MARIAM COLÓN COLÓN PIZARRO PIZARRO MARIAM René Marqués y las 3peripecias cine nacional Exégesis Segunda del Época
Operación Cine Nuevo: René Marqués y las peripecias del cine nacional
V
íctima de la constante violencia cultural que sobre él ejercen los grandes monopolios mediáticos, el cine caribeño emerge ante la mirada crítica como una máquina de representación asediada. Desde esta perspectiva, su visibilidad o invisibilidad estaría determinada por el reconocimiento que le otorgan los grandes centros metropolitanos. Describir el aparato cinematográfico en estos términos nos remite a un lugar común en el discurso historiográfico puertorriqueño. Dicho discurso asocia la llegada del cinematógrafo a nuestras costas con la invasión del ejército estadounidense y con ella las primeras imágenes en celuloide de nuestro territorio y sus habitantes.1 A pesar de que nueva evidencia documental cuestiona la veracidad de estas afirmaciones,2 el referente bélico sigue siendo un punto de partida recurrente al momento de abordar el desarrollo de la industria cinematográfica insular. La persistencia de este marco referencial es significativa ya que, subraya la importancia del año 1898 en la construcción de un imaginario colectivo, así como la eficaz utilización de las nuevas tecnologías de comunicación por parte del poder imperial para idealizar y justificar la empresa colonial. Aunque resalta las asimetrías del poder, este
acercamiento resulta problemático en tanto homogeniza los discursos en torno al cine y las motivaciones de los múltiples actores, locales e internacionales, que entrevieron el potencial de la imagen en movimiento. Exponer los lugares comunes de esta historiografía puede permitirnos, por un lado, establecer nuevas conexiones y, por el otro, identificar cambios en los modos de producción y consumo cultural asociados a la pantalla grande. El potencial político-cultural de la nueva industria cinematográfica no pasó desapercibido para una élite intelectual que se esforzaba por establecer la autonomía cultural del territorio.3 Desde sus comienzos en la segunda década del siglo XX el cine local logró configurar, junto a las manifestaciones más tradicionales del discurso literario, un espacio válido desde el cual articular la identidad nacional. El cine se convirtió en un elemento fundamental de lo que Arcadio Díaz Quiñones denomina la “guerra simbólica” o la lucha por el control de un sistema de representación cuyo manejo eficiente podría redundar en el reconocimiento de las otredades (El arte de bregar 210-248). La incipiente actividad intelectual y comercial asociada a la producción cinematográfica abría la posibilidad de convertir el medio en
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