Alejandra Larraín
Sin armas La tercera vez que llamamos a los pacos, estos nos recomendaron comprar una pistola. Lo había pensado más de una vez pero que me lo dijera la autoridad me sorprendió y alarmó. Los llamábamos porque desde que llegamos al campo entraban cazadores a las tantas de la madrugada que paseándose con potentes focos disparaban en nuestros mismos patios. Cuando salíamos a pedirles que se fueran nos sentíamos vulnerables en pijamas y solas cada una en su casa enfrentando un grupo indeterminado de hombres que se ocultaba tras la luz que encandilaba. Formaban una presencia amenazante e inaprensible, no era posible adivinar cuántos eran, solo sabíamos que iban armados. Nunca pasó nada, solo el foco nos iluminaba silenciosamente, pero resultaba muy intimidante. Hicimos correr el falso rumor de que teníamos escopetas y empezamos a llamar a la comisaría. 18