René rodríguez rodríguez soriano soriano rené Cuadrivium 20 Más de una docena de textos esenciales13deAño la narrativa dominicana breve
Como si fuera un cuento… [Más de una docena de textos esenciales de la narrativa dominicana breve]
José Ramón López sacaba a la luz su libro Cuentos puertoplateños, en 1904 (9),2 Años más tarde, en 1923, en “El Mundo” de México, Pedro Henríquez Ureña publicaba sin firma sus Cuentos de la Nana Lupe (8).3 Más o menos para la misma época (1925), en los salones parisinos, Tomás Hernández Franco dejaba su impronta y hacía conocer El hombre que había perdido su eje (59),4 libro singular, provocador, extravagante y vanguardista, donde habría que buscar el vigoroso germen del cuento escrito por dominicanos. Ahora bien, antes de entrar en materia, me gustaría dejar alguna pista de lo que yo entiendo qué es un cuento, y qué lo diferencia de una novela, de un poema, de un ensayo o de una estampa costumbrista. Hay tanta teoría por ahí regada, se han escrito tantas páginas en torno al tema y, la mar de las veces, lo que más se ha hecho es dar vueltas alrededor de la noria. Ir y venir sin haber llegado a ningún punto. ¿De dónde viene el cuento, quién lo inventó, quiénes son los principales cultores del género? De todas las definiciones que he leído, la que más me seduce y me resulta fácil de aprender y aprehender es la que el narrador venezolano Guillermo Meneses decanta de una de las historias de Las mil y una noches. Él refiere que uno de los tantos califas que desfilan por las innumerables páginas del
De Babia a Cutupú ara la mayoría de los dominicanos la nómina de nuestros escritores no sobrepasa la docena. Unos más que otros están convencidos de que sólo Juan Bosch y Joaquín Balaguer, quienes además de gravitar activamente en la política por más de medio siglo, dedicaron algunas horas de su ocio para hacer literatura; mejor dicho, escribir libros, pero, afortunadamente, no es así. Pasan de la docena, y hace un largo rato ya que, en la parte oriental de la isla, que habla y se expresa en español, se escriben cuentos. Sobre ello, precisamente, me gustaría poner en claro algunos puntos de los que, a lo largo de toda una antojadiza historia se han ido ocultando y trasponiendo, para hacernos ver un tablero del color y del tamaño de las limitaciones y las perversiones que han normado cada época o parcela del acontecer dominicano. El propio Bosch, considerado por muchos como el gran estilista de la cuentística dominicana, escribió su primer cuento, “La mujer”, en el año 1932, y publicó Camino real en 1933, su primer libro de cuentos (14).1 Mucho antes de Bosch, en los albores del siglo y con mucho tiempo de anticipación a una sistematizada práctica escritural del género en el continente, y mucho antes del famoso decálogo de Horacio Quiroga –quien a la sazón tenía apenas 25 años–,
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