Dominique Persoone R
esulta difícil destacar como chocolatero en un país como Bélgica, en un lugar como Brujas, donde las fábricas de chocolate artesanas superan la cincuentena y hacen de la ciudad una especie de Meca para los golosos del mundo entero. Resulta difícil, pero no imposible. Para hacerlo tan solo es necesario transgredir todas y cada una de las ideas preconcebidas que tenemos con respecto al chocolate y al propio oficio del chocolatero, ese artista silencioso que moldea delicias cuidadosamente en su obrador. Lo primero es romper esa imagen. Chocolate is Rock & Roll, dice el tatuaje que lleva Persoone en su brazo derecho.
Cuando Dominique era más joven, se enamoró del chocolate. Cuando decidió abrir una chocolatería en lugar de un restaurante, todos sus compañeros pensaron que estaba loco. Al principio, recibió muchos comentarios como el enfant terrible con sus locas creaciones, pero muchos años después, todo fue todo lo contrario. Esto se demuestra en su colaboración con los mejores restaurantes de Bélgica y estar en la cima del mundo. Desde entregar chocolates a Louis Vuitton, la familia real belga y jordana, colaboraciones con el diseñador de moda Philip Plein y