Daniel Salinas
©Paty Roa
México
Fui concebido entre libros y acaso ello explique el posterior desbarrancadero. Es como si un heroinómano hubiera sido engendrado en un campo de amapolas. Crecí en una biblioteca que también era una casa. El poco espacio que no acaparaban los libros lo ocupábamos nosotros. Tuve una madre lectora que me indujo al vicio y padecí un temprano aferre por contar historias. A principios de los noventa hacía lo que casi todos los escritores de mi generación, pero entonces descubrí una droga durísima llamada periodismo que me apartó por década y media de la literatura. Al final, dicha droga resultó ser mi mejor escuela para aprender a narrar. Mi destino fue ser un lector que se ganó la vida como reportero e inventó su mundo en las calles tijuanenses. Cuando a medias me rehabilité del vicio reporteril, retorné como hijo pródigo al redil literario con náufraga sed de ficciones. Entre 2010 y 2018 publiqué doce libros, casi todos de cuento y ensayo. La única beca que he tenido en mi vida es la fe de mi esposa, Carolina, y mi combustible es la mirada de mi hijo Iker. Un día arrojé una botella de mal whisky al mar y llegó hasta el litoral colombiano como finalista del Premio García Márquez. Poco después dejé zarpar un barco tripulado por irredentos juglares que arribaron al Río de la Plata y se ganaron el Premio Fundación El Libro en Argentina. Otros barcos y botellas han ido furtivamente a saludar a Lowry, Owen y Revueltas y también bajé del cielo una estrella moribunda para regalarle a Sor Juana. Los entreveros de duermevela y los discretos susurros de la muerte me recuerdan que debo apurarme con la historia que aún me falta por contar. 89 DANIEL SALINAS ANTOLOGÍA DE CUENTISTAS 2020 / BERNARDO ESQUINCA