El caballo de oro Vivían en cierta capital un rey y un papás, los cuales se profesaban tal amistad, que hubieras creído eran hermanos: juntos comían, juntos bebían, juntos se vestían y ni un momento podían separarse. Poseían toda clase de bienes; pero, para que veas, sus mujeres eran estériles y hallábanse ellos muy afligidos por no tener herederos14. Un día que estaban conversando exclamó el rey: −«¡Qué felicidad sería para nosotros que nuestras mujeres que quedaran en cinta; entonces sí que jamás nos separaríamos!» −«Bueno sería, rey mío, contestó el sacerdote, pero no está en nuestra mano, y no podemos oponernos á los designios de Dios: ¡gloria sea dada á su santo nombre!» Como eran buenos, porque practicaban la justicia y hacían limosnas, Dios atendió sus súplicas y ambas consortes quedaron en cinta, con cuyo suceso el rey y el sacerdote estaban á punto de volver locos al ver lo que no esperaban: «Ahora á la vejez aprenda el viejo á leer». con lo cual ves cómo conviene que nadie desconfíe de Dios. Llegó la hora y nacieron dos varones, causando tal alegría á los padres, que no cesaban de alabar y glorificar á la divina Providencia. Crecieron los niños como tiernos retoños, siendo de hermoso semblante, y cuando fueron grandecitos, hizo el 14
Los griegos son cismáticos y sus sacerdotes pueden contraer matrimonio. 125