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Lídia Jorge Portugal
Nací un día caluroso de junio. Mi abuelo estaba cosechando y cuando se enteró de que su hija tendría una hija, tiró la hoz al suelo y dijo - “Otra mujer”. Mi abuela paterna caminó kilómetros para verme. Me encontraba pequeña y fea. Dijo: “Pobrecita. Que Dios te bautice y te lleve al cielo”. No me apetecía. No solo me resistí, comencé a escribir libros. Ha sido un camino ruidoso y exaltante. Fui testigo de la dictadura, la guerra colonial, la Revolución de los Claveles, los primeros pasos de la democracia, la integración europea y, finalmente, la vacilación de Europa sobre sí misma. Dialogo con estos cambios. Cuando me piden que me defina como escritora, digo que soy una cronista del tiempo que pasa. Una cronista que pone a los hombres volando junto con saltamontes y pájaros. Este fue el caso, por ejemplo, de La costa de los murmullos. Había vivido los tiempos de la guerra colonial en Angola y Mozambique, entre soldados portugueses, como espía. Pero fue solo después de muchos años que pude escribir sobre lo que vi. En Los memorables, volví a la época de los claveles para mostrar cómo una revolución, con su traza luminosa, tiene su diástole y su sístole. Lo hice para contrarrestar la frialdad de los informes oficiales que omiten risas, suspiros y dolor. Es decir, suprimen lo esencial. Abogo por esta disciplina. La literatura lava los ojos ciegos de la historia con lágrimas ardientes. Para eso vivo. 59 LÍDIA JORGE ANTOLOGÍA DE CUENTISTAS 2020 / BERNARDO ESQUINCA