¿Por qué se creó la religión? » Por dArío sztAjnszrAjBer Filósofo
La pregunta por los motivos de la creación de la religión es interesante porque supone, ya desde su formulación, un punto de partida que rompe con la lógica propia del discurso religioso. Desde su interioridad, la religión nunca aceptaría que ha sido una invención, sino que es vista, por parte del religioso, como la posibilidad, la apertura, la voluntad de la divinidad de revelarse y conectarse con el ser humano y, de esta manera, ofrecerle una salida: una respuesta a su problemática existencial, que es el hecho de la muerte. Es decir que la religión es una creación humana que, para funcionar bien, para ser convincente, necesita –como diría Nietzsche– que sea olvidado su origen ficcional. En la medida en que ese origen ficcional siga recurrentemente presente, la propuesta religiosa pierde fuerza y convicción. En primer lugar, es necesario destacar que, siempre que se habla de la religión desde afuera de la religión, en algún punto pareciera que se pierde la posibilidad de un debate intenso, intrínseco, lo cual sería mucho más fructífero. Lo que sucede es que, lamentablemente, seguimos pensando la cuestión religiosa en términos binarios; es decir, a partir de dos paradigmas irreconciliables: por un lado, el paradigma científico-racional y, por el otro, el paradigma de la fe o religioso.
FriedricH nietZscHe:
filósofo alemán del siglo XIX. Esta propuesta respecto del origen del lenguaje la desarrolló particularmente en la obra Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, editada en castellano por múltiples editoriales.
Si fuera posible deconstruir esa dualidad, se nos haría evidente que el ser humano se encuentra en este mundo ante un sinfín de preguntas, pero, sobre todo, de dos preguntas claves que tienen que ver con el origen y con el final. La ciencia puede explicar el funcionamiento y las razones por las cuales se producen muchos de los fenómenos naturales. Sin embargo, la ciencia no puede desentrañar el fundamento último de las cosas. Esa razón última, esa causa primera que explique por qué las cosas son como son y no son de otra manera. Esta es una falencia de la ciencia que la filosofía pone permanentemente sobre el tapete y, en reiteradas oportunidades, ha denunciado los intentos inverosímiles por postular, tanto el comienzo como el fin, de una manera concluyente y definitiva. Ahora bien, si ha existido una institución que ha sabido aprovecharse de esa imposibilidad de darnos una respuesta
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