Antigüedad o en la Edad Media, esto no sucedía. Para los esclavos y los campesinos, por ejemplo, no era obvio necesitar dinero obtenido por medio de su propio trabajo para comprar lo necesario para asegurar su subsistencia. Necesitaban, eso sí, depender de un amo o un noble. Pero no de un salario. Cuando termino la primera clase sobre el tema del trabajo, mis alumnos y alumnas se van con unas algunas ideas nuevas. La primera es que trabajo no quiere decir siempre lo mismo, porque hay un significado amplio y otro más estrecho de esa palabra. El significado amplio hace referencia a las actividades, en general, que nos permiten obtener los medios para vivir, y el significado estrecho hace referencia al trabajo asalariado. La segunda es que los animales y los hombres no trabajan de la misma manera. La tercera es que la forma en la que hoy entendemos el trabajo surgió en un momento determinado de la historia, no es eterna: comenzó con la modernidad capitalista. Y por lo general, terminan sacando como conclusión que parece que estamos condenados a trabajar en sentido amplio, pero no estamos condenados a hacerlo en sentido estrecho, a la manera capitalista. Cuando finalizo la primera clase, mis alumnas y alumnos están más asombrados que al comienzo porque nunca se habían puesto a pensar que algo que les parecía tan obvio, en realidad, no lo fuera tanto. Y a mí me gusta que sea así porque como soy filósofa sé que cuando empiezan a dudar de lo que les parece obvio, alumnos y alumnas empiezan a tener muchas preguntas. Y no hay nada mejor que las y los estudiantes que quieren empezar a buscar nuevas respuestas.
¿Tenían tiempo para el ocio o tenían que dedicarse a la supervivencia? » Por rodrigo Alonso AlCAlde
Responsable de didáctica del Museo de la Evolución Humana (Junta de Castilla y León)
Actualmente dedicamos unas ocho horas al día para trabajar, o, dicho en otras palabras, ese es el tiempo que debemos invertir para que la remuneración económica correspondiente nos permita obtener el alimento, la vivienda y todo lo necesario para poder sobrevivir. Sin embargo, estudios etnográficos sobre sociedades cazadoras recolectoras a largo de los siglos XIX y XX pusieron de manifiesto que estos grupos rara vez invertían más de 5 horas al día para obtener todo lo necesario para vivir. Este
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