Por ellos doy la vida ADRIANA LÓPEZ BARRIOS
Recuerdo que cuando tenía 10 años, le pregunté a mi madre si podíamos tener una mascota. Ella muy segura y con tono de regaño dijo que no, porque no había espacio para una mascota y tiempo para cuidar de ella. Yo notaba a mis vecinos jugando con sus mascotas, muy felices y emocionados. Cuando tenía seis años, compré un pececito afuera de la primaria en la cual asistía y a escondidas lo llevaba en mi mochila para que mi madre no se diera cuenta del pececito. Durante ese día lo mantuve debajo de mi cama, lo había vaciado en un trasto con agua y a cada hora lo alimentaba, creyendo que tenía hambre siempre. Cuando llegó la noche y noté que todos dormían lo saqué para ver que estuviera bien. Al verlo noté que no se movía estaba tieso, yo estaba muy asustada, pues en mi vida había visto un animalito muerto. Bueno, como es que supe que estaba muerto, pues porque comencé a llorar muy asustada, mi madre entró a ver que tenía y me preguntó que sucedía, yo le conté la verdad. Mi mamá muy consciente y linda me explico que mi pececito había muerto, porque no estaba en buenas condiciones y aparte necesitaba oxígeno debajo del agua para respirar mejor y vivir bien. A partir de ese momento yo entendí bien el significado de la muerte de un ser querido, mi pez a pesar de que no estuvo mucho tiempo conmigo yo sentía que lo quería y de un día para otro murió. Al día siguiente mi mamá me ayudó a enterrarlo en una maceta de una planta. Cabe mencionar que mi mamá no se enojó conmigo al contrario me dijo que era una buena persona por sentir empatía y amor por algún animalito.
145