CONCLUSIÓN Nuestro objetivo ha sido poner en evidencia cómo, pese a que ha sido demostrado ampliamente a través de los siglos que fumar tabaco es perjudicial para la salud. Factores ajenos al vicio en sí mismo (intereses privados y estatales), han contribuido a acrecentar el vicio de fumar, provocando muertes e incapacidades. Jacobo I, rey de Escocia, y posteriormente de Gran Bretaña, denunció públicamente el daño que provocaba la nicotina, negando categóricamente las propiedades farmacológicas atribuidas al vegetal, mencionando muertes ocasionadas por este vicio, por lo que prohibió, en 1619, su cultivo en el reino. A partir del siglo XVII, en sucesivas publicaciones, se abogó por erradicar tan peligrosa costumbre, suscitándose enfrentamientos -que se prolongaron hasta bien entrado el siglo XX- entre los médicos que aspiraban a eliminar su uso y aquellos que no solamente lo utilizaban como medicina, sino que además escribían folletos y libros defendiendo sus virtudes curativas. Hubo factores ajenos por completo a la cuestión esencial, que primaron para que el tabaco, en todas sus formas, pero principalmente como cigarrillo, se impusiera entre un público no informado debidamente. A pesar de los trabajos que demostraban fehacientemente, desde 1700 , que fumar tabaco causaba daño al aparato respiratorio y a otros órganos, pudo más el interés mercantilista, estimulado 309