Alan García Perez niadamente en mayo de 1533, Huáscar vivió obsesionado por la derrota de sus tropas y por la pérdida de su legitimidad más que por la pérdida de su vida. Por ello fue uno de los primeros que creyó, a pesar del consejo de su máximo sacerdote Villa Huma, que esos sí eran los viracochas que volvían para poner justicia en la tierra y logró que sus más cercanos, los familiares de la panaca y del Hanan Cusco, compartieran esa interpretación. Desde entonces, contribuyeron a difundir y a defender el carácter mágico-divino de los extranjeros. Huamán Malqui Topa, padre del cronista Huamán Poma, fue enviado a Tangarará, donde exigió a Pizarro el castigo contra el usurpador. Desde entonces Pizarro supo que, empujado por su desesperación, Huáscar creería en su divinidad y sería su mejor aliado en el sur contra las tropas de Chalcuchímac y Quisquís. Pero al mismo tiempo comprendió que más adelante necesitaría la desaparición de Huáscar para poder sumar todo el sur en contra de Atahualpa y al cumplir con la demanda de su muerte, eliminar a los dos contendientes, tener abierto el camino del Cusco y estar en libertad de designar al nuevo Inca, como finalmente lo llegara a hacer. Huáscar expresó nítidamente la actitud de los hombres del mundo andino, ritualizado y mágico: ¿Cómo saber lo que por ser profecía es inevitable? ¿A través de qué signos encontrarlo? ¿Era el enano que visitó una noche a Huayna Cápac antes de su muerte o el cometa que Moctezuma vio? ¿Era la enfermedad que se inició en los auquénidos y mataba después a los hombres?
Manco Inca. Credulidad y ambición El cuarto personaje a considerar fue Manco Inca. Al iniciar su marcha de Cajamarca hacia el Cusco, Pizarro iba acompañado por Túpac Huallpa, monarca designado por él, pero asesinado este, encontró en el camino a un adolescente de diecisiete años que habiendo sido perseguido por los soldados quiteños en el Cusco, fugó a la selva amazónica. Manco, hijo de Huayna Cápac, volvía para pedir protección a los viracochas. El futuro Manco Inca creía en el carácter divino de los españoles, pues era de la panaca de Huáscar y del Hanan Cusco y por ello fue fácil para Pizarro satisfacer sus pedidos, darle protección y ofrecerle al mismo tiempo que, a través de