mi abuelo coincidiera con el ofrecimiento que le había hecho Juan Belmonte para comprar el ganado español cuya venta obligó al Pasmo, tiempo después, y entre otros conflictos, a escindirse de la Unión de Criadores de Toros de Lidia de España. Una importación sin precedentes - El primer lote de Parladé (vía Gamero Cívico) llegó a La Punta a mediados de 1925, y se componía de 16 vacas (menos una, la «Coquinera», que murió en la travesía), los erales «Comparito”, número 29, y “Candilejo”, número 83, así como los utreros “Sardinero”, número 29, y “Conco”, número 20. - El segundo lote de ganado adquirido por los Madrazo en 1927 fue más numeroso, ya que venían 40 vacas, cuatro sementales, nueve erales y dos añojos; es decir, un total de 55 individuos con el hierro de la ganadería andaluza de Campos Varela. También arribó una parada de cabestros, lo que se traduce en un fiel reflejo del grado de profesionalidad que los ganaderos jaliscienses pretendían infundir a su torada. - Y fue precisamente con los productos de este ganado con los que La Punta adquirió su verdadera dimensión al cabo del tiempo, siendo la primera ganadería mexicana, que en su tiempo, realizó la importación más grande de vacas de vientre y sementales españoles, mismos que ya no fueron cruzados con ganado criollo, como sí lo hizo San Mateo en su día
con los dos lotes de reses adquiridas al Marqués de Saltillo en 1908 y 1911, respectivamente. - En esos años del insalvable distanciamiento con Antonio Llaguno, fue cuando estalló la “guerra” entre los bandos conformados por ganaderos de Tlaxcala y Zacatecas. La Punta, sumada al ejército de los criadores tlaxcaltecas, estableció una estrategia para la lucha sustentada en dos grandes generales del toreo – el maestro Armillita y Jesús Solórzano– y obligó a Llaguno y sus aliados echaran mano de la fuerza de otros dos colosos del toreo, como fueron Lorenzo Garza y El Soldado. La lucha de poderes desembocó en el famoso «Pacto de Texmelucan» firmado en 1941. - Así estaban las cosas en aquellos años de la Época de Oro del Toreo en México, ahí cuando todavía el amor propio, y las mechas de la rivalidad y el encono, se encendían con el ligero chasquido de una chispa. La fulgurante chispa del orgullo Capítulo Nueve EXPLOTA EL ARTE
E
n la temporada mexicana del año 29 explotaron varias minas de carga profunda. El detonante de cada carga lleva un nombre, un torero que se convertiría en el tiempo en el titulo de una leyenda: Joaquín Rodríguez Cagancho, uno de los sorprendentes triunfadores, gracias a la colaboración de Javier Garfias 69