ANIVERSARIO
Viva México en paz. No había asaltos en carreteras. Los ferrocarriles daban servicio normal. El talón oro iba a ser garantía de estabilidad de la moneda; los empréstitos mexicanos se colocaban al más bajo interés en el mercado. La industria empezaba su evolución y cuantiosos recursos extranjeros acudían a México en busca de inversiones. La administración pública “era un reloj” y no se conocía todavía la vergüenza de la mordida. Las relaciones internacionales se deslizaban en perfecta tranquilidad. La guerra civil parecía definitivamente proscrita y se había logrado que México quedará excluido de la lista de los petits pays chauds, objeto de la compasiva burla internacional. Todo eso y muchas otras cosas más, algunas de ellas positivamente valiosas, hacían pensar que vivíamos en el mejor de los mundos posibles. Pero el brillante panorama tenía un reverso que no por estar oculto a las miradas, dejaba de existir, de estar presente y de ser, quizá con más intensidad mientras menos se reconocía su existencia, un fermento poderoso bajo la costra superficial de la apariencia externa. Ese reverso ha sido descrito reiteradamente. Era la incesante violación de las normas constitucionales sobre la representación política; era la exclusión * Revista La Nación. Año III No. 110, 20 de noviembre de 1943. Pág. 8. Firmado como Manuel Castillo.
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