Revista BOCETO Nº 52

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OPINIÓN

EL JOVEN VOTO Escribe: Andrea Barletti Cier

Desde que era pequeña, siempre me interesó la política y la idea de trabajar para el país; es así que a los 10 años declaré entusiasmada a mi familia que mi nuevo sueño era ser congresista. La respuesta fue inesperada: lo que inicialmente parecía ser una reacción cómica se convirtió en una mirada de ternura y conmiseración. Aquel día recibí “la charla”, en la que te explican que el ejercicio político en la realidad es un juego distinto: una mezcolanza de dimes y diretes, artimañas sucias, alianzas, escándalos y corrupción. Hoy en día, permanece la generalización de que ser político es malo, que significa embarcarse en aguas turbias, vender tus principios o perder la sangre de la cara. Y es que, sin importar las buenas intenciones, incursionar en la política puede ligarte de por vida a la infamia. Esta es posiblemente una de las razones por las cuales los jóvenes – 30% de la población peruana - sienten una gran apatía a participar en la vida política del país. El problema está en que muchos consideran que no es factible asociarse a ella sin comprometer su credibilidad o preceptos. Es así que, si bien les interesa la política, no existe realmente un atractivo por formar parte de la vida partidaria; especialmente, debido a una crisis de representatividad de intereses y al exiguo nivel de confianza en los míticos partidos tradicionales. Otros factores son el desinterés, la desinformación, la falta de tiempo y el rechazo a la corrupción. Estos, a su vez, parecen pertenecer a un patrón mundial.

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El desinterés por la política es pernicioso, porque el sistema solo puede sobrevivir siempre y cuando haya una vinculación entre la ciudadanía y la política. En un país como el Perú, donde los representantes de

la ciudadanía dejan mucho que desear, es necesario asegurar el relevo generacional con urgencia. No obstante, estos comicios parecen haber traído consigo una ola de entusiasmo y percepción de posibles nuevos cuadros políticos que ha permitido la proliferación de la opinión joven y la renovación de las expectativas. Así, el surgimiento de candidatos con un discurso político orientado hacia la juventud ha motivado un desplazamiento de este grupo, lo cual demuestra cómo el interés y la representatividad pueden afectar los números de la contienda electoral. En un país joven, la voz y el voto de la juventud son un rugido enérgico, poderoso, polémico y ciertamente peligroso. Lo son, en primer lugar, porque el entusiasmo es contagioso. Lo son, también, precisamente por el tipo de intereses – a veces relegados- en los que los jóvenes vierten su interés como lo son la educación, los derechos humanos y laborales, el medio ambiente, entre otros. Lo son, además, porque la ideología joven liberal puede representar una amenaza a ciertas formas de pensamiento tradicionalista. Y lo son, finalmente, porque lamentablemente es un voto influenciable. Sin embargo, en muchos casos sigue sin formarse una línea del todo partidaria. Es interesante oír el descontento de las voces


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