El abuelo, el niño y la bruja
Ana Karen Estrella Rangel Esc. Prof. Pablo Gómez López • Mpio. Santa Cruz de Juventino Rosas
E
n Santa Cruz, un rancho de la Purísima, por lo alto de un cerro, hace muchos años, los pobladores tenían miedo de andar en la calle al atardecer, pues se decía que había bolas de fuego. Sin embargo, a doña Ana, habitante de este lugar, eso no le importaba, ella no creía en cosas sobrenaturales. Un día, doña Ana iba rumbo a Santa Cruz y se encontró con un joven apuesto de nombre Joel, doña Ana se enamoró profundamente del joven, y al poco tiempo se casaron y tuvieron un hijo llamado Manuel. Ella era muy feliz y su papá estaba contento de conocer a su nieto.
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Pasaron los años y Manuel creció. Un buen día, a su abuelo se le ocurrió llevarlo de día de campamento, así que se fueron al cerro, ya en la noche se quedaron a acampar bajo unos árboles. Manuel se quedó dormido profundamente y el abuelo salió a recoger leña para alimentar la fogata. Éste se fue alejando poco a poco hasta que escuchó un sonido rumbo al árbol donde el nieto estaba dormido, de la impresión tiró la leña y fue corriendo hacia donde se encontraba su nieto. Estando ahí, vio una lechuza de ojos grandes y brillantes, el abuelo no podía creerlo, la lechuza cayó del árbol y se revolcó, poco a poco se fue convirtiendo en una joven muy linda, quien le pidió al abuelo que no le contara a nadie sobre su secreto y éste le contestó: «No le contaré a nadie, con la condición de que dejes de asustar a la gente». La pequeña bruja aceptó. Se dice que la bruja pasaba los días muy triste por la promesa que le había hecho al abuelo, cada día estaba más y más triste, hasta que una noche se cansó y siguió asustando a la gente, y llevándose a los niños para chuparles la sangre.