por sus esquinas protegidas por espesos muros de adobe donde parece haberse guardado para siempre sus relatos. Las cúpulas de sus iglesias sobresalen por entre las cubiertas, con tejas de barro en cuyo corpiño se alberga una lama de añejo pasado, sobreviviente de los cambios vertiginosos del tiempo y testigo mudo de épocas de otrora perpetuadas para siempre en su imponente arquitectura. Su centro histórico elevado a la categoría de patrimonio es encantador y el frio capitalino que humedece las mejillas, parece abrazar las nubes de un manto enigmático y misterioso que solo se puede entender cuando sentimos regocijar el espíritu con su imponente infraestructura. El Hunza ha quedado, también, para siempre en varios de sus icónicos lugares como aquel Pozo que narra su propia fábula y los Cojines del Zaque donde se contempla la ciudad, como una extensión maravillosa de la fantasía. Blasones del ayer, heráldica reveladora de apellidos y abolengos, pórticos imponentes adosados en las paredes de blancuzca estirpe, balcones tallados en madera envejecidos por la historia, zaguanes y linderos por donde se pasea la bruma de amaneceres repentinos circundan sus postales vivas y nos invita a recorrerla y andar por cada una de sus estancias, quizá para contarle a los antepasados nuestras propias cuitas y dejarlas plasmada en sus páginas doradas donde solo se guardan los tesoros de su abrazador encanto. Nos une la fe de su pueblo católico, las costumbres que se han revelado ante la llegada de renovadores tiempos, la esperanza florecida en jazmines y geranios que desgranan sobre sus paredes los latidos de las campanas que retumban en el eco infinito de sus extrañas callesitas, el barroco adormecido en legendarias capillas, los museos que salvaguardan su riqueza de fieles encomiendas, las épocas de conquista sobrevivientes de las revolucionarias estaciones de la vida y la estampa del ayer simbolizada en utensilios añejados en las cavas de su afortunada existencia. Venga a Tunja y déjese extasiar por su mágica imponencia para unir las almas en un caluroso abrazo.
Dalma Consuelo Amézquita Ávila SECRETARIA DE CULTURA Y TURISMO 5