(mexicanos, cubanos y argentinos) con las guerrillas urbanas de sus respectivos países empujaron a los ácratas a un proceso de re-actualización de su corpus y praxis, integrándose, por tal, en los movimientos sociales, tales como el antimilitarista, ecologista, popular, feminista y contracultural.
Fuentes
Uno de los grandes problemas al emprender el estudio del anarquismo en América Latina y el Caribe es la falta de archivos. La mayoría de los grupos anarquistas eran, siguen siéndolo, de vida efímera e informal, sus organizaciones desaparecieron como nacieron para dar forma a otras, dejando pocas huellas de su existencia. Otra razón poderosa de esa ausencia se la debemos a los periodos represivos donde los locales anarquistas y de trabajadores eran atacados y destruidos; con ellos, lógicamente, sus archivos. Ante esa realidad los ácratas debieron encontrar formas de salvar sus documentos.
Eso lo lograron por tres vías. Primera, los anarquistas (en toda su gama) se estructuraron en torno a una publicación. El periódico, además de ser en sí mismo una institución, se convirtió en un núcleo centrípeto donde giraron diversidad de grupos, los cuales podían desaparecer, cambiar de nombre o fusionarse con otro(s), pero el cuerpo editorial permanecía, era una base dura. Incluso la misma publicación lograba sobrevivir gracias a esa dinámica, podía desarticularse el grupo fundador, se detenía, expulsaba o asesinaba a los responsables, pero siempre existió quien tomara la batuta, por ese mecanismo muchas publicaciones nos han llegado.
La segunda. Los acervos libertarios pervivieron gracias a la creación de centros sociales, bibliotecas y ateneos. Dos ejemplos son la Biblioteca Popular José Ingenieros (BPJI) o la centenaria biblioteca Emilio Zola, las cuales aún hoy se pueden visitar. La tercera forma fue la constitución de organismos específicos, federaciones anarquistas, que entre sus grandes preocupaciones tuvieron la de constituir archivos, logrando resultados impresionantes.
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