Beatriz Espejo México
Fui una lectora voraz. Empecé con narraciones infantiles a las que siguieron novelas importantes seguramente impropias para mi edad; pero en conjunto despertaron mi vocación. Como la mayoría, intenté escribir poemas y tuve la desvergüenza de enseñárselos a maestros consagrados. No me desilusionaron, aunque tampoco fueron capaces de instigarme a continuar ese camino que necesita colaboración de ángeles benévolos. No, no sé cuándo ni cómo, intenté cuentos, el género más exigente después de la poesía. Necesita una técnica esmerada; sin embargo, William Faulkner decía que al escritor interesado en la técnica más le valía dedicarse a cirujano o a colocar ladrillos. En cierto modo tenía razón. No del todo. Ningún manual, ni siquiera un taller literario, indica la forma de hacerlos. Nadie enseña la manera de saber contar. Se requiere un estilo personal ligado a la respiración y a la forma de mirar el mundo. El cuento es una gema preciosa de la que debe desterrarse lo innecesario, un problema individual que va gestándose casi insensiblemente mientras se trabaja impulsado por un anhelo de perfección que jamás se alcanza. Incluso sabiendo esto cada vez pienso que en esa ocasión o en la próxima lograré lo que me propongo. Por ello sigo trabajando y no renuncio al oficio que me ha dado tantas satisfacciones. 41 BEATRIZ ESPEJO