La mujer honrada Erase una vez un hombre muy rico, casado, y como no tenía sucesión, adoptó una niña muy hermosa, á la cual hizo heredera de todos sus bienes. Murieron el hombre y su mujer, y la joven entró en posesión de la herencia. Cierto día hallábase sentada en el balcón jugando á las cartas con sus amigas, cuando acertó á pasar por debajo un joven, y así que la vió, ya no le permitió su corazón alejarse de allí, de manera que no hacía más que ir y volver. Marcháronse las amigas á sus casas; y al quedarse sola pregunta al mancebo: −«¿Qué tienes, que no vas á tu quehacer?» −«Alma mía contesta, ¿cómo he de alejarme de aquí y dejarte?» Al día siguiente el desdichado de nuevo bajo el balcón. Entonces ella, que lo quería porque era gallardo, le hace señas para que suba, y pregutándole qué intención llevaba, le contesta: −«¡Si no consigo hacerte mi esposa, alma mía, me mato!» −«No, dice ella, no te mates. Yo soy libre, tengo algunos bienes que me dejaron mis padres, y me avendré á vivir con un joven que pueda hacerme feliz. ¡Sélo tú!» Llaman á los sacerdotes y los casan. Pasaba el tiempo, y el marido, siempre metido en casa, no quería dedicarse á ningún trabajo, y viendo ella que llegarían de este modo á consumir toda su dote, le dijo un día: −«Dime qué intención abrigas, esposo mío, pues siempre te estás aquí sentado, sin trabajar ni hacer nada. ¡Ya ves que poco á poco no tendremos ni pan que comer!» El ni siquiera contestó, y 201