CUADRIVIUM JACQUELINE GIRÓN ALVARADO Cuadrivium 14 Año 21 Portafolio
Cuerpos abyectos y perversos: las niñas monstruosas de René Marqués
S
egún Julia Kristeva, la literatura está poblada de sujetos, situaciones, objetos y elementos diversos que representan lo abyecto, es decir, aquello que nos contamina o nos enferma psicológicamente y necesitamos expulsarlo para purificarnos. De la misma manera que cuando sudamos, orinamos o defecamos las impurezas biológicas, el cuerpo cumple con una función natural y necesaria para no enfermarnos y morir, así también la mente tiene la capacidad de expulsar lo impuro, lo sucio, lo patológico. Como ha dicho Mario Vargas Llosa respecto al oficio de escribir, se trata de un exorcismo de nuestros demonios colectivos, internos y privados. En su libro Poderes de la perversión, Julia Kristeva afirma que: “Lo abyecto está emparentado con la perversión. El sentimiento de abyección que experimento se ancla en el superyó. Lo abyecto es perverso ya que no abandona ni asume una interdicción, una regla o una ley, sino que la desvía, la descamina, la corrompe”. (p. 14) Es decir, nuestras concepciones de lo abyecto están en consonancia con la escala de valores y/o tabúes sociales a los que respondemos. Experimentamos lo perverso (el crimen) al enfrentarnos con los límites trazados por los criterios de corrección sociales establecidos (la ley y el castigo). La crítica literaria Sofía
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García Nespereira explica más ampliamente las propuestas de Kristeva al afirmar que: Cuando (ella) habla de lo abyecto (Pouvoirs del horreur. Essai sur l’adyetion, 1980) lo define como la reacción de un sujeto ante lo residual que forma parte de sí mismo –como los fluidos personales–, pero que necesita expulsar para poder conformarse como tal –(…) Lo abyecto, como el marginado social, no puede ser asimilado, así que se expulsa. (p. 223) Al acercarse con detenimiento a los personajes femeninos infantiles de René Marqués, específicamente en sus cuentos “El cuchillo y la piedra” y “Una vuelta de llave y un arcángel” así como en sus dos novelas La víspera del hombre y La mirada, se verifica que las niñas y adolescentes que protagonizan estas historias (contrario a todo código de conducta social relacionado a la infancia) no son inocentes, no juegan, no hablan, no tienen futuro, no llegan a ser adultas. De ellas cuatro, una sufre una muerte a largo plazo, poco a poco, al ser explotada y torturada a cuenta gotas por su “amo”; y las otras tres mueren en circunstancias trágicas a manos de quienes dicen amarlas. Todas están marcadas por una pubertad precoz