Constante y el dragón Había una vez un viejo que tenía tres hijos, y los tres querían aprender oficio. Salieron al monte á buscar trabajo, y, encontrando un campo sin segar, hicieron alto y se dijeron: −«Entremos á segarlo y su dueño nos pagará nuestro jornal». Apenas comienzan, cuando notan que crujen los montes, y luego ven llegar un dragón, que les dice: −«¡Buenos días, muchachos!» −«¡Buenos los tenga el amo!» contestan. −«¿Qué hacéis aquí?» −«Hemos visto este campo y nos dijimos: seguémoslo, que su dueño nos pagará». Cuando hubieron segado la mitad, dijo el dragón al menor de los tres, que se llamaba Constante: −«¿Ves aquel monte? Allí está mi dragona: toma esta carta y llévasela». Recibió Constante la carta, pero en el camino ocurrióle abrirla y leyó: −«Mata á éste que te envío y arrójalo al horno, y, bien cocido, tenmelo preparado para comérmelo á la tarde». Sin apurarse rasga la carta y escribe otra en estos términos: −«Deseo te halles bien, dragona: matarás el mejor pavo, lo rellenas y lo entregas con una canasta de pan al dador de esta carta, y lo envías aquí para que coman los trabajadores». Cuando el dragón vió venir á Constante cargado con el pavo, se dijo: −«¡Más astuto es ese que yo!» Y luego continuó en voz alta: −«Daos prisa, muchachos, procurad acabar hoy la siega, que á la noche cenaremos en mi palacio y os pagaré 253