Pizarro, el Rey de la Baraja tida de Panamá llevaba inpectore la decisión de consagrar en España la legitimidad solo para él. Además ni Cortés, ni Magallanes, ni el Gran Capitán ni el Cid fueron triunviros y cuando esta fórmula se dio en otras ocasiones, todo jugó a favor de uno, César en el primero y Octavio en el segundo. Gran jugador de baraja española, Pizarro repartió cartas para tres pero finalmente hizo su entrada como cuarto y se quedó con la mesa. Y lo hizo conociendo la debilidad psicológica de Almagro, viejo capataz de su encomienda en Panamá. Narra Pedro Pizarro: «El Don Diego se amotinó y se alzó con el dinero y hacienda que tenía recogida y no quiso ayudar a Don Francisco. Y por esta causa se padeció mucha necesidad y murió alguna gente de la que Don Francisco había pasado (de España a Panamá) y por no tener posible no se hacía la jomada». Pero tras ello Almagro se doblegó.
Atahualpa estuvo condenado desde el inicio Pizarro fue suficientemente sagaz, o cínico, para ocultar ante el propio Atahualpa la decisión de ejecutarlo. Así lo señalan Diego de Trujillo y Pedro Pizarro al narrar que, momentos después de ser aprisionado, Atahualpa preguntó por su suerte, seguro de morir, y Pizarro le respondió que posteriormente sería enviado a Quito, donde reinaría. «El marqués le aseguraba diciéndole que le daría la provincia de Quito para él y que los cristianos tomarían de Cajamarca para el Cuzco» (Pedro Pizarro, 36 v.). En la acción de la captura, el único español herido en la plaza fue el propio Pizarro por defender al Inca. De inmediato condujo al capturado hacia el galpón donde pernoctaba, dándole absoluta seguridad sobre su futuro y explicándole, triste consuelo, que «sus soldados y el Rey al que representaba habían derrotado enemigos mayores que Atahualpa y que este, por ello, no debía tener ni pena ni vergüenza». Esa noche, para darle confianza, durmió en la misma habitación que su prisionero, sin ninguna seguridad o cadena, y en los días posteriores tuvo múltiples reuniones y cenas con él. El rehén alimentó así la esperanza de que, entregado el rescate a esos codiciosos saqueadores, estos partirían del Perú. Esa primera noche organizó una nueva estrategia para recuperar su reino o ga