La varita de oro Erase un mercader que tenía tres hijas, y preparándose en cierta ocasión para marchar á las Indias para surtirse de géneros, pues hacia el comercio con aquella plaza, le pidieron las hijas que les trajese como regalo, la una un vestido indio, la otra un pavo, y la meñor la varita de oro, y le echaron la maldición de que no se moviera el barco si no traía estos objetos. Cuando llegó á las Indias, compró las mercaderías que necesitaba y los encargos de dos de sus hijas, pero se olvidó la varita de oro. Quiso regresar, pero á pesar de hacer un tiempo favorable, el barco no podía moverse. Entonces sentado en tierra echóse á pensar, y pasando por su lado le labriego le preguntó por qué estaba tan pensativo, pero el mercader no quiso contestarle. Insistó el labriego diciéndole: «Discurre bien; ¿has prometido alguna cosa?» Discurrió el mercader, y recordando entonces el encargo de su hija menor, preguntó al labriego: «¿Dónde se halla la varita de oro?» El labriego le señaló un camino, y le dijo que anduviera tres horas y la encontraría. Tomó el camino el mercader y después de andar tres horas llegó un pueblo donde preguntó si estaba por allí la varita de oro. Mostráronle un palacio y le dijeron que dentro del palacio estaba la que era el mismo hijo del rey. Púsose á temblar al oír tal cosa; pero al cabo de un rato se reanimó, y llegándose al palacio solicitó permiso para entrar, que le fué concedido. Cuando el rey le juntó qué quería, contestó que 39