Eso, por un lado, por el otro, encontramos en los ácratas mexicanos el uso del discurso positivista y liberal de sus pares cubanos y argentinos. Al cual recurrieron para expresar su finalidad deseada: el progreso del género humano. No obstante, a diferencia de aquéllos, el discurso de los mexicanos estuvo impregnado de un fuerte carácter religioso utilizado como una estrategia para ganarse adeptos y evitar una disonancia cognitiva, valiéndose de analogías entre el socialismo, el cristianismo primitivo y la naturaleza. La Internacional sostuvo:
Nosotros, los hombres de todo el mundo, cualquiera que sea el lugar en que accidentalmente hubiésemos nacido y el idioma que hablemos, somos hijos del mismo padre, Dios que heredó la tierra que es la patria y la propiedad común del género humano, que a todos nos pertenece disfrutar porque es el elemento en que hemos nacido y en su seno vivimos subsistiendo y alimentándonos con sus frutos, según el orden providencial de la naturaleza, somos los árboles del mundo cuya savia es la vida universal de Dios, que todo lo penetra, comunicándole inteligencia y movimiento para el desarrollo progresivo de la humanidad, porque en Dios estamos y nos movemos. No piensan en eso los idiotas políticos, que pretenden mutilar el orden natural de la sociedad con leyes arbitrarias; y tampoco ustedes, economistas, que han sacrificado, con su empirismo sistemático, sacrificando toda idea de justicia a un torpe cálculo de utilidad.96
La organización se impone
A finales de la década del 80 del siglo XIX los anarquistas de todo el orbe se dieron a la tarea de reorganizarse y erigir asociaciones libertarias para incidir en las organizaciones obreras, campesinas y populares. En diversos países, entre ellos España e Italia, los anarquistas volcados al ilegalismo tras la agudización de la represión contra la AIT, emprendieron la reconstrucción de sus antiguas secciones internacionalistas. Estas tendencias organizadoras no fueron privativas de los europeos, un amplio espectro de militantes de América Latina y el Caribe mantuvo comunicación con los grupos de allende el atlántico, estaban al tanto de los debates y se plegaron a la nueva corriente. Esta ola organizativa se manifestó de manera intensa en Argentina.
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“Editorial”, La Internacional, núm. 2, México, 14 de julio de 1878. 55