¿Cómo sabemos lo que sabemos? » Por luCíA rodríguez gonzález
Educadora de museos, especialista en divulgación sobre evolución humana (Grupo Evento)
La arqueología es la ciencia que estudia las sociedades del pasado, basándose fundamentalmente en los restos materiales que han quedado de ellas. Para reconstruir la forma en que vivían los seres humanos de otras épocas, los arqueólogos enfocan su labor en la búsqueda, recuperación y análisis de todo tipo de elementos pretéritos, desde edificios hasta huesos. Es especialmente en el caso de la prehistoria, en el que toda la información ha de obtenerse de vestigios no documentales, cuando la labor de los arqueólogos se torna aún más compleja e indispensable para comprender nuestra evolución. Afortunadamente, con el tiempo, se ha abierto todo un abanico de disciplinas científicas que, complementándose como las piezas de un puzle, van componiendo poco a poco la historia evolutiva del ser humano.
Excavación arqueológica en el yacimiento Gran Dolina de Atapuerca (Burgos). © Museo de la Evolución Humana, Junta de Castilla y León.
Algunas, como la química, la física o la geología, han resultado de gran utilidad para calcular con una exactitud asombrosa la antigüedad de los restos encontrados. Entre las técnicas aportadas por este campo, conocidas como métodos de datación absoluta, actualmente destacan las dataciones radiométricas, la termoluminiscencia y el paleomagnetismo. Las dataciones radiométricas se fundamentan en el proceso de desintegración de determinados elementos químicos: los isótopos inestables o radiactivos. Los isótopos son átomos cuya masa difiere de su cifra más común, pero manteniendo su número atómico; es decir, el número de protones en su núcleo no cambia, pero sí el de neutrones. Un buen ejemplo es el carbono, cuya masa atómica normal es 12, porque tiene 6 protones y 6 neutrones en su núcleo; sin embargo, uno de sus isótopos tiene dos neutrones de más, de modo que la masa total de todas sus partículas suma 14. Por esta razón se le conoce como Carbono 14. Con el tiempo, los isótopos radiactivos van perdiendo la masa sobrante que les hace inestables: se desintegran. Así, conociendo el ritmo al que se produce este proceso, puede estimarse la
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