Róger Santiváñez rubis marilia camacho Cuadrivium Año 20 Sobre De los 13 peces la sed
Sobre Ritos y escapularios de José Alberto Márquez Gomila
Q
ue desde el centro del amor y el dolor se erigen los grandes ritos de la humanidad, plantea la propuesta del escritor puertorriqueño José Alberto Márquez Gomila en el texto Ritos y escapularios; nueve relatos de impecable factura. Aunque no es nuevo que el tríptico amor-dolor-muerte sea el pilar de las grandes literaturas, así como del arte en general; es el diseño técnico, la comodidad con la que entrega la materia narrativa, la formulación y logro de atmósfera, el tono, el eficaz manejo del lenguaje, el ritmo apabullante de las historias, la construcción de personajes distantes y a una tan cercanos, la reconciliación con lo doméstico (por bello y complejo), la plurivalencia de las imágenes, la sensibilidad y ternura con que nos azota, la integración de tiempos diversos en el mismo plano (y a la vez, diversos planos en la voz narrativa), entre otros, lo que hace de Ritos y escapularios un texto que enriquece la literatura puertorriqueña. A esto, se le suma el logro de convertirse y convertirnos en un ojo que observa la añoranza que viven sus personajes (sobresaliendo los femeninos) al calor de un baile simbólico, de una salsa (rito) que no es otra que la vida, de una interacción de abrazos y miradas al calor de la Sonora, porque la vida está en la clave y si no bailas corres el riesgo de que el tiempo se detenga. Tales ritos están
íntimamente vinculados a los conflictos de subordinación femenina por causa del patriarcado y su lucha por alcanzar plenitud y poder. Márquez Gomila no ignora que por siglos la mujer también ha capitalizado la palabra difundida en el calor de la crianza; por eso dedica el texto a las mujeres que forman su casa, por las conversaciones y las historias. De ahí que los personajes que más laten en este libro sean tías, madres, abuelas, hermanas. Acierta la Dra. Miraida Grisel Villegas Gerena cuando señala que el núcleo familiar se convierte en protagonista de estas historias. En ellas huele a hogar, a encuentros y desencuentros de los que se dan en todas las familias, aunque aquí matizados generalmente por los ojos –voz de un niño que relata. De este modo, Márquez Gomila se inserta en la tradición de Felices días, tío Sergio, de García Ramis; Aquella manía de quererse en silencio, de Miriam Montes Mock; Martiria Lucía desborda vendavales, de Ydalia Molina; Purificación en la calle del Cristo, de René Marqués, entre otros. El segundo rito (escapularios) al que nos enfrenta Márquez Gomila es al religioso, saturado de prejuicios, condenaciones, culpas. Por tal atrocidad, su acercamiento es de un humor caricaturesco. Las intervenciones de los clérigos revelan ignorancia, ausencia de piedad y turbación. Se posicionan como un mal menor, pero mal, al fin y al cabo.
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