia en su hacer delante de los toros, como lo hace El Tío Carlos al relatar su tarde del 28 de noviembre de 1947: “Antonio Velázquez: Yo quiero decirte que no torees así. Que no se va más que a la última salida en hombros. Pero sé que no podrás torear en otra forma: Qué es la sangre, la raza, el protoplasma, lo que te lleva a los pitones y te planta frente a ellos y te hace mirar con ojos de azabache –como un ídolo, Antonio– la lívida caricia de los pitones. Sé que allí, junto a la guadaña de los cuernos pronta a segar la mies dorada del torero, un mestizo como tú descansa sufriendo, goza penando, vive muriendo. ¡Y qué se va a hacer con estas milenarias herencias oscuras, subterráneas, implacables? ¡Qué Dios te cuide, Antonio Velázquez! ...”. Todas las reses que fundaron Mimiahuápam fueron procedentes de Torrecillas compradas a don Ju-
lián Llaguno. A los años, en 1955 aceptando una vieja oferta que le hizo Fernando López a Barroso, Mimiahuápam, se convertiría García al atrevido tino de sus propietarios en el gran escaparate de la Sangre Llaguno. No aparecía aún Javier Garfias en el escenario. y quiero decir que con Barroso en Mimiáhuápam San Mateo se abría en su riqueza ganadera, su sangre Llaguno. Hubo clausulas importantes, en la negociación entre Llaguno y Barroso como es lógico, por ejemplo: Todas las vacas que don Luis Barroso adquiriera estuvieron padreando en San Mateo. El valor del paquete de 50 vacas y dos machos fue de 33 mil dólares. Las 19 vacas de origen Saltillo fueron seleccionadas por edad, origen de sangre y nota de tienta. La Cominita fue la de mayor edad: 13 años cumplidos; y la más joven una Coquinera de tres años. Eran 60 vacas que incrementarían las 60 vacas adquiridas en 1947 y 9 de Torrecilla. Se cerró el círculo genético con dos toros de origen Saltillo: Pardito 44, y Cominito 56. Se cerró el negocio en marzo de 1958. Muy temprano aún para la presencia de Javier Garfias en los escena-
rios del toreo. Al cerrar, y comparar, Mimiahuápam según Luis Niño de Rivera se convertía en una réplica muy similar a lo que tuvieron los hermanos Antonio y José Julián Llaguno en San Mateo: Amplitud de vientres en el tronco San Mateo – Torrecilla, una selección limitada de vientres de la rama Saltillo. La Revolución agraria, sus consecuencias llegó a Tlaxcala durante la administración de Luis Echeverría Álvarez, donde se encontraba la hacienda de San Miguel de Mimiahuápam, donde se comenzó a calentarla olla de presión con el reparto de tierras. Luis Barroso Barona optó por dejar la ganadería y le vendió vacada y haciendas al cubano Ángel Vázquez, representante de Alberto Bailleres González que compró hierro y divisa de Mimiahuápam y la trasladó a la hacienda de Begoña, que había sido propiedad de Luis Martínez Vertiz, un ganadero señor y un ganadero muy especial. Con Alberto Bailleres la ganadería indicó una nueva tapa. En contra un adversario en Javier Garfias, que era Gerente de la Plaza México y competidor como ganadero en la fiesta de los toros. En la expansión, según Bailleres, los horizontes están mucho más allá de llevar una corrida de toros Javier Garfias 231
a Sudamérica. Ha comprado tierras y ganados en España, cortijos, hierros y divisas como Zalduendo… Recientemente el 25 de abril en la Monumental de Aguascalientes Mimiahuápan sacudió las linotipias, como se referiría al periodismo antiguo un comunicador cuando surge una noticia de primera plana. Los toros Grandioso Ser, indultado por Gerardo Adame y Siempre Amoroso y Señor de Señores bautizados con estos nombres por los hijos de don Alberto Bailleres, en homenaje a su padre. Capítulo Treinta y cuatro GANADERÍA DE SANTA BÁRBARA
Estrada desde niño estuvo muy involucrado con la fiesta brava al tener como vecino a Antonio Llaguno Ibargüengoytia con quien llevó una buena amistad y lo introdujo a la fiesta brava. De ahí nació la idea de ser ganadero de toros de lidia y en 1986 se asocia con su cuñado Salvador Álvarez Morán y adquieren un lote de 22 vacas de San Antonio de Triana y un toro cárdeno de Valparaíso marcado con el #4 de la “C”. Cinco años después rentan la propiedad que actualmente ocupa y agregan 15 vacas de Valparaíso.
uan Antonio de Labra, apreciado compañero de la información y destacado historiador de la fiesta de los toros nos ofrece este relato sobre la ganadería de Santa Bárbara, propiedad del muy respetado y apreciado ganadero Javier Borrego Estrada, persona muy cercana a don Javier Garfias. Su rancho, nos cuenta Juan Antonio, que el Rancho Presillas está ubicado en el municipio de San Pedro Piedra Gorda, en el estado de Zacatecas. Aunque originalmente estaba en el estado de Jalisco en la ex hacienda de Santa Bárbara, hoy Estación Castro, de donde tomó el nombre.
Del año 1991 al año 1997 incrementa sus vientres con 18 vacas de Javier Garfias y otras 56 de De Santiago y en el año 1999 adquieren las últimas cinco procedentes de Reyes Huerta. Por lo que se refiere a sementales entre 1991 y 2004 padrearon en sus potreros 16 sementales de Javier Garfias, lo que le da un abanico genético muy amplio de esta ganadería, de los cuales compran dos de pelaje cárdeno: “Ventilador” herrado con el #3 de la “H” y “Cominito” #62 de la “H” y los restantes 14 fueron rentados. En ese lapso también llegan a la ganadería cinco sementales de Pepe Garfias lo que le permitió integrar a todas las familias genéticas de Zacatecas de los años cincuenta.
Su copropietario Javier Borrego
El primer semental propio que pa-
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232 Javier Garfias
dreó en la ganadería fue “Pardito” herrado con el #13 de la “L” que inició su trabajo en 1998 y de ahí en adelante ha trabajado con sus propios sementales. Su primera tienta la realizaron en las instalaciones de la ganadería de Santa Fe del Campo en octubre de 1991 con la participación del matador Francisco “Curro” Rivera, Genaro Borrego Estrada y Pascual Meléndez como picador y ya en su actual ubicación fue en octubre de 1993 con los mismos toreros. Como tentadores de la ganadería han participado los matadores: Joselito Huerta, David Silveti, “El Capitán” Ramírez y los hermanos Fermín y Miguel Espinosa. En los últimos cinco años han participado asiduamente Fabián Barba y Fermín Espinosa Díaz de León. La primera novillada la presentan en San Luis Potosí el 12 de abril de 1992 para los alternantes Ricardo García Rojas, el venezolano Leonardo Benítez y José María Luévano y su primera corrida la lidian el primero de septiembre de 1996 en Torreón, Coahuila para el rejoneador Giovani Aloy y los matadores Eloy Cavazos, quién logra el primer indulto para esta divisa y Arturo Gilio. Van a la Plaza México por primera vez el 22 de diciembre de 2002 en la corrida que tomaba la alternativa el matador Juan Salvador llevando como padrino a Jorge Gutiérrez y como testigo al
torero español José Miguel Arroyo “Joselito”. Hasta el momento han sido indultados cinco toro: el primero ya mencionado de nombre “Caminero” cárdeno con el #40; el segundo en agosto de 2000 en la feria anual de “La Chona” Encarnación de Díaz, Jalisco toreado por Luis Fernando Sánchez de nombre “Leonés” #86 de la “P”; el tercero de nombre “Yerbabuena” en la plaza San Isidro de Tijuana, Baja California por el matador español “El Fandi” en noviembre de 2002; el cuarto indulto se obtuvo en un festival flamenco celebrado en Aguascalientes que llevara por nombre “Cigala” en reconocimiento al gran cantaor y lidiado por Eulalio López “Zotoluco” en noviembre de 2007. El último, también toreado por “Zotoluco” fue en la tradicional corrida de Navidad de 2008 que se dan en la Plaza de Santa María en Querétaro herrado con el #40 de la “J” y que llevara el nombre de “Pintadito”. Los encierros de esta ganadería han logrado tardes memorables como la novillada celebrada el 15 de octubre de 2006 en Monterrey donde los alternantes cortaron cinco orejas o la celebrada en Torreón con motivo de la inauguración del Coliseo del Centenario en donde “Zotoluco” y “Nacho” Garibay desorejaron a sus enemigos sacando al ganadero a dar una merecida Javier Garfias 233
vuelta al ruedo. Estos triunfos han dado también la satisfacción a sus propietarios de haber obtenido nueve reconocimientos en diversas plazas del país, ya sea por el “Mejor Encierro” o al “Mejor Toro”. Sin embargo su mayor satisfacción ha sido haber alimentado a catorce ganaderías con 64 toros rentados o vendidos y vacas a otras seis ganaderías. La divisa de la ganadería rosa, verde y azul fue seleccionada en alusión al rosa de la ganadería madre mexicana San Mateo, al verde que utilizó Torrecilla y al azul del Marqués de Saltillo y su hierro es una “S” y una “B” pegadas que aluden al nombre de la ganadería, pero también a las iniciales de los nombres de sus propietarios. Capítulo Treinta y cinco LAURA VILLASANTE, CARRANCO, GARFIAS Y MARRANILLAS
S
i hay un detalle que sobresalga en la recia personalidad de Laura Herbert de Villasante son la acción y la pasión en la amistad. Conocí a Laura en Aguascalientes, me la presentó El Gordo Adiel Bolio, compañero de la prensa taurina con quien intercambiábamos información de escenarios mexicanos y sudamericanos. Sabía de la exigencia de la gana234 Javier Garfias
dera Laira Hernert por el afecto que por ella y su marido expresaba el maestro Antonio Chenel “Antoñete”. Laura no dudo haya sido ganadera desde la cuna, pero se hizo ganadera de cartel y registro cuando su esposo José Ramón Villasante le regaló la ganadería de Carranco. - Mi esposo me compró la ganadería en1 971 y desde entonces vivo realizada. Dese ese día estoy al frente de todo. Le confesó Laura a Marysol Fragoso, comentándole que fueron 40 vacas de Santa Cruz, un semental de José Julián Llaguno y dos sementales de Javier Garfias. Uno de estos dos toros de Javier Garfias era un novillo, de nombre Marranillas y que pertenece a la historia y a la leyenda, a las dos, según el relato sea una clineja o una protesta. Historia a veces omitida y otras exageradamente comentada. El relato que narro a continuación lo conocí como parte de las historias entre aficionados y en esencia en un ganadero muy serio y hombre cabal, respetuoso de la verdad y que en vida de don Javier Garfias fue su amigo muy cercano. Me refiero a mi muy apreciado Javier Borrego, propietario de la ganadería de Santa Bárbara. Marranillas, el nombre del toro del
relato tiene, además de importancia en la historia de la ganadería de Javier Garfias de los Santos, es parte imortante de la trascendencia de la vacada. Para ubicarnos debemos remontarnos a la época cuando San Mateo estaba en Zacatecas, cuando Pozo Hondo era propiedad de don Julián Llaguno González y el agrarismo no lo había expropiado. Julián, el hermano de don Antonio Llaguno solo tenía vacas de San Mateo, es decir por absorción. No tuvo ganado procedentes de las fundadoras de Saltillo, todo era de la cruza entre el ganado criollo y Saltillo como bien explicamos en páginas anteriores. Aquella época, 1959, los problemas agrarios en México eran muy severos y la situación le obligó a don Julián trasladarse a Michoacán a tierras de El Cuatro. Muy larga la distancia del recorrido entre Zacatecas y Michoacán, lo que obligó que el traslado del ganado de San Mateo hiciera escala en San Luis Potosí, en la hacienda de Santiago propiedad de Javier Garfias. Aquel valioso rebaño, con reses producto de más de medio siglo de arduo trabajo, en aquel proyecto apuntalado por grandes sacrificios y que al paso iba rumbo a Michoacán iban toros estrellas. Con San Mateo iban toros estrella, importantes como el 10 de la Jota
que fue un toro que Javier Garfias padreó como renta. Quiere decir que servía vacas por encargo con vacas de otras ganaderías. El 10 de la J fue un toro costosísimo, con un valor estratosférico que creció gracias a la calidad comprobada de sus crías y terminó en casa de Mario Moreno “Cantinflas”. Entre los toros del traslado a Michoacán iba Espartaco, un toro que fue indultado en El Toreo de Cuatro Caminos por Joselito Huerta. El toro 10 de la J era el padre de Marranillas, y al nacer era propiedad de don José Julián Llaguno. Como agradecido es bien nacido, en atención de agradecimiento don Julián Llaguno le pide a Javier Garfias escoger entre los toros del convoy ganadero un toro de los que sestearon en Santiago, camino a Michoacán. Era su regalo y Javier escogió un becerro, hijo del famoso toro10. Marranillas era apenas un añojo que estaba al pie de la vaca Curiosa, una de las vacas de la familia de las Cumplidas. Javier se quedó con Marranillas y lo deja en Santiago. La madre del becerro reemprendió viaje a Michoacán junto al hato de San Mateo. Para que no se sintiera desamparado el becerro fue puesto bajo custodia de una vaca pardo suizo que estaba en los establos … Javier Garfias 235
Para todos era “el becerro”, hasta que un día un peón de la hacienda, español de cuna y hombre poco aficionado a las duchas y menos a las vacas bravas, al que los trabajadores distinguían por su olor a sudor El Marranas. La anécdota es porque un día, un vaquero que nada tenía que ver con el ganado bravo, cumplía sus labores en el establo y se aterró con un mugido del becerro y la carrera que pegó el vaquero fue de película. Desde aquel día del susto del Marranas, comenzaron a llamar al becerro “Marranillas”, en homenaje al susto que pasó el peón de Santiago. Cuando se desarrolla Marranillas, se desarrolla con pocos pitones, acapachado y por criarse con una vaca suiza muy gordo y amigable. Tan amigable que cuando lo tentaron ni siquiera embistió. Lo que creó en Javier Garfias gran desconfianza. Hablamos de 1959 cuando sucede el traslado a El Cuatro en Michoacán del ganado de Julián Llaguno. A los dos años, “Marranillas” se fue a padrear a Carranco con Carlos Gómez Muriel, el propietario de la ganadería que le había solicitado a Garfias un toro para la crianza. Al tiempo los hermanos Gómez Muriel se dan cuenta que tenían en sus manos un toro estrella y le propusieron la compra a Javier Garfias, su propietario. Garfias, sin pensarlo dos veces, dio 236 Javier Garfias
por terminado el arrendamiento y regresó Marranillas a la finca. Marranillas se convirtió en el toro estrella de la ganadería. Todo ocurrió antes de 1952 cuando Antonio Velásquez y Luis Procuna torearon mano a mano cuatro toros de Javier en Chihuahua. Fue el debut no oficial del ganadero. Su primera corrida de seis toros fue en 1953 en Torreón con el cartel de Fermín Rivera, padre de Curro Rivera, Carlos Vera Cañitas y Rafael Llorete. Hablamos de 1961 cuando Laura Hernert era la dueña del destino de todo lo que se movía en Carranco. Javier Garfias en base al afecto por Laura, persona con quien tenía una relación de parentesco le envió a “Marranillas” para que tuviera sangre del toro 10 en su ganadería que recién comenzaba. Hablamos de finales de los años sesenta y es desde 1971, cuando el esposo de doña Laura, don José Ramón de Villasante y Vicente, le regaló la ganadería que desde aquel día es dirigida por ella. Laura le cuenta a Marysol Fragoso en una entrevista concedida a Al Toro México: -“ Mi esposo me compró la ganadería en 1971 y desde entonces yo me hago cargo y estoy al frente de todo”, apuntó al inicio de la conversación y agregó que al ganado que había cuando adqui-
rió la dehesa, se sumó primero un hato de ejemplares de Santa Cruz, 40 vacas y un semental de José Julián Llaguno, otro de Garfias y más adelante, en 1972 uno más, ese decir “Marranillas”, de la misma procedencia. “Más adelante, se agregaron vacas y cuatro sementales de la ganadería zacatecana de Jesús Cabrera y un semental de Chafik, el número 131. Es muy importante decir que aquí padreó el semental no. 98 llamado `Marranillas´. Aquí está de lo mejor del encaste Saltillo de Zacatecas”; cuenta la ganadera con orgullo. “Marranillas” regresó a Santiago, y Carranco lidió la novillada de presentación en la Plaza México. En el encierro para la novillada iban cuatro hijos de Marranillas, a los cuatro les dieron arrastre lento. Hay quienes dicen que la historia no es así, dicen que fue un día que Javier Garfias fue invitado a un tentadero en Carranco porque se iban a tentar vacas hijas de “Marranillas”, y que las vacas dieron tan buen juego que Javier Garfias expresó.-“¡Esto es lo que estoy buscando!” Puede ser una de tantas la historia verdadera, o también la otra. La verdad es que “Marranillas” regre-
só a Santiago y ha sido padre de muchos toros que han sido sementales en Garfias y en muchas ganaderías de México y de Sudamérica. En Carranco, como se llama la ganadería está de lo mejor del encaste Saltillo de Zacatecas sembrado por los toros de Javier Garfias. Laura de Villasante considera que la permanencia que ha tenido en la fiesta brava se debe a la sensibilidad para llevar a cabo los empadres que le han proporcionado grandes satisfacciones. La ganadería Carranco, lidió su primera corrida a la Plaza México el 21 de febrero de 1991, seis toros para Fermín Espinosa “Armillita”, Humberto Moro y Enrique Garza. Y sus triunfos más importantes han sido según su criterio de enero de 1997, en la Plaza México, el matador Pedrito de Portugal, que le cortó dos orejas “Nochebueno”; 17 de diciembre del año 2000, también en la México; Óscar San Román fue el triunfador con un encierro de esta ganadería. Inolvidable la hermosa faena de Fermín Espinosa “Armillita” a un toro que fue indultado y que ha dado una gran línea de toros en Carranco. Los toreros de Carranco son en primer lugar Jorge Gutiérrez y a Morante de la Puebla. Desde luego, agrega por favor a Javier Bernaldo, una gran amistad con David Silveti y ahora extensiva a Diego Javier Garfias 237
Silveti.
mayoría en corridas de toros.
- Zotoluco siempre ha tentado aquí; Arturo Saldívar y El Payo han tentado mucho aquí desde que eran becerristas con el grupo de Tauromagia. De los españoles…José María Manzanares hijo, indica Laura “ porque su padre me lo llevó al rancho y desde entonces cada vez que viene a México tienta sin falta en mi rancho”.
Laura Herbert Viuda de De Villasante, considera que de entre sus hijos es Laura de Villasante de Suárez, su hija, la que tiene mayor vocación y sensibilidad para la crianza del toro de lidia. Acerca de su futuro inmediato afirma lo siguiente: “Pedirle a Dios que llueva siempre porque sufrimos mucho con las sequias en el centro del país. Además, conservar la calidad que ha distinguido a Carranco a lo largo de estos 45 años”, concluyó.
Y agrega: “Otro triunfo muy importante fue con Valente Arellano, que logró un indulto; un faenón de José María Luévano; además Fernando Ochoa en San Luis Potosí indultó al número 89, un cárdeno, precioso de pinta y estupendo de juego…ese toro me ha dejado grandes crías”. Se extiende en el comentario en relación con el matador Jorge Gutiérrez: “A lo largo de su carrera Jorge (sic) ha tenido grandes tardes con toros de Carranco, por ahora, me acuerdo de un castaño, número 5 en Provincia Juriquilla. Durante su campaña de despedida en la Plaza México le cortó una oreja al último toro que mató ahí…fue en febrero de 2007 con `Inolvidable´ de Carranco; también en Querétaro cortó tres orejas y un rabo en su despedida con toros de la casa. Actualmente, la ganadera cuenta con 200 vientres y diez sementales, con los que lidia aproximadamente cinco encierros al año, la 238 Javier Garfias
Laura de Villasante ha sido parte muy importante de la familia Garfias, y por razones que explica el colega Luis Ramón Carazo: -Cuando tuve el gusto de conocer a doña Laura Herbert Pérez de Sandoval y González Ruvalcaba, supe que estaba frente a una persona distinta, de aquellas que aún dentro de lo conservador y tradicional rompen moldes. El patrimonio de la memoria de su familia va hasta el momento mismo de la llegada de los conquistadores españoles de lo que hoy es México. Por las venas de Doña Laura corre sangre de quienes que se atrevieron a cruzar el Atlántico para junto con los habitantes locales de nuestro pueblo indígena, formar nuestra gran nación. Doña Laura es de una familia de seis hermanos, con los apellidos Valdivia y recuerda “a todos los que lo
llevan en cualquier grado de parentesco, se apellidan González de Ruvalcaba” Nació con un gran amor por el campo y muchos datos que conserva de sus ancestros son orales, pero los maneja frescos en la memoria, orgullosa de su familia escribió en un libro de su autoría, el historial de su ascendencia. Hoy en día Doña Laura, es la responsable de la ganadería de Carranco que tuvo como propietarios originalmente a Don Ricardo Gómez Meade y don Carlos Gómez Muriel, quienes fundaron esta ganadería en la ex Hacienda de Carranco, ubicada en el municipio de Villa de Reyes, San Luis Potosí en 1962 con 40 vacas y 2 sementales de Santo Domingo. Lidió por primera vez en Ciudad Juárez, Chihuahua, el 29 de mayo de 1966 cuatro toros para Guillermo Carvajal y Jaime Rangel. Don Carlos Gómez Muriel falleció en 1967 y don Ricardo Gómez Meade se quedó como único dueño de la ganadería. La ganadería se presentó en la Plaza México el 19 de mayo de 1968 con seis novillos para Mario Sevilla (hijo), Miguel Ángel Núñez y Alberto Preciado Meléndez el famoso Beto recién retirado de los ruedos y con una trayectoria ejemplar como subalterno.
En 1971 se asoció al 50% con el que fuera esposo de Laura, don José Ramón de Villasante y Vicente y trasladaron la ganadería donde ahora se encuentra, en Santa María del Río en San Luis Potosí. Agregaron entonces un semental de José Julián Llaguno, otro de Garfias y en 1972 uno más de la misma procedencia, habiendo padreado en su ganadería un semental muy famoso de Don Javier Garfias, el toro No. 98 “Marranillas”. En 1977 don José Ramón de Villasante adquirió la totalidad de la ganadería. Envió Carranco su primera corrida a la Plaza México un jueves Taurino, el 21 de febrero de 1991, seis toros para Fermín Espinosa Armillita, Humberto Moro y Enrique Garza. El 5 de enero de 1997, en la Plaza México, Pedrito de Portugal le cortó dos orejas a “Nochebueno” época en la que el torero lusitano brilló intensamente en México. A Doña Laura me la encontré en la feria de San Isidro de este año y su rostro se convirtió a la popularidad, por los brindis que le dedicaron toreros mexicanos y españoles en sus actuaciones en el ruedo de Las Ventas. “la ganadera mexicana” le dicen los colegas españoles. En el caso de Laura el puro magnetismo de su aspecto, su porte, su estilo, es reconocida en el amJavier Garfias 239
biente taurino mundial. Hay algo en la manera en que se comporta que hace sentir lo muchísimo que la quieren los toreros. Es claro que ella no aguanta tarugadas de nadie. Los toreros de Tauromagía Mexicana que dirige su gran amigo el abogado Julio Esponda agradecen su generosidad como ser humano y como ganadera. Para dar tres nombres entre toreros que la respetan y quieren, menciono que la adora Morante de la Puebla, fui testigo de cómo la saludó cuando se encontró con ella en Madrid y cuando viene a México José María Manzanares, va a Carranco a tentar a la casa de doña Laura por la afición y profesionalismo que desborda, pero también para platicar con ella que chanela del ser humano y del de negro. Arturo Saldívar la ve con gran cariño y respeto, ha estado con él en las duras y en las maduras. El hablar de Doña Laura para cerrar, no es trivial. En un ambiente taurino plagado de hombres, muy pocas como ella, puede permitirse la libertad de dirigirse a un torero y expresar con valentía y claridad, lo que con gran conocimiento piensa que es importante corregir. Le hacen caso. Por eso quise escribir estas líneas, desde que conviví con ella en Madrid quería hacerlo y no me quede con las ganas, deseándole lo mejor a ella y sus se240 Javier Garfias
res queridos entre otros Pera como cariñosamente conocemos a la esposa de Jorge Gutiérrez. Capítulo Treinta y seis LA HERENCIA DE DON JAVIER
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n avaro y conciso concepto puede resumirse la misión en la vida de Javier Garfias como ganadero de reses bravas. Vino a la vida con la misión de continuar, transmitir y mejorar el milagro genético logrado por don Antonio Llaguno. La ganadería mexicana además de competir con los mejores hierros españoles que recientemente se han importado a México, cubre más de 70% de la población del toro bravo en suelo azteca. Javier Garfias de los Santos se convirtió en el arquitecto del proyecto basado en las fórmulas del monje Gregorio Mendel: las Leyes de la herencia expresadas 30 años antes que don Antonio y su hermano Julián pisaran suelos europeos. Los hermanos Llaguno Gozález fueron a Europa a buscar las riquezas ganaderas con propósitos de mejorar razas y condiciones del ganado bovino, caballar y caprino en su natal Zacatecas, y estimulados por las conclusiones en conversaciones con Ricardo Torres “Bombita” que les indujo a tomar un camino en la cría del toro de lidia. Las noticias eran sobre el trabajo
y experimentos que desarrollaron las leyes de la herencia conocidas como las Leyes de Mendel 1865. Javier Garfias (1929 – 2005)dejó como herencia las lecciones de vida. Fue un ser privilegiado que por su inteligencia robusteció el desarrollo ganadero en extensión de más del 70% del universo ganadero mexicano. Javier Garfias, entre todos los ganaderos resolvió la farragosa algarabía que existió antes que don Antonio Llaguno impusiera la confluencia y el cruzamiento genético. De la sensibilidad de Llaguno y de su inteligencia emanó el toro que selló la cultura taurina mexicana, exaltada por valores de la fiesta como lo fueron Manuel Jiménez “Chicuelo”, Lorenzo Garza, Antonio Ordóñez, Paco Camino, Manolo Martínez, Eloy Cavazos y Pedro Gutiérrez Mora “Niño de la Capea” conjunto de ases que universalizaron la fiesta de los toros mexicana.
continuidad del legado. Así lo entendieron Marco y José Antonio, sus hermanos Garfias de los Santos escalando las alturas exigidas por el hermano mayor José Antonio pisó terrenos muy importantes representando la divisa de De Santiago, Pepe Garfias y Santa Isabel que son divisas que en expansión defienden Isabel, Santiago y Pepe Garfias Motero los sobrinos de Javier, hijos de José Antonio.
Esa fue en parte la herencia que Javier Garfias dejó. Decimos en parte, porque en realidad el beneficio se desparramó para propagarse extendiéndose por cientos de ganaderías que hoy conforman la ganadería mexicana.
Su hija Ángela María, sus hijos Javier David, Pedro Mauricio, Pablo Antonio, Alonso Garfias Sitges y su nieto Javier David Garfias López con orgullo y vocación familiar han de defender el blasón que llegó a confundirse en las plazas de toros de México y Sudamérica en representación gráfica de la nación mexicana y su fiesta de los toros como pasión de raza y de vida, pero en nuestro criterio su herencia ha ido mucho más allá de su familia y del encaste que le dejó al toro de lidia mexicano. Nos referimos a la sentencia pública del ganadero Javier Sordo, en interesante entrevista que le concedió al periodista Rafael Cue cuando se refiere a las tres generaciones que le anteceden en la dirección de tan importante ganadería como lo es Xajay.
Son los hijos de Garfias, sus hermanos y otros descendientes quienes como ardiente tea sostienen en manos de la responsabilidad la
Esta vacada había sido fundada a principios del Siglo XX, es decir coincidía el esfuerzo de sus fundadores con el inicio del proyecto de Javier Garfias 241
los hermanos Llaguno, Antonio y Julián cuando preparaban viaje a la tierra de Mendel, primero y más tarde a Sevilla a visitar por recomendación del matador de toros Ricardo Torres “Bombita” la vacada del Marqués de Satillo. Xajay en sus inicios seguía el método que seguía la mayoría de los ganaderos cuneros de México y de Sudamérica, es decir , seleccionaban el ganado por su rabieta más que por su bravura y eso les bastaba para satisfacer el toreo divertido que era lo que entonces cundía. Poco a poco fue afinándose la guitarra y de cuando en vez le echaban a las vacas rabiosas uno que otro toro de procedencia española cuando en 1794 don Raymundo Quintanar inició la cruza de ganado criollo, las vacas que tenía, con toros españoles que sobraban de las corridas de toros que entonces se importaban de España para las temporadas. José Manuel Peña en 1880 que era el propietario de El Salitre, le compró el ganado a Quintanar y le agregó un toro de Miura y otro de Concha y Sierra, dos de Anastasio Martín y un toro de Arriba Hermanos que importó directamente de España. Con cierto cartel logrado por la divisa de Xajay entonces con el verde y el rojo como colores de su divisa, en 1903 compra el ganado don Miguel Peón, un gana242 Javier Garfias
dero yucateco que poca atención le presta a la ganadería y se deshace de Xajay que pasa a manos del yerno del Presidente de la República don Porfirio Díaz quien, por cierto, le cambia los colores de la divisa original a la ganadería por el azul marino y oro. La hacienda de San Nicolás Peralta, que era propiedad del yerno de don Porfirio, Ignacio de la Torre Mier, se convierte en la casa ganadera porque a San Nicolás se llevó todo el ganado de Xajay, lidiándose a partir de entonces con el nombre de aquella Hacienda. Hizo nuevas cruzas con toros de Ibarra y Saltillo, obteniendo magníficos resultados, y después, con toros de Concha y Sierra, Miura y del Duque de Veragua, con los que no fue tan afortunado. La Revolución visitó San Nicolás Peralta en 1911 y saqueó la hacienda por lo que el gobierno incautó la propiedad de la tierra. Don Miguel Dosamantes Rul compró la vacada a los herederos de don Ignacio de la Torre en 1920 incorporándola a su Hacienda de Peñuelas. En 1923 vendió a don Edmundo y don Jorge Guerrero Perrusquía una parte de San Nicolás Peralta, integrada con vacas de Peñuelas y dos sementales de Piedras Negras, y las crías que estas ligas proporcionaron. Llegó el agrarismo, se entusiasmaron los invasores y don
Eduardo Guerrero fue asesinado por los invasores. Sus herederos vendieron la ganadería y el rancho y el bisabuelo del arquitecto Javier Sordo Magdaleno compró la hacienda y el ganado por salvar la ganadería. Hubo un momento que se pensó en vender el rancho y la ganadería, pero era tan poco lo que ofrecían y eran tantas las cosas hermosas que se podían hacer que prefirieron los Sordo mejorar el ganado con cruzas de toros de Parladé. Hasta que llegó don Javier Garfias en los años setenta y convenció a la familia Sordo, el hermano mayor del actual propietario, que se cruzara con toros y vacas mexicanas, es decir Garfias, San Martín. Javier Garfias aprovechó que Javier Sordo superaba quebrantos de salud para juntos realizar un estudio profundo de lo que se trataba el ganado de lidia que ahora formaba Xajay. Conceptos que venían de generación en generación desde 1908 fueron desechados con ejemplos exitosos vividos en la experiencia de Javier Garfias.
la selección en el tentadero. Con Garfias comprendió la historia vivida en la selección de las familias procedentes de Saltillo y las cruzas con el ganado criollo hasta llegar a lo que se considera hoy día como la Sangre Llaguno. Aparte del ganado de Llaguno vía Garfias, Sordo le agregó a su hato reses, es decir vacas y toros, de Santa Coloma vía Paco Camino. Tenemos una buena relación con el maestro, y nos ha ido muy bien son su ganado. Esta experiencia con Xajay la ha repetido Javier Garfias con muchos ganaderos de México, y esa, esa revolución genética en e concepto de don Antonio Llaguno se expande con la acertada interpretación que hizo don Javier Garfias de los Santos.
Cuenta en la entrevista de Rafael Cue el ganadero y empresario Javier Sordo que su trato con matadores de toros como Enrique Ponce, Julián López “El Juli”, Andrés Roca Rey le ayudaron a entender y comprender lo que significa Javier Garfias 243
FUENTES DE INFORMACIÓN 1.- Estudios de historia moderna y contemporánea de México Print version ISSN 0185-2620
11.- José Carlos Arévalo, El secreto de Armillita. Fundación Marrón. Imprimex, España 2011.
2.- Biografía del poder. Enrique Krauze., Tus Quets Editores
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3.- Diario de Cadiz. Eduardo Margeli, un gaditano en la cima del negocio taurino mexicano
13.- Hermanos, generales y gobernantes: Los Ávila Camacho por Arturo Olmedo Díaz . Apple Books
5.- Luis Niño de Rivera, Sangre Llaguno. Ed. Punto de Lectura
14.- Enrique Serna autor del libro el vencedor El Vendedor de silencio, novela histórica que relata la biografía del periodista Carlos Degeneri
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15.- Libro Charlas de evocación taurina. Leónidas Rivera, Don Máximo. Perifoneadas radio nacional Perú 16.- Ricardo Torres Martínez, La Predestinación de un hombre 17.- Cándido, José “En defensa del toro”. Toros y Deportes, México número 323, 2 de enero de 1928, p. 32.)