Pizarro, el Rey de la Baraja Cusco. Así originó que De Soto partiera hacia La f lorida.
Hernando Pizarro. Peligrosa crueldad y soberbia Ya conocía Pizarro la soberbia aristocrática de su hermano menor, al cual Atahualpa distinguió al comprobar que sabía leer y escribir. Pero también conocía su carácter conflictivo y violento, por lo que en dos ocasiones lo envió a España llevando el dinero del quinto real. La primera, desde Cajamarca, para evitar una ruptura con Almagro, y la segunda tras la muerte de este, tal vez con el oculto propósito de desplazar hacia él toda la responsabilidad por la ejecución del Adelantado. Al mismo tiempo que soberbio, Hernando fue muy codicioso y en ningún momento pensó como Francisco en crear un reino para permanecer en él sino que quiso enriquecerse para volver con mayor fortuna a su condición de hidalgo en Trujillo. Su fortuna al volver sumaba varias veces el valor de su participación en los tesoros de Cajamarca y el Cusco, diciéndose además que intentó apropiarse de la riqueza de Almagro, razón por la que este designó heredero al rey. Por ejemplo, ante una oferta táctica de Manco Inca, que ya había sido apresado y maltratado por sus dos hermanos, Juan y Gonzalo, Hernando procedió -contra la opinión de sus capitanes- a liberarlo de las cadenas y dejarlo salir de la ciudad para obtener un gran tesoro, «una figura humana de tamaño natural en oro». Solo obtuvo el sitio de la ciudad, en el levantamiento de los días siguientes. A pesar de respetarlo, Pizarro conocía de su codicia y soberbia, por lo que intentó separarlo del escenario en dos ocasiones, dejándolo cargar con la responsabilidad por la suerte de Alma-gro. Razón tuvo el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo al escribir en su «Historia natural y general de las Indias» (1535) que «Pizarro truxo tres o cuatro hermanos suyos, tan soberbios como pobres. E de todos ellos el Hernando Pizarro solo era legitimo, e mas legitimado en la soberbia, hombre de alta estatura e gruesso, la lengua y los labios gordos, e la punta de su nariz con sobrada carne y encendida, y este fue el desavenidor del sosiego de todos, y en especial de los dos viejos compañeros Francisco Pizarro y Diego de Almagro» (Libro XLVI cap I).