LAS HIERBAS “MALDITAS” DE AMÉRICA Pocos grupos lingüístico-culturales escaparon a una inveterada costumbre: el uso de estimulantes –de mayor o menor intensidad– que propiciaban, con sus efectos, coraje durante las luchas tribales, saciaban el hambre, despertaban sensaciones alucinógenas durante las ceremonias religiosas, muchas de ellas destinadas a paliar una sequía o lograr el beneficio de cosechas pródigas. El alcohol, el opio y la marihuana, eran conocidas por los europeos mucho antes del arribo de Colón a las nuevas tierras por él descubiertas. América fue pródiga en el aporte de las llamadas, con posterioridad, drogas malditas. El intercambio cultural, donde tuvieron importancia fundamental la fauna y la flora de ambos lugares, generó una suerte de “venganza” por los atropellos de los conquistadores: de estas tierras partieron la nicotina, la cocaína, la mescalina, entre otras. Escohotado (1) dice: “En el capítulo de las drogas visionarias, el Nuevo Mundo es una fuente inagotada. Si las dividimos en dos grandes líneas –una afín con la mescalina (con su anillo bencénico) y otra afín con la LSD 25 (con su anillo indólico)– veremos que ambos tipos están generosamente representados a nivel botánico […] En Mesoamérica la primera droga de esta familia que llamó poderosamente la atención fue el teonanácatl (en lengua náhuatl: <seta maravillosa>), nombre que abarca varias especies de hongos psilocibios”. Prosigue este autor mencionando las semillas de 51