Historia y Desastres en América Latina (Volumen I)
acontecimientos en áreas despobladas de europeos.(5) Una paráfrasis de esa explicación puede ser imaginada para entender el escaso interés actual sobre los sertones nordestinos. Pero el período mencionado, las dos últimas décadas del siglo XVIII y la primera del siglo XIX, son también testigos, en ese mismo Nordeste brasileño tan ferozmente castigado por la falta de agua, de otros procesos de singular importancia para la historia subsecuente de la región y del Brasil como un todo. Me refiero principalmente al proceso, sin registro anterior, de crecimiento de un segmento campesino no-subordinado dentro de los límites físicos y sistémicos de una formación esclavista agroexportadora pre-dominante (así, con énfasis en el prefijo) que comienza a sobreponerse, en esos últimos años del setecientos, a una crisis de larga duración iniciada, grosso modo, cien años antes, en la década de 1690. Veamos rápidamente los ingredientes de la conyuntura del final del XVIII, y sus antecedentes directos, pues tanto unos como otros son imprescindibles para construir el objeto de este trabajo, esto es, los vínculos entre un tipo específico de desastre natural, como son las sequías nordestinas, y la suerte de un numeroso grupo social subalterno, el campesinado de la formación esclavista. LA CONYUNTURA SOCIO-ECONÓMICA NORDESTINA A FINES DEL SIGLO XVIII Como es sabido, la producción de azúcar de caña fue la base de la ocupación definitiva de largos espacios del litoral brasileño, particularmente del Nordeste oriental, genéricamente hablando, la región comprendida entre la Bahía de Todos los Santos, al sur, y la Capitanía de Paraíba al norte. El montaje de la estructura productiva se hizo con base en ingenios rudimentarios, generalmente movidos con tracción humana y/o animal, plantaciones casi-monocultoras de caña situadas en grandes propiedades (sesmarias) cedidas por la Corona a individuos (que frecuentemente se asociaban con agentes financieros en Lisboa) a cambio de su puesta en producción. El complejo estaba centrado en fuerza de trabajo esclava, transportada de las costas occidentales de África dentro de esquemas altamente sofisticados para la época, que permitieron, a lo largo de todo el período de dominio de la esclavitud como la relación fundamental de trabajo en el Brasil, un flujo constante de mano de obra para las plantaciones y un negocio enormemente retributivo para el capital comercial que controlaba el tráfico. Con esa estructura productiva, el azúcar nordestino dominó el mercado mundial durante los ciento cincuenta años transcurridos entre la mitad del siglo XVI y finales del siglo XVII, cuando los holandeses, recientemente expulsados del Nordeste después de ocuparlo a lo largo de treinta años (16241654), transplantaron la tecnología del cultivo para las Antillas, seguidos de ingleses y franceses. Factores de fertilidad de suelos nuevos, proximidad de mercados consumidores y abastecedores de insumos (sobre todo mano de obra africana), además de políticas comerciales proteccionistas y el ascenso de Inglaterra al primer nivel en el mercado mundial, llevaron rapidamente a aumentos notables de la productividad de las nuevas plantaciones antillanas, a una caída acentuada de los precios de la sacarosa en el mercado mundial y, automáticamente, a una creciente falta de competitividad de los lejanos y atrasados ingenios nordestinos para enfrentar los nuevos tiempos. Como si no fuera bastante, durante la segunda mitad del siglo XVII Portugal perdió ante Holanda e Inglaterra el control de los principales centros de comercilización de esclavos en África Occidental, perdiendo consecuentemente el control sobre el precio de un elemento básico de la producción azucarera, que fue usado a partir de ese momento por sus competidores como un arma mortal contra la economía de las colonias lusitanas en América.(6) Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina http://www.desenredando.org
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