Bolas de fuego Farid Giovani Reyes Vélez Esc. Emiliano Zapata • Mpio. Irapuato
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abía una vez un grupo de niños que llegaron a Irapuato para pasar un tiempo ahí, tomaron el autobús que recorría todo el lugar, subieron muchos pasajeros. A las 10 de la noche subió una persona que se dirigía a su casa. Sin embargo, el camionero se desvió con dirección a Malvas. Debido a este cambio de ruta del autobús en la noche, los niños bajaron asustados. Entonces vieron una luz muy brillante que logró hipnotizarlos e hizo que caminaran hacia ella, cuando se acercaron más y más, escucharon un dulce canto entonado.
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En ese momento, un viejito que vivía ahí les dijo que no debían ir para aquel rumbo que indicaba la voz, les narró una historia que sus padres le contaban: —Hace mucho tiempo, un joven iba a caballo de Malvas a Rancho Grande a ver a su novia, sus padres siempre le decían que no llegara más tarde de las 10 de la noche. Sin embargo, ese día, se quedó más tiempo con su novia y salió de casa de ella corriendo, agarró el caballo y se fue. Pasadas las 11:30 de la noche vio una bola de fuego cruzar el camino y su caballo se asustó, lo tiró y salió corriendo. Él caminó hacia la luz mientras se escuchaba un canto dulcísimo y se dirigió hacia allá. Por nueve días, nadie supo nada de este joven—, seguía contando el viejito. —Cada vez que él quería encontrar el camino, llegaba al mismo punto. Los habitantes del pueblo habían sufrido, mientras tanto, el acoso de una bruja que buscaba almas de niños no bautizados—. El viejito advirtió a los niños que se alejaran de ese camino, los niños se asustaron y nunca volvieron a ir a ese terrorífico lugar. Desde entonces, siempre están pendientes de la bola de fuego que les habían contado. Aprendieron así, que los ancianos están llenos de sabiduría y debemos preservarla.