LUIS Mª ALFARO
Los obispos de la diócesis El primer obispo de la diócesis hablaba en la intimidad una lengua ajena a la nuestra. ¡Qué descaro! ¡Qué insensatez! ¡Qué desconcierto! Arrogante, encerrado en su caparazón altivo. No se integró nunca. Y, por supuesto, nunca le admitimos (dejó el seminario lleno) Del segundo, nos dijeron: tened cuidado de las ovejas que pacen en rediles ajenos. Tened cuidado: hablará vuestra lengua pero os joderá en la del imperio. Así fue. Así sucedió. Bien que lo sufrimos. Todavía recordamos sus malos modales. Su ironía estúpida. Su Dios iracundo tampoco era el nuestro (dejó el seminario lleno) El tercero, ay, el tercero, pusilánime y cobarde ¡declinaba tan bien nuestros verbos! Aburría su mística enfermiza. Dios es acción, Dios no puede esperar. Pero él prefería aguardar a que la música de Bach inspirara sus silencios (dejó el seminario lleno) El cuarto, éste sí, éste era de los nuestros. ¡Por fin! ¡Uno de los nuestros! Dios comenzaba a comprendernos. ¡Dios hablaba nuestra lengua! Nadie puede achacarle que no fuera condescendiente con los otros. 206