Las mujeres de mi vida NORAA KARINA ÁLVAREZ HERNÁNDEZ.
El tiempo que tengo habitando este planeta he estado rodeada de mujeres: mi abuela, mi mamá, mis hermanas, sobrinas, primas, amigas y maestras a quienes les debo tanto y a las que tengo demasiado que agradecer; es tan difícil para mi poder elegir solamente una historia o enfocarme en alguna porque creo que es la suma de cada acción, decisión y palabra, lo que ha dejado huella en mi. Quisiera por este motivo, darle gracias, principalmente, a la vida por dejarme aprender de ellas y tenerlas alrededor. Quiero darle las gracias principalmente a la vida por permitirme aprender de cada una de ellas y tenerlas conmigo. María es mi abuelita, desde pequeña ha sido víctima de violencia. Su madre murió cuando era una niña y su padre se casó con su tía, hermana de su mamá. Viviendo en Zacatecas en un rancho en la cima del cerro chino y en una época en la que la mujer tenía como único destino casarse y ser madre, siendo apenas una niña tuvo que hacer pesadas labores domésticas y agrícolas. No la dejaban opinar ni expresarse. Sus hermanas y hermanos se fueron casando, para poder escapar de su casa o para formar una familia, ella fue quedando desplazada. A sus 18 años se casó con mi abuelo, Ramón, a quien conocía desde la infancia, se fue a vivir con él a casa de su madre, ella no la quería y siempre hacía comentarios ofensivos a su aspecto físico. Mi abuela y abuelo, creo yo, eran polos opuestos y por eso se complementaban el uno al otro, mi abuela es bajita, de piel morena y cabello lacio, de carácter enérgico, pero siempre dulce con los niños, inteligente y hábil, astuta, fuerte; mi abuelo, en cambio, era bastante alto, piel blanca y cabello rizado, ojos verdes e ingenuos, les caía bien a todos y era muy alegre y
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