Los grupos etnolingüísticos más numerosos en la Amazonía peruana son el de los arawak (al que pertenecen los amuesha o yanesha y los asháninca por citar algunos) y el de los jíbaro (al que pertenecen los aguaruna o awajún, los huambisa o shuar wampis y los achuar). Sin embargo, para los grupos indígenas en zonas bajas tropicales de América del Sur, son los tupi los más numerosos en cuanto a población. Se encuentran tanto en la región amazónica, como en la costa atlántica brasilera y en las regiones del Chaco boliviano, paraguayo y argentino. En la Amazonía peruana sólo tenemos un grupo tupí, los Kukama o Cocama que viven a orillas de los ríos Marañón, Amazonas y parte del Ucayali. Para el Perú, más del 30% de los pueblos originarios de la Amazonía habitan en la región Loreto y es en la región Ayacucho donde se encuentra la menor población con tan sólo 250 indígenas o nativos amazónicos censados. Mención aparte merecen los pueblos en contacto inicial o en aislamiento voluntario cuyo número se desconoce y se manifiestan en los últimos años con mayor frecuencia en sus contactos esporádicos, a veces violentos, con colonos u otros grupos nativos.
Página 88: Mapa que indica la ubicación de las familias etnolingüísticas. Fuente INDEPA, IGN, MINEDU. Mito de Nunkui (Nugkui) con los productos de la tierra. Dibujo de Gerardo Petsaín Sharup. Proyecto Transversal-Departamento de arquitectura PUCP-ARES, Centro Cultural Inca Garcilaso de la Vega del MRE.
La Et nobi ol ogía y el Conoc i mi ent o Tr adi c i onal En las relaciones entre el hombre y la naturaleza, la mirada desde el mundo occidental hacia los pueblos de tradición oral ha supuesto asombro, aprovechamiento, desconocimiento, indiferencia o un sano diálogo con descubrimientos y revelaciones mutuas. En estas interacciones hombre-naturaleza no se da una ruptura entre lo cultural (producción humana) y lo natural (aquello propio del entorno en que habitan). Más bien suponen un continuo, que se expresa, por ejemplo en el caso de los habitantes de la Amazonía, en la relación entre la casa, la chacra o plantación doméstica y el bosque amazónico. En este esquema la chacra vendría a ser el espacio de transición entre esos dos mundos, aquel de la cultura y producción humana (la casa hecha por el hombre) y aquél de la naturaleza (el bosque amazónico). La chacra articula esos mundos de manera vinculante, armónica y continua. Los saberes tradicionales se desplazan a través de lo que podríamos llamar un “corredor natural”, cuyos orígenes y límites los establece la condición humana, pero vinculados siempre a la naturaleza, participando de ella. El habitante amazónico, como el habitante indígena de nuestro continente, se percibe como parte de este mundo, siempre abierto a él, y no se siente el dueño para apropiarse de lo que el mundo le ofrece sin ningún miramiento. En consecuencia, han sabido manejar los recursos que la naturaleza les da asegurando su existencia. Sin embargo, es preciso reconocer que esta actitud del habitante indígena de nuestro continente, como la mayoría de las acciones humanas, es dinámica, se adapta y cambia. En nuestra sociedad contemporánea, por el contrario, hemos utilizado la naturaleza buscándole su máximo provecho sin ninguna contemplación. Durante muchos siglos, particularmente desde la revolución industrial, se ha intervenido en ella de manera violenta, creyendo que podría recuperarse de los impactos producidos por el ser humano y que sus recursos eran ilimitados. Hoy comprendemos que no es así y constatamos las consecuencias de estas acciones. En este contexto, el mundo de la naturaleza irrumpe de manera importante y privilegiada en los saberes tradicionales de los pueblos amazónicos. Un saber que une lo etnológico con lo biológico, haciendo nacer la etnobiología. Aquello que el hombre puede descubrir, procesar, entender y aquello que la naturaleza nos ofrece de manera
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Inter acci ones hombr e-natur al eza