Alan García Perez A pesar de una victoria, el actor ha de guardar siempre ciertos elementos de continuidad y negociación, pues la complejidad del escenario impide saber cuándo culmina un proceso de conflicto o cuáles son los elementos definitivos de la victoria. Creer que se ha eliminado definitiva y absolutamente al adversario es un grave error que puede convertir una victoria momentánea en una «Noche Triste».
La vida de Atahualpa El primer elemento de negociación que mantuvo Pizarro fue la vida de Atahualpa. Por tanto se encargó personalmente de su captura, desvió una cuchillada contra él con su propia mano y «Dio voces diciendo, nadie hiera al indio so pena de la vida». Era un elemento de negociación que Atahualpa también aceptó para ganar tiempo con el ofrecimiento del rescate, y que garantizó permitiendo el libre paso de Hernando Pizarro hacia Pachacamac, sin sufrir agresión. Tal informaba el paje Gaspar de Gárate en una carta a su padre el 20 de julio de 1533: «Hay muchos grandes señores, entre ellos hay uno que posee quinientas leguas de tierra. Le tenemos preso en nuestro poder y con el preso, puede ir un hombre solo quinientas leguas sin que le maten, antes le dan todo lo que ha menester para su persona, lo llevan a hombros en una hamaca» (Macquarrie. Op. Cit.). En ese momento se dio un punto de coincidencia entre ambos con el objetivo de ganar tiempo, cada uno para diferentes finalidades. Y es el momento de mayor inteligencia estratégica de Atahualpa. Ese elemento de negociación le permitió a Pizarro evitar durante ocho meses los ataques de las tropas indígenas; en segundo lugar, lograr que los indios llevaran cruces para identificarse, como menciona un historiador (Stuart Stirling); en tercer lugar acumular un tesoro importante haciendo que, a lo largo de los caminos del Imperio, el paso de ese tesoro y de los dignatarios que lo conducían mostraran a la población cuál era el mandato del jefe indígena. Además, con la espera de esos ocho meses provocó el hambre y el desorden de las tropas situadas en los alrededores de Cajamarca, y mandadas por Rumiñahui, quien en abierta rebelión contra Atahualpa, terminó marchándose a Quito, aunque con gran temor
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