El jinete del Cerro de Arandas
Renata Guadalupe Mosqueda Cabrera Esc. Emiliano Zapata • Mpio. Irapuato
U
n día Juan recorrió, como siempre, el camino a Arandas para llegar a tiempo a su trabajo. Estaba muy contento porque el recién construido Cuarto Cinturón Vial le ahorraba mucho tiempo para atravesar la ciudad de Irapuato. Pasadas unas horas, al regresar de su trabajo, Juan vio fuego en el cerro, pero al percatarse que no parecía encontrarse nadie cerca, decidió estacionar su auto y se acercó hacia él, conforme más se acercaba, el fuego iba desapareciendo.
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Al siguiente día, volvió a ver el fuego, se acercó nuevamente, pero antes de llegar vio a un anciano quien le dijo que no regresara a ese lugar. Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo un hombre a quien apodaban «el tlacuache» salió muy de madrugada a trabajar, y mientras caminaba por esa parte del cerro, escuchó una terrorífica voz que le preguntaba: «¿Quién eres y qué haces aquí?», era un jinete, tenía tapada la cara y el caballo era muy grande y con ojos rojos. Después de preguntarle quién era, el jinete le pidió que desenterrara un tesoro que había dejado en el cerro hacía muchos años. En ese momento «el tlacuache» se llenó de miedo, pero a la vez de avaricia, sintió cómo su corazón dejaba de latir por su familia y comenzaba a vivir sólo por el tesoro: -Será tuyo, y a cambio me darás la vida de un familiar—, le dijo. Pero «el tlacuache» no pudo encontrar la calma, sentía que el jinete se le aparecía exigiéndole el alma del familiar, desde ese día se enfermó y eso lo llevó hasta la muerte. El anciano que contó la historia miró la cara asustada de Juan, quien se dio cuenta del peligro que corría, y desde ese día no volvió a pasar por ahí. Enseñanza: debemos aprender a no ser avariciosos porque podemos perder cosas más valiosas.