©Alfredo Rodríguez
Elvira Aguilar México
Soy la décima de once hijos de los mismos padres. Y también la décima de los quince hijos de mi padre. A punto de darme a luz, a mi madre le informaron que el parto sería difícil. Mi padre prometió que si el alumbramiento se daba bien, fuera hombre o mujer, me llamaría Guadalupe. Mi mamá, por su parte, le ofreció a san Martín de Porres, que si le permitía salir con vida y cargar en brazos a un hijo sano, este llevaría su nombre independientemente del sexo. Un 25 de enero nací. No lloré pronto, me puse morada, fuera de eso, todo bien. Mis padres cumplirían su promesa: me llamarían Guadalupe San Martín, pero mi madre miró el calendario; el 25 de enero era día de santa Elvira. Pensó que la santa se pondría triste si yo no llevaba su nombre, por eso me llamo: Elvira Guadalupe San Martín. Aprendí a leer y a escribir hasta los siete años y medio, pero antes, armaba cuentos con figuritas de revistas. Luego escribí una canción para mi madre, y pequeños cuentos que sucedían en el agua: la bahía, el río, el mar. A la hora de la siesta de mis padres, mis hermanos y yo leíamos poesía. Mi libro preferido era el Romancero gitano, de García Lorca. Mi primer cuento “formal”, lo escribí a los doce años: mi propia versión de la vida de Marilyn Monroe, y con él descubrí el poder de la ficción: el único poder que me atrae. 9 ELVIRA AGUILAR ANTOLOGÍA DE CUENTISTAS 2020 / BERNARDO ESQUINCA